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Qué fue de… Antonio Rebollo

Sabéis que de vez en cuando me gusta traer artículos originales al blog. Hace unas semanas hablamos de sumo, por ejemplo. Hoy os voy a traer, por primera vez, a un atleta paralímpico. Y no será la última. Siempre nos sorprendemos de las grandes historias del deporte que vemos, pero si hay grandes relatos es del lado de los discapacitados que se superan cada día. Voy a intentar, por ello, hacerles un poco de caso. De cualquier manera, hoy os voy a hablar de un gran campeón español que tuvo un momentazo de gloria impresionante, un momento que todos recordaremos (por lo menos en mi caso es uno de mis momentos televisivos favoritos). Os hablo de nuestros queridos Juegos de Barcelona 92 y del atleta que encendió el pebetero: Antonio Rebollo (os voy a contar la historia de una manera diferente a la habitual).

Nacido en Madrid en 1955, Antonio Rebollo Liñán contrajo la temida poliomielitis (más conocida como polio) a los ocho meses de edad. Sus dos piernas, pero sobre todo la izquierda, se vieron afectadas. Ya de adulto, inició una brillante carrera como arquero deportivo, donde competía en la categoría de paralímpicos debido a su discapacidad. Había participado en los Juegos paralímpicos de Nueva York en el 84 y en los de Seúl del 88, consiguiendo una plata y un bronce. Había sido nueve veces campeón de España y campeón de Europa en 1989.

Ric Birch, que fue el productor ejecutivo de la ceremonia inaugural de Barcelona 92, decidió que sería bonito, y en cierto modo un homenaje a la cultura mediterránea, organizar un encendido de pebetero olímpico mediante un lanzamiento con arco. Hubo una selección entre 200 arqueros, que estuvieron haciendo pruebas en Montjuïc. Finalmente, hubo dos finalistas: el propio Rebollo y Joan Bozzo, por entonces campeón de tiro de Cataluña. Llegó el 25 de julio del 92, fecha de la inauguración de los Juegos, y sólo uno de ellos sería el lanzador. Hasta pocas horas antes no se decidió cuál de los dos lo haría.

Las prácticas se realizaron durante seis meses en el foso del Castillo de Montjuïc, y con diferentes condiciones meteorológicas. Finalmente, se decidió que el tirador fuera Antonio Rebollo, que precisamente iba a participar en los Juegos Paralímpicos de ese año. Al parecer, el motivo fue que Rebollo era más preciso que Bozzo.

Los entrenos habían sido arduos: tuvieron que usar arcos de caza, que eran los únicos que podían impulsar unas flechas mayores y más pesadas que las normales. Por eso, cada arquero sólo podía lanzar 30 flechas al día, para evitar insufribles dolores de espalda.

Y llegó el día. Se estima que unos 2.000 millones de personas estaban viendo en directo por televisión la ceremonia. El eterno jugador de baloncesto Juan Antonio San Epifanio, Epi, fue el último relevista de la antorcha olímpica. Se acercó al centro del estadio, donde Rebollo estaba esperando con el arco. Epi prendió la punta de la flecha del arquero madrileño, que con parsimonia se giró. El pebetero tenía una altura de 61 metros y Rebollo estaba a 70 metros de él. Con una música apropiada para el momento, Rebollo tensó el arco. En ese momento, como el aire venía de frente, la llama quemaba la mano del arquero, que con una tranquilidad pasmosa, soltó la flecha. La llama voladora hizo una parábola en el aire… y el pebetero se encendió majestuosamente, en lo que para muchos es el mejor colofón que haya tenido nunca una ceremonia inaugural de unos JJOO. El estallido de júbilo de los asistentes lo atestiguó (yo tenía casi 12 añitos y recuerdo que se me saltaron las lágrimas).

Aunque el efecto deseado era que pareciera que la flecha caía en el centro del pebetero para prenderlo, pronto hubo opiniones que aseguraban que la flecha no había caído en su sitio y que había sido encedido de manera artificial. La realidad es bien distinta. Por motivos de seguridad -para con el público-, estaba previsto que la flecha sobrevolara el pebetero y cayera fuera del estadio, pero debía hacerlo lo suficientemente cerca como para que la llama prendiera el gas. A pesar de que muchos dudaban de que Rebollo lo hubiera conseguido, existen pruebas gráficas de que el arquero madrileño consiguió su propósito a la perfección. La flecha pasó por encima del pebetero lo suficiente como para que una majestuosa llama de tres metros diera el pistoletazo de salida a los JJ OO de Barcelona 92.

Rebollo entró así en la historia. Semanas más tarde conseguiría una medalla de plata en su modalidad. Hoy en día, es coordinador nacional de Tiro con Arco de la Federación Española de Deportes de Personas con Discapacidad Física.

Os dejo, como no podía ser de otra forma, con el vídeo de tan maravilloso momento (al verlo se me han vuelto a saltar las lágrimas).

P. D.: La información del artículo la he sacado de la web www.puntoseguro.com, que tiene una sección parecida a este blog, y en concreto de una excelente información firmada por Juan Betés Novoa.

Mañana más.