Archivo de agosto, 2019

Un gallo y lo mismo acabas muerto: el cantante Francisco actuó para Pablo Escobar a 1.000 dólares cada ‘Latino’

A mí los postres me los respeta… (FOTOS: NETFLIX / MEDIASET)

Pues sí, amigas y amiguitos, anoche asistimos a una nueva entrega de Ven a Cenar Conmigo. Gourmet Edition, un formato que me mola más que los mielitos por docenas. Y Francisco, entre ochenta anécdotas más, nos contó que cantó para el narco Pablo Escobar. Tócate los bemoles.

Y es que en esta ocasión le tocaba cocinar a Francisco, si es que eso es cocinar, porque eso es jugarse el pellejo, en cuestiones de peligro están un artificiero desactivando bombas con un martillo y luego Francisco cocinando.

Bomberos, pilotos, toreros y mineros se pueden jubilar a los 52 años. Un pinche de cocina de Francisco se puede jubilar antes de tener pelos en los huevos y con la pensión máxima. Si llega vivo, claro.

Total, que cuando empezó el programa pusieron unas imágenes aéreas del Palacio Real de Madrid y dije joder Francisco, qué casoplón. Pero no, no era su casa, y eso que él es un compendio de virtudes tal que Dios creó el mundo sólo para poder contenerle. Dios echó a Adán y Eva del paraíso para que Francisco estuviera más ancho.

Fracisquifrases de su presentación:

«Soy fantástico«, dijo. Sí, fan del sabor en inglés, Fan del taste.

«Soy maravilloso«, del mar y peludo, velloso.

«Soy el más grande del mundo«, más que Hulk, que tiene un póster tuyo en la habitación para motivarse y beber mucha leche, no te jode.

«Tengo tantos éxitos ahí acumulados…«, trasteros llenos tiene. Hay naves industriales llenas de éxitos de Francisco. Están vaciando el Museo del Prado para hacerle hueco a sus éxitos.

«Tengo 250 canciones grabadas«, y yo Spotify y no voy vacilando por ahí.

«Mi día a día es levantarme temprano, caminar y por la tarde salir a pasear«… Francisco se hace el Camino de Santiago todos los días. Y desde Francia. Ha estado en Santiago de Compostela más veces que Santiago y que Compostela juntos. Francisco le pone sellos a los albergues cuando pasa por ellos.

La gente tiene Ego y el Ego tiene Francisco. Pero oye, que viva el amor propio. Sólo que Francisco lo que tiene es su amor propio y parte del amor de los demás. Es amor apropiado.

«En mi tierra todo lo que usamos es muy sano«, dijo sobre Valencia. Sí, cuando Chimo Bayo hablaba de «extasi, éxta no», se refería a elegir gambas arroceras en la pescadería.

Sus invitados estaban subyugados por su presencia. De hecho, Rosa afirmó: «Francisco me parece una persona completísima«. Ni una amputación tiene. Me encantaría ver a Rosa definiendo a Cervantes. «Me parece una persona casi completa. Lástima de brazo tonto». Y así.

Vamos con su menú.

El primero: Se llamaba Con Faldas y a lo Loco. Eran unos calamares con setas. Creo que los calamares eran las faldas y las setas lo loco. Es una receta del sombrerero de Alicia en el País de las Maravillas.

«Eso era una película de las de antes, de las de Hollywood«, dijo Mosquera, porque ahora las películas son de Teruel.

Eran unos calamares, que son animales. Pero como Rosa es vegana Francisco tuvo un «detalle con ella»: prepararle una ensaladita. JA JA JA Hasta los huevos están los veganos de ensaladas. Y más de esa, que no era una ensalada, era la versión vaga de una ensalada. No te hernies, Francisco. Si pones menos empeño en hacerle la ensalada le das cinco euros para que vaya a compararla ella.

«Me dan mucha pena las cebollas, recuerdo mi niñez y me pongo a llorar«, contó Francisco mientras cortaba las cebollas y justo antes de reír. A lo puto loco. Miedo. En serio. Annabelle es más normal cocinando.

El cantante se dio un cabezazo contra la campana extractora, que era de última generación. Hicieron esa y ya no quisieron hacer más por vergüenza torera. Esa campana ya extraía cuando Felipe II aún gateaba. Ese electrodoméstico te lo subasta Christie’s entre un jarrón Ming y un reloj de Luis XVI y sacas pasta.

«Esto es el mas… este botón… no, no funciona así«, iba probando el cantante con los botones de la vitrocerámica, como mi abuela tratando de instalarse Whatsapp. La última vez que Francisco usó esa vitrocerámica aún iba con gas butano.

El zagal echó los calamares chorreandito agua en la sartén llena de aceite caliente. Eso lo ve un bombero y llora. Si algún día queréis quemar la cocina y dejaros la cara como si os hubiera atacado un topo, haced justo eso.

Y luego se puso a remover los calamares en la sartén con un cuchillo. A tomar por culo la sartén. ¿Por qué no removía con una puta motosierra?

Francisco, ábreme una coca-cola, porfa:

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«Y le echamos un chorrito de brandy«, joder, chorrito de brandy… con lo que le echó se podía matar de coma etílico a un borracho de bar bien entrenado.

Segundo plato: Cañas y barro. Era una «buena cama de patata» y una buena merluza de pincho, con cebolla encima.

El cocinero experimentado echó un ajo a la sartén y explotó que si lo llegan a saber en la Segunda Guerra Mundial los aliados se ahorran pasta y lanzan ajos sobre Alemania.

Luego frió patatas y repitió operación: mojadas y al aceite. Vive al filo de la navaja. Una semana sin incendio en la cocina es una semana perdida.

Cambió de sartén donde pochaba las patatas porque se le estaban pegando. Normal, porque metió 200 kilos en una sartén, eso desbordaba, eso no parecía una sartén, parecía una orgía de patatas haciendo el trenecito. Nokia conecting people y Francisco conecting tubérculos.

A todo ésto, la lechuga de Rosa estuvo en la cocina doscientas quince horas. Estaba la lechuga ya más pocha que el pene de Tutankamón. Si esa lechuga llega a ser la rosa de la Bella y la Bestia el bicho se queda feo para siempre.

«Los lomos de merluza se colocan sobre la cama de patata«, dijo Francisco, que sólo le faltó arroparlas y contarles un cuento. Si esa merluza llega a tener anisakis, los adopta.

«Vamos a proceder», decía todo el rato, que no sabías si estaba cocinando o haciendo una puta autopsia.

El Postre: «Un postre inventado por mí«, dijo. Se llamaba Mi casa. Era yogur de mango con fresas, frambuesas y galleta molida. Sí, lo ha inventado él, no te jode. Y el tiramusú se iba a llamar Franciscomisú, porque se le ocurrió a él. Francisco le enseñó a los mayas lo del chocolate.

Y apareció Paca, la mujer de Francisco. «Estoy flipando, hijo mío, estás hecho un campeón, estoy flipando con lo aseadito que lo tienes todo«, decía la mujer emocionada. Esa noche Francisco practicó el coito.

«Me voy un rato de compras que he quedado con una amiga«, añadió después la mujer, a la que la impresión le duró lo que tardan en llegar las ganas de comprarse un bolso nuevo.

«El yogur griego con mango y el natural cogen un equilibrio muy difícil que no es dulzón«, reveló Francisco. Lo mismo le dan el Nobel de química por equilibrar yogures. Francisco no remueve dos yogures de marca blanca comprados en el súper, no, él los equilibra a nivel molecular.

«Ha hecho lo primero que ha pensado, mucha imaginación no tiene Francisco«, dijo Laura en las entrevistas previas, sin haber visto siquiera el menú. No se puede ser más amargada, de verdad. En serio, que esta chiquilla disfrute de algo. #PrayForLauraMatamoros. Dadle un abrazo. Lo necesita.

«Pues nos vamos… a tomar por culo«, dijo después (creo que pensando que ya no la grababan) esta chiquilla, que es como Atila con la hierba, pero con la felicidad. Por donde ella pasa no vuelve a crecer la dicha. He escrito dicha. Dicha, con D.

La primera en llegar a casa de Francisco fue ella. «Qué guapa», le piropeó Francisco. «Hombre, a ver, cómo tengo que ponerme», respondió ella. Dile algo agradable a Laura y ella te escupirá a la cara.

«Está pasando algo en este país que es la ignorancia y la ignorancia de la gente más joven«, se quejó Francisco. Ojalá solo fuera la gente joven.

«Francisco nos ha hecho un recibimiento muy cariñoso y muy amistoso«, destacó Raquel Mosquera al llegar, porque a lo mejor esperaba que Francisco les recibiera con alambradas, minas y ráfagas de ametralladora.

Una cosa os digo: Francisco no tiene timbre. Le tienes que gritar a berrido pelado desde la valla. Seis repartidores de Amazon están ya de baja  con las cuerdas vocales como un estropajo.

Llegó Gibaja y después Rosa. «Me ha encantado abrir la puerta y encontrarme un jardín maravilloso y el recibimiento ha sido el de un caballero«, alegó. Pero vamos a ver, ¿qué mierdas esperaban que hiciera Francisco? ¿Recibirlas a garrotazos?

Todos intentaron convencer a Rosa de que comiera jamón. Les faltó cogerla, inmovilizarla en el suelo y meterle el jamón por el gaznate como el que ceba un pavo.

COME JAMÓN, MALDITA VEGANA, COME JAMÓOOON, TRAGA GORRINO, MUA HA HA HA HA

«Desde que di los cuatro puntos a Raquel la gente me tiene miedo… de que sea cañera«, dijo Laura. No, no piensan eso. Miedo no es lo que sienten… Y no eres «cañera», eres injusta.

Y pasaron a la cena. Francisco había puesto la mesa como si fuera a cenar Matusalén con su madre. «A la mesa le hacía falta una reforma», dijo Mosquera, que habría puesto pladur, tarima flotante y todas las paredes blancas.

«Yo creo que Francisco ha sido Latin Lover«, dijo Gibaja susurrando, como si ser Latin Lover fuera como ser drogadicto.

En la parte del cotilleo cogieron un álbum casualmente olvidado en el aparador del salón, donde no pegaba una mierda. Si lo deja Francisco más a la vista le pone neones y una sirena.

«Francisco cantaba la de Mediterráneo, ¿no?«, preguntó Gibaja, que no conocía a Montserrat Caballé. Joder. Para Gibaja Ainhoa Arteta es una vedette que hace arte con las domingas. «¿Por qué no cogemos el iPad y vemos vídeos?», propuso. Los vídeos de Internet como fuente de información para todo.

– La abuela se está poniendo morada y se agarra la garganta después de comerse ese hueso de pollo…

– ¿Vemos vídeos en youtube a ver qué significa?

– Me hace.

Llegó el primer plato. «Ya sabéis que para mí la temperatura de la comida es importante«, aseveró Francisco. Le pones un estofado de unicornio templado y no se lo come, pero se caga una vaca y se lo come antes de que se enfríe.

«Me hacen gracia los calamares cuando están en el mar«, confesó Francisco meneándose como Rosalía con un calambre. Este hombre no se pone comedias en Netflix, se pone vídeos de acuarios y se caga encima de la risa.

Rosa probó los calamares con un dedito. «He probado el aceitillo«, alegó, arriesgándose a ofender al dios de los veganos, Verdureh.

«Debe estar riquísimo, pero va en contra de mi filosofía de vida de ahora«, alegó Rosa, que se disculpó ocho millones de veces por no comerse los calamares. Poco le faltó a Francisco para dejárselos para desayunar, o para comer, o cenar o merendar y hasta que se los coma.

«Perfectamente me los podía haber comido, porque ya que han dado su vida por alimentarme…», reflexionó Rosa, como si los calamares se hubieran sacrificado ellos solos. Salvad al Chipirón Ryan.

Está ahí, un calamar, aburrido en el mar, y dice «pues me voy a sacrificar para alimentar a alguien«. Yo una vez acababa de sacar una sartén del lavavajillas y cuando me di la vuelta me habían saltado dentro ocho calamares.

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Total, que le puso a Rosa su ensalada. Bueno, ensalada. Lechuga de bolsa con un par de tomates. Hernia gorda la que se hizo creando ese plato.

