Archivo de agosto, 2018

Cosas que no entran en la cabeza: el pollo a secas de ‘Ven a Cenar Conmigo’

Javier, muy prepararse y muy poco rematar.

Qué decepción. Napoleón preso en isla de Santa Elena y comiéndose los mocos en medio del océano Atlántico, a 1.800 km de la tierra firme más cercana, después de haber sido emperador de medio mundo, tenía mejor estado de ánimo que los comensales de anoche (y muchos espectadores) después de la cena de Javier, el último anfitrión de la semana.

Porque la cena del muchacho era clavada a la cena que te pondría una abuela. Una abuela vaga y que te odie. Si Javier hubiera estado en la prehistoria aún seríamos recolectores, que da menos trabajo que eso de cazar o cultivar ná.

Pero vayamos por partes, porque las cosas ordenadas son mejores.

Javier es un guaperas que se gana la vida como profesor de Educación Física y está preparando un IronMan, que no es hacerse una armadura chula que vuele y dispare cosas, sino nadar 3,9 km en mar abierto, hacer 180 km en bicicleta y correr una maratón de 42,2 km. Todo seguido y sin parar.

¿PERO POR QUÉ, POR EL AMOR DE DIOS?

Si yo me canso viendo tres episodios seguidos en Netflix y esta gente está 12 y 14 horas haciendo ejercicio. ¿Cómo vamos a hacer deporte los demás si se lo gastan todo estos egoístas?

Total, que Javier afirmó que «el deporte lo es todo, es una filosofía de vida«. Y Ahí estaba Sócrates, hecho un cebón, qué mierda de filósofo era, todo el día pensando cosas en lugar de correr como una gacela hiperactiva.

«Empecé siendo nadador, luego me metí a hacer judo, atletismo y bikram yoga«, aseguró el maromo, que dura en los deportes lo mismo que una ración de croquetas la mesa de Falete.

«Así me hice actor, pero siempre jugando con la profesión«, añadió este muchacho, que sale en el anuncio de un banco actualmente.

Javier cocinó dentro de una berenjena, porque su cocina tenía un color violeta machacón que si pasas más de diez minutos ahí te vuelves daltónico por desgaste de ojo.

– ¿Y cómo dice que quiere que le decoremos la cocina?

– Así como para ponerme morado.

– Hecho.

El actorjudocanadadoryogimasoquista se puso gorrito de chef, que es lo que cualquiera se pone en su casa a diario para cocinar. Eso fue lo más sofisticado y parecido a cocinar que hizo en toda la puñetera jornada.

En paralelo, Dilenia seguía con lo suyo: «Soñé que nos iba a abrir la puerta con un traje de cocinero«, confesó la muchacha, que probablemente se refería a que le abría la puerta con un llevaba un delantal. Y ya.

Así quería ser recibida Dilenia en casa de Javier:

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Menú:

Bueno, menú por llamarle de alguna forma.

Entrante: Pura Vida.

Era un puñetero puré de zanahoria. Patata, cebolla y zanahoria. Innovador. Atrevido. Vanguardista. Es un genio. Y los tontos de los hermanos Roca haciendo platos de cuatro ingredientes o más. Flipaos.

Por si fuera poco Javier cocinando es como un cani macarrilla con las puertas del carro abiertas y el maquineo a todo meter en el parking de la discoteca.

Y es que todo el mundo pensó que sabría cocinar, que haría platos elaborados… pero un buitre leonado comiéndose una oveja muerta se ha currado más su cena que Javier.

El muchacho usó un cuchillo para cortar las verduras tan pequeño que apuñalas con eso a un chihuahua y no lo matas. La Guardia Civil te pilla con eso y te echa la bronca por no llevar una cosa más grande.

Plato Principal: Cómete una experiencia. 

Se tenía que haber llamado: Cómete una poca mierda. Eran «muslos de contrapollo», según dijo. Ojo, no contramuslos de pollo, no, «muslos de contrapollo».

Un muslo de contrapollo es un muslo de un animal que lucha contra los pollos. Aquí tenemos un ejemplar en plena faena.

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Para cocinarlo se puso a cantar la canción de Libre de Nino Bravo. Bueno, en su carrera actoral ya sabemos que no va a hacer musicales. Nino Bravo no se revolvió en su tumba, es que sufrió convulsiones. Ni una puta nota en su sitio. La melodía, cosida a navajazos. La letra, más inventada que un novio de Leticia Sabater.

Y el emplatado del plato principal eran los trozos de pollo chorreando y ya. La experiencia que te comes con ese plato es el aburrimiento. En serio, que eran dos trozos de pollo de mierda en medio del plato.

¡¡¡HAZ UNAS PUTAS PATATAS FRITAS, O ARROZ, JODER ALGO UN PUTO ALGO!!!

Diccionario Javier-Español, Español-Javier:

Guarnición 
Del Lat. nasti de plasti.

1. f. La puta nada, el vacío, la soledad.

2. f. El espacio sobrante que se queda en un plato donde pones un pollo porque no te sale de los testículos poner nada más.

Javier es de los que te sirve un vaso vacío por si no quieres tomar nada. Y si quieres tomar algo te lo sirve vacío igual.

Postre: Sabor de amor.

«Dedicado a mi novia, porque tiene mucho amor», alegó. El postre llevaba ocho limones. El limón es ácido y agrio. Chica, te está queriendo decir algo.

Le añadió yogures naturales apuñalados y un bote entero de leche condensada. Postre patrocinado por Medicamentos Petes, medicamentos para tu diabetes.

Y luego la mezcla se echaba en un bol y se dejaba derramar por toda la nevera, que es lo que hizo Javier. Eso le da un retrogusto a derramado en boca que se agradece mucho.

El emplatado era una charca del líquido de derrame con fresas, estrellitas de caramelo muy de que las use un adulto y un corazón de chocolate blanco. Todos los elementos como luchando por no morir ahogados.

Llegó la cena.

La primera en llegar fue Dilenia, que claro, no sabía que Javier tiene novia. Y por si Javier no le gustaba lo suficiente, su chalete también le gustó. Pero es que si Javier llega a vivir en una choza compartida con un mapache rabioso en medio de una ciénaga a Dilenia le habría gustado igual.

Javier recibió a sus invitados con champán y un plato de piedras. Sí, había un plato de piedras en medio de la mesa, por si en medio del cóctel sientes la necesidad repentina de reventarte los dientes. Pero también había jamón caro.

La Monja Hammon llegó vestida de blanco y parecía el Doodle de Google homenaje a la niña de la curva. Sales a pasear así por un arcén cualquier noche y provocas infartos. La Monja Hammon cruza la esquina de un pasillo de hotel y están las gemelas de El Resplandor y las que se asustan son las niñas.

«Vamos a echar un ojete por ahí», dijo Dilenia cuando se fueron a cotillear. Echar un ojete es poner tu culo desnudo en todas las superficies, de forma que a partir de ese momento todo esté decorado con lunares.

Y al dormitorio que se fueron, claro. Javier había dejado unas espadas encima de la cama, que es lo típico que dejas en la cama, a ver si llegas cansado después de ir de fiesta, te echas a dormir y acabas con un pulmón perforado.

Llegó el primer plato. La Monja Hammon iba ese día poseída por el diablo del sarcasmo y según vio el plato dijo: «Esto qué es, ¿puré como en el cole?». Pues sí, porque estaba soso. No fuera a ser que supiera a algo.

«A mí me gustan las cosas calientes«, dijo Javier sobre la temperatura del puré y ahí se agarró Dilenia, a un clavo ardiendo, claro.

¿TE GUSTAN LAS COSAS CALIENTES?

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Raquel le dijo que una crema caliente para una cena de verano no la veía. «Le falta sal y sobre todo mucho más jamón«, le dijo, porque eso no era pura vida, era puro puré.

«Estuve en Hollywood trabajando», se chuleó Javier, que tampoco es que dijera que trabajara de actor. Que lo mismo estuvo currando de camarero en un Foster Hollywood. Raquel dijo que eso a ella no le impresionaba. A Raquel le recita su currículum Katherine Hepburn mientras hace malabares con sus cuatro Oscar y no le impresiona.

Llegó el segundo plato y claro, eso era más pobre que una rata con hipoteca a 40 años.

Y aunque parecía que sirvió el pollo sin guarnición, no era verdad. Lo sirvió acompañado de sus santísimos cojones, porque hay que tenerlos más gordos que King Kong tras un año sin follar para servir el pollo solo en medio del plato.

«Papi, a mi me gusta la comida caliente, pero está un poco frío, pero me ha venido el aroma y olía fenomenal», dijo Dilenia, que ya no sabía qué eufemismo usar. Encima frío. ¿Por qué no les escupió a todos a la cara que por lo menos habría estado el lapo caliente?

Llegó el postre. Había repetido el mejunje blanco de limón así que había para todos. «El postre ha sido una especie de resurrección«, dijo Hammon, porque al parecer estaba bueno y a todos les gustó. O eso o que tenían hambre.

«Es un postre dedicado a mi novia, romántico«, confesó en la mesa Javier y la cara de Dilenia fue como de haber anunciado que se le había caído arsénico en el postre.

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Poco después la Monja Hammon y Dilenia se enzarzaron en una discusión sobre lo higiénico y sanitario de meter un bol en medio de una salsa, como hizo Monja en su cena. Y Dilenia casi acaba llorando porque vio que Hammon estaba mal a causa de su crítica y se puso triste por haberla ofendido.

Y se fundieron en un abrazo sincero y natural. Dilenia es un sol. Monja también, porque tan meritorio es disculparse como aceptar una disculpa.

Aplauso lento y sentido para ellas.

El fin de fiesta que preparó Javier era una especie de escenario improvisado en el patio en el que el muchacho recitó La casada infiel, de Lorca, que es un poemazo, pero tiene poco de festivo.

Ya puestos podría haber recitado:

La pena os ataca
y os va a comer la mierda
por la pata.
Vuestros parientes muertos
y se os va a caer el pelo
esto es una fiesta
pero se os indigesta

Y encima ponía acento como andaluz descafeinado y acabó el poema con un «¡AHÍ QUEDA ESO!», que es como todos los grandes poetas acaban todas sus obras.

Por una mirada, un mundo;
por una sonrisa, un cielo;
por un beso… ¡Yo no sé
qué te diera por un beso!
¡Ahí queda eso!
¡Moza, que ti ví a comer tol queso!

Puntuaciones. Charly: 6. Monja: 6. Dilenia. 5. Raquel: 5.

Así que ganaba Raquel, con 28 puntos, pero podían cambiar uno de sus votos al ser la última cena, como todos sabéis.

«Aquí traigo el premio calentito», anunció Javier al aparecer con la bandeja de los 3.000 euros y Raquel le dio el mayor zasca de la historia: «De tu menú es lo que más me gusta, creo».

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Resultados: En cuarto lugar, Monja. En tercer lugar, Dilenia y Javier. En segundo lugar, Charly.

¡¡Y GANÓ RAQUEL!!

Justa ganadora. Injusto el tercer puesto de Javi empatado con Dilenia, ella lo hizo mil veces mejor e infinitamente más currado.

Javier cambió su voto de 2 a la Monja y le dio un 4. Y Dilenia cambió el 7 que le dio a Charly por un 8.

El peor momento de Karlos Arguiñano: le atribuyen una desastrosa receta en ‘Ven a cenar conmigo’

El plato que no se comería una cabra.

¿Sabéis cuando un valenciano va por ahí y ve que a un plato de arroz con chorizo y gambas le han llamado paella? Pues eso no es nada con lo que debió sentir anoche Karlos Arguiñano cuando en Ven a Cenar Conmigo (uno de los mejores programas de la tele hoy por hoy) dijeron que habían hecho una receta suya.

Porque eso no era una receta de Arguiñano, eso era el papel donde Arguiñano prueba los bolis a ver si pintan. Eso no era un plato, eso no era una receta, eso era un artículo del Código Penal.

Pero vamos a contar cronológicamente cómo fue la cena en la que la Monja Hammon fue la anfitriona. «Soy una monja protestante y también soy artista», dijo la muchacha, que canta. Lo de protestante debe ser por lo que protestan los vecinos cuando ella hace arte en casa.

«Cuando voy a la calle busco sitios donde haya gente para predicarles y explicarles las cosas que va a hacer Dios en su vida», explicó. Esta mujer puede trabajar en una embotelladora de Coca-Cola dando chapas a las botellas. Yo estoy en un parque y esta mujer se me aparece para predicarme el evangelio y me salen canas. Antes le pido a la niña de la curva que me lea un libro de Stephen King.

Frases de la anfitriona:

«La gente está todo el día pecando a más no poder en estos tiempos». Sí, claro, ojalá.

«El sexo fuera del matrimonio es pecado». Y dentro del matrimonio es un milagro.

«Las mentiras son un pecado». No, son una forma de sobrevivir.

«La fornicación es un pecado gordo». El tamaño no importa, Hammon.

«Codiciar las cosas de tu vecina es pecado también». Quitad vuestros ojos envidiosos de los geranios de la terraza de al lado.

«Yo en la cocina soy una crack porque sabéis que las monjas hacemos mucho ayuno y abstinencia». No sé qué decir a esto…

«El objetivo mío es que el reino de los cielos baje». ¿Y no es más fácil que subas tú, mujer?

El menú:

Entrante: Delicias del convento.

«En los conventos no se come mal, vamos, se ponen las monjas… no veas cómo se ponen«, dijo Javier, que fue criado por monjas, al parecer. O eso o se documentó con obras rigurosamente científicas como Fray Perico y su borrico o Marcelino Pan y Vino.

Eran pimientos del piquillo rellenos de bacalao, pero perpetrados.

