Los malvados reciben su merecido en Pekín Express

Ay, amigos.

Ya lo dijeron muchos: «Donde las dan las toman«, «Arrieritos somos y en el camino nos encontraremos», «El que a hierro mata, a hierro muere»… y así un tropel de maravillosos y ciertos refranes.

Es lo que dijeron los compañeros de Paula y Luisa, las mañas de Pekín Express. Hagamos memoria: en el primer programa las madre y la hija pillaron un camión en el que cabía todo Cristo, pero intentaron evitar por todos los medios que nadie se subiera.

Sin embargo, sus compañeros se subieron, a pesar de sus protestas. Peeero, llegaron a una gasolinera y allí las mañas hicieron la de la abuela abandonada, y les dieron esquinazo pirándose ellas solas.

Y sus compañeros se la juraron.

Y se la han pagado.

Como recordaréis (y si no, aquí estoy yo para que lo recordéis) esta semana dos parejas de las expulsadas, o más bien, las dos expulsadas, tenían la oportunidad de volver a la carrera. Pero sólo una de las dos.

Y aunque nos habría gustado, no se hizo con una partida al futbolín, una competición de pulsos, ni una lucha a muerte a navaja de Albacete.

Se hizo por votación. Maldita democracia, siempre jorobando el espectáculo.

Y claro, Paula y Luisa sólo las votaron David y Cuqui. El resto de parejas eligieron a Pedro e Inés. Y eso que Luisa había hecho un discurso de mucho llorar sobre que ese era su sueño.

Cabe destacar que todo el discurso del principio, antes de comenzar la etapa, se hizo sobre un hormiguero. Ya os digo que las hormigas africanas no son como las españolas. Las de allí son capaces de hacerte una técnica de Judo y echarte al suelo antes de comenzar a devorarte.

La más perjudicada fue Vanesa, a la que las hormigas se le metieron por… bueno, por donde… Por tó lo negro, vamos. Así que la muchacha tuvo que despelotarse allí mismo y quedarse en ropa interior de cintura para abajo para poder librarse de las hormigas picantonas, de la familia de los stripperus culandris.

Y claro, allí estaba Jota, al quite, fichando retaguardia, que se le ha quedado grabado en la retina. Si le metes una linterna por el culo, puedes proyectar en una pared el pompis de la sevillana. El pobre muchacho iba más caliente que el pecho de un herrero.

 Y hablando de Mar y Vanesa: el coche en el que iban se dio lo que viene siendo una simpática hostia con otro, por lo que la DGT llamaría un alcance y los demás llamamos dar por detrás.

Ni que decir tiene que del coche de delante se bajó un negrazo de dos metros con cara de pocos amigos. De hecho, se bajó con cara de no tengo amigos porque los he matado a todos a bocados en los huevos. Por si fuera poco, las sevillanas se pusieron a decir «hakuna matata, hakuna matata». Que forma de tocarle las matatas al pobre hombre.

Leche con el coche incluída, el caso es que Mar y Vanesa fueron las primeras en completar la primera etapa, seguidas de los gallegos, Chinto y Pablo (y cuando digo seguidas, es que iban como perrillos en celo meneando el rabo. No digo cual).

Así que a esas dos parejas les tocó el juego de inmunidad, que básicamente consistía en irse a un hotel de lujo en el parque nacional de Masai Mara y luego dedicarse a hacer fotillos. Pero ya lo veremos más adelante.

Los pijorosos, o sea, los pijos asquerosos, Ezequiel y Mónica, dieron otra muestra de su buena educación y agradecimiento cuando insultaron al africano que sin cobrarles nada condujo para ellos toda una etapa. Resulta que con su maltrecho coche cometió el delito de dejarse adelantar por otro coche en el que iban concursantes.

«Gilipollas. Conducía como una abuela», dijo el amigo Ezequiel, que seguro que es de los que van por la ciudad con su cochazo intimidando a todo el mundo. Que no me lo encuentre yo con mi opel corsa de cuando Franco era corneta. Me voy a poner delante y voy a ir en primera todo el camino.

Jesús Vázquez, que casi echa el higadillo subiendo al Kilimanjaro (que ascienden sin problemas los jubilados japoneses) tuvo una escena maravillosa con medio cuerpo fuera del jeep y dando instrucciones al conductor. Flipao…

Le haces bajar del todoterreno a seis kilómetros del bicho más cercano y seguro que se hace caca de miedo. Eso en Allá tú no le pasa al pobre. Y claro, el libro rojo se lo tuvieron que firmar solitos los concursantes, porque él estaba de safari… Con dos coj.. coj.. huevos.