«La ensalada está muy buena», dijo Rosa por cumplir y saltó Laura con voz de asco «NO SEAS PELOTA QUE SÓLO LLEVA LECHUGA». Pero qué amargada. No sabe lo que es educación y lo que es peloteo.

– Mira, mamá, te he dibujado a ti y a mí jugando de la mano en el parque…

– Qué mierda es esa, ¿Paquito? A tus seis años haciendo esos garabatos. Te repudio como madre. El Ecce Homo de Borja llora cuando ve tus dibujos. Estás castigado.

En el otro extremo a los ascos, Raquel Mosquera se lo comió todo. «Soy una persona que come de todo», alegó. Todavía no ha habido un plato que no se haya comido. La mafia la va a utilizar para hacer desaparecer cadáveres. Los van a envolver en tortillas de maíz y le van a decir que son un burrito. Y nunca lo encontrarán.

«Que se haya casado tres veces es algo que no entiendo muy bien por cómo soy yo«, criticó Laura sobre la vida personal de Francisco. Porque ella lo vale y puede meterse con las vidas de los demás.

«¿CASARME TRES VECES? ¿CÓMO TE CASAS TRES VECES?«, insistió Laura como con asco y desprecio. Porque Laura ha tenido una vida amorosa como la de carrera de Bisbal: todo éxitos, no te jode…

«Me he comido una y he contado 20«, confesó Francisco sobre sus conquistas amorosas. Al contrario que Julio Iglesias que sólo cuenta una por cada 20 para que no se le vaya de madre la cifra.

Y el señor anfitrión se puso a cantar como si le estuvieran apretando los huevos o hubiera abierto la ducha con el agua fría puesta. Qué tono más alto, qué volumen… Francisco grababa los discos sin micrófono. Le ponían los vinilos delante y se hacían los surcos ellos solos arañándose del dolor.

«Tu lechuga ¿qué tal, Rosa? porque una cosa es hacer una ensalada y otra ponerte lechuga con dos cherrys», insistió Laura, metiendo mierda no fuera que el detalle (malo, pero detalle) de Francisco le hiciera ganar puntos.

«Raquel Mosquera lo sabe todo, es la Mosquipedia«, dijeron Gibaja y Laura sorprendidos por los conocimientos de Mosquera, concretamente porque definió Cañas y Barro «como una serie que todo el mundo se quedaba mirándola y los actores muy buenos».

A estos chavales les dices que la física de partículas es una señora con buen tipo y ganas de party en el culo y abren la boca y te hace reverencias por ser sabio.

–  Pues había dos y dos personas.

– ¿Cuatro?

– Hostia, hostia ¿Has usado la calculadora?

Y así.

Llegó el segundo.

Francisco estaba intentando explicarles quién fue Vicente Blasco Ibáñez y Laura y Gibaja descojonados, riéndose de él y preguntando si era el Ibáñez de Mortadelo y Filemón. Si las hostias llevaran desodorante, allí habría olido a hostia de lo cerca que estuvo de caer.

«¿Tiene espinas, Francisco?«, preguntó Gibaja, que tiene diez años, no sabe quitar espinas y el filete le hace bola.

«La merluza con la luz se convierte en arcoiris, cambia de colores«, observó Gibaja meneando el tenedor con un trozo de pescado medio crudo. Gibaja en las setas del primer plato había pillado una seta alucinógena fijo.

Como vemos la merluza:

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Como Gibaja ve la merluza:

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El caso es que Francisco dejó la merluza que aún podía nadar de cruda que estaba.

«La cebolla es una buena tapadera para que todo esté bueno«, valoró Rosa sobre el hecho de que la merluza estuviera enterrada en cebolla. Porque tú a Cuasimodo le pones por encima cebolla y te lo follas como si fuera Brad Pitt en Troya.

«Yo estuve cantando en casa de Pablo Escobar», confesó Francisco. «Vino mi manager y me dijo que cada vez que cantara Latino, me daban mil dólares». «La única vez que he cobrado por hacer bises«, dijo el cantante. Nos ha jodido, hacía 35 bises si hacía falta.

Ni la DEA, ni el FBI, ni la CIA, ni la madre que los parió, se enteran los de la SGAE de que se están cantando cosas con derechos de autor en un evento privado y le cobran a Escobar por sus santos cojones.

Y el mánager qué cabrón. Anda que le dice que va a cantar en casa de un asesino, terrorista y narcotraficante voluble y que mata sin mediar palabra. Eh, Francisco, ve, que pagan bien. Creo que le buscó también un concierto privado en el cumpleaños de Charles Manson.

«Pablo Escobar, el político», dijo Rosa. JAJAJAJAJAJAJA

Todos se rieron de ella, pero es que Pablo Escobar sí fue político electo. Chúpate esa, Laura.

Y Francisco les llevó el postre. ¿A que no sabéis quién se lo comió entero? Sí, Mosquera.

«El postre pica, tiene como algo raro», dijo Laura, que ya no sabía cómo sacarle defectos. PERO QUÉ MIERDA VA A PICAR UN PUTO YOGUR CON GALLETA. «El postre picaba y a mí nadie me creía», se quejaba. Ella prefiere más el sabor amargo…

«Qué bruja es Laura«, dijo Raquel al oíra. AHÍ LE HAS DADO.

El fin de fiesta de Francisco eran unos atriles en el jardín. «Uoooo, que despliegue», dijo Gibaja, como si fuera el escenario de Beyoncé.

Y se pusieron a cantar. Bueno… cantar… cantaban Rosa y Francisco. Laura era como si una urraca tratara de pedir socorro. Gibaja trataba de encajar alguna nota como el que intenta meter la llave en la cerradura sin luz y Mosquera hacía como los que van a misa y no se saben el padrenuestro: movía la boca sin decir nada.

«SolitarioooooooooooooooooooooooooOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO», acabó Francisco la canción. Joder, qué berrido. Daban ganas de hacerle Tinder para que no estuviera solo nunca más.

Luego se pusieron a cantar Rosa y Francisco, pero Francisco pensaba que era una competición a ver quién hacía ladrar perros más lejos. Ganó él.

Votaciones.

Francisco podía pedir que uno le votara a la cara. Y eligió a Laura, claro. «Porque sabía que la que menos puntuación le iba a dar iba a ser yo», dijo ella. Claro que lo sabía, porque votas con mala leche y para ganar tú.

Le dio un 6. Y porque era a la cara. «Le habría dado un 5, pero bueno…«, dijo a sus espaldas. Auténtica, sincera, natural… sinónimos de Laura Matamoros.

Rosa le dio un seis también (bastante para una ensalada).

Raquel Mosquera le dio un 7.

Gibaja, que bebe los vientos por él, un 7.

¡Y la semana que viene Gibaja! Que llegue ya Laura, por favor…

Comida de envidia: la cruel mala educación de Laura Matamoros contra Rosa López en ‘Ven a cenar conmigo’

A Laura se la ve feliz, ¿eh? FOTO: TELECINCO

Imaginad una vaca nacida en Chernóbil, criada con verduras de Fukushima y saciada con un abrevadero lleno de cicuta. Pues está la mala leche de esa vaca y por encima la mala leche de Laura Matamoros.

La zagala fue una de las comensales de Rosa López, Rosa de España, en la segunda edición de esta ronda de Ven a cenar conmigo. Gourmet Edition. Y en fin, Laura es de esos productos televisivos que confunden sinceridad con mala educación. Y claro, no es que hiera los sentimientos ajenos, es que los hiere y luego los remata en el suelo.

Pero empecemos por el principio. Si algo tenemos en común Laura y yo es que somos influencers. Ella influye en la cantidad de bilis que generas y yo en nada. Así que podéis seguirme sin miedo: Instagram: @GusHernandezGH | Twitter: @RealityBlogShow | Facebook: Gus Superviviente Hernández.

Rosa se presentó: «Me llamo Rosa María López Cortés«, dijo y le faltó decir el DNI, número de pasaporte y configuración de ADN en sus células madre. Una vez un policía la paró y le pidió que se identificar. Para cuando Rosa acabó el policía tenía que jubilarse.

«Rosa en el escenario es una bestia parda«, dijo de sí misma. En serio, que una vez hizo un dueto con Black Panther y el chaval salió arañado.

«Hay que cuidarse en cuerpo, mente y alma«, dijo. Joder, el alma. No me he cuidado nada el alma. La debo tener pocha. ¿Hay que darle de comer a eso? ¿Es como los gremlins, tiene reglas o algo?

«Tengo que trabajar mucho que mi voz sea nasal«, aseguró. Así empezó Eros Ramazzotti. Él nunca paró de intentarlo.

«Empecé siendo crudivegana tres meses y el cuerpo se me quedó frío», nos contó Rosa. Normal, es que esa gente ingiere menos calorías que un gato de escayola. Estás tres meses de crudivegano y no te puede quemar la Inquisición en una hoguera porque no prendes.

«Ahora soy ovo lacteo vegana», o sea, que come huevos y lácteos. Lo suficiente como para ser mirada con reproche por un vegano tiquismiquis.

«He hecho boxeo, natación, running, spinning…«, dijo rosa sobre su preparación física. Ha hecho más entrenamientos que un marine de los EE UU. Rosa puede matar a un todo un comando ruso con un cepillo de dientes. Yo un día falté al gimnasio y al día siguiente me dijeron que había ido Rosa por mí.

Rosa se preparó un café vegano antes de empezar a cocinar. Tardó como seis horas en hacerse un café saludable. Normal que no coma mucho, para cuando ha acabado de hacer eel café se le ha pasado el hambre y las pastas están caducadas.

La cocina de Rosa no es muy grande pero tiene mucha luz. El sol se pone protector solar factor 50 cuando pasa por delante de la cocina de Rosa. Joder, es que tenía más luz que Endesa casándose con Iberdrola. O como se llamen ahora.

Entrante: «¿Por qué le decís entrante si es un primer plato?«, se preguntó Rosa, que es de menú del día en Casa Paco. Primero, segundo, postre, pan y café. Joder.

El entrant… el primer plato se llamaba La madre que me parió. Era «una sopita que mi abuela hacía, que mi madre hacía, que es muy sencilla pero que a todo el mundo le gusta». Esa sopa lleva droga. Es una guat a veri gud sup.

Llevaba acelgas (ya, hasta ahí, no le gusta a todo el mundo).

– Hago una sopa que le gusta a todo el mundo, lleva criadillas de toro crudas, sesos de mono, arañas con lepra y acelgas.

– Acelgas, qué asco.

Y así.

«Los hombres me gustan que no fumen, que tengan mucho sentido del humor, que sea deportista, sano, inteligente, con humor inteligente…», pidió Rosa. JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA Sí, claro. Y que críe unicornios. El hombre ideal de Rosa se lo pides a los Reyes Magos y se los encuentran con una soga al cuello y colgando de una viga.

El hombre de los sueños de Rosa:

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Rosa usó dos vasos agitándolos para pelar los ajos. Les dio tan fuerte que los ajos se pelaron y hasta desnudaron su alma. Cuando los echó en la sartén les pareció un jacuzzi comparado con las hostias que se habían llevado. «Es milagroso», dijo Rosa. Nos ha jodido, a mí me da una hostia de esas y me desuello yo mismo con tal de que pare.

Después se puso a batir almendras, ajo y pan y eso era como cemento para un búnker. Luego lo disolvió en la sopa, creando un aguacharco como para que beba una cabra y se vaya la pata abajo.

El plato principal era Andalucía del mañana. O pasado, no sé. Era carne de Heura, hecha de proteína de guisante. Si Dios hubiera querido que comiéramos guisantes sabrían a chuleta.

«Don stop me nau bicos aim javin a gud taim«, canturreó Rosa, como si Freddie Mercury cantara con un polvorón en la boca.

Rosa se puso nerviosa echando unos pimientos a la sartén. Le pides que desactive una bomba rodeada de leones y va tranquila, pero los pimientos…

«Lets du iz», dijo para animarse. Su robot de cocina hace musiquilla de Casiotone de los años ochenta. Con ese robot de cocina se hace una gira Camela.

Rosa a cualquier sonido le busca una canción que se le parece. Una vez vio por la calle cómo una hormigonera pasaba por encima de un gato y se acordó de una canción de Shakira.

«Podría echarle preparado de paella y que supiera a algo…», dijo, pero no, le echó pimentón como para matar a un mexicano. A ese sofrito le arrimas un cigarro y te lo enciende.