«Vamos a sacar un cuchillo de matar diablos«, dijo la Monja y sacó un machete con el que podrías matar a Godzilla. Y yo ya. La vi empuñando eso y ya me cagué que no voy a tener estreñimiento nunca jamás.

Monja Hammon usó dos tablas de cortar: una era un plato de madera de los de servir pulpo y el otro una tabla requemada, probablemente del arca de Noé.

Se puso a cantar «Aleluyah» mientras cocinaba y se le cortó la mahonesa a todo el mundo en seis kilómetros a la redonda. Esta mujer era la quinta jinete del Apocalipsis, pero se quedó atrás porque no tenía caballo.

«Una muerte por una espina de pescado en una cena de una monja, qué ignominia», dijo la muchacha mientras quitaba espinas al bacalao cocido. Yo creo que Ignominia era la palabra del día y forzó un poco la cosa para poder usarla.

Rellenó los pimientos con el bacalao, la cebolla y el pimiento en unos trozos tan grandes que podrían atragantar al Megalodón de la película.

«Vamos a ver cómo emplatamos estos piquillos y que queden bonitos«, dijo. Yo los habría servido debajo de hormigón armado.

Al final echó nata aguada con caldo de pescado en el fondo de un plato, dos espárragos formando una cruz, porque en el Gólgota se daban mucho los espárragos, y le puso los piquillos «a modo de lenguas de fuego que representaban la caída del espíritu santo el día de San Pentecostés».

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También le echó salpicón de marisco «a ambos lados de la cruz». El salpicón representaba a San Juan y a María Magdalena. Y el gilipollas de Tiziano pintando cuadros de María, cuando podía poner salpicón de marisco en un lienzo y a correr.

Principal: Kebab Cristiano. «Variante del Kebab tradicional, solo que cristianizado». Pero al estilo de las primeras colonizaciones: con sangre, fuego y sarampión. «Las especias que lleva mi carne del kebab son secretas«, dijo, mejor, la forma de hacer una bomba atómica y la receta de ese kebab no se deben saber. Una podría destruir a la humanidad y la bomba atómica es peligrosa.

La carne tenía aspecto de ser el plato combinado que sirven en el comedor de empleados del tercer círculo del infierno de Dante. Lo emplató con hummus, lechuga, setas y salsa de yogur. El plato debió llamarse: El señor de la mesa cuatro me ha dicho que le guardemos las sobras para el perro.

Postre: Maná del desierto. Que sea bicarbonato, por favor.

«Esta es una recetita misteriosa del convento«, dijo Hammon. ¿De qué convento, que vaya para allá la Guardia Civil?».

No sé qué era el postre. Llevaba yogur y harina y… no sé, muchas cosas. Le metió la batidora y el pobre aparato hacía arcadas y se resistía a entrar en esa mezcla.

Y lo metió al horno. El horno no vomitó de milagro. Y lo que salió de ahí… cuando las arenas movedizas van andando le dicen a sus hijos que tengan cuidado con los postres de Hammon.

Si a Pompeya la llega a enterrar la masa del postre de la Monja Hammon aún no se habría descubierto la ciudad. Eso se lo encuentran enterrado al hacer un túnel para el metro y lo tienen que rodear.

Encima de la masa puso chocolate derretido (requemado y con más grumos que el vómito de una cabra) y un bloque de sorbete de café helado del que salía una pajita. El resultado final era como si un satélite espía hubiera caído encima de una mierda de vaca enferma.

La cena

El techo del salón de la Monja Hammon era una pintura al fresco. Al fresco de una tarde de invierno, porque eran como nubarrones que estás viendo la tele en el sofá con chubasquero por si acaso.

Os juro por dios que me voy a hacer camisetas con las caras de Raquel y de Dilenia cada vez que entraban en una estancia nueva de la casa de Hammon. Eran una mezcla entre sentir miedo y preguntarse, ¿estoy sufriendo un derrame cerebral?

Tendencia en las pasarelas…

Por todos lados había cuadros y esculturas que… ¿sabéis la obra de Saturno devorando a sus hijos? Pues eso era un puto póster de la SuperPop al lado de lo que tenía la monja en las paredes.

En casa de la Monja Hammon una vez hubo un poltergeist, pero duró poco porque al espíritu le daba miedo quedarse solo en esa casa.

Charly y Raquel se fueron a cotillear. Eso es tener más valor que un pavo entrando a ver qué hay en la fábrica de Campofrío.

En el dormitorio de Hammon, que daba tanto mal rollo que ahí va a follar Nacho Vidal y le da un gatillazo, había unos CD de la Monja y su título de psicóloga. Sí, en serio. Es psicóloga y ha grabado un disco.

Raquel flipaba muchísimo con lo del título de psicología. Si encuentra gente descuartizada en el armario hubiera flipado menos y le habría cuadrado más.

Llegó el primer plato y nadie se atrevía a ser el primero en probarlo. La mejor valoración fue la de Dilenia: «No, no me he quemado la lengua… pero quería quemármela». JA JA JA

Y llegó el palo para el carismático cocinero: «La receta es de Arguiñano», se defendió la Monja. Ahora está Arguiñano en la puerta de una comisaría esperando a que abran para ponerle una denuncia por injurias y calumnias.

«En un principio Dios me hablaba y un día me dijo ‘este es el momento de cruzar tu mar rojo, avanza, no mires atrás'». Joder. La Monja Hammon no es que tenga revelaciones místicas, es que tiene el móvil lleno de mensajes de voz de whatsapp del altísimo.

Estaban todos los comensales de risas esperando el segundo plato y llegó. Y si por la puerta llega a entrar la muerte con la guadaña no se ponen más serios que viendo el kebab de la Monja Hammon.

Digamos que es la comida que te dan en el purgatorio. Porque te comes eso y te purgas. No te queda dentro ni aire. Ese plato te mata la flora bacteriana y hasta las tenias.

¿Yo me comería eso? Kebab.

JA JA JA JA JA

Perdón, tenía que decirlo.

Las valoraciones del plato de la Monja habrían hecho que la Abeja Maya entrara en depresión. La madre de Marco se fue de casa porque le dijeron lo mismo de un plato suyo.

Y el postre… Las larvas de alien son igualitas que el postre que les puso la mujer a sus invitados. Cuando lo probaron… bueno, digamos que se puede hacer un catálogo de ceños fruncidos, cejas levantadas y gestos de ¿Pero qué cojones…?.

Si llega a estar Judas en esa cena no entrega a la Monja Hammon a los romanos, la entrega a la Mafia China por lo menos.

La fiesta final era un concierto de la Monja Hammon. Dí que sí, mujer, que sufran hasta el final.

OS JURO QUE ME DESCOJONÉ VIENDO LA CARA DE RAQUEL según iba oyendo le letra de la canción de Hammon:

Satanás mintió

en el infierno no hay rock and roll

las mujeres son calvas

y sin (¿gramos?) (¿granos?)

y mucho menos drogas 

Y con todo, acabaron todos abrazándose y coreando el nombre de la Monja, que en el fondo tiene su punto.

«El señor me ha acompañado esta noche, porque he visto su mano en muchos detalles y cosas que yo no tenía controladas», dijo Hammon al final. Joder, pues si la cena salió así y estaba Dios de pinche, si no llega a estar se monta la III Guerra Mundial.

Puntuaciones: Charly: 4. Dilenia: 4. Javier: 2. Raquel: 4.

Cuando el chocolate explota: tragedia cocinera en ‘Ven a cenar conmigo’

Dilenia, con la cocina llena de gotelé.

Si hay algún peligro en los tutoriales de Instagram y YouTube y esos sitios es ver cómo los demás hacen las cosas y creerte que tú las puedes hacer igual. Y no. Y luego hay accidentes que dejan tu cocina como si Peppa Pig hubiera estado saltando en un charco de barro encima de la vitrocerámica.

La cocina que quedó que era más fácil prenderle fuego que limpiarla fue la de Dilenia, de profesión, tiradora de trastos a Javier y en sus ratos libres auxiliar de enfermería.

«Yo me considero una persona introvertida, extrovertida, por las buenas buenas y por las malas, malas», dijo de sí misma, que con esa frase en Hollywood se montan una secuela de El Código Da Vinci con Tom Hanks dos horas y media tratando de averiguar qué significa.

«Vivimos el Carpe Diem y mañana Dios dirá», resumió la muchacha su filosofía de vida, porque «las penas ya llegan solas». Qué hijas de puta las penas, fijo que tienen GPS, porque te encuentran siempre.

En el vídeo de presentación salía bailando enfrente de un descampado donde no había más que rastrojos. Ni música ni hostias, pero ahí estaba Dilenia dándolo todo con un sol capaz de matar a una chicharra. Rave extrema. Eso no era un after hour, era un after week por lo menos.

Menú:

Entrante: Barcaguate. «La receta está basada en el aguacate y la voy a presentar en un barquito», explicó Dilenia. Ya, nos imaginamos que no pretendías mantener en secreto la fórmula de la coca-cola despistando con ese nombre.

Dilenia se puso un delantal con estampado de paellas, al más puro estilo caribeño. Colón del primer viaje se trajo tabaco, patatas y paella en un tupper.

El plato llevaba plátano macho. Pero macho que sólo le faltaba tener pelo en el pecho para ser más macho. Ese plátano era tan macho que no le dejaron salir en Pasión de Gavilanes porque le hacía sombra a los otros tres maromos.

Dilenia lo frió «finito, pero gordito». Si Dilenia se empeña es capaz de hacer la cuadratura del círculo con el Paint.

«Mi Javuchi sale de aquí enamorao», se automotivaba la muchacha, pero me da a mi que Javier no sale de ahí enamorado ni con un bebedizo.

Total, que el plato era básicamente un guacamole que echó en la propia piel del aguacate. Y el plátano iba de acompañamiento.

Principal: Timbal dominicano. Era carne cocinada con verduras, especias y azúcar, todo ello sobre arroz blanco.

Como su Javier es como un niño de cinco años y las ternillas le dan asco y no sabe apartarlas, Dilenia le limpió los filetes que sólo le faltó masticarlos y regurgitárselos en la boca durante la cena. Una mamá de cernícalo se lo curra menos para dar de comer a sus polluelos.

Eso sí, el plato tenía buena pinta.

Postre: Frutas derretidas. Quería hacer unas barcas de chocolate (o cúpulas quizá) mojando globos en chocolate.

Lo que pasa es que debió comprarlos en un bazar de todo a cien (ay, cuando eran todo a cien) y encima los inflaba con una presión de rueda de tractor y claro, era mojarlos en el chocolate y explotaban.

Al segundo que explotó la cocina ya estaba como el baño de un restaurante de carretera de Albacete con ostras en el menú.

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Espero que no estéis comiendo mientras leéis ésto.

En cualquier caso, he de decir que he visto películas porno menos explícitas que Dilenia untando mantequilla en los globos y entre eso y los churretones de chocolate que le corrían por las domingas el programa de anoche fue la experiencia más erótica de mi vida.

Al postre le metió pera, mango, papaya, «queso mascarpón», que es mucho mejor que el queso «menoscarpón» y le añadió leche condensada como para endulzar el océano atlántico.

El primero en llegar a la cena fue Javier, que yo creo que se había tomado ocho cafés antes de llegar porque estaba muy venido arriba. Estaba más on fire que un Teletubbie en el Día Internacional de los Abrazos.

«Bienvenido a tu casita«, le dijo Dilenia con una voz de ir a enseñarle una habitación llena de correas de cuero, bozales y maderos a los que atarle.

Le ofreció un cóctel y le dijo: «Puedes tomarlo con o sin paja«. Un consejo amigas y amigos: siempre con paja. Es mucho mejor. Más higiénico, digo, y dura más.

«A ver si hoy vas a venir tú a por mí, que yo sigo curiosa, ¿eh?», le advirtió Dilenia.

Diccionario Dilenia-Español

Curiosa.
Del lat. Calenturiae.

1. adj. Te cogía y te daba más cabalgue que al caballo del Cid Campeador. U. t. c. s.

2. adj. Quítate la ropa, es para un experimento científico.

Después llegó Raquel, que dijo que Javier llegaba «visible» y más moreno, pero lo dijo con pinta de pillarle y hacerle la cosa esa de la cópula hasta dejarle blanco.

Yo no sé qué le ven a este chaval, de verdad, ¿qué tiene él que no tenga yo, aparte de pelo, abdominales, un cuerpo apolíneo, sonrisa seductora y carisma?

La Monja Hammnon llegó con un velo y un vestido que creo que pretendía ser estampado de tigre. Lo que pasa es que parecía más un borrador de cuando estaban pensando la serie de Pokémon. Era como un Pikachu criado en Chernóbil.

Mientras llegaba el primer plato Javier y Charly se fueron a cotillear por la casa y oh, sorpresa, acabaron en el dormitorio. Qué tontos: el armarito del cuarto de baño da más información de cualquier persona que cualquier dormitorio.

Dilenia había dejado fotos suyas sexys convenientemente colocadas, y no dejó condones sobre la cama alineados formando el nombre de Javier porque no le dio tiempo. También había una cofia de enfermera sexy. Sutilísimo.

No abrieron el cajón de la ropa interior, que es lo primero que yo siempre hago cuando voy a las casas de los demás. Ups, ¿he dicho eso en voz alta?

«Yo me voy a desmayar, a ver si sabe hacer el boca a boca«, dijo Javier riéndose cuando averigüaron que Dilenia se dedica a la sanidad. Se desmaya Javier y Dilenia le hace un papo-boca que lo despierta que no se vuelve a dormir en seis meses.

