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Quién fue… Gino Bartali: el campeón ciclista que salvó a 800 judíos del Holocausto

Bartali, en 1945 (WIKIPEDIA).

Bartali, en 1945 (WIKIPEDIA).

El artículo de este viernes no es el último de la semana (lo será el domingo, ya que si recordáis no hubo post el lunes y lo he pospuesto a pasado mañana), pero el espíritu es el mismo que el de todos los viernes. Es una historia preciosa, de esas que ni yo mismo entiendo por qué no he sacado antes (ha tenido que ser mi primo, tocayo y particular corresponsal en Italia el que me lo propusiera). Es la historia de Gino Bartali.

El 18 de julio de 1914 nacía Gino Bartali en Ponte a Ema, provincia de Florencia, en la Toscana italiana. Era el tercero de los cuatro hijos de un granjero. Empezó a trabajar con 13 años en un taller de bicicletas y gracias a sus ahorros consiguió comprarse una de carreras, con la que empezó a lograr sus primeros triunfos.

En 1933 se proclamó campeón juvenil y en 1934 sufrió una grave caída que le provocó una conmoción cerebral y una fractura de nariz, que tres años después le obligó a pasar por el quirófano, dejándole su característica nariz de boxeador para siempre.

En 1935 debutó como profesional y prontó empezó a dejar claras sus dotes como escalador. En su primer Giro, ese año, ganó una etapa, acabó séptimo y ganador del premio de la montaña. Al año siguiente, se lleva el triunfo final. Pero inmeditamente después, una tragedia personal pone en peligro su carrera.

Giulio, su hermano Giulio, que también había empezado a competir como ciclista, sufre un accidente y fallece. Gino, muy unido a su hermano y roto por el dolor, decide dejar el ciclismo para siempre. Pero finalmente, sus seres queridos le convencen de que la mejor manera de homenajear a Giulio es seguir compitiendo. Y así lo hace.

Bartali, junto a un joven Coppi en 1940 (WIKIPEDIA).

Bartali, junto a un joven Coppi en 1940 (WIKIPEDIA).

En 1937 vuelve a ganar el Giro y en 1938 llega su primera victoria en el Tour de Francia. Pero enseguida empieza la II Guerra Mundial, justo cuando en Italia empieza a despuntar un ciclista que puede discutir su dominio: un tal Fausto Coppi. Durante la guerra, la actividad ciclista se reduce al mínimo. Bartali aprovecha para casarse. Y para llevar a cabo un trabajo secreto que no se supo hasta mucho tiempo después (y que os contaré un poco más adelante).

En 1945 se reanudan las competiciones. Pese a su veteranía, sigue siendo un dominador. Lo que pasa es que, como os contaba antes, Fausto Coppi irrumpe en el panorama internacional. De hecho, había sido el ganador del Giro de 1940, ya con la Guerra empezada. Comenzaba entonces una de las mayores rivalidades de la historia del ciclismo.

Coppi y Bartali se repartieron victorias pero en el primer Giro tras la guerra, en 1946, la victoria es para el toscano. Al año siguiente, Coppi es el que  triunfa en la ronda italiana. Y repiten la jugada en el Tour. Bartali gana el del 48 (diez años después del primero) y Coppi el del 49.  La rivalidad se prolongó una vez empezada la década de los 50. Fue en el Tour del 52 cuando, por ejemplo, se produjo una de las fotos más famosas de este deporte. Ambos circulaban solos por el Galibier. En la foto, se ve cómo Bartali le da un bidón de agua a Coppi. Al difundirse la foto, salta la duda: ¿Quién ayudó a quién? ¿Bartali se la da a Coppi o se la está devolviendo tras beber? Ninguno de ellos quiso revelarlo, así como tampoco el fotógrafo. Bartali, en la foto, lleva dos bidones, mientras que Coppi no. Para algunos, es la clave de que es Coppi el que fue el generoso. Sea como fuere, la foto también reveló otra certeza: ambos eran rivales, representaban dos conceptos diferentes, pero eran amigos.

Bartali, en 1963 (WIKIPEDIA).

Bartali, en 1963 (WIKIPEDIA).

Bartali se retira en 1954. Seis años después, recibe con dolor la muerte de Coppi tras contraer malaria en un viaje a África. Monta después un equipo ciclista, se dedica a comentar carreras en la RAI y a comercializar vino de su tierra. El 5 de mayo de 2000, con 85 años, un fallo cardíaco acaba con su vida. Se iba una gigantesca leyenda del ciclismo, una marcha que conmocionó al mundo… y eso que aún casi nadie sabía qué hizo Bartali durante la II Guerra Mundial.

