Me vais a decir que soy una pesada porque siempre digo lo mismo, pero es que es lo que es: hace más de 20 años ya de aquel estreno revolucionario que fue Gran Hermano; aquel que nos dijeron que era un «experimento sociológico» (ja, ja, ja, ja, ja, ¿os acordáis?) para que pudiéramos verlo tranquilamente sin sentir vergüenza por habernos convertido en un país de abiertos voayeurs.
En su primera edición brotaron nombres que quedaron calados en el recuerdo, y algunos con chascarrillo incorporado. María José Galera y Jorge Berrocal se enamoraron para siempre en una semana (y se desenamoraron igual de rápido después), al pobrecito «alguien le puso la pierna encima para que no levantara cabeza», y el trío Ismael-Iván-Íñigo formó su particular mafia y así bautizaron a la perrita que entró en la casa a hacerles compañía: Mafi.
En aquella ocasión, cuando todavía aquello colaba como «experimento sociológico» y no como la versión extendida de Tronistas in da house, se erigió como flamante ganador un joven y locatis Ismael Beiro. ¿Puede que hubiera ganado Ania Iglesias de no haber sido por Íñino, «el del polo verde»? Puede. Quién sabe. La cuestión es, amiguis, que ganó Ismael. Tenía entonces 26 años. Acaba de cumplir 47.