Llegó el primer plato y a todos les encantó. La Monja Hammon, a la que todos llaman ya «monji», dijo que «el punto del plátano era extraño para mí porque no es algo que haya probado mucho». Qué picarona, que no ha probado mucho un plátano macho… claro, es monja.

La Monja se chivó de que habían ido a cotillear y ella les explicó que curra de auxiliar «en dos residencias» de ancianos. «Una señora me dijo que lo mejor que te puede pasar es que si llegas a mayor te cuide una persona como tú me cuidas a mí«, dijo emocionada. Ole por ella y por el curro que hace.

A Javier le dijo que a él «estaría encantado de cuidarle». Fijo que le encantaría ayudar a Javier a ducharse, por ejemplo.

Charly aprovechó el parón para hipnotizar a Raquel, porque cualquier momento es bueno para una hipnosis. Este hombre va por el metro y se aburre y te deja el vagón que hipnotiza hasta a los extintores.

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«Te vas al infierno con éstos», dijo la Monja, que considera que «esas prácticas no se deben hacer en la mesa«, como si estuvieran sacándose mocos y pegándolos en el mantel.

«Con lo del diapasón ya te está manipulando la mente», dijo la muchacha. Cuando Fox Mulder conoció a la Monja Hammon quitó el póster del ovni del despacho y puso una foto de la Monja Hammon. No está casada con Dios, está casada con la conspiranoia.

«Cuando regrese Dios a la tierra, ¿hallará fe?«, se preguntó. No, pero ya estarás tú ahí para comerle la oreja y darle la tabarra chivándote.

Y así Raquel no pudo hipnotizarse porque la Monja Hammon no se callaba y no la dejaba relajarse. La única forma de relajarse cuando Monja habla de religión es metiéndose un taladro industrial en el oído con la esperanza de que te deje sordo y después llegue al cerebro y te mate.

«Vas a ser un diablo con rabo y cuernos», le dijo la Monja a Charly y ahí Charly estuvo fino y le dijo «los cuernos… no sé». JA JA JA JA

Así como el primero triunfó el segundo logró triunfar como el Titanic. Javier le dijo que la carne estaba un poco dura para su gusto y que ya llevaban tres días comiendo carne y que eso era «un poco duro». Oh, sí, durísimo. Anda que estás picando en una mina, blandengue.

– Señor el espía enemigo que hemos detenido no quiere hablar, le hemos torturado hasta la saciedad, hierros candentes, potro, silla de pinchos, cercenamiento de miembros…

– ¿Habéis probado a darle de cenar carne tres noches seguidas?

– ¡Señor, por favor, eso sería una crueldad!

Y así.

«El timbal estaba comestible pero no para concurso«, dijo Hammon. Y Así como Dileniae n el primer plato casi llora de felicidad por los piropos, en el segundo casi llora, a secas.

Llegó el postre.

«¡¡ESTO ESTÁ DE VICIO!!«, gritó la Monja Hammnon que va a estar seis meses rezando avemarías para compensar tanto gozo.

Para el fin de fiesta Dilenia se los llevó haciendo la conga por medio pueblo de San Agustín hasta que llegaron a una acera cualquiera y allí se montaron la movida. Y así es como empezó el 15M, niños.

«¿Pero eso qué diosa es?», dijo Hammon cuando vio una falda Hawaiana de plástico. No hay nada más herético que eso. Todo el mundo sabe que las misas negras se hacen con faldas hawaianas.

Se pusieron pelucas de euro la unidad y se dedicaron a hacer la conga otra vez con un botijo y un rastrillo de fondo, lo que es muy caribeño, porque todo el mundo sabe que en el caribe si no tiene botijo no eres nadie.

«El fin de fiesta ha sido muy pobre», dijo Javier de la fiesta de Dilenia. Vaya por Dios. Este chaval no le conviene a Dilenia para nada.

Puntuaciones. Charly: 7. Raquel: 6. Monja: 5. Javier: 4. Javier y Monja son un poco ruines… para mí que están pensando en los 3.000 euros del premio...

Hipnosis, brasas y otras cosas demoníacas que espantan a la Monja Hammon en ‘Ven a Cenar Conmigo’

Dilenia, más hipnotizada que un niño con un móvil.

No es que la Monja Hammon tenga algunos prejuicios basados en su supuesta (y rara) religiosidad, es que tiene tantos que parece un catálogo de los prejuicios. Los tiene hasta en tonos pastel, en mate y en brillo.

Para ella, todo lo que no sea hablar como si acabara de tener una revelación mística es demoníaco, o blasfemo o te escuece el ano que el talco empieza a sobrepasar en porcentaje de gasto al alquiler.

Anoche el anfitrión de Ven a Cenar Conmigo era Charly, un señor de 43 años que hace mentoring y asesoría. O sea, que su curro es decirle a los demás lo que hacen mal pero que no se preocupen, que ellos pueden. Es como un padre, pero sin dejar herencia.

Además de eso es un hipnotizador. «Lo uso para que las personas puedan abrirse de una forma más sencilla«, dijo, con lo que no sé si te hipnotiza o te hace ir al baño con fluidez.

«Lo primero que necesito es que la persona quiera ser hipnotizada«, aseguró. Joder, así cualquiera. Yo soy captador de donativos a mi cuenta bancaria, lo único que necesito es que la gente quiera darme su dinero.

Este hombretón que tiene más pasatiempos que el periódico del domingo monta en moto y se pone un casco o bien de aviador o de Mickey Mouse con las orejas tristes.

«Soy un cocinero lento y disfrutón«, dijo de sí mismo a la hora de meterse en la cocina.

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Charly tiene sexo con todos sus platos.

Su menú:

Entrante: La huerta andina. Se trataba de una ensalada de quinoa que llevaba muchas cosas. Había tantos ingredientes que parecía el Frankenstein de las recetas. Eso se lo dan al jurado de MasterChef y están seis meses para acabar de catarlo.

Lo decoró para que fuera un «plato cuqui». ¿Le puso una foto de gatitos encima? ¿Terciopelo rosa por doquier? ¿Una foto de Paquirrín durmiendo con chupete? No, le puso dos trozos de zanahoria por encima.

Las hortalizas son cuquis para él. Charly antes te acuna y le pellizca los mofletes a una puta berenjena que a un bebé sonrosado y sonriente.

Principal: El hueco lombardo. Joder, suena a tortura medieval.

– ¡Ha robado una gallina, echadlo al hueco lombardo!

En realidad era osobuco a la milanesa, o sea, jarretes, la misma carne que había hecho Raquel el día anterior. «Osobuco, un hueso con agujero, pues que cada uno vea lo que hay«, dijo Charly, que es muy de hacer metáforas complicadas y sutiles. No le llamó al plato «agujero para meter la polla» porque daba muchas pistas.

Para enharinar los filetes les dio unos sopapos que si la harina llega a estar sin moler la deja refinada él mismo a base de bofetones. La carne se fue a la olla pensando qué habría hecho para merecer semejante paliza.

Cociendo la polenta para el acompañamiento se le salió el caldo de la olla, y se le quedó la vitrocerámica que eso no lo rascas ni con un hacha. A la costra que se le formó le enseñas un Vitroclen y el Vitroclen llora.

«Esto huele a 3.000 euros«, dijo al oler el plato. ¿A qué huelen 3.000 euros? zumzum, zumzum, zumZumZum zum zum. Uiiiiu.

Postre: Iceberg de fuego y hielo. Para qué vamos a copiar a Juego de Tronos. La idea era pensar en envenenar a alguien y Charly se entregó a esa tarea que si le llegan a conocer Romeo y Julieta le compran a Charly el veneno.

Llevaba bizcochos de soletilla, helado de corte, piña y melocotón en almíbar y otras ochocientas cosas por encima, que eso parecía la pila de las vísceras de una pescadería.

Lo metió en el congelador sin tapar, porque así el helado te coge un maravilloso aroma a merluza congelada. Pero se desmontaba igual, porque le puso ocho kilos de fruta en almíbar. Y claro era así:

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El caso es que lo remató con un merengue requemado, que tostó con un mecherillo con el que no prenderías fuego ni a un montón de paja empapada en gasolina en pleno agosto.

LA CENA

La primera en llegar fue la Monja Hammon que dijo que llegaba con hambre. Es que debe comer sólo cosas no consagradas y eso no llena. Ésta es la mujer que dice que es monja, pero que la dejas en la puerta de un convento y las monjas de clausura se hacen monjas de búnker para que no entre.

Una vez la Monja Hammon saludó al Papa y el pobre hombre estuvo tres días mirando folletos sobre Budismo.

Luego llegó Javier, que jodió el timbre. Tardó seis segundos en entrar y ya estaba Dilenia tirándole los trastos. A saco.

Imágenes exclusivas de Dilenia ligando con Javier que el programa no ha emitido:

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Charly tenía la casa decoradas con flechas, escudos y mazas de guerra de esos que compras en mercadillos cuando vas de viaje a sitios tan exóticos que sólo los visitan millones de personas al año. Para qué va a comprar imanes de nevera.

Monja y Raquel se fueron a cotillear y encontraron cosas como una bolsa de deporte verde con la que en cualquier gimnasio te lapidan con las pesas y las mancuernas.

Y Charly también tenía un uniforme de marinero en el armario… o ha hecho la comunión hace poco o creo que aquí hay alguien al que le gusta ponerse creativo en el dormitorio, ya me entendéis.

Pero no, el caso es que Charly estuvo «cinco años en la Guardia Real en infantería de marina en el grupo de escolta del anterior rey«. Lo que habrá visto Charly…

Dilenia: «Yo tengo predilección por los uniformes«, dijo y añadió «a mí los uniformes me dan calor y los del cuerpo del estado más». Claro, el uniforme de artificiero da un calor que no veas. Seguro que se refería a eso y no a que ve a un policía nacional y quema el primer cajero que ve con tal de que se le acerque.

Javier se puso el uniforme y la cogió en brazos y Dilenia no entró en combustión en ese mismo instante de milagro. Estaba tan caliente que cuando los volcanes quieren hacer un sacrificio a sus dioses arrojan cosas a Dilenia.

Con todo eso del folleteo en ciernes la Monja Hammon estaba tan cómoda que la posibilidad de ser devorada por alimañas en medio del desierto le parecía una cosa tentadora. Su filosofía es: si la Biblia dice que es malo, es malo. Si la Biblia no dice nada al respecto, es peor aún.

A la pobre mujer se le caía el velo ese que lleva cada dos por tres. Las horquillas deben ser demoníacas, porque no las usa. Si a Mahmud Ahmadineyad no le gustó que a Ana Pastor se le resbalara el velo, le llevas a la Monja Hammon y le tienen que poner oxígeno. Creo que esa mujer lleva el pelo untado con mantequilla.

Llegado el segundo la carne estaba más fría que los testículos cuelguerones de un pingüino. Es carne la podías echar en el cubata para que te enfriara la copa.

Antes del postre Charly se llevó a Dilenia a la cocina y le dijo «vas a pasar el resto de la cena más relajada». A mí me dice eso y lo primero que pienso es que me va a echar ‘droja’ en el colacao, pero no, Dilenia siempre piensa en la interpretación sexual. Las tesis de Freud se las dictó Dilenia con mensajes de voz de Whatsapp.

«¿Pero relajada, relajada?«, dijo ella, picarona. Pero no, no era nada de pasar por la piedra nada, era que Charly quería hipnotizarla.

Y la durmió dejándola caer sobre la cama. «No te acordarás de nada. Te encontrarás más dicharachera, más alegre, especialmente por estar junto a Javier«, le dijo. O sea, exactamente igual que había estado hasta ese momento. Así también hipnotizo yo, no te jode.

– Sofía Vergara, duerme… a partir de este momento estarás cañón y tendrás acento colombiano… ¡despierta!

TACHAAAAAAAAAAAAAAN

Los dos volvieron con el postre y Charly le prendió fuego al merengue flambeándolo con Armañac, que es el primo de Dartacán. La verdad es que el fuego fue muy poco de Juego de Tronos. Si los dragones echaran eso trabajarían encendiendo velas de cumpleaños y poco más.

«Yo creo que Javier se lo va a comer todo«, le dijo a los postres Dilenia, que después del hipnotismo se desató aún más y sólo le faltó tirarle condones a la cara al maromo para insinuarse.

Y entonces Charly reveló que había estado bajo hipnosis y los demás se quedaron como locos. Y por como lo locos me refiero a que les dio un mal rollo que se les cortó la digestión.

«En el momento que desperté no entendía nada«, dijo Dilenia. Pues los de la mesa… se cagaron en los pantalones lo que habían comido poco antes.

Y la Monja Hammon para qué queremos más: «Sufro por las almas, que la gente entre en otras dimensiones así porque sí… es una puerta que abres a todo género de entidades y demonios«, dijo. Vamos que haces una hipnosis y tienes que poner un gorila musculoso en la puerta para que no se te cuele ninguno con calcetines blancos.

Esta mujer se piensa que el hipnotismo es como la happy hour de los demonios.

Dilenia dijo que tenía «calor interino». Sí, de eso estamos seguros. Javier es como un microondas para ella, la calienta de dentro a fuera.

El fin de fiesta de Charly consistía en joder el césped del jardín con brasas ardiendo. «Entre otras cosas soy instructor de firewalking, andar sobre el fuego», les dijo. Lo normal. Este tío es como la coneja de Peppa Pig, que hace todos los trabajos.

«Vamos a salir por la puerta como personas liberadas» les prometió si pasaban por encima de las brasas. Sí, liberados de la piel de los pies.

En realidad era el timo de la estampita, porque sobre las brasas sólo se daban dos pasos, y tan rápido que en ese tiempo no daba tiempo ni a encender un cigarrillo. Tu haces eso con dinamita en los pies y ni estalla.

