España, reflejada en Supervivientes 2018: el caso de Sofía Suescun y Raquel Mosquera

 

Hola: esto es un blog de humor que no pretende sentar cátedra ni hacer afirmaciones reales. Cualquier crítica al texto en base a esos criterios será como criticar a una amapola por no servir para apretar tuercas.

Vamos al lío.

Sofía tiene una meta, que es convertirse en la mejor pescadora de esta edición. Lo que pasa es que le ha dado ese taranto a dos semanas de la final, vaya por Dios. Porque si el concurso durara un año con lo que pesca Sofía a los océanos les daba tiempo a repoblarse que no ibas a poder meter un pie en la playa de las sardinas que iba a haber. Se iba a tener que nadar apartando lubinas.

Pero claro, eso es como si yo ahora decido que quiero ser el mejor corredor de la historia y empiezo a decir que Usain Bolt me copia los entrenamientos.

Pooorque Sofía está convencida de que Logan le copia los sitios de pesca. Sí, en serio. En una isla canija en la que no se pesca más allá de 15 metros de la orilla.

«Ahora va a esa zona a pescar. Es que me copia todo, sigue enamoradísima de mi. No sé si soy su ídolo o si está enamorado u obsesionado», dijo Sofía, que tiene un ego que si la gente hubiera ido en el ego de Sofía en el lugar del Titanic, habrían reventado el iceberg y habrían llegado a NY sin problemas.

«Logan intenta superarme«, dijo Sofía convencida. Pero muchacha, si lleva decenas de peces más que tú.

Y aquí es donde viene la metáfora con España, al menos, con esa parte de España envidiosilla que quiere lo que tienes pero no lo que has hecho para tenerlo.

Raquel Mosquera y Sofía no se han movido en tres meses y ahora parece que son las empleadas del mes. Son más trepas que un mono haciendo escalada. Y me decepciona Raquel, que antes era de mis favoritas y ahora la veo como una metemierda profesional.

Pero profesional que podría dar clases y dirigir el «I Máster de introducción de deshechos bio-orgánicos humanos en personas ajenas«. Cristina Cifuentes ya lo ha hecho.

Los chicos se han construido un refugio que les va caer un puro del copón porque lo han hecho sin licencia de obras. Porque no han hecho un refugio, han hecho una puñetera promoción en seis fases con plaza de garaje y locales comerciales. Es que le pusieron hasta cimientos. Jurado.

«La cosa es que el agua vendrá de aquí, de allí y de aquí», decía Logan, que le faltó encargar un estudio geológico de la zona antes de comenzar los trabajos.

«Le voy a hacer una mueca al madero«, decía Hugo, en lugar de «muesca». Bueno, lo mismo si le pones al bambú una cara muy rara se le hace una muesca del susto.

Bambú, hojas de palmera, ramas… usaron tantos materiales de origen vegetal que ahora el desierto del Sahara es un vergel al lado de Honduras. Ese refugio lo tienes que hacer comprando en el Leroy Merlin y en lugar de pagar en caja tienes que pagar en quirófano para dejarles un riñón.

Y mientras, Sofía y Raquel estaban tumbadas mientras se hacía el refugio. Y cuando ya estaba prácticamente hecho encima le echaron la bronca a Hugo por no haberlas avisado, porque ellas querían colaborar.

Ya, qué cabrones los chicos, en una isla de pocos metros cuadrados haciendo un refugio que tapaba la mitad de la isla a escondidas. Qué ceguera para el trabajo. Raquel Mosquera pasó por delante de las obras del Escorial y pensó que era un niño jugando con un cubo y una pala.

«Yo cuando me levanto me pongo a hacer cosas», insistía Raquel, que ya sabéis que en una isla desierta donde sólo se puede pescar y echar maderos en el fuego, ella hace «muchas cosas desde por la mañana temprano«. Sí, experimentos con gravitación molecular haces, Raquel, no te jode.

Y cuando Hugo la apretaba para que dijera qué cosas, ella dijo: «no soy yo quién para decir he hecho ésto, he hecho aquello«. JA JA JA JA

Pero Hugo preguntó de nuevo así que se quedó tiesa y tuvo que enumerar las cosas que dijo: «cogí palos y hojas de palmeras y pum, pum, pum, pum, y cogí cocos» ja ja ja ja.

Lo mismo se hernia. Por favor, ¿dónde están los sindicatos cuando hacen falta? ¿Y esta explotación laboral de levantarse temprano para mover unos palos, unas hojas y unos cocos? Eso se lo dices que lo hagan a unos presos que hacen trabajos forzados picando piedras y te montan un motín.

En una ocasión Raquel se iba a pesacar y le dijo a Sofía: «A ver si tengo suerte» y se daban la mano y se despedían como si Raquel se fuera a una misión espacial para salvar a la humanidad. Armaguedon es cuando Raquel va a pescar. Y sacó un pez, que en el universo de Mosquera es como si hubiera salido del mar con unas redes de arrastre con la puta Moby Dick ya asada.

Otra cosa muy de aquí: sobrevalorar los trabajos propios y echar por tierra los ajenos.

En fin, cambiemos de tercio.

A Sergio una noche se le cayó una funda de los dientes. «Es lo peor que me podía pasar aquí, lo más inesperado y lo peor, me hunde el concurso», dijo el machito que valora más su aspecto que su vida.

«Lo más inesperado»… Porque aparece Godzilla con un tanga verde fosforito bailando la Macarena y con Mariano Rajoy sentado en la cabeza lanzando pétalos de rosa y es menos inesperado que perder la funda de un diente.

«Lo peor que me podía pasar aquí»…

– Sergio, toda tu familia ha muerto devorada por un tiburón cuando venían a verte.

– Pero las fundas de los dientes las tengo bien, ¿n0?

Y así

«No puede llevarse esas desesperaciones, si se hubiera mentalizado a vivir sin meterse tantas cosas en la cara y en el cuerpo…», dijo Sofía, que es muy piadosa. Sí, Sofía ve a los demás sufrir y no siente ni el aire de los gritos de los que penan.

«Yo no me hundiría por eso«, dijo Mosquera, que lleva los labios como los de un mero con un ataque de alergia y la nariz más retocada que un cuadro de Velázquez.

Para acabar: Hubo juego de recompensa en el que se negociaban comida a ciegas, tratando de engañar a tu contrincante. Sofía ganó una pizza y unos filetes, éstos últimos arrebatados a Hugo, a quien, lejos de apiadarse, humilló y llamó «cortito».

Qué buen ganar tiene Sofía. Es un compendio de virtudes esta chica... una mujer del renacimiento. Del renacimiento del maligno, porque es como el niño chungo ese de La Profecía. Miran los dos con la misma dulzura.

Y un último detallín: Sofía come con la boca abierta. Y tiene una boca como la de un furgón blindado, así que no es cosa baladí. Y se puso a hablar mientras comía pizza y se le cayó un trozo ya masticado del tamaño de una gárgola de Notre Dame.

Eso le dio asco hasta a una golondrina que estuviera regurgitando gusanos para sus polluelos…

Almacenado en: Sin categoría