«Voy a hacer un poco el bruto», se vino arriba y echó cuscús en el robot de cocina. Pero allí se quedó. Abandonado. Él nunca lo haría. Si un cuscús pudiera poner cara de pena, ése abría puesto cara de Jack soltándose de la tabla.

Rosa frió plátanos acojonada por si saltaban, pero no, se quedaron quietos y no saltaron. Y es por eso que los plátanos fritos no trabajan en el Circo del Sol, porque no saltan.

El pollo de Heura así como crudo tiene pinta como de haberle sacado tajos a un alien enfermo.

Postre. Green Paradise. Francisco lo leyó como grins párais. Lleva uvas pasas y nueces. Con eso hizo un picadillo que usó de base, igual que hacían los romanos con las calzadas romanas. Se podía asfaltar con eso.

Abrió un aguacate del que dijo «no me gusta este olor», pero lo echó igual. Rosa encuentra un pescado comido a gusanos y piensa que está en su punto. Y con el aguacate hizo una crema que echó encima del enlosado de las pasas y las nueces. Ese postre parecía el pañuelo de los mocos de Hulk.

La primera en llegar a la cena fue Laura Matamoros, que es hater e influencer. Haterencer. Consiste en odiar. Todo. Laura de niña arañaba la tele furiosa cuando salían los osos amorosos.

De aperitivo Rosa les puso chorizo, morcilla y queso, todo vegano. A Laura no le gustó porque «el chorizo vegano se te acaba repitiendo». Claro, porque el chorizo normal no se repite. Los eructos de chorizo saben a ambientador de pino, no te jode. Te puedes eructar en un sobaco y ya vas perfumado.

Después llegó Aless Gibaja. «La casa de Rosa es muy ella, la representa con sus detallitos. Es una casa muy Rosa López», afirmó. Están las casas victorianas y las casa rosianas.

«El chorizo pica, se quejó Gibaja», porque el chorizo normal no pica. Nunca. Sólo el vegano. El chorizo normal se le da a los putos bebés cuando les duelen los dientes, no te jode.

«Os pasásteis todos de nota«, les comía la oreja Laura Matamoros a los que iban llegando. «Yo le di un cuatro pero porque era a la cara, si no a lo mejor…», dijo Laura, que si hubiera podido habría dado a Mosquera puntos negativos. Ella, la sinceridad. Ojo. Laura le hace un examen de Física a Einstein y si la nota es anónima le suspende.

Y llegó Francisco. Y él y Rosa se comieron los morros sin querer. Iban a darse besos en la mejilla, pero ahí hubo morro versus morro.

«Rosa, con tu permiso me quito la chaqueta«, dijo Francisco, que es muy educado. Si Francisco fuera stripper sería el único que pediría permiso para arrancarse los pantalones.

Francisco antes de probar los embutidos veganos los olió, como si Rosa los hubiera untado en curare para matarle. A Francisco le dices «vegano» y entiende «veneno».

«Venda o no venda discos, salgo a la calle y tengo una familia. En lugar de tirarme piedras, me ayudan«, dijo Rosa sobre el cariño de la gente, mientras Laura le miraba con asquito. Porque a Laura eso de que la gente ame le parece feo.

«Y tanto amor… pues psicólogo que te crió«, acabó diciendo Rosa. Se nos rompió el amor, de tanto selfie.

Laura volvió a sacar lo de las votaciones. Ese nueve de Raquel… A Laura la envidia no se la come. La devora, la digiere y la caga.

«Si me hubierais votado a las espaldas, ¿me hubiérais puesto lo mismo?» se atrevió a preguntar Mosquera. Hay cosas que es mejor no saber, Raquel.

«A Francisco le veo estratega, porque no le veo claro«, dijo Laura. Todo aquel que tenga en su alma algo de amor, cariño o ganas de no ofender al prójimo no es claro para Laura. A Laura no la visitan los fantasmas de las navidades pasadas, presentes y futuras porque les hace llorar.

«Nos dejamos llevar por lo superficial y le damos más importancia a una caricia en la piel y no a una caricia en el alma«, dijo Rosa. Paulo Coelho le copia frases a Rosa López.

«El amor está peor que la economía», se quejaba con pena Rosa y Laura, que es repelente, saltó: «Pues a mí me va bien, yo tengo suerte«.

«Rosa me da penilla, demanda tanto el amor de otra persona que me da cosilla«, dijo después. Sí, Rosa le daba pena, pero no dudó en hundirla en la mierda. ¿Has tocado fondo? Laura saca una pala y te cava un fondo nuevo para que puedas hundirte más.

«Hay amor en todas sus extensiones«, aportó Gibaja, que ama las extensiones. Nada más digno de amor que un trozo de pelo muerto unido a una tira de silicona.

Se pusieron a cotillear el álbum de fotos de Rosa, de cuando OT 1. «Yo es que el boom de Operación Triunfo ni lo sé«, dijo Laura, quitando méritos. Ella estuvo en GH VIP, vegetando. Eso es un mérito y no el récord histórico de audiencia de Rosa.

«Yo empecé haciendo bodas, bautizos y comuniones«, rememoró Francisco, que no sabemos si cantaba o servía paletillas de cordero. «Cuando yo oí a Rosa dije ‘esta mujer lleva dentro una negra'», añadió. Y si tienes voz de tenor llevas a Pavarotti asomando por el culo.

Y llegó el primer plato. «Este plato me lo hacía mi abuela y yo no me lo quería comer«, dijo Rosa para vender su plato.

Rosa vendiendo su casa: «Y aquí en el salón murió apuñalado el anterior dueño durante una misa satánica y detrás de las paredes hay droga».

A Aless Gibaja le gustó la sopa porque era un plato sentimental, pero no le gustó el «look». Las putas sopas tienen «look». «No te invitaba a comértelo», valoró. A Gibaja los platos le tienen que invitar.

– Estimado señor Gibaja. Por la presente, sus macarrones con atún le invitan formalmente a ingerirlos en una fecha próxima. Dress Code: babero y servilleta.

«Lo veo insípido, es que no me sabía a nada», dijo Laura. Vaya por Dios. Algo que no le gusta a Laura. «¿A qué te sabe el ajo?, a nada», sentenció la mujer que tiene la boca siempre como si hubiera mordido un anzuelo y le estuvieran tirando del sedal. No, Laura, a nada. El ajo no sabe a nada. Os podéis comer los ajos como chicles y Laura os besará sin problema, porque el ajo no sabe a nada.

Como a Raquel le gustó la sopa, a Laura le molestó y dijo que a Raquel afirmaba eso porque Rosa le había dado buena nota en la cena anterior, por peloteo. La envidia atacaba de nuevo. Se comía a Laura por las patas. A Tiburón ver a la envidia comerse a Laura le da impresión.

«Luego soy una fiera en la cama, ¿eh?«, dijo Rosa, sin venir mucho a cuento. «Pero no sé cuándo fue la última vez», añadió.

«Yo llevo años sin hacerlo«, la consoló Aless Gibaja, que debe tener los huevos como la cisterna de un lechero.

«Deberíamos empezar una campaña en redes con un hashtag de #RosaNecesitaUnClavel«, dijo Aless que piensa que hay que buscarle un macho a Rosa como el que quiere que la gata tenga cachorros. Aless no le va a hacer a Rosa un perfil en Tinder, le va a hacer un defrente.

Y debería llegar el segundo, pero hubo un problema. El cuscús se había quedado así:

Con ese cuscús proteges la cámara del Banco de España y los de La Casa de Papel se van de allí sin un duro. «Ese cuscús no lo presento yo en ningún lado», dijo Rosa, como si el cuscús fuera un cuñado borracho que no sabe comportarse.

«En esto de la veganía hay un pollo que es el sucesor de la carne«, les explicó Rosa, porque la carne de Neura esa es la heredera del pollo. Si el pollo tiene una casa y dinero en el banco y va y se muere, se lo queda la carne esa de las Neuras.

«Esto es querer engañar a tu mente. No sacrifico los sabores originales por estas cosas«, dijo Francisco, al que el colorante alimentario le parece una estafa criminal. El día que descubra los filtros de Instagram le da un infarto.

«Me ha gustado mucho, pero me sabe mucho a taco o a burrito. Lo has sazonado tanto que…«, dijo Laura. La sopa, sosa, el segundo, muy sazonado. Para Aristóteles la virtud estaba en el punto medio. Para Laura la virtud no está. Ni el puto punto ese de los cojones.

«Qué mala soy», dijo. SI.

A Gibaja también le picaba mucho la carne, como antes le picó el chorizo. A Gibaja le pica el agua mineral. Gibaja a veces respira por la boca y le pica la lengua.

«El plato está frío y tiene sabor a quemado«, dijo Francisco, que si la comida no le cauteriza el esófago, está fría. Francisco mete el tenedor en la comida, si al sacarlo no se puede moldear en un yunke, es que la comida no está caliente.

Y claro, hundieron a Rosa en la mierda. Menos mal que estaba Raquel Mosquera, que le gustó todo. Qué mujer más maja.

«Ese trozo de papel es historia de España«, dijo Aless sobre el papel donde le comunicaron a Rosa que entraba a la Academia de OT. Hay un incendio y Gibaja tiene que elegir y salva ese papel antes que un Códice de Da Vinci.

«¡No te puedes llevar bien con todos!«, se quejó Laura cuando Rosa dijo que se llevaba bien con sus compañeros de OT. Para Laura no te puedes llevar bien con todos… es más, no te puedes llevar bien con nadie. Laura descubre que le cae bien a alguien y se lleva un disgusto.

«A las seis de la mañana fui al baño y de repente abrieron la puerta y era Busta y me vio todo el potorrillo y entonces yo no sabía lo que era la depilación», contó como anécdota Rosa. De hecho, Bustamante pensó que Rosa iba a mear con un seto.

Laura aprovechó que Rosa se fue a por el postre para comerle la cabeza a los demás: «Vamos, que la ha cagado«. Esta chica es una bendita. Madre de Dios, qué buen corazón, qué buen fondo. El día que vaya al cielo la recibe San Pedro con barricadas y ametralladoras para que no pueda pasar.

Y llegó el postre. Francisco lo miraba con cara rara. Al cantante cualquier cosa que sea más raro que una patata cocida le parece exótico. Y si para hacer un plato no se ha matado algo, no le va. Francisco es capaz de pedir que le traigan la sopa de verduras con una mosca flotando sólo para que haya un animal en su comida.

Laura ponía cara de estar oliendo un pedo. Y luego se puso a reírse en la puta cara de Rosa. DE VERDAD, QUÉ MALEDUCADA. Cruel y maleducada. No vas a la casa de nadie a comer y te ríes en su puñetera cara. Y menos cuando están siendo amables contigo.

A LA MIERDA.

«Es de los postres más raros que he podido probar. Son sabores demasiado dulces», alegó la niña. Oh, mierda, un postre dulce, qué desfachatez.

– ¡Mi cama estaba mullida y limpia! ¡Quiero ponerle una hoja de reclamaciones al hotel!

Y así.

«Te voy a ser muy sincera, no me ha gustado«, le espetó Laura a la pobre y buena de Rosa, que es un ser de luz, buena a más no poder. Que alguien le diga a Laura que sincera y maleducada no son sinónimos.

«Estoy pensando en convertirme en vagana«, dijo Raquel Mosquera. Ella a su puta bola. Cuando Yupi quería decir que a alguien se le iba la pinza decía «Vives en los mundos Mosquera».

«La base de arriba me ha gustado«, dijo la peluquera. La base de arriba. Menos mal que esta mujer no es arquitecto, porque pone los cimientos por encima de la chimenea.

«No volveré nunca más a comer comida vegana«, informó Francisco, como el que se equivoca y se mete en una sauna para personas mayores y dice que ya nunca más.

El fin de fiesta era de temática de amor. «Yo voy a proponer un juego que para nada quiero que acaba en orgía«, dijo Rosa. JA JA JA JA JA Lo mismo le pasó al que inventó el Monopoly, que en las primeras versiones acababa la gente follando en cada partida. Y eso en un juego familiar era raro.

«Os voy a vendar los ojos…«, empezó a decir Rosa sobre su juego. Y creo que no siguió, más allá porque lo siguiente era hablarles de unas esposas y unos látigos de cuero.