Raquel se atrevió a pasar por las brasas. «Me he sentido como la madre de los dragones», dijo. Pues no son caros los libros de texto de los dragones, se va a cagar este septiembre. Y una duda, ¿las madres de los dragones les pegan con la zapatilla? ¿Les van a buscar las cosas cuando ellos no los encuentran? ¿Son las mejores cocineras de ovejas carbonizadas del mundo?

La técnica para pasar era mirar al que se ponía enfrente, andar y luego abrazarse a él y limpiarse los pies como en el felpudo de tu abuela.

Dilenia también pasó y en esa caso las que se abrazaron fueron las brasas, porque Dilenia estaba más caliente que ellas. De hecho, para Dilenia creo que fue como andar sobre la nieve.

Todos se abrazaron y bailaron menos Monja, que pasó olímpicamente porque a ella eso de que la gente estuviera en las brasas no le molaba. Pues no quemaba gente la inquisición para que no le gusten las brasas. De verdad, que no hay quien la entienda.

Puntuaciones:

Monja: 3. Javier: 6. Raquel: 8. Dilenia: 7. La monja es una cortarollos.

El engaño a una monja rara (muy rara) que salvó una cena de ‘Ven a cenar conmigo’

La Monja Hammond, que se dejó timar para poder comer.

En la cosa de los timos, los engaños, las trolas, los fraudes, las engañifas… no hay mejor víctima que la que se quiere dejar timar. Y más si eres una persona que tiene más hambre que las pulgas de un perro de peluche.

Pero vamos a contar las cosas en orden porque si no lo hiciéramos así El Quijote empezaría por la parte en la que Don Quijote mata a Voldemort y perdería toda la gracia.

La primera anfitriona de esta semana era Raquel, que trabaja en una aseguradora especializada en decesos. Decesos es palmarla, estirar la pata más que Dhalsim en el fisioterapeuta.

Básicamente Raquel es la que te come la oreja cuando llamas a darte de baja (del seguro, no de la vida) tratando de que te quedes (en el seguro, no en la vida).

«Me gustan las emociones, especialmente las intensas. Sentir miedo a mí me excita«, dijo la muchacha, para la que cagarse de miedo es una cosa muy guay y el día que no está a punto de sufrir un infarto es un día que ha tirado a la basura.

Hay quien se gasta dinero en juguetes sexuales y luego está Raquel, que se deja el sueldo en pasajes del terror, que cuando entra los zombis y los monstruos ya la saludan por su nombre.

«Las películas de terror que más me gustan son Blancanieves…» dijo. No sé si es un montaje del programa o Blancanieves le da miedo de verdad. Aunque si piensas que una madrastra adoradora de artes oscuras obsesionada con la belleza mandó arrancarle el corazón a una adolescente a la que luego trató de envenenar… un poco de miedo sí que da. Que yo he visto las pelis de SAW y eran menos sádicas.

– Ey, Walt Disney, ¿hacemos una peli sobre un cuento en el que hay una madre maravillosa y cariñosa y todo sale bien?

– No, mejor centrémonos en dramas traumáticos llenos de intentos de asesinato y vejaciones. Pero que haya color rosa y canciones.

Si llega a vivir un poco más Disney estrena Mickey en La Matanza de Texas: el musical.

Total, que Raquel piensa que «cocino bastante bien porque soy bastante exigente y por eso caigo mal«. Exigente debe ser un eufemismo de quisquillosa, de las que le enseñas la Capilla Sixtina y le ponen pegas.

Otra de las comensales es la Monja Hammon, de edad indefinida. Pero vamos que tiene 44 años, pero no dijo exactamente la edad. Lo mismo son 44,5 o casi 45 ya. Misterio. Joder. Misterio.

«Fui a Inglaterra y allí me dijeron que Dios hablaba con la gente, decidí hacer unas comprobaciones y descubrí que sí, que Dios habla con la gente y además bastante».

Bueno, ya sabemos dos cosas:

1.- La Monja Hammon en realidad viajó a Amsterdam y no salió del primer fumadero que encontró.

2.- Dios tiene tarifa plana.

«Soy una monja de cercanías», añadió la monja, que cuanto más te acercas más monja es. Lo mismo si vives en Nueva Zelanda hasta te envía fotos guarras, no sé.

«Me interesa la música experimental», nos contó esta zagala, que explicó que «son músicas celestiales para la adoración de Dios«, pero por lo que pudimos oír tú adoras a Dios con esa música y Dios se arranca los tímpanos.

Una secta satánica sacrificando pollos tiene menos posibilidades de invocar al maligno que esta mujer cantando. Sodoma y Gomorra fueron destruidas con una cinta de casete con una maqueta de esta mujer.

Charly era otro de los invitados. Dijo que monta en moto «desde los cuatro años». Como el programa lo haya visto la Guardia Civil no es que le vayan a quitar los puntos del carnet, es que va a deber más puntos que euros tiene una hipoteca.

«Me encanta cuando me da el aire en la cara, llevar el casco abierto«, añadió. El casco abierto… en verano eso es una maravilla. Aspecto de Charly cuando se baja de la moto.

Ah, el viento y los insectos en la cara. (Foto: andrewskurka.com)

«Me gusta también la caza, se trata de ir andando por el monte o por el bosque buscando una presa que puedas abatir en ese momento y que cumpla unas características para ti». A ser posible algo que no muerda ni tenga cuernos ni nada y si está cerca y se deja tirotear mejor. Cuánta valentía.

Y en su vídeo se dedicó a darle tajos a unos rosales con una katana. Los rosales son una presa a abatir muy codiciada. El rey Juan Carlos tiene un montón de fotos al lado de geranios muertos.

Dilenia era otra de las concursantes de esta semana. A sus 27 años está buscando maromo y no es de las que creen que «el amor llega cuando no estás buscando». Ella tiene un GPS de encontrar maromos. Y cuando los encuentra tiene menos escrúpulos que Terminator poniéndose la ropa de otro.

«Mucha gente me juzga a la ligera, se piensan que soy una persona creída y luego se dan cuenta de que soy una loca y que se me va un tornillo«. Ah, vale, que no eres presumida, que eres más de mirar a la gente mientras duerme con unas tijeras en la mano. Pues me quedo más tranquilo. A lo mejor te llaman para doblar ‘Mickey en La Matanza de Texas: el musical’.

El último comensal es Javier, que es profesor de Educación Física y claro, enseña su físico. Empecé siendo nadador, luego me metí a hacer judo, atletismo, yoga… vamos, que dura menos en un deporte que un pedo en el culo de Kim Kardashian.

«Busco una delfina«, confesó. Cómo me gusta la gente valiente como Javier, que no tiene problemas en visibilizar la zoofilia. La película porno preferida de Javier es Flipper. Con Liberad a Willy se ha despellejado la culebra más de una vez.

NOTA: Adoro los viejos cotillas y sorprendidos que usan de recurso en el programa. ¿Por qué ‘Ven a Cenar Conmigo’ no tiene ochenta antenas de oro y TP y de todo ya?

En fin, que Raquel decidió hacer una cena basada en la mitología griega.

Primero: Jardín de Poseidón. Era un tartar de atún con aguacate, porque todo el mundo sabe que Poseidón se ponía fino a aguacates. Le llamaron Poseidón por no llamarle Aguacatón. Que oye, por lo del mar y tal habría tenido más sentido.

Total, que era atún marinado con medio millón de ingredientes. Comprando especias Raquel se ha acabado Amazon. Si le echa una sola cosa más a ese pescado lo convierte en oro.

Y lo acompañó con unas rosas de pepino y anchoa, que es lo típico que te pones en el ojal y te llenas la solapa de aceitazo y olor a mojama para que tu cita a ciegas te reconozca y quede impresionada.

Principal: Ofrenda de Artemisa. Eran jarretes, o sea, la parte de abajo de la pierna de la vaca, pero ella se puso pesada con que era carne de Minotauro. Y no hizo hamburguesas de unicornio porque ese día no tenían en el Mercadona.

Usó un molde cuadrado para todos los platos. Para todos los putos platos. El día que la entierren, además de cobrar el seguro de decesos, la van a dar sepultura en un ataúd cuadrado por expresa petición suya.

«Me he librado de quemarme«, dijo contenta al abrir la olla express, como si lo normal fuera escalfarse cada vez que la abres. Debe tener la piel más quemada que el profesor de Humildad y Modestia de Cristiano Ronaldo.

Postre: Tentación de Afrodita. Era básicamente brownie con crema de queso. Lo que pasa es que el brownie quedó con una textura como de diarrea de zombi con colitis. Para una vez que iba a usar un molde redondo y a eso no le daba forma ni Bernini.

LA CENA.

Raquel había puesto en la entrada unos antifaces para que la gente que llamaba entrara sin ver nada. Al abrirles la puerta les ponía voz de teléfono erótico.

El primero en llegar fue Javier, pero el primero en entrar fue el pene de Javier, después de oír cómo Raquel le decía hola.

Luego llegó Charly. Ella les juntó las manos a los dos maromos para que se saludaran y ambos estuvieron dándose la mano subiéndolas y bajándolas seis días. Si les pones un palo te pueden hacer mantequilla.

Dilenia entró sin fiarse mucho, pero «la voz de la anfitriona me transmitió mucha paz«. Si Raquel aprovecha le saca a Dilenia hasta el pin de la tarjeta de crédito.

Charly aprovechó que estaba con el antifaz para darle un abrazo a Dilenia que casi la deja preñada. «Creo que ha notado todos los volúmenes«, dijo ella. Y tanto. Cuando los arqueólogos encuentren el fósil de Charly tendrá las huellas de los pezones de Dilenia marcados en el pecho.

A Charly en uno de sus paseos de caza le ataca una boa constrictor y la que muere asfixiada es la serpiente. Cuando uno oso quiere referirse a un abrazo muy fuerte dicen «le dio un abrazo de Charly».

La Monja Hammon le dio al timbre, que era una calavera que gritaba, y se dio un susto que no entró en éxtasis de milagro. Se dio tal susto que ahora el felpudo de Raquel tiene más orina que el laboratorio de un hospital.

Sobre el antifaz la Monja dijo que «esto es como la muerte, la oscuridad y la eternidad de la tumba». Es una optimista nata.

«¿Los entrantes los has consagrado a alguna deidad? Es que por mi religión no puedo comer nada que esté consagrado a los ídolos«, advirtió la Monja, lo que dejó a Raquel más perdida que una patata en una ferretería.

Para ir a la mesa se pusieron a hacer la conga con los antifaces. Charly se puso detrás de Dilenia con una velocidad que yo creo que veía de puta madre. Cuando se trata de frotarse ve a través del hormigón. Es como un georadar el jodío.

Cuando se quitaron los antifaces a Dilenia se le cayó el mito porque pensaba que Charly era un pibón, pero no, el que estaba para mojar una hogaza de pan entera era Javier.

«A este grupo lo que les estoy viendo muy metidos en el pecado, lo único que quieren es la lujuria y me voy a llevar mal con ellos», predijo la Monja, que a su lado Nostradamus era un tío positivo que en el futuro veía mariposas y amaneceres bonitos.

Raquel en la terraza tiene una caseta llena de cosas de Halloween, con cerebros, miembros descuartizados, sangre… es lo típico que te entran a robar y acaba el caco traumatizado. En esa caseta escondes las joyas de la corona inglesa y no las coge ni el Dioni.

Dilenia y Javier los miembros cercenados y los pusieron en la mesa, porque no hay nada más agradable que comer con trozos de personas cerca. Y los cursis poniendo velitas y centros de flores.

Llegó el primer plato.

«La Biblia dice que los cristianos no podemos comer lo que está consagrado a los ídolos». Dijo la Monja. Sí, lo pone al lado de «y dijo el Señor: no puedes comer chorizo con nocilla». (En realidad sí que lo pone en las Cartas a los Corintios, pero es que los Corintios eran muy de fastfood y se lo dijeron por lo del colesterol).

La Monja Hammon no se lo comió, claro.

«A mí me parece una presentación espectacular. El atún es un plato que me gusta mucho, es muy veraniego», dijo la Monja Hammon, y eso que no lo probó. Esta mujer es capaz de decirte cosas buenas de un plato combinado viendo la foto fuera del bar.

Dilenia se dedicaba a poner voces como de gañán y a tratar de ligarse a Javier como si hubiera hecho una apuesta. Es muy sutil. «Bueno, qué, ¿tienes novia? antes del segundo plato quiero saberlo», le dijo a Javier.

«Yo no sé si Dilenia me ha tirado la caña«, dijo Javier, que no entiende las indirectas. A Javier le dices «Te voy a follar hasta que se te sequen los cantaritos del amor, te voy a cabalgar, a exprimir, a darle una zurra a tu nutria, voy a copularte hasta que te parta en dos hijodelagranputaquemeponestóburra» y no acaba de quedarle claro si quieres darle un beso.

Y LLEGÓ EL TIMO.

Os juro que a Raquel habría que darle seis millones de premios a la inteligencia, la picaresca y la improvisación.

En el segundo plato llegó y dijo «para Javier Ofrenda de Artemisa, y para Hammon es jarrete de ternera con cuscús». Hala, alimento desofrendado a los ídolos.

Y COLÓ. 

La Monja Hammon tenía más hambre que un cocodrilo vegano y aceptó la triquiñuela de buen grado. Si en ese mismo momento le das el timo del tocomocho cae como una bendita a cambio de un sándwich.

Y el engaño se repitió en el postre, que para los demás era Tentación de Afrodita y para ella «dos chocolates con fresa». 

Ojalá las cosas fueran siempre así de fáciles.