Curiosamente, Bartali siempre había sido considerado un ciclista cercano al régimen fascista. Precisamente esta idea le benefició. Con la guerra en marcha, el arzobispo de Florencia, Elia Dalla Costa, se pone en contacto con Bartali, devoto católico, para pedirle un favor. Lo necesitan para formar parte de una red dedicada a salvar a judíos del Holocausto. El papel de Bartali era el de correo. Con la tapadera de sus entrenamientos, su tarea era transportar fotos y documentos falsos desde sus lugares de confección hasta sus destinos. Estos documentos servían para salvar a judíos de una muerte segura. La fama de Bartali le permitió pasar totalmente desapercibido y su impagable labor le salvó la vida a 800 judíos. El hijo de uno de los miembros de la trama fue quien descubrió, en los papeles de su padre, la labor silenciosa de Bartali y quien la hizo pública. Por ello, en 2013, fue elegido ‘Justo entre las Naciones’ por la Yad Vashem, la institución con sede en Israel que mantiene viva la memoria del Holocausto. Sin duda, un valiosísimo último premio para uno de os más grandes ciclistas de la historia.

Os dejo con un maravilloso (como siempre) reportaje de Informe Robinson sobre Bartali:

No os olvidéis que el domingo volvemos.

Quién fue… Johann Trollmann, la trágica historia de 'Rukeli'

La de hoy es una impactante historia, de una época siniestra de la que hemos hablado en varias ocasiones. Os traigo el relato de la vida de Johann Trollmann.

Hannover, Alemania, 27 de diciembre de 1907. En el seno de una familia de etnia gitana que había abandonado el nomadismo nace Johann Wilhelm Trollmann. Es un niño escuchimizado y se gana el nombre de ‘Rukeli’, que en la lengua de los gitanos centroeuropeos significa «árbol joven«.

Empezó a boxear de niño en el club Heros de Hannover y poco a poco, gracias a un entrenador judío llamado Erich Seelig, se hizo con un nombre, ganando cuatro campeonatos regionales y participando en los nacionales. Estos éxitos le valieron ser seleccionado para los Juegos Olímpicos del 28 en Estocolmo, pero finalmente, por su raza, le fue prohibido participar. En su lugar fue un tipo de Hamburgo al que ya había noqueado Trollmann. La excusa que le dieron fue bastante surrealista: su estilo no era suficientemente alemán.

Al año siguiente se trasladó a Berlín y se hizo profesional. A pesar de su escasa corpulencia, compitió en los semipesados y gracias a su velocidad en el ring y a su juego de piernas, pudo hacer frente a auténticos matones. Llegados a este punto, en 1933 (el año en el que Hitler accedió al poder), a Trollmann se le presentó la oportunidad de competir por el título alemán. Su oponente era un tiparraco llamado Adolf Witt, un pegador más grande que el propio Trollmann. No era la primera vez que se enfrentaban. En sus tres combates anteriores, cada uno de ellos había ganado un combate y hubo un empate.

Trollmann era ya famoso en la Alemania de su época: su juego de piernas había sido bautizado como «El Baile de Trollmann» y encima las mujeres acudían por decenas a sus combates, atraídas por su racial aspecto.

El combate se celebró el 9 de junio de 1933 en la Bockbrauerei de Berlín. Rodeado de dirigentes nazis y con Witt como favorito, Trollmann puso en práctica sus técnicas: rapidez, juego de piernas y velocidad ante el torpe Witt. Encima, nuestro héroe se atrevía a hacer burlas a Witt e incluso a comentar el combate con los espectadores de las primeras filas. Mientras, Trollmann iba impactando golpes sobre Witt y al final del combate, el pequeño gitano estaba tan fresco como al principio y Witt ensangrentado. Llegó el momento de dar el resultado del combate, que todo el público creía que iba a ser para Trollmann, y tras una clara manipulación nazi, se declaró empate nulo. El escándalo fue mayúsculo y tras las vehementes críticas del público, los jueces se vieron obligados a nombrar campeón de Alemania a Trollmann, que no pudo evitar llorar de emoción.