– Os explico el juego: ahora os voy a introducir una botella de anís del mono por algún orificio y…

El caso es que les puso a hacer la gallinita ciega. Laura ponía cara de aburrirse, porque con los ojos vendados no ve y sin ver no se puede odiar bien.

El juego consistía en besarse en la boca con el que tuvieras más cerca. Fue oírlo y al momento siguiente Laura Matamoros se había apartado tanto que la encontraron intentando cruzar la verja de Gibraltar.

Total, que había que besarse y aguantar cinco segundos. Lo justo para contagiarte algo. Raquel Mosquera se besó en la mejilla con Francisco con más asco que lamer el váter de un bar.

«Esta fiesta no era del amor sexual… QUE TAMBIÉN OYE«, dijo Rosa, que una cosa no quita la otra, claro que sí.

– Y ahora nos vamos a demostrar amor espiritual poniendo nuestros genitales en la boca del que tengamos más cerca. Y le agarramos de la nuca y lo arrimamos hasta que haga aspavientos de asfixia. Ah, el amor…

NOTAS:

Francisco le puso a Rosa un 5. Raquel le puso un 8. Gibaja le puso un 6. Y Laura Matamoros le puso un 3. CRISTO BENDITO…

«Yo me daría un 10», dijo Rosa, feliz. La amo. A Laura no.

Rosa tenía el poder de saber qué notas le han puesto. Y lo supo. «El 3 es de Laurita, me encanta Laura», dijo Rosa, bendita ella.

«Mira, que yo no he venido aquí a hacer amigos«, concluyó Laura. Esta chica no va a ningún sitio a hacer amigos. Laura va a la tierra de los Teletubbies y se enemista con ellos.

Como diría un inglés, es insoporteibol.

 

Rosa López, desatada en ‘Ven a cenar conmigo: Gourmet Edition’: «Necesito que me empotren contra la pared»

 

Rosa, explicando hacia dónde tienen que ponerla a mirar. (FOTO: TELECINCO)

Hay una escena en el clásico del cine Aquí huele a muerto, con Martes y Trece, en la que un camarero les pregunta qué van a cenar. Y ellos responden: «Todo. Todo de todo». Pues ese es el espíritu de la cocina de Raquel Mosquera: lo echa todo. Alien se presenta mientras Mosquera está cocinando y ella lo considera un ingrediente. Y te comes al puto Alien guisado.

Y así lo demostró en la primera cena de la presente edición de Ven a Cenar Conmigo: Gourmet Edition, que en la versión de Raquel Mosquera es Ven a Tener un Cólico Conmigo: Hospitalization Edition. Llegas al quirófano después de cenar en su casa y no te hacen un lavado de estómago. Te lo extirpan y te ponen un barreño.

En fin, vamos en orden. Lo primero, las presentaciones que hicieron de sí mismos los comensales y anfitriones.

Raquel Mosquera

Lo primero que dejó claro fue cual era su Instagram.

¡PUES YO TAMBIÉN TENGO: @GusHernandezGH! Ah, y Twitter: @realityBlogShow. Ah, y Facebook: Gus Superviviente Hernández. Ah, y Tinder… bueno ahí no estoy, pero dadme tiempo.

Raquel Mosquera dijo que tiene 24 años. Se refería a 24 x 2 con un interés a plazo fijo y al final le salían 49 años. Eso no fue quitarse años, eso fue arrancárselos de cuajo. Si por Raquel Mosquera fuera Cuéntame se habría acabado en la primer temporada y el tiempo ya nunca más.

«Yo llevo mi empresa», dijo, para a continuación reconocer que no sabe usar el ordenador. «Sé poner música relajante anti estrés y de playa», defendió. Que no la llame llorando Bill Gates para que le enseñe a hacerlo. Hay hackers rusos que pueden jugar al solitario en el ordenador de Trump y que están rabiando porque a ellos no les sale lo de poner en el ordenador música de playa.

Al final lo que hacía Mosquera era apuntar las citas en un cuaderno que ya usaba el papa Gregorio XIII.

«En la cocina me considero una mujer corta, porque desde pequeña mi madre es muy buena cocinera y Pedro era buen cocinero y mi marido ahora es buen cocinero», dijo. A esa frase le faltan cosas. Lo mismo está dando en clave coordenadas de misiles balísticos coreanos y nosotros pensando que se le va la pinza.

Rosa López.

«Tengo 38 palos ya», dijo con resignación. «Mi profesión es ser cantante«, explicó, porque no la conoce ni Sherlock Holmes buscando en Google.

«En mi vida soy muy artista, llevo desde los 13 años cantando delante de la gente», espero que no sea la misma gente, porque tienen que estar hasta los cojones de oír cantar. Cosa puntiaguda que pillan, cosa que se meten en el tímpano.

A Rosa la gente le para por la calle. Le paran mucho. Tú vas por Siria vendiendo figuritas de la Virgen María y el Niño Jesús y te paran menos que a Rosa López por la calle.

«Yo he perdido trenes por tanto amor«, dijo ella, pero de forma literal, porque no puede andar dos pasos sin que se la líen. Rosa López tiene un vuelo un lunes a las 14.00 h y sale de casa el miércoles de la semana anterior.

«Soy ovo lacto vegana«, anunció. Eso quiere decir que come cosas que se plantan, huevos y lácteos, pero de lo que corre, nada o vuela, ni lo que cabe en una muela.

SOY UN PUÑETERO POETA. Neruda, eres un cualquiera.

Laura Maramoros

A esta chica Peter Pan le dijo que para volar necesitaba un pensamiento alegre. Laura Matamoros nunca voló. Es más, los helicópteros se caen a su paso. Qué forma de disgustarle todo.

«Se puede decir que soy influencer«, dijo. Me gustaría saber cómo se declara eso a Hacienda.

«Ser influencer es ser fantástica. Influenciar a la gente con cosas tuyas«, nos explicó a los muggles que no influimos. «Influenciar a la gente con cosas tuyas»… creo que el primer influencer de la historia fue el que desató la peste bubónica.

«No sé posar. No sé ni cual es mi lado bueno ni cual es mi lado súper mejor, pero me considero una profesional«, dijo con sus santísimos ovarios.

– No sé operar. No sé ni abrir ni cerrar una herida y el corazón no lo encuentro ni con un mapa, pero me considero un cirujano profesional.

Y así.

«Me gustaría ser presentadora o co-presentadora«, reveló sobre sus sueños. Sólo hay tres cosas que esta chica parece poder presentar: Los respetos a una viuda, una amiga al feo de la discoteca y sus disculpas.

Francisco.

«Soy fantástico, maravilloso, el más grande del mundo, mágico»… «pero me considero una persona muy normal«. A tomar por culo. Si alguna vez os ha faltado autoestima es porque la tenía Francisco. Este hombre para hacerse tocamientos se busca en Youtube.

«Tengo tantos éxitos acumulados…«, continuó. Sí, tiene el trastero lleno de maletas vacías y éxitos acumulados.

– Paco, mira, aquí guardo mis éxitos:

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«Soy competitivo, me encanta medirme con otras personas«, aseguró. Lleva siempre encima una cinta métrica para medirse contigo. Francisco va a los parques de atracciones sólo porque hay medidores antes de entrar a los sitios.

Aless Gibaja.

«Tengo 31 años y soy súper optimista. Saco el lado bueno de cuando no lo hay«, aseguró. Aless Gibaja es el único que no se puso triste en el Crack del 29.

– Aless tu casa se ha quemado y tu perro ahora es un churrasco…

– El negro se súper lleva. Siempre happy.

«El unicornio es mi seña de identidad«, aseguró. Para qué tener una seña de identidad que exista, joder, claro que sí. ¿Sabéis qué os digo? ¡A partir de ahora mi seña de identidad también va a ser un animal mitológico! Elijo a Mario Casas con camiseta.

«Me gusta ayudar a la gente, lo que pasa es que no soy perfecto«, aseguró. Lo dice por un día que pasaba por Chernóbil y se puso a echar una mano controlando el reactor.

«Tengo mi propio vocabulario y mis palabras«, aseguró. En realidad son las mismas putas palabras del castellano, pero con «Súper» puesto delante.

– Gibaja, ¿sabes ruso?

– Claroviski, yohabloski rusoski superovich.

Y llegó el cocinado.

«Tengo ganas de cocinar para las personitas que van a venir», confesó Mosquera, que dijo «personitas» porque lo mismo pensaba que iban a cenar los Oompa Loompas.

De primero: Resucitando que vienen dando. Era un consomé elaborado con huesos de jamón, pollo de corral y pastilla de caldo con más química que el laboratorio de un narco colombiano, yema de huevo, vino… Joder, claro que eso resucita. Ese caldo se lo echas por encima a un zombi y se recupera.

– Lázaro, ¡levántate y anda!

– Sólo si tienes caldo de Mosquera.

Y así.

Plato principal: Bailarines del mar. Eran espaguetis con marisco. Y como era el plato preferido de su marido pues apareció el marido. Se comieron los morros durante media hora seguida. Yo creo que saltaron babas a la comida. Su técnica de beso es no dejar de acercar las caras hasta que los dientes chirríen contra los del otro. Si después de un beso no necesitas ortodoncia ni te has besado ni nada.

El señor marido le tuvo que abrir un paquete de mejillones cocidos, o sea, quitar un plástico, y lo hizo como si le hubiera estado operando la aorta a un señor hipertenso de Teruel.

El guiso consistía en echar de todo. TODO. Cualquier cosa que vaya en una lata era susceptible de acabar en ese guiso. Si llega a tener butano abre la bombona y se lo echa al guiso. Y además llevaba unos trozos de merluza que se los come Tiburón y le hacen bola. Y sepia y congrio y langostinos…

Raquel Mosquera es la razón de que los océanos estén esquilmados. Sólo le faltó echar en la cazuela a Bob Esponja y a Flipper. Raquel Mosquera no le habría cambiado la cola por unas piernas a la Sirenita. Se la habría cambiado por dos muletas.

Había tantas especies marinas en su plato principal que no era un plato, era el examen de fin de curso de Biología Marina.

Es que acababa antes diciendo qué cosas no llevaba. Joder, que le salió comida como para alimentar a unos indios. A todos los indios de toda la India. Y aún podías invitar al sur de China.

En lo que a limpieza y orden se refiere, la técnica de culinaria de Raquel Mosquera es dejar la cocina como si hubiera sufrido el ataque de un grupo de albanokosovares.

El postre se llamaba La dama y el vagabundo. Eran torrijas con helado de vainilla. ¿Sabéis por qué se están extinguiendo las abejas? Mueren de agotamiento para hacer la miel que usó Mosquera en sus torrijas. Bueno, no eran torrijas, eran tortillas francesas con un trozo de pan dentro e hiperempapadas.

– Y ahora mojamos un poco la torrija en la miel…

La torrija:

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Y luego les clavó a las torrijas una rama de menta que parecía un secuoya ciclado. No sabías si estaba decorando la torrija o clavándole una estaca a Drácula. Al final en el plato de postre había tantas cosas que tenías que llevarlos a la mesa con un toro mecánico.

Y llegó la cena.

Para aperitivo les puso ensaladilla rusa. Pero la dejó al sol, así que de entrante había salmonelosis.

«Me encantó Rosa cuando salió de La Voz«, afirmó Mosquera al ver a la cantante. Ya, y yo me emocioné mucho cuando Don Omar salió de Menudas Estrellas.

«Yo querría que hubiera sido un armario empotrado y estar cinco días cenando con chicos guapos«, dijo Rosa sobre sus compañeros de cena, porque al parecer pensaba que iba a cenar a la sede de Meetic.

A Rosa los tacones se le quedaban pillados entre las ranuras del suelo de madera del jardín de Mosquera. Si no llega a estar Gibaja para ayudarla a salir Rosa muere allí atrapada. A los osos los cepos les joden un poquillo, pero el suelo de Mosquera les acojona.

Soy vegana, le dijo a Mosquera. «¿Jamón no puedes comer?«, preguntó la anfitriona. Sí, jamón sí porque crece en los pinos, no te jode.

Mosquera estaba encantada con cada uno que llegaba. Todos le parecían buenas personas.

– Norman Bates me ha dado buenas vibraciones, es una persona maravillosa. Y su madre es encantadora.

Y así.

«Francisco me ha parecido un niño maravilloso«, dijo Rosa, que tiene un concepto de la edad muy amplio. Para Rosa Matusalén estaba en la flor de la vida.