– A Pepe, que es escuálido, voy a darle guantazo en toda la boca que te van a bailar reguetón las muelas y para Fulano, que es un cachas, hay una caricia intensa que hará tintinear el marfil de sus labios de fresa. Y Fulano todavía te da las gracias

«Me encanta el chocolate», dijo a los postres Javier y Dilenia, que es mulata, respondió: «Toda yo soy chocolate».

Dilenia, entrado por la puerta de una sala en la que está Javier:

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«Me como chocolate siempre antes de irme a dormir, me gustar dormir comiendo algo dulce«, decía Javier. Si las ollas a presión pusieran caras, serían la cara de Dilenia oyendo eso.

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Y… ¿Soy yo o Javier es el que salió en el anuncio del BBVA justo en una pausa de los anuncios?

En fin, que el finde fiesta era el juego del Twister «en el que se juega para tocarse mucho, para enredarse«, según lo describió Raquel, que pidió el juego del enredos y le dieron el Kamasutra orgía edition.

«Las zonas biquinales son aquellas que el biquini cubre, las partes pudendas», dijo Monja Hammon, que dijo que eso no se lo tocaran. Pero me da a mí que después de lo de los nombres de los platos habría aceptado ésto…

Biquinal es… (Foto: Wanelo)

Dilenia aprovechó el juego y se pegó a Javier que lo mismo le ha dejado preñado ella a él. Y claro, no sé como pasó pero la mano de él acabó debajo del culo de ella. Si echan una segunda partida Javier se va de allí con los testículos secos como pasas de California.

Y luego llegó Charly y se cayó encima de todos y de ahí es de donde salen los miembros cercenados que tiene Raquel en la caseta.

VOTOS:

Monja: 7. Charly: 7. Javier: 6. Dilenia: 8.

Venirse arriba y arrimarse demasiado o cómo no bailar en una fiesta: lecciones de ‘Ven a Cenar Conmigo’

Santiago, arrimando más que Manolete.

Hay quien más que venirse arriba lo que hace es salir de Cabo Cañaveral adelantando por la derecha a los cohetes espaciales. Es el caso de Santiago, concursante de Ven a Cenar Conmigo, que piensa que bailar salsa es eliminar todo rastro de oxígeno entre tú y otra persona o en su defecto intentar a toda costa que tu pareja de baile vomite la cena por la vía del centrifugado.

Pero vayamos por orden: anoche la anfitriona fue Claudia, esa mujer que podría hacer de prota en Entrevista con el Vampiro 2 sin pasar por maquillaje.

Dijo que se llama Claudia Diamond porque es de madre inglesa, pero habla menos inglés que un presidente de Gobierno español. «No tengo ni pipa de inglés, puede haber gente que me hable en inglés e igual respondo, pero por señas», dijo Claudia, que la pones de intérprete en la ONU y te desata la III Guerra Mundial.

Además es bruja. En el tema del Tarot dijo «ni siquiera yo misma sé hasta donde realmente puedo llegar«. Hasta dónde puede llegar a inventar, debía referirse, porque lo del Tarot «es un hobby, ayudamos a quien quiere que le ayudemos»; dijo Claudia. Voy a obviar el hecho de que use el plural en «ayudamos».

Los neurocirujanos, no, los bomberos, tampoco, pero Claudia con su baraja de cartas sí que ayuda. Cuando Supermán se encuentra con un problema que no puede resolver llama a Claudia para que le ayude con el Tarot.

«Mi tipo de cocina es cocina arriesgada, porque dices saldrá bien o saldrá mal, no se sabe», aclaró antes de empezar a cocinar la muchacha. Que es como si yo digo «mi tipo de conducción de cazas de combate es arriesgada». Pero no, no era arriesgada, era suicida, porque era la primera vez que cocinaba.

Para Claudia la cocina es como el antiguo Egipto: está llena de misterios. Si Claudia vende su vitrocerámica y pone «nueva a estrenar» es NUEVA A ESTRENAR. Pero nueva que tiene todavía las huellas dactilares del operario que la montó en la fábrica.

«Vamos a ver si podemos sacar esto adelante porque yo no sé cocinar», insistió la muchacha, a pesar de que tiene unas uñas con las que puede cortar verduras en juliana sólo con un tamborileo de los dedos.

Su menú:

Entrante: Bocaditos variados. Yo lo habría llamado Pequeñas estafas sin cocinar. Eran tartaletas rellenas de «cositas». Una de ellos llevaba atún y maíz con mahonesa. Otra llevaba queso en crema y salmón. Otra rulo de cabra con cebolla caramelizada de bote y la última era una brocheta pequeña de bolitas de mozzarela, tomate cherry y una anchoa.

DICCIONARIO CLAUDIA-ESPAÑOL / ESPAÑOL-CLAUDIA.

Cocinar 
Del lat. coquināre

1. tr. Rellenar cosas compradas con cosas compradas.

2. intr. coloq. Copiar vídeos de cocina que me salen en el Instagram. 

Y una cosa os digo, Bob Esponja es un depresivo sin esperanza al lado de Claudia. Qué optimista es la muchacha. «Ya estoy viendo el premio, ya he ganado», dijo mientras ponía cosas dentro de las tartaletas.

«Cuanto más raro parezca más cocinera pareces«, aseguró. O sea, que si pones en un plato una zapatilla roída con purpurina por encima y un espaguetis seco a modo de cordones eres el puñetero Juan María Arzak.

Y sí, pasó: miró sus tartaletas juntas y dijo: «como Ferrán Adriá«. Ahora Ferrán Adriá está ingresado en la UVI porque anoche le empezaron a pitar los oídos hasta que estallaron. A Claudia no es que no le den Estrellas Michelín, es que le dan Eclipses Firestone.

Plato principal: Solomillo bañado. Para cocinar ésto se puso un delantal, pero porque «marca cinturita». A lo de no mancharse y eso que le den por el culo.

Claudia, preparándose para freír albóndigas:

Esta muchacha no ha tocado un solomillo en su vida. Bueno, un solomillo de cerdo. Bueno, un solomillo procedente del animal conocido como cerdo. Lo tocaba que parecía que estaba limpiando el culo de Alien recién cagao.

«Soy una persona que parezco muy tonta y muy niña pero me fijo en los detalles«, aseguró Claudia, que es como la Sherlock Holmes de los vídeos de cocina del Youtube.

Lo malo es que se le escapó el detalle de cómo hacer que los alimentos se calienten, No se acordaba qué botones encendían la vitrocerámica y para resolverlo rezó un avemaría a medias. Si Claudia llega a estar el día que se descubrió el fuego aún comeríamos las cosas crudas.

«Vamos a coger este utensilio tan gracioso que he visto por aquí«, dijo. Eran unas pinzas de cocina. Si unas pinzas de madera le parecen graciosas le das una Thermomix y se descojona dando alaridos histéricos que rechina los dientes hasta el loco de El Resplandor.

Para el punto de la carne usó un truco de dedos infalible. Te vas tocando el pulgar con el resto de dedos y lo duro que esté el mollete del dedo gordo es el punto de la carne. Método científico donde los haya. Y los del Can Roca cocinando a baja temperatura, ja ja ja paletos que no saben tocarse los deditos.

El baño del solomillo era nata con queso azul. Currazo. Hay un antes y un después de esa receta. Calcular la trayectoria de una sonda espacial es una mierda pinchada en un palo comparado con el trabajo de mezclar nata y queso.

Fran, ese seductor que deja a Don Juan como un adolescente tartamudo y virgen, le dedicó a Claudia unos versos:

Claudia, que no se te queme el solomillo

Que para eso estoy yo como un membrillo.

Pablo Neruda después de oír esos versos:

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Postre: Mousse de limón con gracia. ¿Es el hormigón armado antes de cuajar una mousse? Pues la mousse de limón de Claudia tampoco. Era nata, leche condensada y zumo de limón que tapaba unas galletas machacadas que había debajo. Creo que la mafia aprovechó para deshacerse de tres cadáveres debajo de la masa de esa ligerísima mousse.

«Es una cosa azucarada, no te va a bajar la tensión», dijo Claudia. No, pero te puede hacer diabético en la primera cucharada y matarte en la segunda.  Es el primer postre del mundo que se sirve con una jeringuilla de insulina al lado.

Claudia, que es como un diccionario andante de términos culinarios definió un exprimidor como un «artilugio de la NASA». Claro. Todos los putos transbordadores espaciales llevan exprimidor.

Los problemas del Apolo 13 eran que no les iba el exprimidor y tenían que hacerse el zumo pinchando las naranjas con un tenedor.

«Si dicen que no les gusta es pura estrategia porque esto está curradísimo. Yo a mi misma me premiaría«, dijo Claudia, que habilidades para manufacturar comida no tiene, pero autoestima tiene para proveer a todo el planeta. Si el amor propio se comiera los invitados de Claudia salían de su casa obesos mórbidos.

El primero en llegar fue Fran, claro. Creo que durmió en el felpudo. El aperitivo eran «unos montaditos» pero eran más bien desmontaditos, porque en realidad eran sándwiches informes con el pan de molde y el embutido cortados con el canto de la mano.

«Coges el montadito y le quitas la parte de arriba, porque he puesto la parte de arriba para proteger lo de abajo, como una trampa», explicó Claudia sobre sus sándwiches. No sé qué decir de ésto, en serio. Claudia piensa que la parte de arriba del pan de un bocadillo es para proteger.

Las fuerzas especiales de los marines de EE UU ya no llevan chalecos antibalas. Ahora llevan unas rebanadas de pan de molde agarrás con celo delante del pecho. Hasta balas de cañón para eso.

«A Claudia la he visto hoy un poco distante, rara, no sé», dijo Fran. A lo mejor está hasta las pelotas de ti, tío, que sólo te falta olerle el culo y hacerte pis en las esquinas de su casa.

Claudia les había dejado en la mesa unos sobres con cartas personalizadas, que buscaban enternecer al personal a machete. El solomillo no, pero sus corazones consiguió ablandarlos.

A Rosario le puso: «De ti me quedo para siempre tu elegancia, tu forma de vivir, tu sonrisa y que estás estupenda». Jamelga, que ti ví a hacer un viaje.

Santiago: «Eres un tío increíble, te llevaré para siempre (Claudia es un Uber) tu gracia, tu look especial y esa persona que hay dentro de ti». Una persona dentro de él… Santiago, en la mente de Claudia:

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Miguel: «Me fascina lo que me has enseñado, no por llevar uniforme la gente es mala, ni da miedo, te aprecio mucho». Claudia va a dejar de quemar coches patrulla. Ahora les va a pintar corazones.

Fran: «Tú eres tan especial por dentro, me llevo el coraje, la humildad, estás hecho un pedazo de hombre, seguro que de padre». Ni puñetera idea de qué significa esto último.

Se fueron a cotillear la casa Santi y Fran. Encontraron las cartas del Tarot, aunque yo creo que Fran buscaba el cajón de la ropa interior para llevarse un recuerdo.

Llegó el primer plato.

Miguel: «A mí me ha gustado, ha sido un plato breve, por la cantidad«. Y es que había mucha salsa, como para empapar el Everest entero, pero con lo que había de solomillo no había ni para hacerle pruebas de ADN. Claudia calculando raciones no es muy buena. Una vez le dejaron un mastín para que lo cuidara y a los dos días era un galgo.

A Claudia le daban indicaciones sobre cómo hacer un poco más y dejar más dorada la cebolla caramelizada y ella decía «me lo apunto para la próxima», pero quien lo ha apuntado es el fabricante del bote de donde la sacó.

Al ver el plato y la escasez de solomillo Fran se puso a reír y claro, Claudia se cabreó primero y se puso a llorar después. «Yo no sé cocinar y he hecho lo que he podido», dijo llorando. También es verdad que Claudia no retiene líquidos. Es que llora tanto que yo creo que ni mea.

«Lo que le falta es cantidad», dijo Fran y Claudia, que acepta muy bien las críticas, le dijo «no». Fran ya no folla.

Todos le dijeron que había poco y dudaron que la salsa la hubiera hecho ella. Y Claudia entró en cólera en la cocina. Esta chica acepta las críticas igual que cualquiera de nosotros aceptaría una puñalada.

Para cuando llegó el postre Fran ya no tenía cojones a reírse. «De lo que más me ha sorprendido, porque dentro de la sencillez tiene mucho sabor a limón«, dijo sin mirar a los ojos a Claudia. Algo complicado por otra parte, que si claudia mira a Medusa es Medusa la que se convierte en piedra.

«Las sensaciones con Claudia no son buenas«, dijo ya Fran. No, hijo, las sensaciones son de que más vale que no tengas callos en las manos porque vas a tirar de cinco contra uno hasta el día del juicio final.

«Noto un poco seco el fondo«, dijo Santi sobre el postre. «¿Seco el fondo? ¡Si está de muerte!», dijo Claudia, que te pone papel de lija con tomate y te escupe si le dices que te rasca.

«Mis compañeros, que no sé cómo llamarles… han sido insípidos… estaban como el arroz de Santi», valoró al final Claudia al ver que no su alta cocina no había sido entendida por esos paletos que esperaban comer suficiente como para no morir de inanición. Avariciosos.

Para el fin de fiesta llegó un muchacho mulato y al verle Rosario exclamó «¡Ay, por favor, qué negrito!». Era su forma de decir «moreno, que me subo encima tuya y te cabalgo que vamos a ir de Tucson al Cañón del Colorado adelantando diligencias».

Roberto, que era el chaval, les dio una clase de salsa. De salsa roquefort.

«Yo no bailo, así que me he sentido desplazado«, dijo Miguel, que es un refugiado dancítico.

Y ahí fue cuando Santiago se empezó a venir arriba y le dio el síndrome de King Kong y cogió a Rosario en volandas y empezó a darle vueltas. La mujer se alegró de haber dejado el testamento hecho, porque eso pintaba a huesos rotos por doquier.

