Las intervenciones estéticas no siempre son para bien. Mickey Rourke, Meg Ryan y Reneé Zellweger son una muestra de ello. También fue el caso de Nicole Kidman.
Yo la vi por primera vez en el cine en Los bicivoladores, esa oda a la generación de las California, las BMX y las Cross MX. Con su melena rizada pelirroja, era la única chica en un grupo de chicos y muy atrevida, me encantaba. Era fresca, natural… Y lo fue durante mucho tiempo.
Hasta que el botox llegó a su vida. Entonces se convirtió en una pico-pato, en una máscara inanimada, en un glaciar, decían muchos. Me da pena ver cómo una buena actriz pierde todas sus facultades de esa forma, en un esfuerzo inútil por detener el tiempo.
Ella, que derrochaba arte y belleza a partes iguales en películas como Retrato de una dama, Los Otros, Eyes Wide Shut o Moulin Rouge… Ella, que ganó el Oscar por su impresionante transformación en Virginia Woolf en Las horas, con tal afán perfeccionista que aprendió a escribir con la mano derecha, ya que ella es zurda.
Nicole Kidman tuvo que luchar mucho tiempo para salir de la alargada sombra de Tom Cruise y demostrar que era una buena actriz, y para mí lo ha conseguido con creces. Me gustó mucho en Moulin Rouge, y eso que no es su mejor película, ¡pero es taaaan bonita!!
Lamentablemente, lo que hizo con su cara le pasó factura, al menos a sus cualidades interpretativas. Ya en La brújula dorada producía cierto repelús pero me resultó especialmente horripilante en la película Australia, junto a Hugh Jackman. Y en algunas otras que hizo después.
Por suerte para ella, esto no ha supuesto ningún parón en su carrera y continuó adelante con Nine, la miniserie Hemingway & Gellhorn, el biopic Grace de Mónaco, Paddington y La reina del desierto.
Mi sorpresa fue enorme cuando, hace poco, vi unas imágenes recientes de ella. «La cirugía no es para mí, desafortunadamente probé con el botox pero lo he dejado y ahora puedo mover mi cara de nuevo«, confesó en una entrevista televisiva.
Verdaderamente el cambio no es rotundo y creo que lo que hizo no es totalmente reversible pero sin duda ahora se puede atisbar a la Nicole Kidman que fue.
Juzgad vosotros mismos:
Nicole parece haber vuelto a la vida (gestual), parece muy feliz y con su carrera viento en popa. Este noviembre se estrenará la película Lion, junto a Rooney Mara, en la que Nicole interpreta a la madre adoptiva de Dev Patel (Slumdog Millonaire), un niño indio que pierde a su familia en las calles de Calcuta y años después trata de volver a encontrarla.
Y en 2017 estrenará tres películas: The Killing of a Sacred Deer (La muerte del ciervo sagrado), un drama en el que compartirá cartelera con Alicia Silverstone y Colin Farrell; How to Talk to Girls at Parties (Cómo hablar a las chicas en las fiestas) una delirante propuesta del escritor británico Neil Gaiman (Star Dust, Sandman) y finalmente The Beguiled, una película sobre la guerra de la Secesión en la que se pondrá a las órdenes de Sofía Coppola.
Además la veremos junto a Alexander Skarsgård, Laura Dern y Reese Witherspoon en una nueva serie de televisión, Big Little Lies, que también se estrenará el año próximo.
En el terreno emocional no le podría ir mejor. Parece que ha encontrado al amor de su vida en el cantante de country Keith Urban, australiano como ella, al que conoció en 2005 en una cena organizada por el gobierno australiano en Los Ángeles. Empezaron a salir unos seis meses después y se casaron por todo lo alto en Sidney en junio de 2006: su boda se convirtió en un evento de primer orden en Australia.
Hasta entonces Nicole todavía parecía incapaz de superar su divorcio de Tom Cruise, que le llegó por sorpresa (las malas lenguas dicen que ciertos miembros de la Cienciología presionaron al actor para que dejara a su entonces mujer, debido a que ella era católica).
Una pena, porque me gustaban mucho como pareja, especialmente en Un horizonte muy lejano. Juntos adoptaron a dos niños, Isabella y Connor, que se quedaron bajo la tutela de su padre (y de la Cienciología) tras el divorcio. Por cierto que Isabella, a la que se conoce como Bella, se casó el pasado marzo sin invitar a sus padres, y es que al parecer la joven quiere vivir una vida del todo independiente.
Nicole regresó a su Australia natal y allí vive ahora junto a su vaquero y sus dos niñas biológicas, Sunday, —que según Nicole fue concebida gracias a unas ‘aguas de la fertilidad‘— y Faith, nacida a través de la subrogación.
Nicole asegura que el amor que siente por Keith es muchísimo más grande que el que sintió por Tom Cruise. Keith, por su parte, arrastra un pasado de drogas y alcohol que superó gracias a Nicole y la verdad es que da gusto verlos.
Se les ve completamente compenetrados y felices como pareja y hacen de cada aparición en la alfombra roja un catálogo de arrumacos y miradas amorosas.
La vida les parece sonreír, y solo una cosa enturbió su felicidad: en septiembre de 2014, el padre de Nicole Kidman, Anthony Kidman, al que ella adoraba, fue hallado muerto en un hotel de Singapur, país donde se encontraba visitando a su otra hija, Antonia, y a sus nietos.
Al parece la muerte se produjo por una caída y aquello dejó devastada a la actriz.
Pero la vida continúa, y Nicole encara ahora una nueva y emocionante etapa profesional, ¿qué opináis? ¿La veis mejor? 😉