«Tal vez es que yo sea un poco tiquis miquis«, adelantó Laura Matamoros, que no es tiquis miquis, es toquis pelotis.

Y sorteo de Poderes.

A Mosquera le tocó poder elegir que sus rivales voten le voten la cara. Voten. Con V. No con P.

Laura: podrá bajar 2 puntos al rival que elija.

Gibaja: podrá subir 2 puntos a quien quiera.

Rosa: Podrá saber las puntuaciones que ha recibido, pero sin saber de quién son. Caca de poder.

Francisco: Elegir a uno para que le vote a la cara.

Y empezó la cena.

Se pusieron a meterse con la decoración de Mosquera. Tenía una especie de libro de metal con unas fotos de ella y su novio pegadas que era la cosa más hortera que he visto en mi puñetera vida. Eso lo ponen en mi entierro y me levanto a quitarlo.

«Hoy en día conviene mucho más encontrar una buena amistad, reírse un montón… mientras no te pasen una enfermedad está bien y por eso es mejor estarse quieta», dijo Rosa. «Me gustaría encontrar un amor», añadió. Sí, pero follaría con él sólo después de esterilizarlo.

– Hola, quiero un chisme de esos de esterilizar biberones.

– ¿De qué tamaño lo quiere?

– Que quepa un pene.

Y así.

«Lo mismo llega ese príncipe que me hace comer carne como dios manda«, dijo Rosa en medio de la cena. Dice eso conmigo delante y escupo el consomé como las fuentes del Palacio de Aranjuez. Joder con Rosa. Europe is living a calenteision. El mondongueision mor jot dan a estic of a churrero.

El consomé estaba regulero, según dijeron los comensales. Eran más falsos que una moneda de euro y medio porque le dijeron que les había encantado, pero luego lo pusieron a parir. Menos Gibaja, que se lo tomó y se vino arriba como si llevara un pedo de Red Bull.

Francisco estaba obsesionado con que los platos llevaran amor. Le puedes poner una rata muerta y comida a moscas en un plato, pero si se la pones con amor se la come como el caviar.

«Yo necesito que haya contacto físico y que me empotre contra la pared», siguió contando Rosa a lo suyo. El ideal de chico de Rosa es el ariete con el que reventaron las puertas de Constantinopla.

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Se casa.

Y llegó el segundo plato. Era un engrudo que se lo das de comer a un bicho palo y se convierte en un perro salchicha. El caso es que todos pusieron a parir el plato, esta vez a la cara. Y es que ahí era difícil distinguir nada, con los tallarines peleando con la merluza como el Cracken tratando de hundir a la Perla Negra.

«Móstoles, Fuenlabrada y África son lugares donde me quieren mucho», dijo Mosquera. Le faltó citar el continente más al norte, Fuencarral.

«Yo buscaba a una persona con un corazón muy grande. MUY GRANDE. MUUUUUY GRANDEEEEEE«, dijo Mosquera sobre su marido, que tiene el corazón que le puede hacer un trasplante a un cachalote.

Raquel se quería llevar a Rosa a una discoteca de africanos para buscarle novio. «Si salimos juntas por ahí te prometo que alguno cae«, le dijo Mosquera. Y si no cae lo secuestra, joder, que si ella dice que Rosa pilla cacho, pilla.

A Laura Matamoros no le gusta el chocolate. No diré nada al respecto por si hay más gente a la que no os gusta, pero merece ser llevada a alta mar y ser abandonada allí.

Llegó el postre. La torrija era un poquito calórica. Todo el menú lo era. Te tomas la cena de Mosquera entera y te pueden poner en la quilla de un rompehielos para ir abriendo canal por la Antártida. Abrazas a la de Frozen y la calientas.

Raquel Mosquera dijo que de redes sociales no entendía. De las redes que sabe son las de arrastre y de bajura, porque arrasa el fondo marino y luego hace un plato con él.

El fin de fiesta era una coreografía de Raffaella Carrà. O algo así. Para bailar Raquel se puso un chubasquero que parecía un sobrevestido amarillo de bajarse a cambiar una rueda en la M-30.

Y al poco de empezar el baile aparecieron dos gemelos que bailaban haciendo coro. Era como una versión de AliExpress de Beyoncé y sus bailarinas.

A Laura Matamoros no le pareció que Raquel bailara bien. A Laura Matamoros no le gusta nada. Lex Luthor amaba a los demás seres humanos al lado de Matamoros.

Los bailarines clónicos trataron de enseñar a los demás a bailar por Rafaella. Y oye, qué bien bailaba Laura Maramoros. Ah, no, que parecía que estaba esquivando balazos.

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Y llegaron las votaciones:

Laura: «No he sido de las más críticas, pero sí de las más sinceras«, dijo. «Me he quedado sin comer, sin beber»… a su lado los israelitas cruzando el desierto estaban hidratados. Le puso un 4. Generosa que es la niña.

Rosa le dijo que «hay que valorar el cariño y que había sido una buena anfitriona«. Le dio un 9. Y en privado dijo que «si no le hubiera votado a la cara le hubiera dado un 8», dijo Rosa. JAJAJA Amo a esta mujer.

Francisco le dijo que el segundo plato estaba desequilibrado. Desequilibrado no, estaba como El Joker haciendo oposiciones. Le dio un 6. Gibaja le puso un 7.

Laura Matamoros miraba con cara de asco las puntuaciones de los demás. Creo que no entiende por qué el resto de las personas no odia la existencia en general como ella.

Y en la próxima cena… ¡Rosa López!

Sin desnudos no hay paraíso, pero hay una gigantesca lección de humildad y solidaridad: El Contenedor

Una imagen de ‘El Contenedor’ (ANTENA 3)

El primer programa de El Contenedor tuvo su gracia, con todos los especímenes desnudándose y viendo cómo las pasaban canutas como su madre los trajo al mundo (aunque con más pelo) y buscándose la vida.

Pero a medida que el programa ha avanzado se ha ido poniendo coñazo, porque lo de ir a la universidad en pijama es más de sujétame el cubata que de cambiarte la vida.

Y en el último programa… ¡BOOM! Leccionaca. Que es como una lección pero en grandota. El sufijo -aca hace todo más grande. Menos en caca, porque no puedes decir «era una mierda grande, era una cacaca».

En fin, que vamos a ver qué pasó en la última emisión de El Contendor, que como sabéis es un programa en el que a los participantes les quitan todo, se quedan desnudos y tienen que apañárselas cogiendo sólo una cosa al día de sus pertenencias, guardadas a un kilómetro de su casa en un contenedor.

Vamos con la familia Izquierdo.

La madre comenzó la experiencia en plan bien, pero ha ido perdiendo el norte y de ser una madre ha pasado a ser El Tío Gilito acaparando cosas. Los de los fondos buitre le ponen velas a esta señora por su capacidad de quedarse con las cosas de los demás a bajo coste.

La emisión comenzó con la señora yéndose a una peluquería, haciendo que su amiga peluquera abriera más tarde para poder atenderla a ella. Lo cierto es que llevaba muchos días sin lavarse el pelo y los piojos ya debían estar poniendo hojas de reclamaciones por falta de higiene. Creo que en la peluquería no le echaron Loreal, le echaron Sanytol.

En otra de las visitas al contenedor la señora quería que los demás, véase sus hijos y marido, le donaran sus objetos para ella poder cogerse ropa. Pero pasaron de ella como de donar el hígado en vida. De hecho se cogieron los móviles y uno de los zagales el ordenador.

Sí, ese zagal que parecía haberse desenganchado del ordenador… y que a los quince minutos estaba más conectado y con más cables que en la UCI. Se tumbó en dos cojines y ahí se dejó las vértebras. Pero no sólo le pasó a él. Se levantó cinco minutos y cuando volvió su padre estaba ocupando su lugar.

Volviendo a la señora, estaba ya fuera de sí y a pesar de que a ella ya le habían cedido varias veces cosas para que estuviera más cómoda, que fue la primera en vestirse y demás, aún quería más cosas. Porque quería salir el sábado por la noche de fiesta.

«Es que yo me tengo que coger tres cosas«, dijo la señora, que también quería sus cremas, además de ropa. Luego subió la apuesta y también quiso también una camiseta. Si la dejan les arranca la piel al marido y a los hijos para hacerse unas botas. Menos mal que no necesitaba sangre, porque se la chupa allí mismo, a los pies del contenedor.

Y sí: la señora se salió con la suya y se quedó 3 cosas. Uno de los zagales no estuvo vivo y cuando se quiso dar cuenta su madre le había hecho la trece-catorce y había cogido por ella y por él.

Dijo el narrador que a la señora le habían «cedido tres cosas». Cedido por los cojones.

– Paaaaco, ¿De dónde has sacado estos diamantes y este dinero y ese rolex?

– Me los ha cedido un señor cuando le he pinchado con la navaja, Puri.

– Uy, mira qué amable por su parte…

Y así.

Llegados al final de la experiencia, la señora dijo: «Unos hemos mirado por los otros«. «Unos más que otros», le dijeron el padre y los niños con un resquemor tan intenso que podrían prenderle fuego a un bosque con él.

Lidia y Dani.

Joder estos dos. Como pareja son igual de estables que una granada de mano en una lavadora centrifugando. Ahora, sí. Ahora, no. Ahora la quiero. Ahora le odio. Es malo. Es bueno. No la soporto. La necesito.

Si estos dos fueran una montaña rusa de emociones serían una en la que vomitarían hasta los vagones. Montas en eso a un piloto de combate y se baja llamando a su mamá.

El último capítulo se lo pasaron peleando y haciéndose reproches. Eran como un taller ilegal de reproches, qué productividad, joder. Los Inditex de los reproches. Si los reproches pudieran venderse esta gente tenía tiendas de Nueva York a Matalascañas.

En una visita al contenedor Lidia cogió la tarjeta de crédito y Dani estaba rebotado y no quiso coger nada. Pero ella se empeñó en que cogiera unos vaqueros. Era como cuando te peleas por pagar.

Él le reprochaba que ella solo se preocupa por ponerse guapa y que no le había apoyado en su evento y ella a él que sólo se preocupaba por su evento. Y los dos tenían razón.

Total, que Lidia se hizo un top con la sábana que tenían y que va a marcar tendencia. Siempre que tus sábanas no sean de Bob Esponja o que tus sábanas estén llenas de pelotillas.

Y llegó el evento ese benéfico de Dani, con el que lleva dando el coñazo desde el programa uno. Lidia y su amiga se pusieron a ensayar la canción que iban a cantar en el evento. Eso no necesitaba ensayos, necesitaba no cantarse. A veces te preguntas por qué dios nos dio cuerdas vocales y no alas o algo que no haga ruido.

Y ya en la fiesta benéfica se reconciliaron, yo creo que porque llevaban varios vinos encima. A la mañana siguiente tenían un resacón del quince. Ah y se pelearon. Resulta que Dani quería mojar el churro al llegar de la fiesta y Lidia pasó.

Pero nada, ellos seguían ahí, porque ellos se pelean y reconcilian que parpadeas y te has perdido tres crisis de pareja suyas.

Habían quedado con un amigo de Dani para que la escuchara cantar a ella. No sé con qué fin. Lo mismo les debía dinero. Y ese mismo día se conocieron Dani y el padre de Lidia.

«Todavía no estaba preparada, pero bueno«, dijo Lidia sobre lo de que se conocieran su novio y su padre. Ya, se notó. El padre de la muchacha no lo sabía, pero él tampoco estaba preparado.

Porque claro, delante del padre empezó a salir mierda. «A ver si tu parte mala también va a salir, a ver si crees que eres un ángel…», le dijo Dani en el coche, con el padre delante, ante reproches previos de su novia. El padre se habría sentido más cómodo con el pene metido en una barbacoa.

Ya en el estudio de música Lidia se puso a cantar y Dani se emocionó. Bueno, lloró. No sé qué lo motivó. Esta gente está pirada, en serio. Pasan del cabreo al amor en cinco minutos y vuelta.

«Hay que pulirla, pero está bien«, dijo el amigo productor sobre las capacidades artísticas de Lidia. Lo de pulir nunca se sabe cuánto. Puede ser un toque o darle con la radial de lija gorda una semana.