«No me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no me tires, no que me tiras», dijo Rosario.

Pero no acabó ahí el éxtasis de Santiago, que se acopló a hacer la conga justo detrás de Claudia y se puso a darle… a ver cómo lo explico, a dar con el badajo en lo gordo de la campana, en el trasero de Claudia que casi la deja embarazada.

Entre la entrepierna de Santiago y las nalgas de Claudia no cabía un folio. Pero encima es que Santiago le daba unos viajes que si le pones encima de un poste de metal te lo clava en el asfalto. Qué martilleo, metes un trozo de metal candente entre el pene de Santiago y el culo de Claudia y te forja una espada. Qué despropósito… 

Puntuaciones: Miguel: 5. Santiago: 4. Fran: 5. Rosario: 4. Mira, con todo, Claudia ha quedado mejor que Santiago. Y no es bueno estar delante de Santiago, visto lo visto.

Un comensal de ‘Ven a cenar conmigo’ acaba herido tras un accidente con un plato: historia de una exageración

Un segundo antes de la carnicería contra Miguel.

Si hubiera una Universidad de Anfitrionismo usarían el vídeo de la cena de anoche de Ven a cenara conmigo como ejemplo de lo que no se debe hacer si te toca recibir invitados en casa. Porque sólo hacerles entrar y pegarles con una tabla llena de clavos oxidados podría ser mucho peor que lo que sucedió en la cena de Santiago, el anfitrión de anoche.

La cosa comenzó con la presentación del propio Santiago: «El mundo de la moda es algo que me ha encantado toda la vida, muy vinculado al arte». En su caso al arte abstracto, porque el muchacho se viste que si un día combina por casualidad dos prendas, se lleva un disgusto.

«Es muy importante que un buen anfitrión debe ser divertido y debe haber buen ambiente, buena energía, buena vibra«, dijo. Lo que pasa es que tal y como salió todo con lo de buena energía debía referirse a dejar cables pelados por la casa, para provocar electrocuciones con buena vibra, una vibra a 220 voltios, que es la buena.

Santiago se puso a cocinar con el batín con el que el señor de la mansión Playboy recibía a los repartidores de pizza. Eso debe ser inflamable a más no poder. Te salta un poco de aceite caliente y lo siguiente que se sabe de ti es que te están vendiendo en un Carrefour como carbón para barbacoas.

El muchacho tiene una ayudante de cocina que se llama Marta y es una tortuga. «Mira cómo saca la cabecita, sólo le falta hablar«, sí, llévala a la tele, Santiago, que saca la cabeza. Gana Factor X fijo.

– ¡MIRAD MI CABALLO, MIRAD, TIENE CUATRO PATAS Y CORRE! ¡ES UN PUTO MILAGRO!

Su menú:

Entrante. Caldereta de carabineros súbitos. La caldereta lo llevaba todo. TODO lo que había en su cocina. Incluidas nueces y cacahuetes. No tenía mala pinta, oye. Lo que pasa es que eso te lo comes y tienes nutrientes para sobrevivir un mes. Con lo que puso en cada plato podría comer una familia de cuatro miembros tres semanas haciendo cinco comidas al día.

Principal: Marisco de la muerte súbita marinado. Vamos con marisco, más marisco. MARISCO. Santiago toca más marisco que un pescadero gallego, joder. Las mariscadoras salen a currar a la ría con camisetas con la cara de Santiago, que les está pagando los estudios a sus hijos.

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Por otro lado el nombre del plato es genial: Marisco de la muerte súbita. ¿Por qué no Marisco de retorcerse y asfixiarse, o Marisco de reventar por dentro o Marisco desearás que llegue la parca y te viole con la guadaña cuando pruebes ésto. Nombres sugerentes para una carta.

Y como en esta edición está de moda cocinar con animales, pues le puso a la tortuga una gamba, ya que estaba en la cocina. Las tortugas de tierra, esos animales que comen hortalizas, verduras, frutas y putas gambas. Lo que encuentran en su hábitat, vamos. Yo trabajé en una pizzería y anda que no llevé pedidos a casas de tortugas.

Postre: Orgásmicos varios. Pero ni orgasmos ni varios.

Eso sí, Fran está de un caliente que no puede ir al bosque, porque arrima el pene a un pino y le prende fuego. Fran mete el ciruelo debajo de una rejilla y puede hacer chuletillas de cordero a la brasa.

Así que dijo que quería «una zona íntima donde tener un orgasmo con otra persona». Sí, ya sabemos con cuál: Claudia. Fran está con Claudia que la persigue como si fuera un indio arapahoe siguiendo a un ciervo herido.

Rosario se sumó a lo de los orgasmos, pero ella quería «tres o cuatro». Sí claro, ni que las mujeres pudieran tener más de un orgasmo, u orgasmos largos… ja ja ja, qué tontería. De hecho, ¿existe el orgasmo femenino? JA JA JA Mitos y leyendas.

El caso es que los orgasmos esos eran magdalenas compradas a las que convirtió en «súbitas». Las agujereó con un «punzón» que tenía pinta de dilatador anal.

Y una vez que les había dejado a las magdalenas el agujero como la boca del metro, les echó chocolate. Y mermelada. Y luego las apuñaló de nuevo. Eso ya es ensañamiento. Y para acabar esa curradísima receta, les puso nata de bote por encima. Todo artificial. Le faltó poner aceite de palma en una taza para poder mojar la magdalena.

Y luego intentó hacerle tragar nata a la pobre tortuga, que si las tortugas supieran saltar, ésta ya se habría arrojado por el balcón.

La tortuga de Santiago, en sus sueños, cada noche:

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Después de intentar hacer que su tortuga se convirtiera en un profiterol relleno, Santiago dibujó en el suelo de la cocina un corazón con la nata, rodeando a la pobre tortuga, que habría preferido estar rodeada de un anillo fuego.

La magdalena, a base de echarle cosas por encima (porque aún le echó canela y no sé qué más), quedó como si se hubiera descolgado un mueble de la cocina y le hubieran caído encima todas las cosas que había dentro. Eso ya no eran magdalenas, eran MalDalenas.

Para ponerse pintón, gallardo y pinturero, Santiago se pone un rosario que no se cuelga, se lo mete a roscachapa por la cabeza que si tarda un poco se le corta la circulación y se desmaya.

El primero en llegar a la cena fue Fran, que apreció que en su casa Santiago tiene cosas muy de cuidar los detalles, como cortinas puestas con chinchetas, que lo de las barras y las anillas es de snobs.

Después llegó Claudia, que es la persona a la que recurren los críticos gastronómicos cuando tienen dudas. Por eso nada más llegar y al ver el aperitivo dijo «uy, pizza otra vez». Era empanada gallega. Claudia ve menos que un gato de escayola encapuchado.

«Esto más que una empanada parece un deshecho gallego, ¿eh?«, dijo Fran, que como tenía a Claudia al lado tenía que hacerse el machote y el chulo, pero le salía regular, un poco tosco, como rural. Fran es un macho Alfalfa.

Y ahí comenzaron los esfuerzos de Santiago por matar a Miguel. Creo de hecho que Santiago pertenece a algún tipo de grupúsculo antisistema en contra de que las viejas crucen la calle seguras y por eso quería quitar de enmedio a Miguel, que es la tapadera de Cruzavieján, un superhéroe que mueve ancianas de una acera a la otra.

Dentro de un trozo de empanada había un palillo. Justo en el trozo que cogió Miguel. ¿Casualidad? No lo creo.

«Me he clavado el palillo en la boca», exageró un poquito de nada Miguel.

Como nosotros lo vemos:

Como lo ve Miguel:

Y claro, si Miguel de por sí es de poner más pegas que tu madre al ver a tu novia, ahí empezó su carrera criticantística. Se indignó porque no había mantel en una mesa de cristal.

Él y Rosario se fueron a cotillear, en plan «CSI».  Santiago había dejado ropa y zapatos por encima de la cama que eso parecía un expositor del ZARA el último día de rebajas. Te pones a sacar ADN de ahí y te salen trazas de hasta neandertales.

Fran se había quedado solo con Claudia y eso es como si dejas a un zorro con una gallina metidos en una caja. «La verdad es que siempre estás guapa, pero hoy estás explosiva. Súper explosiva como vas vestida«, le dijo Fran, que es un maestro de la sutileza.

– Siempre vas guapa, pero hoy te comía el papo que iba a poner hasta servilleta en el cuello de la camisa, moza.

Cosas sutiles así.

Esa declaración a Claudia le pareció de «educado» y aseguró que Fran «no le tira la caña». No, no te tira la caña, Claudia, corazón, te está arponeando. Te está haciendo una pesca de arrastre que se caga la perra marina. No te tira la caña, te está haciendo una almadraba. Sólo le falta ponerte en una caja de corcho blanco.

Llegó el primer plato.

«Yo soy alérgico al marisco, artista«, le dijo Fran, con una chulería que me dio mucho asquete. ¿Le podía haber avisado al entrar? Sí, pero así no se luciría ante Claudia. Si yo fuera la muchacha no me iría con un tío que es alérgico a la almeja. Sí, yo también soy sutil.

«Bien de temperatura, pero el arroz pasado, le faltaba sabor, soso…«, dijo Miguel, que acaba antes diciendo lo que le ha gustado que lo que no.

«El arroz estaba como papillas, la gamba cruda, la cigala… no sé, era todo muy rara«, añadió Claudia, que tiene el mismo vocabulario que un niño de seis años abandonado de bebé en el bosque.

El caso es que más que caldereta eso era una hormigonera y con el arroz de podían pegar ladrillos.

Llegó el segundo y se mascó la tragedia.

Por un lado, cayó perejil en el brazo de Fran, que dijo «de esto no me eches que me matas«. El perejil asesino. Si en la primera Guerra Mundial llegan a bombardear con perejil, se acaba en quince minutos.

Y al sacar la segunda tanda de platos Santiago iba tan nervioso que un plato que llevaba tapando a otro, a saber para qué, iba tintineando que parecía la campanilla de un leproso cruzando la Gran Vía.

Y se le cayó el plato. Sobre Miguel, qué casualidad, y le hizo dos cortes. Eso no era un plato, era una estrella ninja. En la próxima de Fast & Furious los malos en lugar de disparar van a lanzar platos.

Los platos le hicieron a Miguel unos cortecillos minúsculos. Si ese mismo corte se lo hace un niño de tres años y le dices «uy, te has hecho pupa», te dice «¿esto es una pupa, medio mierda? En serio, eran un pellejillo levantado y poco más.

«Te preocupa porque ves salir sangre y la sangre es muy escandalosa y dices caramba ¿dónde me he cortado? y llevaba sangre por todos lados y estaba sangrando», lo describió Miguel, como si en lugar de un plato a Santiago se le hubiera caído sobre él una motosierra y le hubiera amputado los dos brazos.

Le hicieron una cura encima de la mesa, lo que recomiendan todos los médicos y enfermeras del mundo. De hecho, yo he visto operar riñones encima de una mesa camilla con la merienda puesta.

Menos mal que estaba ahí Rosario para ponerle una tirita y evitar que a Miguel se le salieran las vísceras por el cortecito del dedo. Miguel ha pedido ya cita con el doctor Cavadas para que le recomponga el estropicio.

«Rosario ha tratado en todo momento de quitarle importancia a lo que estaba ocurriendo. Posiblemente para ella no tenía ninguna importancia, pero para mí sí», dijo Miguel, que es muy sensible y todo le afecta y hace pagar caros los agravios.

A Miguel una vez un niño le sacó la lengua. Ese niño lleva en prisión desde entonces y se calcula que salga de Alcalá-Meco para cuando tenga cuarenta y cinco años.

Santiago acaba fusilado, os lo digo.

El anfitrión aún se atrevió a llevarles el postre y apareció con la magdalena y los comensales comenzaron a descojonarse directamente. tercer intento de matar a Miguel, porque se estaba riendo que casi le da un ictus.

«Es una magdalena casera que lógicamente yo no la he hecho«, dijo Miguel. Ah, vale. Y ésta tortilla de patata la he hecho yo y luego la llevé a Mercadona para que la envasaran, le pusieran su logo y la sacaran a la venta.

Para Rosario fue un coitus interruptus sin orgasmo ni hostias. No le gustó ni a las propias magdalenas, que lo mismo fundan un grupo de Whatsapp para poder poner a parir a Miguel.

El fin de fiesta era un pase de modelos donde Miguel les puso ropa. Lo que pasa es que era un pase de modelos para la Pasarela Vagabundeles, porque les puso harapos y andrajos que si montas un desfile con cosas de un contenedor de ropa te queda más conjuntado.

Puntuaciones. Miguel: 2. Fran: 6. Claudia: 4. Rosario: 2. Y eso que Fran no cenó más que jamón y queso…

Claudia, concursante de ‘Ven a cenar conmigo’, rompe a llorar y nadie sabe por qué

Claudia, la mujer que se disgustó.

Todos tenemos momentos tontos de bajoncillo de esos en los que te apetece llorar más que a Maradona en un NaturHouse y luego están los llantos de Claudia, concursante de Ven a cenar conmigo, que se echó a llorar anoche para el asombro de todos los comensales y el agrado del anfitrión, que vio aquello como una leona ve a una gacela coja: una oportunidad de hacerse con la presa.

Pero vayamos de principio a fin que no soy yo mucho de iniciar los relatos in extrema res y sí de comerme una res extrema.

Fran era el anfitrión anoche. Pudimos ver en el vídeo de su presentación que usa bañador turbopaquet, como en los años 80, para que todo el mundo sepa que tiene pene.

