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Qué fue de… Quincy Watts

La tercera entrega de la sección olímpica la protago- niza de nuevo un atleta. A éste quizá sí lo recordéis, no sólo porque destacó no hace tanto tiempo, sino también porque lo hizo en las que creo que son las Olim- piadas que más recor- damos los que tenemos unos años. Es Quincy Watts.

Nacido en Detroit el 19 de junio de 1970 y formado como atleta en la prestigiosa (en cuanto a deportes) University of Southern California (la cuna de los Trojans, seguro que Cowboy puede decirnos algo más de ellos), Watts también jugó al fútbol americano.

En sus inicios, su especialidad eran las distancias cortas, es decir, los 100 y los 200 metros lisos. De hecho, llegó a ser recordman de la ciudad de Los Ángeles en 100 y campeón de California en los 200. Pero fue un entrenador suyo de la Universidad, un tal Jim Bush, el que le convenció de que por sus condiciones, la distancia que mejor se adaptaba a él eran los 400 metros lisos.

Ya apuntaba maneras con 21 años, puesto que en los Mundiales de 1991 formó parte del equipo americano que logró la plata en el 4×400. Así las cosas, llegaron los Juegos Olímpicos de Barcelona y la prueba de 400 metros, en la que por cierto, competía el español Cayetano Cornet (si bien no llegaría ni a semifinales).

Hay que decir que Watts tenía dos ventajas: Butch Reynolds, el recordman del momento, estaba sancionado por dopaje y no podía competir, mientras que un joven Michael Johnson había estado enfermo tras una intoxicación alimentaria ya en Barcelona. Sea como fuere, Watts batió el récord olímpico dos veces en Barcelona (43.86 s, que tenía 24 años de vigencia, desde que Lee Evans lo lograra en México 68). La primera vez que lo batió fue en semifinales (43.71) y luego una vez más en la final (43.50). Esto, junto al oro en el 4×400 (final en la que sí participó un recuperado Michael ‘Estatua’ Johnson), convirtieron a Watts en uno de los héroes de Barcelona 92.

El caso es que tras Barcelona 92, la carrera de Watts no mejoró mucho. Pese a que Nike lo eligió como uno de sus iconos, llegando a protagonizar un spot de la marca deportiva (quizá lo recordéis, se desarrolla en la Ópera y un rey vikingo pretende cambiarle a Watts sus zapatillas por casarse con su hija, la típica soprano vikinga obesa), Watts tendría poco después una mala experiencia con la firma de Oregon.

En los Mundiales de Stuttgart de 1993, la final de los 400 se presentaba apasionante, ya que en ella estaban Watts, Reynolds y el texano Johnson. Watts calzaba unas Nike hechas a medida, pero la mala suerte quiso que, en el último giro, una de las zapatillas se rompiera, lo que privó al campeón olímpico de acceder a las medallas. Quedó cuarto, tras Johnson, Reynolds y el keniano Kitur. Curiosamente, Watts había ganado su semifinal por delante de Reynolds. Por cierto, a partir de ese día, la política de control de calidad de Nike fue modificada.

El resto de años fueron de declive, en parte porque la figura de Michael Johnson fue agrandándose. Finalmente se retiró a los 27 años de edad (1997) y ahora es el entrenador de atletismo del Harvard-Westlake High School de Los Angeles.

Y hasta aquí la historia de hoy, amigos. Mañana volvemos con el fútbol.