Lidia, que ya tenía tarjeta de crédito, se fue a comprar comida y cogió cositas que le gustan a Dani. Esta gente es como una ilustración al carboncillo del dicho «una de cal y otra de arena».

En el último día Dani dijo: «Me he levantado riendo, pero me ha dado un chungo ahora«. Cuando las cabras quieren decirle a alguien que no está muy equilibrado dicen «estás como una Lidia», o «estás como un Dani».

En su última visita al contenedor se cogieron: Dani un gel, para dejar de oler a gorrino y Lidia un marco con forma de corazón que tenía fotos. La cosa más hortera que he visto en mi vida.

Lidia se puso en plan Paulo Coelho a decir que la felicidad son «momentos que compartes y no cosas materiales». Y luego ya no: «La comodidad te da bienestar y eso te hace faliz, lo tengo claro», dijo al momento siguiente.

Nos pusieron un qué fue de… y resulta que Lidia y Dani lo habían dejado poco después. Quién lo iba a decir, se les veía tan felices…

Compis de piso: Sergio, Juanjo y Raquel.

Sergio se fue a currar a su primer día en una clínica de estética, donde le tocó hacerle las uñas a una señora. La señora salió de allí que podría arañarle la cara a Rosalía. Le hizo un estropicio en las uñas que la señora llevaba en el índice la uña larga y en el anular limado hasta la tercera falange.

En el contenedor se cogieron el maletin de maquillaje. «Este es el momento que más ilusión me hace«, dijo Raquel y se vinieron arriba y se maquillaron que parecían un anuncio de pintura para exteriores. Con ese maquillaje untas el puente de San Francisco y no se vuelve a oxidar jamás.

Sergio se fue al mercado a comprar comida para sus compañeros de piso. Compró cosas muy de dieta mediterránea y de cocinar, como una bolsa se patatas fritas y «un queso que se corta así a trocitos y que le gusta a todo el mundo«. La señora de la charcutería tuvo que respirar hondo.

– Hola, quiero un libro así como con páginas y que le gusta a todo el mundo.

Y así.

Y se fue a la casa de la vecina a cocinar. No sabía ni encender un fuego.

E informó a la señora, que sólo quería que su cocina no saliera ardiendo, que «he comprado en un mercado, me ha gustado más así, porque hablaba con las chicas de los stands», los stands. LOS PUTOS STANDS DEL MERCADO.

Les cocinó a sus amigos tortilla francesa y salchichas. Está la Guía Michelin fletando un camión para llevarle seis mil estrellas chapadas en oro.

Juanjo salió a la calle para llamar a su madre, pidiendo a la gente prestado el teléfono móvil. Y le pidió a diez mil personas llamar por teléfono. No sabéis la cantidad de señoras que dijeron no tener móvil. No se lo creen ni ellas. Esas señoras están en más grupos de Whatsapp que un adolescente.

Y al final le dejó el móvil una señora africana, con una sonrisa. Aunque luego le cayó una bronca, porque no se acordaba del número de su madre.

«Muy mal, que yo tengo cinco hijos y tienes que tenerlos ahí [en la cabeza]. ¿No se acuerda del móvil de su madre? Muy maaaal, muy maaaaal«, le decía la señora. Joder, qué bronca. Esa señora te sienta y te aprendes las tablas de multiplicar en cinco minutos. Y a hablar chino en dos horas.

Una vez contactado con su progenitora, Juanjo se fue a verla y ésta le preparó un puchero con más ingredientes que el menú de Navidad en casa de David Muñoz.

Sergio dijo que no se comía el puchero de la madre de Juanjo porque no le gustaba. «Es que no me gusta, jo, qué hago», dijo. PUES COMÉRTELO, JODER, QUE LO HA HECHO LA MADRE DE TU AMIGO Y NO TENÉIS PARA COMER.

Y como son muy de prioridades, al día siguiente se cogieron el televisor.

Amigas Marina y Desi.

Con diferencia las que mejor me caen, junto con Juanjo, y las de la lección más grande.

Marina se fue a pedir ayuda para que le dieran dinero para limpiar el edredón, porque tenía más mierda que la manta de una rata. 16,70 euros costaba limpiar el edredón. Joder, duermo en el edredón hasta que tenga tanta vida bacteriana que sea él el que duerma en mi.

«Desi se va a sorprender», vaticinó Marina. Nos ha jodido, porque te has gastado 17 pavos en lavar un edredón que sólo llevabais usando cinco días.

Desi apareció con unas tortas de aceite de esas que te las comes y tienes calorías para seis meses. Y felices los cuatro: las amigas, el edredón y las tortas.

«Tengo los pezones erectos«, dijo Desi en una visita al contenedor, que creo que abrió por un lateral, cortando la chapa con los pezones.

Desi se cogió un traje de flamenca, porque con eso sobrevives a todo. Ah, que no, que era para pedir, con la siguiente técnica:

Se ponía Desi con el traje a pedir dinero a cambio de hacerse una foto y cuando alguien accedía aparecía Marina por sorpresa de dentro de una caja. Creo que era para darle un infarto a los donantes, que murieran allí mismo de un paro cardíaco y después robarles la cartera.

Y tras mucho rato en la calle y mucha limosna irregular apareció un señor africano sin techo que les echó una moneda. Y a Desi le dio una llorera de padre y muy señor mio. Y a mí un poco también. «Todos tenemos que comer, tenemos derecho a comer, ¿vale?«, les dijo como argumento para que aceptaran su dinero el zagal.

Sobre todo porque luego se enterneció una buena señora de un bar y les dijo a las amigas que las invitaban a cenar. Ole sus ovarios y su caridad. Y ellas, las amigas, con la cena resuelta, se fueron y le dieron toda la recaudación al muchacho africano.

«Qué suerte, tío«, dijo el muchacho, después de negarse a coger el dinero al principio. Joder… casi me da un parraque de llorar.

Y es que, quien las ha pasado putas sabe lo que es. Con eso me quedo. Ayudad hoy mismo a alguien, a quien sea, ¿vale?

Rosa Benito y su ruin jugada sucia contra Belinda Washington en ‘Ven a Cenar Conmigo’

Una escena de ‘Ven a traicionar conmigo’. (FOTO: TELECINCO)

Serán las normas del programa, estará permitido, será estrategia y lo que tú quieras, pero ganar Ven a Cenar Conmigo (que es uno de mis programas preferidos) como lo hizo anoche Rosa Benito es lo más ruin que se ha hecho desde que Bruto le colocó a César las vértebras a base de ponerle las banderillas.

Eso más que Gourmet Edition parecía Puñaladet Traperet Edition o Jajajajet te Sonriet pero te Apuñalet Edition.

Soy Rosa Benito: «Nací en un año maravilloso [maravilloso… no sé, ¿1492?] y soy ama de casa«, se presentaba la señora, que se ha pasado el programa poniendo cara de «mi no entender», de ser una pobre señora inocente y desubicada, pero es más estratega que Napoleón jugando al Risk. Esta señora en el concurso ha sido a la inocencia y el juego limpio lo que Belén Esteban a las enciclopedias. Incompatibles.

Rosa Benito quería los 3.000 euros sí o sí. Si le dicen que para eso se tiene que comer el corazón crudo de sus compañeras, se lo come entre dos panes de hogaza y pide repetir.

BELINDA WASHINGTON MERECÍA GANAR.

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En fin, vamos con el programa de anoche, con la ronda de presentaciones:

Loles León: «Estoy encasillada, pero a veces me desencasillo y me hago cosas más dramáticas», afirmó la actriz, que a veces interpreta a una niña pobre que vende cerillas y que se queda sin piernas porque se las da de comer a sus hermanitos enfermos de tuberculosis.

Irma Soriano: «Doblar calcetines me encanta» lo hace cuando está nerviosa, dijo.

– ¡El avión se estrella, comandante Soriano haga algo!

– Estoy doblando calcetines.

Si llega a estar Irma Soriano en Pompeya cuando estalló el volcán, su figura petrificada tendría entre las manos unos leotardos con pelotillas.

Belinda Washington. No tuvo del todo mala suerte en el Estado de EE UU que le tocó. Imagínate Belinda Ohio. Belinda Ojaio. Cachondeo. O Belinda Nevada. Y los hay peores.

– ¿Para qué traes la silla?

– Por si Belinda se Kansas.

JA JA JA JA JA

Vale, ya me pego yo por ese chiste.

Belinda presentó como un «todo terreno». Belinda lo mismo sube montañas que parece una cabra huyendo de un puma que te nada como una merluza haciendo running. «Presento, canto, pinto, interpreto…» comenzó a decir y creo que porque la cortaron, pero le seguía te hago reformas, portes, tapicería, reparo calderas… Da Vinci a su lado era un mierda que no sabía de nada.

«Pinto todo lo que puedo. Me noto muy libre, me invento los paisajes», afirmó, pero vimos estaba pintando una calavera. ¿Qué cojones estaba mirando para pintar eso? ¿Qué paisajes dice, fosas comunes? Belinda Washington le regaló un cuadro a Annabelle y la muñeca no lo puso en su casa porque le daba miedo.

Primer plato: ‘Akuna batata’, que era una crema de batata al curry con gambón. Eso solo era el Batata. Para cuando acaba de decirte lo que vas a comer, se te ha pasado el hambre.

La crema era una pasta espesa. Pero espesa que las arenas movedizas tienen miedo de pisar esa crema por si se hunden en ella. El Akuna (sí, era un entrante doble) ese era una milhoja de mango, foie y vinagreta de frambuesa. Pero más que Foie era Fué, porque era más informe que un congrio sin huesos.

Belinda se untó un poco de pulpa de frambuesa en la cara para hacer la broma y parecía que estaba cocinando cerdo. Pero matándolo ella misma en la encimera de la cocina.

El segundo se llamaba ‘Abrázame’.  Era lubina salvaje con pisto manchego. Joder, lubina salvaje. Diez pescadores murieron para poder capturar esas lubinas. Son de una especie que echas la caña al agua y ellas te responden a tiros. Ha habido lubinas salvajes de esas que han matado a orcas.

Para no llorar con la cebolla Belinda se puso una servilleta de papel en la cara. Y a tomar por culo. Belinda Washington se protege del ébola tapándose la nariz.

El postre se llamaba Multiorgasmos. No era uno, eran dos. Era una sopa fría de frutas con helado de yogur de arándano y tarta de manzana con granizado de pacharán. Y encima un vibrador de 30 centímetros con un motor de Opel Corsa, para lo de los orgasmos. No, esto último es broma… pero seguid leyendo.

La masa de la tarta de manzana estaba tan compacta al amasarla que la intentas aplanar con una apisonadora y le pincha la rueda de delante.

Dos primeros, un principal y dos postres. En la casa de Belinda sabes cuándo entras a cenar, pero no cuando sales.

Y llegó la cena. El aperitivo lo puso en una mesa dedicada a Buda, que lo mismo picabas algo que eras bendecido por el karma. Eso sí, tenías que encontrar el jamón, que estaba apostado y al acecho entre doscientos macizos de flores.

«No tiene mucho jardín«, dijo Loles León sobre la casa de Belinda, que tenía un patio como los putos jardines de Versalles. Para Loles León o tu jardín está reconocido por la ONU como Estado o es pequeño.

Loles llevó unos caramelos que había comprado en los chinos y que eran de carne. Sí, de un bazar chino. Loles León haciendo regalos es generosa como el Ratoncito Pérez desnucado en un cepo.

Belinda les pidió que cerraran los ojos y se puso a cantar La vie en Rose. Que en su versión es así:

Il me parle tout bas

Je vois la vie en rose

Podéisabrirlosojosya

Il me dit des mots d’amour

«Toca la guitarra, toca el bajo, toca el piano, toca todo lo que queráis cuando queráis«, dijo Belinda del pianista que la acompañaba. A ese muchacho le dices que toque plutonio con la polla y la reboza sin protestar.

Llegó la batata. Irma Soriano rebañó su plato que sólo le faltó lametearlo y pasar el dedo hasta que se desgastara el cristal.

«Yo a mis hijos les pongo esto y me dicen ¿esto qué es? y me lo ponen de sombrero», dijo Rosa Benito, que ha educado a sus retoños en la cultura de los macarrones con tomate. Un filete empanado es ya cocina fusión molecular al parecer.

