No sé si estabais preparados para esto, mi susto ha sido importante. ¿Cómo que 20 años del Papi chulo, si fue el otro día?
Año 2003, los albores del reguetón en el Viejo Continente. Varios años antes de que «a ella le gustara la gasolina», Lorna nos trajo este hit del verano, tan apocalíptico como inevitable. Llegó aquí tres años después de haber sido lanzado en Latinoamérica, vendió millones de copias y su calado fue tal que después de Lorna la RAE introdujo «papichulo» en el diccionario, como sinónimo de «hombre deseable por su atractivo». Nadie, NADIE, se resistió a bailarlo. Podía gustarte o podías odiarlo, daba igual, que, bailar, lo bailabas.
La panameña Lorna Zarina Aponte, que se mueve por el urban y el dance como Pedro por su casa, acaba de cumplir 40 primaveras (precioso número) y, aunque hay quien la da por desaparecida (corrieron incluso rumores de que había fallecido por una sobredosis). Pero nada más lejos.
Después de Papichulo, publicó el álbum La mami chula en 2008 y Más sexy que nunca en 2009.
Ha ido sacando un goteo de novedades que han pasado por Llueve, en 2012, o Reguetón 2015, hasta el reciente Tamo Loco, el año pasado, en el que recupera su más clamoroso éxito.
Lo último de lo último, Van Duro, se puede escuchar en Spotify. Hace apenas unos días, decía en su perfil de Instagram que «Nuevos sueños nuevas metas, lista pa’ comerme al mundo»