Supervivientes o como volverse loco con hambre y soledad

Conozco, no personalmente, claro, válgame Dios, a un par de científicos locos de esos que adoran hacer vivisecciones y juguetear con cadáveres y electricidad, a los que les volvería loco Supervivientes.

Lo malo es que los pobres no lo pueden ver porque a causa de la incomprensión de esta sociedad intolerante (bueno y por un par de crímenes múltiples sin importancia) están huídos y escondidos.

El caso es que lo de Lomana, Rafa Lomana, es una cosa que habrían observado con deleite.

Ya sabéis que tras su expulsión y repesca le dejaron abandonado en el palafito, que viene a ser una plataforma de madera en medio del mar de 12 metros cuadrados (más o menos como la frente de Chenoa).

Allí tiene todas las comodidades, como el fuego… y… y… bueno y una pistola con una sola bala, como en Piratas del Caribe, por si decide dejar de pasárselo bien.

El otro día le dieron como recompensa un paquetito de lentejas, más que nada para que comiera algo y no tuvieran que pagar los gastos de repatriar una caja de pino.

Pero el Lomano cometió el error tonto de querer dormir y el fuego se le apagó. Y ahora o se mete las lentejas debajo del sobaco y aprieta fuerte para cocinarlas al vapor o no se las puede comer.

A esa alegre situación hay que sumar el hecho de que se pasa el día hablando sólo y riéndose como una hiena oyendo un consejo de ministros.

Me imagino a los cámaras del programa jugándose a suertes quién va a grabar al Lomano como se deben jugar a suertes los buceadores quién es el que baja en la jaula a grabar al gran tiburón blanco.

La Semana Santa que viene vamos a ver una hermandad de cofrades que se llamará La hermandad del Santo Lomano de la Eterna Hambruna.

Arriba del paso habrá una talla de Lomano con un trozo de sedal en una mano y un saco de lentejas en la otra y a su paso en lugar se saetas la gente le cantará recetas.

Seguiré informando, pero ahora os dejo, que estoy oyendo el dulce canto de las torrijas.

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