Llegó el Akuna. Gustó mucho. Bueno, a Irma Soriano no le acabó de convencer, porque ella comía e intentaba analizar qué llevaba cada plato, ingrediente por ingrediente. La Policía cuando necesita analizar un ADN se lo pone en un plato a Irma Soriano y les dice de quién es.

«A mí me gustaría hacer algo con un punto de actriz, de lo que fuera: de pobre, de putilla, de travestí, vamos de lo que sea, me da igual», dijo Rosa Benito. No voy a entrar en lo clasista y prejuicioso de juntar todos esos perfiles de forma despectiva, pero vamos, que le dan un papel de mierda seca y lo coge.

Se fueron a cotillear al dormitorio de Belinda. Lo tenía lleno de fotos. Loles León vio una foto de Induráin y dijo que era Urdangarín. Para Loles León los vascos son como los chinos: todos se le parecen.

Belinda tiene un premio TP, pero lo tenía con la chapa despegada. A ver si dan los TP con un poco más de calidad.

Llegó el segundo. El Abrázame. Pero el pescado se le había quedado tan crudo que era un abrazo, pero frío. Como de abrazar a tu jefe en un funeral. Las putas lubinas salvajes se resistieron hasta el último momento.

«El pimiento es un señor que se ocupa de todo«, dijo Loles León, en una metáfora que no entendería ni Einstein emporrado.

«Es que he intentado darle un toque japo«, dijo Belinda cuando le dijeron que estaba un poco crudo. JA JA JA JA

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El caso es que Belinda se llevó un disgusto que si le vomitan la cena en la cara le afecta menos. A Belinda le mentas a la madre y bueno, pero le dices que un plato no está bueno y primero llora y luego te entierra en un agujero en el desierto.

¡¡NECESITAMOS UN MULTIORGASMO!! gritó Irma Soriano para desbloquear la situación.

¡¡YO HE TENIDO, YO HE TENIDO!! decía orgullosa Loles León, como el que ha hecho un máster en Oxford.

«Pero, ¿el multiorgasmo qué es?», dijo Rosa Benito, cuya experiencia sexual más exótica fue un misionero con una pierna levantada. Una vez casi se atrevió a follar con la luz encendida. Con lo de Póntelo, Pónselo, ella entendía que hay que hacer el amor con calcetines.

Para acabar la cena Belinda les había escrito una carta a cada una, que buscaba el lloro fácil. Si les llega a echar en la cara gas lacrimógeno se nota menos. Y les regaló unas velas como de las que sobran del recuerdo de una comunión.

«Termina esto y no me hacen el Tinder», decía Rosa Benito, obsesionada con tener Tinder. Ya verá cuando descubra que sólo hay maromos de gimnasio y feos de los de colgarle una chuleta al cuello siendo niños para que el perro quisiera jugar con ellos. Y  ya verás como le pregunten si hace griego profundo, que ella piensa que eso consiste en bucear con un señor de Atenas.

Y por si sus invitadas no habían comido suficiente, se las llevó al jardín y les dio queso y uvas. Belinda se lleva un disgusto si al menos la mitad de sus invitados no pasan el día siguiente en el hospital por un cólico estomacal.

Y el fin de fiesta fue un tupper-sex.

«Esto es un succionador de clítoris», les dijo la señora que vendía. «¿Y eso qué hace?», preguntó no sé cual de ellas. Mahonesa hace, no te jode.

– Mari, a esto cómo le ponemos, ¿’Chuplítoris 2000′?

– No, mejor le llamamos succionador de clítoris y que sea una sorpresa.

Y así.

Rosa Benito se lo puso en la nariz. Normal que no sepa lo que es un multiogasmo. Lo mismo esta mujer estuvo los primeros meses de su vida sexual con otitis crónica porque se la metían por la oreja.

«Esto es un localizador de punto G«, les enseñó la señora. Era como el perro Rex husmeando a un delincuente, pero del punto G. Si llevas el punto G facturado te lo encuentra entre las demás maletas del avión.

«Esto se carga en el ordenador«, afirmó Loles sobre la batería de los aparatos, que tiene el ordenador de sobremesa que impresora no, pero cosas que centrifugan tiene conectadas a saco. El Wifi de Loles León no tiene clave, el Wifi de Loles León te la clava.

Loles se metió en el bolso todo lo que pilló. Tiene tantos juguetes sexuales que le van a hacer pedidos los sex-shop.

Y se pusieron a cantar Resistiré, pero eso no había quién lo resistiera. Ese audio se lo pones a un talibán en Guantánamo y te confiesa hasta haber inventado la pizza con piña.

Belinda, como poder que tenía, pidió que Loles le votara a la cara. Le dio un 8. Ya en privado Irma le puso un 8. Rosa Benito le puso un 8. Pero cual traicionera, Benito vio que Belinda iba muy bien y luego se lo bajó a un 6, «porque esto es un juego». No, eso es una jugarreta.

«Pero si decíamos que ibas a ser la ganadora…«, dijo Rosa Benito a Belinda haciéndose la sueca, más falsa que un billete impreso en una patata frita.

Así que la ganadora fue… Rosa Benito, con la ayuda inestimable de Irma Soriano, que le dio dos puntos más así (otra de las reglas del programa, que permite revisar al alza una nota), por la cara, sin venir a cuento… me da que había mucha envidia de Belinda.

«¡HE GANADO, HE GANADO!«, decía, como si hubiera sido por sorpresa y no porque hubiera jugado sucio. Y se puso a llorar emocionada, como si le hubieran dado un Nobel por haber encontrado la cura del cáncer.

«Me he emocionado porque no pensaba que iba a ganar«, dijo, de nuevo, con más sinceridad que la sonrisa de Hannibal Lecter… El papel de pobre señora desvalida que empieza a vivir que vendió en Supervivientes como el que pone un puesto en el mercadillo.

Creo en la bondad humana y en la solidaridad en España, aunque a veces cueste: el caso de ‘El Contenedor’

Y así se secaban las momias en Egipto. (FOTO: ANTENA 3)

Anoche, mientras por la ventana entraba un aire tan caliente que metí la cabeza en el horno para refrescarme, vi de nuevo El Contenedor. Ya sabéis, el programa de Antena 3 en el que a diversas personas se les deja sin nada, desnudos, para que se busquen la vida durante diez días (recuperando cada día un objeto de los que les pertenecían).

(Nota: este post va dedicado a Ana, una querida amiga que está tristona. Ojalá te rías un poco).

La vida se empeña a veces en hacer que no creamos en los demás. Que nadie haría nada por nosotros, pero el programa demuestra lo contrario. O al menos, que hay un poco de todo, que hay gente a los que el karma debería apuñalar con un hierro oxidado y gente a la que le deberían tocar los Euromillones dos veces por semana de majos que son.

Los participantes del programa piden más que Hacienda en junio y hay veces que les dan dinero, comida, ayuda… y otras que no. No me cabe duda de que el hecho de que haya cámaras de televisión ayuda, pero aún así hay gente buena y solidaria. Y ¿sabéis qué? Cuanto mejores seamos nosotros más gente lo será. Lo que pasa es que el egoísmo se contagia con la facilidad de la gripe y la generosidad hay que plantarla y cuidarla.

Y el premio del moñas del año es para…

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Pero dejémonos de teorías filosóficas y vamos a ver qué hicieron los participantes de El Contenedor en la emisión de anoche.

Desiré y Marina (amigas).

Marina quedó con unos amigos para que la llevaran al contenedor a coger su cosa del día. «Para mí es horrible que te lleven y te traigan«, dijo. Marina ve un Taxi y se esconde. Los niños se duermen y tranquilizan en el carrito. Marina de bebé trataba de arrojarse a la acera con tal de que no la llevaran.

Así que ese día eligió como objeto a recuperar del contenedor las llaves del coche. Y se puso a conducir sin zapatos, lo que es una temeridad. Más que por la circulación vial, porque se te quedan los pedales del coche con un olor a pies que en lugar de un ambientador de pino llevas un ambientador de cabrales.

Desiré llegó a su curro, en unos grandes almacenes, vestida con una sudadera larga. Solo. Hacía frío y llovía. ¿Habéis visto las almejas en el expositor de una pescadería? Pues así llevaba el entrepato la pobre muchacha. Pero como en su trabajo usan uniforme, pues pudo currar sin más problema.

Desiré acabó el trabajo y no tenía con qué volver a Benalmádena, donde le esperaba su amiga. Y se fue a pedirle a un chaval que estaba barriendo una terraza que le pagara el billete de tren. El muchacho no le pegó con la escoba de milagro. Y si llega a tener un cubo con piedras la deja tuerta. Y parecía que no le hacía caso nadie. Si aparece El Dioni pidiendo que le dejen las llaves de una furgoneta tiene más éxito.

Al final un señor se apiadó de ella y le acabó de comprar el billete, juntando las monedillas que había sacado. En casa le esperaba su amiga, preocupada porque tardaba y no podía llamarla al móvil (no tienen) para saber qué pasaba.

¡¿Y CÓMO TE CREES QUE HEMOS VIVIDO LOS PURETAS?! Salías de casa porque habías quedado con los colegas y era un PUTO ACTO DE FE. En mi adolescencia la máquina que te salvaba la vida no era un desfibrilador, era una cabina de teléfono.

Al día siguiente Desiré quiso hacerle un puchero a su compañera y se fue a pedir los ingredientes por las tiendas. El señor de la carnicería se tiró el pegote y le puso la carne necesaria. La de la verdulería también y así en dos tiendas más. Si yo soy ella aprovecho y me paso por una joyería.

– Hola, es para un programa de la tele, ¿puede darme el diamante de 40 kilates del expositor?

El que no llora, no mama.

Ya con una cesta de la compra que parecía un camión de reparto del Carrefour se fue al a cocina de una vecina a hacer el puchero. «Echa un poco más pa mí, que el cuerpo hoy lo agradece«, le dio la señora, que le deja la cocina, pero pilla cacho. Pero como Desiré le preguntaba todo, al final la señora tuvo que ponerse a hacerlo ella.

Desiré se pone a operarte de apendicitis y acabas tú arrancándote medio colon a bocaos con tal de que deje de preguntarte detalles de la operación.

Tras comerse el puchero se les quedaron unos paluegos con los que podían hacer bocadillos de carne. He visto vacas cachenas con menos sustancia que los paluegos que se les quedaron a ellas.

Usaron sus propios pelos como hilo dental. Joder qué pelo tienen estas muchachas. Qué resistencia. Se quitan un mechón y sujetan el puto puente de San Francisco. Aquí tenemos al peluquero de estas muchachas:

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Desiré volvió a pedir comida en tiendas para cenar y volvieron a darle. Yo soy ella y no vuelvo a ir a hacer la compra vestida. Joder, que esa muchacha con pinta de indigente tiene más recursos que la tarjeta de crédito de Amancio Ortega.

– Señor, ha llegado usted a los 1.000 millones de dólares en su cuenta, le vamos a dar la Desiré Card, crédito ilimitado.

Lidia y Dani (novios, más o menos)

Dani estaba triste. «Esto me está ayudando a pensar muchísimo», aseguró sobre la experiencia del programa, porque claro, con ropa no se puede pensar. Marie Curie descubrió la radioactividad un día que iba sin sujetador por la casa. ¿Nikola Tesla? Con el pene colgando todo el día. Así se le ocurrió lo de la corriente alterna y los interruptores. Ahora arriba, encendido. Abajo, apagado. Eureka.

Lidia se fue a ver a su padre, que se puso a llorar al verla. «Llevo cuatro días como una indígena», dijo ella, porque los indígenas, en algún sitio, llevan un vestido hecho con una sábana y un abrigo con cuello de piel.

Su padre le cogió los pies descalzos a su hija para darle calor. Ahora el señor tiene las manos tan llenas de mierda que puede provocarte la peste sólo con señalarte.

El pobre señor se ponía a llorar nada más mirar a su hija. «Pero tampoco estoy tan fea, ¿no?», decía ella al verles llorar. Porque Lidia piensa que la gente llora al ver cosas feas. Por ejemplo, a Cristiano Ronaldo cuando era joven.

Del contenedor cogieron una maquinilla de afeitar para Dani, que Lidia vendió como una generosa cesión. «No me gusta cómo le queda a Dani la barba, es que no le puedo ver con barba…», dijo. «Le quiero un poquito más sin barba», dijo. Generosa, generosa…

– Te veo con sed. Anda, bebe tú, que estoy generoso.

