Hace unas semanas supimos que Ethan Hawke vendrá a España a mediados de septiembre para recibir el Premio Donostia de este año, en el Festival de Cine de San Sebastián.

Será un inmenso placer tenerle tan cerquita. El actor recibirá el galardón el sábado 17 de septiembre, y después proyectarán su última película, un remake de Los siete magníficos por el que, confieso, no siento demasiada emoción. No soy nada partidaria de reinventar los clásicos, como han hecho con Ben-Hur, pero creo que le daré una oportunidad. Al fin y al cabo, el famoso western no fue más que otro remake de una gran película japonesa, Los siete samuráis, de Akira Kurosawa.

Los siete magníficos será el regreso de Ethan Hawke al cine de palomitas, le veremos de nuevo una gran producción de Hollywood. Hacía mucho tiempo que no hacía películas comerciales, lejos de su habitual circuito indie.

Con cuatro nominaciones a los Oscar (dos de ellos al mejor guión) Ethan sin duda demostrará que es un señor actor de los pies a la cabeza, como ya hizo en Antes que el diablo sepa que has muerto, Boyhood o en Trainning Day.

Pero tengo que reconocer que yo caí a sus pies muchísimos años antes, con la película Exploradores (1985).

Yo entonces era una niña más o menos de su edad, lo que hubiera dado por vivir una aventura como la suya junto a River Phoenix, construyendo mi propia nave espacial casera para salir fuera del planeta Tierra.

 

Los años pasaron, mientras él crecía y yo crecía. Cada película que veía de él dejaba de verle como mero objeto de la portada de la Super pop y empezaba a descubrir al actor que había en él, empezando por El club de los poetas muertos (¡oh, capitán, mi capitán!).

También estaban Colmillo Blanco, ¡Viven!, Antes del amanecer, Reality Bites, Gattaca…

Gattaca fue algo muy grande para mí, la demostración de que cómo se podía hacer una película de ciencia ficción con poco presupuesto gracias a un gran guión. Ethan Hawke, Uma Thurman y Jude Law están enormes.

Fue precisamente en el rodaje de Gattaca, en 1997, donde Ethan Hawke conocería a su futura mujer: Uma Thurman. Al año siguiente y después de que Ethan tuviera que proponerle dos veces matrimonio, los dos actores se casaron. Un año después nació su primer hijo: una niña llamada Maya Ray Thurman-Hawke. Cuando su hija nació él tenía 27 años y ella 28.

Cuatro años después, en 2002, llegó Levon Roan, su segundo hijo. Todo parecía miel sobre hojuelas, los dos tenían dos preciosos hijos, compartían profesión y hasta ideas políticas: apoyaban de forma pública y notoria al partido demócrata en Estados Unidos, el aborto y los derechos de los homosexuales. Sin embargo las cosas no iban bien entre ellos.

En 2003 se separaron y al año siguiente solicitaron el divorcio. De cara a la galería su ruptura se debió a sus apretadas agendas de trabajo sin embargo las malas lenguas apuntaron a la infidelidad, tanto de ella como de él.

Uma acababa de protagonizar la doble entrega de Kill Bill y se rumoreaba que Tarantino y ella tenían una complicidad muy, pero que muy íntima.

Aunque los dos negaron que hubiera habido nada entre ellos, el director de Pulp Fiction terminó confesando sin rubor en una entrevista con Oprah Winfrey  que «algo de eso hubo» cuando la presentadora le preguntó si existió «una traición de algún tipo» durante el matrimonio de la actriz. «Estábamos pasando por momentos difíciles y tú sabes cómo son las cosas y cómo la gente se comporta y cómo expresa su infelicidad», aseguró.

Al parecer, cuando Ethan sospechó de la relación de su mujer con Tarantino se lanzó a consolarse en los brazos de la modelo canadiense Jen Perzow, incluso algunos medios apuntaron a un affaire con Angelina Jolie, antes de que esta irrumpiera en el matrimonio entre Brad Pitt y Jennifer Aniston.

De cualquier forma el divorcio debió de ser traumático. Cuando el largo proceso comenzó (2004) Ethan presentaba su película Antes del atardecer, en la que también participaba como guionista. En ella, interpretaba de nuevo a Jesse, el joven viajero de interrail, en su reencuentro nueve años más tarde con el personaje que interpretaba Julie Delpy. En la película Ethan interpretaba a un hombre infeliz en su matrimonio con una mujer con la que se casó porque estaba embarazada de él. Casualmente (o no) Uma Thurman estaba embarazada de siete meses cuando se casaron. Como su personaje en Kill Bill.

También Ethan tenía su química con Julie Delpy, podría haber alimentado más rumores, pero no fue así.

La actriz francesa es una buena amiga, tanto como Bryan Singer, al que Ethan conoce desde su niñez.

Sin embargo las revistas del corazón tenían más carne para el asador: Ethan se enamoró de la niñera de sus hijos, una estudiante llamada Ryan Shawhughes. Mantuvo con ella una relación secreta de varios años mientras terminaba de tramitar su divorcio con Uma Thurman. Finalmente se casaron en 2008, y ¡tachán! ella también estaba embarazada.

Pocas semanas después de la boda nació su hija en común, Clementine Jane. Tres años después llegó su segundo retoño en común: la pequeña Indiana.

La vueltas que da la vida. Finalmente Ethan parece que ha encontrado junto a Ryan la estabilidad emocional.

En todos estos años, mientras el actor se volcaba en el cine independiente, también se ha convertido en un dramaturgo excepcional.

Ha dirigido, escrito y protagonizado numerosas obras de teatro, y ha destacado especialmente en el circuito off-Broadway, donde consiguió una nominación a los Premios Tony por su interpretación del anarquista ruso Bakunin en una obra de ocho horas de duración, La costa de utopía.

Ethan, ocho horas en el teatro. ¡Ocho horas!

Esta faceta suya sobre las tablas es tan poco conocida en nuestro país como la de escritor, que fue su primera vocación. Ethan cuenta con dos novelas, The Hottest State (1996), llevada al cine por el propio actor en 2006, y Ash Wednesday (2002), que fue mejor recibida que la primera.

Para escribir ambas novelas hizo un parón en su carrera cinematográfica. Se lo tomó muy en serio. Ash Wednesday (Miércoles de ceniza), un drama áspero sobre un soldado desertor y su novia embarazada, recibió numerosos elogios, destacaron al actor como «un novelista con dones innatos y un ojo agudo» y alabaron su «voz y la imaginación para crear individuos complicados».

Me pica la curiosidad, lo reconozco. Después de una prolífica carrera en la gran pantalla, Ethan mantiene los pies sobre la tierra: «La verdad es que nunca he querido ser una estrella de cine y he sido muy claro al respecto», asegura.