Esos bañadores son como correr por la playa dando saltitos y gritando ¡tengo pene, pene, tengo pene, pene! Fran cuando se sube al autobús se hace el sordomudo para poder repartir papelitos entre los viajeros en los que pone: «Poseo pene, venga a la playa a verme».

Fran, cada Navidad, pidiendo el aguinaldo.

Sólo le faltaba el paquete de ducados metido en un lateral y la cadena de oro al cuello para poder salir en la segunda temporada de Verano Azul.

«Suelo dar una impresión de gilipollas, fantasma y chulo«, dijo. Y no me cabe en la cabeza porqué, la verdad, con un bañador blanco y un caminar como de transportar escobas con el ano. A este chico le pones en una pasarela y le despiden por caminar demasiado forzado.

El muchacho es compositor y cantante de… bueno, como en plan… o sea… ¿Es un buen músico? Sólo os digo una cosa: dijo que si gana destinaría ese dinero «para hacer una o dos canciones». Sonó a amenaza.

Su menú:

Entrante: Trocitos de Mar y Foie al estilo de Fran Maher. «Suena a dentista», dijo Claudia, que a partir de ahí entró en un bucle y todo le sonaba a dentista. Claudia entra en un Mercadona y no encuentra una clínica dental y se decepciona.

«Va a ser el primer día que voy a hacer estos platos«, dijo Fran. Claro, no pasa nada, no te la juegues así a lo loco. Menos mal que no está en Ven a Desactivar Bombas Conmigo.

El primero llevaba un fondo de setas, taquitos de sepia y foie. Eso no era un plato, eran las segundas rebajas de la nevera de Fran, estaba en liquidación la parte de atrás del frigorífico.

El fondo de setas eran más unas arenas movedizas que si te caes en el plato te tienen que echar una liana para poder salir. Y el foie no era foie, era paté cortado en tacos.

Pero claro, Fran estaba más ocupado en mirar a Claudia, en cortejar a Claudia, en hablar de Claudia, en pensar en formas de estar con Claudia que en lo que estaba cocinando. Si le dejan pide comida china y se dedica a observar a Claudia sin más.

«Claudia es una mujer para mirarla«, dijo con un tono como de querer decir «Claudia es una mujer para secuestrarla».

Y ojo, porque Claudia estaba muy por la labor de seguirle el juego al señor que en lugar de ponerse un bañador se envasa el pene al vacío. Ah, no, que dijo que «no me atrae Fran, es simpático y no es feo, pero no me gusta«.

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El caso es que Fran, según dijo, fue telonero de Daddy Yankee. O sea, el que le pone los telones, montador de escenarios, debía ser. Y se puso a cantar. Porque estaba haciendo setas, porque si llega a hacer mahonesa, se le corta. Qué voz privilegiada.

Tú coges a un agente de la KGB, le pones en una sala de interrogatorio y le dices «o cantas tú o canta Fran» y el tío te confiesa hasta la receta secreta de filetes rusos de su madre.

Plato principal: Trocitos de la naturaleza macerados para el buen paladar. El traje del emperador. Si no te gusta el plato es porque tu paladar es una mierda pinchada en un palo.

Era un steak tartar de carne que mezcló en un cubo como de usarlo para ir a tender la ropa. Le echó pimienta como para que pruebes el plato y nunca jamás notes otro sabor que no sea pimienta.

Ahora que lo pienso, que PiMienta significa que π te diga que es 3,1614, ¿No? JAJAJAJAJAJA

Perdón. En serio. Perdón.

Fran le echó tantas cosas a la mezcla que el steak tartar parecía una ensaladilla rusa de motel de carretera. Tú echas en ese plato un cadáver y no lo encuentran los del CSI ni hartos de vino.

Postre. Pecados del mundo con fin en la Antártida. Era un brownie con helado. Un postre inédito, una cosa atrevida e innovadora como usar la rueda. Este hombre se pasa de pomposo poniendo nombres a los platos. Si entráis en Wallapop y hay un anuncio donde vende un callo del pie con el título: «Protección ecológica para falanges inferiores», es Fran.

Le echó mantequilla que si eso lo ve Macron te da la nacionalidad francesa. Y lo mezcló en el mismo cubo del tartar, un cubo que lo mismo vale para carne, que para brownie que para darle un fregao a la casa.

La verdad es que el brownie tenía una pinta buena. Pónganme un kilo. Y un año libre para quemarlo en el gimnasio, porque las calorías de ese postre podrían alimentar las calderas del Orient Express de Moscú a Vladivostok. Lo terminó con unos peta-zetas. Sería para limpiar la chimenea de la locomotora.

Claudia fue la primera en llegar, cómo no, a ver si con un poco de suerte había cópula. Fran la recibió con una bandeja de pizza porque le pareció más romántico que esperarla con una bandeja de condones. Y no le puso unos bocatas de chorizo con bien de ajo porque le gusta seducir despacio.

«No es que me guste Fran, pero es que el chico me parece buena persona y yo eso lo valoro mucho», dijo Claudia poco después. Joder, la pizza, cómo funciona. Ni AXE ni hostias, la próxima vez me planto en la discoteca con dos trozos de pizza debajo de los sobacos. La foto del Tinder me la voy a hacer en un Domino’s.

«Es un cava natural y exclusivo«, les dijo Fran sobre el cava que les puso para mojar el gaznate, pero no explicó por qué. Lo de natural debe ser que lo recogió él mismo de los típicos y naturales manantiales de cava que salen de la montaña.

Miguel el policía estaba ese día como Nadal antes de sacar: tocando pelotas. Y se aferró a las pelotas de Fran y se pasó la cena así:

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El policía criticó que hubiera pizza como aperitivo, pero se la comió doblada. Y luego ojo, dijo que todos y cada uno de los platos le gustaban y luego los puso a parir como si le hubieran dado de comer una paloma muerta hace tres días.

«Si no nos miramos a los ojos al brindar tendremos siete años de mal sexo«, dijo Rosario. La excusa perfecta, joder.

– Tío, qué mal, te has corrido en minuto y medio y te has limpiado en las cortinas.

– Es que hace cuatro años no miré a los ojos al brindar y…

– Ah, claro, lo entiendo, perdona.

Y así.

Fran le dijo a Claudia: «Claudia, mírame». Es taaaaaaan sutil este chaval. Para él «te quiero meter un palmo de butifarra y cuidado que de segundo hay huevos» es una indirecta.

Y vete a saber por qué Rosario se puso en plan Celestina que parecía que le daban comisión cada vez que Fran pone la sardina en salmuera.

«Oye, Claudia no te lo pierdas a Fran que es un buen partido, y guapo a rabiar, en tu mano lo tienes, en tu mano está», le dijo a la atribulada Claudia. Si Rosario dice que se mete, se mete.

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Las dos se fueron a cotillear. Encontraron las letras de las canciones de Fran, los únicos documentos escritos que se negó a custodiar la Biblioteca Nacional. «Este hombre promete, nena, no te lo pierdas«, insistió Rosario, que parecía la psicóloga esa del anuncio que todo lo arregla con geles de placer

Las letras de Fran eran pura fantasía, hacían que toda la evolución del lenguaje humano a través de la historia mereciera la pena para que él pudiera escribir. Lo que pasa es que más que versos tipo Bécquer eran tipo Beukelaer: con azúcar en exceso y yo creo que hasta con aceite de palma.

Llegó a la mesa el primer plato. Rosario y Claudia miraban lo que les habían puesto en la mesa como si les hubieran servido sorbete de sesos de mono.

Pero al final, yo creo que porque no hubiera ni una pega a su patrocinado Fran, Rosario dijo que le encantó porque combinaba a la perfección.

Por su parte Santiago, que llevaba una ropa como de haberla cosido un mandril con espasmos, dijo que «esa conjunción de sabores te dispara como algo…» sí, te dispara una diarrea que no te la cortan ni metiéndote una caja de Fortasec por el culo para hacer tapón.

Miguel dijo que le había gustado, que estaba muy bueno, pero que el sabor de las setas lo tapaba todo. Ya sabéis: si en invierno tenéis frío os tapáis con sabor de seta, que tapa mucho. ¿Se os calienta el coche en verano al sol? Sabor de seta en el parabrisas. ¿Que vais a pintar la casa? Sabor de seta en el suelo.

Claudia habría preferido comerse las entrañas de un cadáver muerto hace seis años que ese plato. «No me quiero comer el foie porque es de un pato, de pensarlo me da yuyu y esto de las setas así machacado…», dijo la chica mirando la comida con esos ojos de color azul naturales como el cava de Fran.

Claudia una vez estuvo en El Bulli y acabó cenando espaguetis con tomate porque nada le gustaba. Ferrán Adriá cerró el restaurante el día después.

«Y dónde estabas tú es una canción que ha sonado en toda España y ha llegado a toda las mejores pistas de bachata y salsa, porque es una bachata pop», dijo orgulloso Fran sobre su éxito musical más sonado. Lo sacó con la discográfica EMPVLHO (En Mi Puta Vida La He Oído)

«En una hora he podido sacarte una canción…», explicó Fran sobre su capacidad de crear música. Y el inútil de Beethoven tardó casi seis años en componer la Novena Sinfonía. Patán.

«A Fran se le ve muy humano y eso dice mucho de él«, expresó Claudia, que no es que tuviera síndrome, es que estaba empadronada en Estocolmo. Y menos mal que le veía humano, si le llega a ver extraterrestre se lo tira encima de la mesa entre el segundo y el postre.

Pero no era la única que se inclinaba por realizar un acoplamiento carnal en esa mesa. A Miguel, el poli, le dio por hacer la gracia de gritar: «¡¡Fran, preséntate en el salón, es una orden!!» y Rosario se puso más caliente que Christian Grey haciendo una barbacoa con un delantal de cuero.

«Deténgame y espóseme», dijo. Rosario ha llegado a ir a disturbios a lanzar piedras a la policía y cuando cargaban ella huía a cuatro patas.

¡Rosario, la policía, actúa normal!

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Ya en el plato principal Claudia miró la comida con el mismo ánimo con que se mira un examen que no te sabes. No le gustaba la carne cruda. «Sabe a mostaza y pica, pero está bueno», se excusó.

– Ese hierro candente que me has puesto en el brazo me ha quemado la piel, el músculo y está oliendo a hueso quemado, pero no molesta.

Y así.

Miguel dijo que le había gustado, pero luego lo puso a parir en privado. Una cosa: si Miguel os dice algo bueno, en realidad es al revés: os está poniendo verdes. Qué forma de criticar a la gente por detrás. Miguel es como un director de orquesta de los pitidos de oídos.

«El problema de probarlo es que la lengua no sabe dónde está colocada«, dijo Santiago. Mira, como la mayoría de los tíos haciendo cunnilingus.

¿Habéis pensado alguna vez en esa palabra? Si en latín lingus es lengua, pues potorro debe decirse cunni. Así que ya sabéis: «me pica el cunni». «No tengo el cunni para farolillos». «¡Deja de tocarme el cunni!» y así.

(Sí, joder, ya sé que cunnilingus significa «con la lengua», pero dejadme soñar). Aunque eso abre también un océano de posibilidades… «¡VAS A LIMPIAR ESO CUNNILINGUS!». «Cómete ese helado cunnilingus»…. bueno, suficiente.

Avanzada la cena ya estaba Claudia completamente entregada a la causa de Fran y dijo: «la vida se vive por momentos y tú no has encontrado la chica correcta y…»  ¿Quién es la correcta, Claudia?

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Y llegó el momento raro. Rosario adelantó por la derecha y, medio en broma, medio en me lo peto yo, dijo que se iban a casa con Fran, que le siguió la broma.

«¿Pero va en serio?», dijo Claudia se puso a llorar. Nadie sabía por qué. ¿Se lo creyó, en serio?

Y se fue al baño, acompañada por Fran, claro que no le despegan de Claudia ni con una espátula. Para mí que Claudia hizo la del pollito herido en busca de protección.

Y claro, con el tamaño que tienen los baños de un piso medio en España, Fran se rozó mucho consolándola y acabaron abrazándose.

Ahora en serio: nunca sabremos por qué se emocionó. «Intuía que algo así podría ocurrir«, dijo Claudia. ¿ALGO ASÍ QUÉ, JODER? QUEEEEEEE Dejate de misterios y dilo cunnlingus esa que tienes.

Volviendo a lo mundano Miguel dijo que el postre le había gustado mucho, pero le puso más pegas que a que le hicieran una colonoscopia con una tubería de tamaño colector de comunidad y le criticó hasta que todos tuvieran dos trozos de brownie y el anfitrión sólo uno.

«Me ha parecido un poco seco, pero no seco de sabor, seco de seco», dijo Santiago, que esperaba algo «que se deshiciera la boca», tal cual «que se deshiciera la boca». Como el ácido sulfúrico, por ejemplo.

«Me ha gustado casi, casi, tanto como acostarme con un señor», dijo Rosario. Pero, ¿era un piropo?. Lo que no sabemos es si es lesbiana y odia acostarse con señores. O con qué señor. Porque si os digo que vuestro postre me gusta tanto como acostarme con el señor Mariano Rajoy moviendo los bracitos excitado no es lo mismo que si os digo que me gusta como el señor Brad Pitt rodando Troya.

Y Fran le cantó a Claudia una composición que había hecho en un ratito para ella: «Claudia no está, Clauida se fue, Claudia se escapa de mi vida…». Sí, os lo juro. La desvergüenza hecha arte.

Y claro, Claudia se puso a llorar de nuevo, probablemente por el dolor de oídos. Pero no, era de emoción, porque luego confesó que «lo que me ha cantado Fran, una improvisación muy buena«. Sí, improvisadísima. Vamos, que se le acababa de ocurrir. A él. Lo que pasa es Nek plagió a Fran hace como 20 años.