– Pero si es cicuta…

– Es que no te soporto, cabrón.

Y así.

Pero bueno, en el fondo… ella se fue descalza y él con sus zapatillas y su máquina de afeitar. Aceptaremos pulpo como animal de compañía. Y Dani con el pene envuelto sólo con una sábana, que parecía que se le había muerto la culebra y la llevaba a enterrar.

Al día siguiente Lidia se fue con unas amigas de farra pija y se fueron a una peluquería, donde la muchacha se echó laca, fijador de maquillaje y desodorante en espray que abrió un agujero en la capa de ozono ella sola.

Al día siguiente Dani se pilló el móvil. Y Lidia, como se aburría como una ostra se puso a cantar ‘Oh, Happy Day’, pero cantaba con una pena que parecía el ‘Oh, me launch por el bridge pa bajo Day’.

Lidia se fue a hacer equitación. A lo amazona, sin pantalones acolchados. Sin pantalones, de hecho. Y sin bragas. El caballo corría porque pensaba que le perseguía una ostra carnívora. Y luego Lidia se duchó con Fairy. Ahora tiene la piel como las ollas de mi casa.

 

La familia Izquierdo (madre, padre y dos zagales)

Alejandro se puso a hacer autostop. Le recogió un chaval que se quedó impactado al verle. Un chaval de esos que se fían tanto de la gente que ve haciendo autostop a Freddie Krueger cogiendo en brazos a la Niña de la Curva y les recoge. 

«Yo he salido a pedir dinero a la calle a hacer malabares con el balón y he vuelto a casa con pasta. Saber pedir ayuda es tan importante como saber darla», le dijo el chaval que le recogió. Ole tus huevos. SOLIDARIDAD SIN PREJUICIOS. Ojalá más.

El muchacho llegó a la Universidad y contaba su experiencia como si una banda de albanokosovares hubieran entrado en su casa y le hubieran robado todo. Le faltó contar cuando los atracadores se pusieron unas máscaras de Dalí y un mono rojo y le obligaron a excavar un túnel.

Se fueron a comer a casa de la abuela paterna. Esta gente no quería participar en El Contenedor, quería comer gratis diez días. Joder, van a acabar el programa con seis kilos más. Se les ha disparado el colesterol. Van a tener que tomar Danacol en garrafas. Que uno de los días el padre se cogió unos vaqueros y no le cerraban. Esta gente se arruina y acaban con obesidad mórbida.

La madre se cogió un chándal y ellos unas zapatillas. Uno de los zagales estuvo a punto de coger el móvil. Lo tocaba con un cariño y un cuidado que contaba como paja.

El padre heredó el pijama rosa y no dejó de menear el rabo y hacer bromas poniéndoselo como pene. ¿Sabéis cuando madura un varón? NUNCA. Si hay cosas con forma fálica cerca, nunca. Bueno, en general nunca.

Compis de Valencia (Juanjo, Raquel y Sergio)

«La noche la hemos pasado mejor, porque ya teníamos ropa«, dijo la muchacha. Pero la pasaron bien porque usaron el edredón de Juanjo como almohada. Porque ellos cogieron para sí mismos, Juanjo pensando en todos. Ese chaval me cae bien.

Se fueron a casa de los vecinos de enfrente a ver si les daban de desayunar: «es que tenemos hambre y no hemos desayunado«, les dijeron. No conocían a sus vecinos de enfrente. ¿Pero en qué mundo vivimos en el que ya ni espiamos a los vecinos? ¿Cómo vas a contarle cotilleos al vecino de enfrente si no hablas con el vecino de al lado?

No se conocían, pero a la señora le dijeron «te conocemos como la simpática, por cómo nos saludas». Joder, encima le pusieron mote. El marido de la señora, con su chándal estándar de jubileta, miraba todo aquello con cara de hastío y de qué gilipollas son los jóvenes de hoy.

Salieron al contenedor semidesnudos y estaba pasando por debajo de su casa una maratón. Una puta maratón, con miles de corredores y espectadores. Está Felipe II mandando armadas y luego ellos en cosa de mala suerte. (Aunque lo de la Armada Invencible fue más culpa del gañán Villeneuve, que se le hundían hasta los patitos de goma en la bañera. Pero eso es otra historia.

Juanjo se empeñó en coger un colchón. La chica y el otro zagal decidieron coger un secador. «Hemos sido listos, porque con el secador no tenemos que esperar para secarnos«. Einstein, fuisteis.

«Esto me crea papada«, dijo Sergio al llevar el colchón sobre la cabeza. Madre de Dios. Las porteadoras de África se pisan la papada, no te jode. Y los sombreros crean bolsas debajo de los ojos.

Trataron de meter el colchón en el ascensor. Para ello tuvieron que emparedar al Sergio contra la pared del fondo. Ahora el muchacho es en 2D.

«Ha funcionado el secador», dijo Raquel convencida, pero estuvieron a punto de salir ardiendo y ahora tienen la piel como el beicon frito.

– El secador va lento, ¡se me ha ocurrido otra cosa!

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Y se fueron al mercadillo a bailar para sacar pasta. Algo así como un festival de música, pero sin tiendas de campaña y sin baños compartidos.

«Como vea algo que quiera y no me lo pueda comprar me voy a enfadar», dijo Sergio caminando por el rastro. Sergio una vez fue a por el pan y le faltaban cinco céntimos. Ahora donde estaba la panadería sólo hay un cráter humeante. Su ira no dejó nada. Estaba Atila, que por donde pasaba no volvía a crecer la hierba y luego Sergio, que por donde no puede comprar no vuelve a venderse nada.

Un señor cubano les regaló unos mojitos para que entraran en calor. Si les llega a dar un orujo de hierbas no entran en calor, entran en combustión.

Y Juanjo y Raquel se pusieron a bailar mientras el otro se quedaba tomándose un mojito. Ese chaval debería ser político.

Montaron una coreografía que consistía en hacer cosas que pudieran partirle el cuello a Raquel. Si había un paso de baile que no pudiera potencialmente dejarla vegetal, lo descartaban. Y a este baile le llamaremos el Balconing Dance. 

El caso es que sacaron 18 eurazos. Por bailar cinco minutos. ¿Pero por qué cojones hago post y no estoy bailando en la calle? Me forro. Con lo salao que soy yo, que una vez bailé en la boda de mi prima y la gente mostró su contento y aprobación vomitando el banquete en masa.

Se fueron a cenar pizza, que acabaron pagando sus amigos. «Nos vais a arruinar», dijo una de las amigas, que se ha tenido que buscar un segundo trabajo para mantener a estos tres. Si tienes como amigos a Juanjo, Raquel y Sergio no te dan una hipoteca por el límite de endeudamiento.

Entró una señora en la pizzería que les dijo que se sentía ofendida por el atuendo de ellos. Sinceramente, una estu… estupendo ejemplo de persona a la que le gusta llamar la atención tocando los huevos a los demás

«Os veo entrar en plan así… cuando el otro día os vi desnudos completamente. Y estoy cenando y os veo entrar y eso me ha sentado mal», les dijo la zagala.

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«Quedé un poco traumatizada al veros desnudos«, les dijo la muchacha, que encima era joven. YO NO ENTIENDO NADA. Qué trauma más tonto, de verdad. Esta señora debe ducharse con antifaz, no sea que se vea un pezón y la tengan que llevar a urgencias psiquiátricas.

«No pasa nada, os perdono«, les dijo la mujer, encima perdonándoles la vida. Gracias por tu generosidad, muchacha.

– Toma.

– ¿Esto qué es?

– La dirección de Andalamierda.

A Sergio por la noche le picó algo. Le dejó el cuerpo que parecía un muestrario de chepas. Eso no eran granos, eso lo ha incorporado Google Maps a sus bases de datos. Os juro que eran unas ronchas tan grandes que vi a Jesús Calleja intentando escalarlas.

Eso que le mordió no era un mosquito, era un buitre leonado con veneno en el pico.

Raquel se fue a la Universidad. Descalza, sin maquillar y con el pijama. «¿Pero vas a ir así a clase? ¿Sabes que no te van a dejar entrar?», le dijo un compañero cenizo que se encontró. Joder, menos mal que tienes gente que te anima.

– Estoy constipado…

– Sabes que te vas a morir escupiendo sangre y vísceras ¿no?

El caso es que Raquel llegó al aula y le contó su vida al profesor, que le dijo que se sentara con un ánimo como de por qué me haría yo profesor. Es la típica cosa que te quita la vocación por la enseñanza. Eso y que tus alumnos escuchen reguetón.

Raquel y Sergio se fueron a casa de una amiga. «Madre mía, ¿qué queréis?«, les dijo al abrir, como si hubiera abierto la puerta a dos extraterrestres con navajas en la mano. Querían lavar el pijama de Raquel. Qué obsesión por lavar la ropa.

Continuará…

El problema con la realidad de Sofía Suescun, Kiko Jiménez y tantos otros jóvenes de la tele

Sofia Suescun, en el aeropuerto de Barajas (FOTO: GTRES)

Cuando estuve en la tele, como colaborador del debate de Gran Hermano, aprendí muchas cosas y conocí a mucha gente. La mayoría de esas cosas fueron útiles (mucho sobre cómo se hace y funciona la tele) y mucha de esa gente todo un descubrimiento (personas a las que merece la pena conocer).

Pero también hay una cara B, que para los jóvenes que no conocieron los vinilos, es donde se ponían las canciones de relleno.

La fama tiene muchas ventajas, y también muchos inconvenientes. A las ventajas, es demasiado fácil acostumbrarse, eso lo vi en mis quince minutos de fama.

Ya sabéis que Sofía Suescun, que a veces actúa como si ganar dos realities fuera como para mirar por encima del hombro a cualquiera que tenga un premio Nobel, y su novio Kiko Jiménez tuvieron un altercado con la policía tras el cual el zagal acabó detenido.

La cosa es que Sofía Suescun ha contado que trataron de pararles en un control policial, cosa que no les entraba en la cabeza que pudiera pasar porque estaban «acreditados para pasar al parking y hay un agente de la Policía que no nos deja pasar de ninguna manera. Nosotros llevábamos mucha prisa y le enseñamos el teléfono y no nos hace ni caso».

A partir de ahí, si Kiko y ella se pusieron chulos o no, no entraré, porque no estaba allí para verlo, por más que algunos testigos y el atestado policial digan que sí.

Pero ésta es una cosa que vi de mi etapa en la tele: a algunos jóvenes que trabajan en la tele se les va la pinza. En la tele se gana mucho dinero, te traen y llevan en coche de producción (alta gama, chófer para ti solo, de puerta a puerta…), siempre vas maquillado y peinado a la perfección, vas a cualquier sitio y te llevan a la zona VIP o al reservado, no esperas colas, te invitan a las cosas…

Y cuando eres un profesional y te has currado tu carrera y has trabajado en otras cosas entiendes que eso es cosa de la tele. Inciso: al principio, cuando vi a gente como Luján Argüelles o Toñi Moreno de colaboradoras en el Debate de Supervivientes dije «¿pero qué leches hacen ahí?». A los pocos minutos pensé: «OJALÁ ANTES», al ver que por fin había gente que sabía hablar y argumentar con peso y no con berridos.

Retomando: cuando entras en la tele recién cumplidos los 18 es fácil pensar que la vida es así. Y que un policía es como el portero de una discoteca, al que le enseñas que estás en la lista y te deja pasar.

Y piensas que por salir en la tele eres más que cualquier ciudadano y te deben pleitesía, obediencia y servicio cualquiera que se te ponga por delante. Y que si te paran y no te tratan como a la reina de Saba, es porque les caes mal de la tele.

«Podemos caer bien o mal por trabajar en televisión, pero no pueden hacer eso«, decía Suescun contando el caso en la tele. Claro. Todo lo que pasa tiene que ver con la tele, porque… no hay vida fuera de la tele. Su vida, hablo en general, es la tele y el cartón piedra irreal que la rodea, donde todo el mundo te da la razón.

«El [el policía] sabía de la fuerza mediática que yo podía tener al denunciarlo«, se quejaba Sofía. Otra vez, claro. Porque tener cientos de miles de seguidores en redes sociales te hace poderoso. O eso piensan algunos de estos jóvenes, que creen poder doblegar la ley con un directo en Instagram.

Cuando tu realidad es la tele, vives en una ficción.