Precisamente por eso, a la semana del combate, le llegó una carta de la Federación Alemana anunciándole que le quitaban el título por «comportamiento vergonzoso» (por llorar, vamos). La prensa especializada apoyó tan injusta decisión, ya que consideraban que los campeones de boxeo «no corren».Rukelie01

Para acabar con la fama de Trollmann, las autoridades decidieron meses después organizar un combate con Gustav Eder, un boxeador pronazi famoso por la potencia de sus golpes. Para que el resultado fuera satisfactorio, la Federación exigió a Trollmann que ¡no se moviera en el ring!, ya que si lo hacía sería revocada su licencia. La idea era que Eder pudiera golpear tranquilamente al joven gitano para que la raza aria prevaleciera. Pero no tenían ni idea lo que Trollmann tenía preparado.

Llegó el día del combate y cuando entró nuestro héroe al ring, todo el mundo quedó en silencio. Trollmann se había decolorado el pelo y tenía el cuerpo cubierto de polvos de talco. El mensaje era claro: «¿Así os parece que soy más alemán?». Trollmann, por otro lado, obedeció las consignas de la Federación: Se quedó quieto en el centro del ring y aguantó los puñetazos de Eder hasta que en el quinto asalto cayó derrotado.

Ese fue, en sentido estricto, el final de Trollmann como púgil profesional. Siguió peleando, pero ya no era él. La Federación le prohibió usar su estilo y estaba obligado a pelear quieto. Y por si fuera poco, cuando iba ganando los combates, en las pausas un funcionario del partido se acercaba a su esquina y le advertía: «¡Gitano, túmbate! ¡Túmbate o iremos a por tu familia!». Esta insostenible situación le obligó a pelear en ferias y circos. Cuando esto llegó a oídos de la Federación Alemana, su licencia fue revocada. Era 1935. Al año siguiente, Trollmann, que estaba casado con hijos, se divorció para que sus hijos pudieran cambiar de nombre y tener una esperanza en la vida. Las cosas se fueron torciendo y en 1938, una ley equiparó a los gitanos con los judíos y Trollmann, como muchos otros de su raza, fue esterilizado.

Al año siguiente, Johann Trollmann fue obligado a alistarse en el Ejército y fue enviado al terrible frente del Este, a vérselas con los soviéticos en unas condiciones penosísimas. Sobrevivió, no obstante, a la guerra, y en 1942 pudo disfrutar de un permiso y regresar a Alemania. Pero las cosas irían peor.

Al poco de llegar a casa, la Gestapo lo detuvo y lo envío al campo de concentración de Neuengamme, cerca de Hamburgo. Se convirtió en el preso 721/1943. Para su desgracia, los guardias del campo de concentración se enteraron de que era boxeador y concibieron una forma de tortura que para ellos era divertida. Tenían malnutrido a Trollmann y sólo le daban más de comer si perdía por KO en los combates que se organizaban en el campo. Y aquí, en principio, se acaba la historia de Trollmann, porque trascendió que en 1943 falleció. La versión oficial que dieron los nazis es que murió de forma natural. Otra decía que le habían disparado. La verdadera causa fue mucho peor.

Hace poco, un periodista llamado Roger Repplinger reveló las verdaderas circunstancias de su muerte, que tuvo lugar en 1944. Al parecer, le organizaron un combate contra otro recluso llamado Emil Cornelius. La particularidad es que este Cornelius era un kapo, que en el argot es el nombre que recibían los presos que colaboraban con los nazis y hacían de espías internos. Trollmann cometió el error de noquear a Cornelius delante de los guardas. Éste, enrabietado por la humillación, agarró un madero y apaleó hasta la muerte a Trollmann, ante la mirada impasible e incluso las burlas de los guardas, que ni se inmutaron al ver el cadáver ensangrentado de el ex campeón de Alemania de boxeo tirado en el barro.trollmann

Tuvieron que pasar casi 60 años para que la figura de Johann Trollmann fuera reconocida. La Federación Alemana de Boxeo reconoció su título en 2003 y a sus descendientes les fue entregado el cinturón de campeón. Además, en la ciudad de Hannover hay una calle con su nombre y en Hamburgo, frente a lo que fue el gimnasio donde ganó algunas de sus más memorables peleas, hay una placa que lo recuerda. En Berlín, por último, en concreto en el parque Viktoria, en el distrito de Kreuzberg, hay otro monumento dedicado a la memoria de Trollmann (en la foto). Se trata de un ring semihundido que recuerda la figura de uno de los deportistas más vilipendiados de la Alemania nazi, con una placa en su honor.

Y en su honor, amigos, escribo este artículo: va por ti, Rukeli.

Os dejo un reportaje de la televisión alemana sobre Trollmann. En él entrevistan a su hija y hay algunas escenas dramatizadas de su vida. Está en alemán, pero sólo por las imágenes merece la pena:

Que paséis un buen fin de semana.

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