El caso es que esa etapa se igualó y todos los concursantes llegaron a la misma localidad, donde tuvieron que parar, porque había una manifestación de indignados africanos y una riada de padre y muy señor mío.

Y entonces vimos la estancia de las hermanas sevillanas con los hermanos gallegos en el hotelazo. Eso era como Dos novias para dos hermanos: Las sevillanas, perdiendo el bragamen por los gallegos y éstos con el ciruelo como los zahoríes, apuntando con la varita al pozo.

En el hotel conocieron a un massai bacilón que les dijo que con 24 años mató a un león. Mira tú, que cabr… El caso es que además, dijo que tenía siete novias y que cumplía con todas en el catre. Si los africanos se parecen en eso a los españoles, probablemente el tipo atropellara un gato con el coche y se pase la semana tocando la novena de Beethoven con la zambomba.

Pero hubo más masais. De hecho, hubo una tribu entera que se les puso a bailar mientras cenaban. Y a mi me molesta que me mire el camarero… El caso es que echaron un buen rato dando saltos, a lo que se apuntaron las sevillanas, para agrado de los gallegos, que seguían hipnotizados el rebotar del melonar de las muchachas.

Y claro, Chinto y Pablo recurrieron al truco más viejo del mundo: el del masaje. No hay forma mejor, amigos de conseguir que alguien se despelote. Le dices que le vas a dar un masaje y cuela siempre. Es que somos como perritos faltos de cariño.

Pero nada, aún a pesar de darles el masaje, los gallegos no pillaron cacho. Se fueron a la cama con más ganas que Triqui en la fábrica de Fontaneda. Eso sí, las gallegas les consideran unos caballeros apuestos, gallardos y pintureros.

Al día siguiente hicieron un safari fotográfico (no habría sido bonito que se liaran a matar bichos a tiros) y la pareja que más animales fotografiara (no valían los propios miembros de la pareja) se llevaba la inmunidad. Ganaron las sevillanas.

A la pija, más conocida como Mónica, se le puso el ojo como a Hulk al pillarse la picha con la cremallera, a causa de un picotazo. Y poco después le dio un ataque de ansiedad, como cuando Hulk piensa en cómo se va a sacar la picha de ahí.

Notas breves:

– Santiago es el amigo de los niños. Sitio al que va, sitio en que se rodea de alegres zagales que le enseñan el lugar. Lo mismo es porque le ven sin dientes y se piensa que está cambiando los de leche, como ellos.

– Pedro, en Pekín Express «chinga menos que un caballo de madera«.

– Un numeroso grupo tuvo que trabajar en un restaurante para que les dieran de comer. Las murcianas ya pusieron problemas, uy por dios, trabajar ensuciándome…

– Jota es un ecologista. Tanto, que si puede evitar ducharse y lavar la ropa, lo evita. De hecho, Chimo tuvo que convencerle de que se lavara, porque olía peor que el culo de un león con la tripa suelta.

La última etapa estuvo marcada por la bomba.

Sí, les dieron una bomba con un cronómetro de 20 minutos. Quien la tuviera pasados esos 20 minutos debía pararse cinco minutos. El caso es que como todos salían por turnos del mismo edificio, pues se la fueron pasando unos a otros según salían (sólo se libraron Pedro e Inés, que se escabulleron).

El tema de la bombita dio nueva muestra de la impertinencia de los pijos, Ezequiel y Mónica, que son de los que no saben perder. Chimo y Vane les esperaron e intentaron darles la bomba. ¡¡Era obligatorio cogerla si la veías!! Pues no, ellos pasaron y allí dejaron a Chimo con la bomba en la mano…

El caso es que poco después, se volvieron a cruzar, esta vez con los pijos en un coche… ¡Y tampoco quisieron cogerla! ¡¡TRAMPOSOS!!

Pero claro, al final la organización les obligó a volver a por la bomba. Según ellos es que no se habían enterado de las normas… claro, claro.

El caso es que los pijos, innecesarios a más no poder, fueron los últimos en llegar, y fueron expulsados, con gran alivio para la pija, que se quería ir. ¡¡¿PARA QUÉ NARICES SE METE?!!

«Para qué voy a estar aquí sufriendo si puedo venir cuando quiera porque tengo dinero. Si quiero ver el Kilimanjaro me compro un billete y lo veo», dijo Mónica. Que asco…

El ranking quedó así.

1. Mar y Vanesa.

2. Sara y María.

3. Chinto y Pablo.

4. Santiago y Javi.

5. Inés y Pedro.

6. David y Cuqui.

7. Jota y Freire.

8. Chimo y Vane.

9. Ezequiel y Mónica. A LA CALLE.

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