El fin de fiesta de Fran eran dos bailarines que iban a bailar una bachata. Habían tenido que dejar el salón vacío de muebles, que no sabías si era para que pudieran bailar o que habían entrado cacos y le habían desvalijado

Fran se puso a cantar y después claro, sacó a bailar a Claudia. En ese mismo momento Rosario se arrimó a Santiago, que intentó lanzarla por la terraza. La Balconada, el baile prohibido.

Fran bailaba con Claudia arrimando cebolleta que no se sabía donde acababa Claudia y dónde empezaba la cebolleta. Fran no baila agarrado, baila fusionándose a nivel molecular. Fran piensa que bailar bachata es que te vea un cirujano y te diagnostique síndrome del siamés e insista en operarte para separarte de tu compañera de baile.

Miguel no bailaba porque no sabe. Sólo hacía el baile de la culebrilla borracha, que es así como si tuvieras un problema en el sistema nervioso central y se te moviera el cuerpo en zigzag

Puntos. Claudia: un 7. Miguel 4. Rosario. 5. Santiago. 5. Qué ruines. Aquí me da que todo el mundo va a por la pasta.

Sí, es una rata y sí, está cocinando con ella en ‘Ven a Cenar Conmigo’

Miguel y la rata, en la cocina, el lugar ideal.

¿Tener ratas en casa como mascotas? ¿Por qué no? ¿Jugar con ellas y hacerles pedorretas en sus peludas barriguitas? ¡Claro, genial! ¿Ponerles un nombre hortera y enseñarselas orgulloso a los vecinos ¡Faltaría más! ¿Cocinar con ellas por hacer la gracia de que eres Ratatouille? Llamad a sanidad, por favor.

La nueva semana de Ven a Cenar Conmigo, que se ha convertido en uno de mis programas favoritos de la tele de largo, comenzó con un señor llamado Miguel, con un gusto muy cuestionable con las mascotas.

¡Tengo redes sociales ojo y ojito: Twitter: @realityblogshow e Instagram: @GusHernandezGH incluso Facebook: Gus Superviviente Hernández!

Miguel es policía local y dice que tiene «600 meses», o sea, 50 años. Se define a sí mismo como «alto y feo», descripción en la que entran la mitad de los varones del mundo. Menos yo, que soy bajito y feo.

«Soy policía local, pero de los buenos», o sea, que los hay malos. La función de los policías locales buenos es «ayudar a las abuelitas a cruzar la calle». Y  la de los malos es empujar a la vieja a la calzada según pasa un camión de reparto de butano.

Aquí imágenes de un policía local no bueno, atendiendo a un ciudadano transeúnte:

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Y sí, tiene dos ratas por mascota, con las que juguetea divertido. Y así comenzó la peste bubónica, con un tío al que le pareció divertido juguetear con unas adorables ratas. A tomar por culo la población de media Europa. Qué risas.

También tiene «dos vampiros», que vienen siendo dos gatos calvos llamados Patatín y Patatán que dan más grima que comerse un flan sin manos sobre la barriga de Paquirrín.

Le gusta la cocina «innovadora». «Me gusta inventar, de hecho de las recetas que traigo una de ellas la he inventado yo». Ojo, él. Que está la guía Michelín que no sabe si darle diez estrellas de golpe o un puto planetario entero.

Si gana dijo que emplearía los 3.000 euros en casarse. Soy yo y quemo la cocina para no pasar por ese trago.

La siguiente concursante era Claudia Diamond (27 años), de los Diamond de toda la vida, que hay muchos por la zona de Cáceres. Ah, no, que su madre es inglesa. Su padre es español y se apellida DeLosCaros.

«Soy una chica sencilla y normal, aunque parezca superficial y lo más raro del mundo mundial», se presentó. Sí, es normal. Pero en un Marte distópico o en Transilvania, porque llevaba unas lentillas que Claudia mira a Drácula y el pobre vampiro se caga los pantalones. Ella salía en la segunda parte de Entrevista con el Vampiro y la titularon Diarrea con el vampiro.

Además llevaba unas pestañas postizas que tuvo que pedir licencia de obras al Ayuntamiento para ponérselas, porque ahí se tuvo que usar hasta andamios. Remataba el conjunto con unas uñas largas y puntiaguas que Lobezno tiene en su habitación un póster de Claudia y sueña con ser como ella de mayor.

Además, echa el Tarot porque «desde pequeñita tenía la manía de que era bruja e iba por el colegio diciendo que tenía libros de pócimas y cosas». Claudia comía siempre sola en el comedor del colegio. Y no la acosaban porque ya debía llevar esas lentillas y sus compañeros tenían pesadillas todas las noches.

«Yo espero que no haya ningún Aries concursando, porque me llevo mal con ellos«, dijo Claudia, que tú le dices «soy aries» y según estás diciendo «ari…» ya te ha apuñalado de forma preventiva.

Santiago era otro de los concursantes, dijo que tenía «treinta y no se cuántos años«. Sí y yo he ganado el premio Pantenne diez años seguidos enseñando el ensortijado pelo de mis cántaros del amor.

Es «empresario en el mundo de la moda». Vamos, que vende ropa. «Me cuido excesivamente, hasta el punto de llegar a los medios quirúrgicos«, aseguró. Pues si llega a utilizar los enteros quirúrgicos…

Se ha hecho tantas operaciones y -plastias que la Asociación de Cirujanos Plásticos está presionando al Ayuntamiento de Valencia para que le pongan una calle. Tiene más implantes que Robocop comprando electrónica en el Black Friday.

Se hizo «un pequeño alargamiento de pene pero muy poquitos centímetros«. Ahora apaga la luz del dormitorio con la punta del pene. Y eso que no tiene interruptor al lado de la cama.

A Santiago le conocen como el blanco del wasap. Es un meme que sólo puede verse en tablets, porque en móvil no cabe.

El implante de Santiago llega al hospital justo antes de la intervención:

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Su empresa se llama SG management. Le pones lo de management a cualquier cosa y ya molas. Desatranques Jaén Management, por ejemplo. O Mi Abuela Pasa Caballo Management.

Siguiente incauta en ir a cenar: Rosario Puchol. 65 años. «En estos momentos simplemente muevo mi patrimonio«, dijo en relación a sus actividades. Yo también muevo mi patrimonio. En un carrito de la compra.

«Puedo dar imagen de un poco altiva, así como muy yo«, mejor que no da una imagen un poco como la del quinto izquierda. Rosario de joven quería ser vedette. Lo que pasa es que no se le dio bien y se quedó en Vete. Para presentarse en el concurso se hizo un posado en la playa a lo Ana Obregón con toques de la Tigresa del Oriente.

Fran cerraba el círculo. Tiene 41 años y es director en un despacho de arquitectura. Hace los castillos de arena como el culo, eran como cagadas de caballo con diarrea. Mira que es fácil: un poco de arena seca para que no se peguen y luego arena ni muy mojada ni seca y de les da la vuelta de un sólo golpe. Pero él no, hacía unos castillos que sólo deseaban que alguien los pisara. Creo que es el que enseñó a construir a Santiago Calatrava.

«Por circunstancias volví al mundo de la música, empecé a componer y saqué mi primer single«, nos contó y se cantó una canción de Julio Iglesias. Ineditísima.

MIGUEL fue el primero en cocinar y éste fue su menú:

Entrante: El despertador. Básicamente porque le puso a los platos los nombres de los programas de radio que hace. Sí, hace tres programas de radio. El primero era una brocheta de salmón y melón por  un lado y atún con mermelada de tomate y salsa de soja por el otro. Sí, dos platos.

Para empalar el salmón recién sacado de la sartén se dejó los dedos abrasados. De hecho, el salmón iba aderezado con epidermis crujiente. Si le hacen la prueba de las huellas a ese salmón salen las de Miguel y hasta su número de DNI.

Principal: El sexto hombre. Rollo de pavo relleno de queso brie y carne de membrillo. Para que fuera ligero lo rodeó todo con beicon que eso llevaba más capa de grasa que una morsa criada en un McDonald’s. Le puso tantos tomates por encima al rollo de carne que eso parecía una huerta murciana. Y dijo que eran cherries, pero iba a medio kilo por tomate.

Postre. Si el tiempo lo permite. Era un batido de galleta de chocolate y un huevo frito dulce. Se suponía que un poco de nata con chocolate blanco y mermelada de albaricoque haciendo de yema componían el supuesto huevo frito. El huevo de una gallina libre de jaula. Cebada en Chernóbil. Porque ese huevo era a los huevos lo que el Ecce Homo de Borja a la Capilla Sixtina. Intentas mojar pan en eso y el pan se te echa para atrás.

Y sí, hizo la gracia de que tenía a una de las ratas debajo del gorro de cocinero. Sí, se la llevó a la cocina. ¿Qué mas dá? Rompamos tabúes. Ya de paso podría tener de mascota a una salmonela y cocinar también con ella. O a unas cucarachas juguetonas que paseen por encima de la comida, en plan ja ja ji ji.

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El primero en llegar a la cena fue Santiago, que pensaba que iba moderno, pero iba en pijama. Santiago dio muestras en el programa de ser un yonki del protagonismo. Él no atraca farmacias, atraca rodajes y exige papeles principales. Que está mu loco y se pone muy nervioso si tiene el mono de atención.

«He preparado agua de Valencia, que es muy típica aquí en Valencia«, le recibió Miguel. Bravo. Yo he hecho cocido madrileño que es muy típico en tol puto centro de Pernambuco.

Después llegó Rosario, moviendo su patrimonio. «Me he encontrado con el anfitrión y con un personaje con un pareo que no sabía si era hombre o mujer». Joder, Rosario. Si la salvación de la raza humana dependiera de la vista de Rosario podríamos darnos por jodidos.

Fran llegó más tarde, con un vino rosado que con el calor que hacía no es que fuera espumoso, es que estaba hirviendo como el radiador de un Fiat 127 subiendo Despeñaperros.

Claudia llegó y Fran la miró que si por él fuera la habría montado encima de los canapés de bienvenida.

Claudia y Santi se fueron a cotillear por la casa. Y claro, encontraron las ratas. «¿La cojo del rabo y la sacamos?» dijo Santi, que sólo le faltó meterla en el microondas para joder un poco más al pobre animal.

«Mira qué pedazo de rabo», reparó Santiago y para él, que se alargó el pene que ahora coge un vuelo y su glande aterriza 30 minutos antes que él, eso es mucho decir.

A Claudia al principio le daba un poco de asco la rata, pero luego la cogió que sólo le faltó adoptarla. «Creo que la rata me ha meado», añadió. Y es que si a mí me agarras del rabo y me levantas lo menos que hago es mearme en ti, dalo por seguro. Como enchilada de judías y espero tres días antes de cagartelas en la repisa de la chimenea, para que las veas bien.

Llegó el primer plato. El salmón tenía pinta de estar más seco que las suelas de las sandalias de Cristo, pero en general gustó. Hasta que llegó Rosario, que no le gustaba nada. Ni el salmón, ni el melón ni el mundo. Ella quería jamón. El salmón que se lo metan por donde amargan los pepinos los noruegos. Ella cerdo curado, joder.

«Las ratas son unos animales muy, muy, muy inteligentes«, dijo Miguel. Sus ratas pasan las vacaciones de verano colaborando en proyectos de la NASA, no te jode.

El principal «huele a cerdo», dijo Santiago, que tiene más afán de protagonismo y adoración que Lady Gaga entrando a comprar a un Primark un sábado por la tarde.

De hecho, a Miguel se le cayó un poco de vino encima de Rosario y Santiago se puso a reírse. Es un tipo muy empático. «Se le ha quedado la cabeza que parece que le ha tirado un huevo por la ventana», dijo el muchacho entre risas histéricas, que demostraron que es maduro como dormir con chupete a los 25 años.

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«Yo prefiero que me caiga vino a que me mee la rata, la verdad«, dijo Claudia. Sí, claro y yo prefiero a que me caiga cerveza a que me vomite un zombie dentro de los calzoncillos. Esta muchacha está ya traumatizada de por vida. Nunca volverá a sentirse limpia.

Claudia tiene un trauma infantil. ¿Con los payasos? ¿La oscuridad? ¿Los perros? No, con la carne de membrillo. Están las consultas llenas de gente igual. Freud nunca habló de la carne de membrillo porque tenía trauma con ella desde pequeño. Vas a la guerra y matan a todos tus amigos delante de ti y vaya, algo te afecta, pero te obligan a comerte un bocadillo de carne de membrillo y tienes que ir a terapia de grupo.

El segundo plato gustó igual que si hubiera puesto a las ratas hechas al punto.

Para el experto Santiago el batido estaba «demasiado líquido». Claro, porque para Santiago los batidos tienen que estar más sólidos que el talón momificado de Ramsés II. Para él un batido está bien cuando sólo puedes aspirarlo con tubería corrugada de medio metro de diámetro.

La fiesta final incluía la actuación de dos magos. En pagarle te has dejado ya el premio de los 3.000 euros. Santiago puso cara de aburrirse, porque claro, él no era el protagonista y eso no lo soporta.

Uno de los trucos era estamparse un huevo en la cabeza. Que no les copie el truco David Copperfield. Fran no se lo estampó, es que se lo incrustó. Se dio unas hostias con el huevo en la frente que ahora tiene tres hemisferios cerebrales: el derecho, el izquierdo y el huevo.

VOTOS:

Claudia: 6. Fran 7. Rosario: 5. Santiago: 5. Uy, uy, éstos… dando puntos por lo bajo… ¡Estrategia time!

¡Esta noche más!