Me acordé de ella el otro día cuando estaba hablando del protagonista de la primera peli de El lago azul. Ya sabéis, esa serie de tres películas de mozuelos rozando el incesto en una isla desierta que, al final, lo que hace es erigir (o intentar erigir) a unos jóvenes incautos en nuevos iconos del deseo. Y esto les salió bien (con ellas) en las dos primeras pelis: en la segunda era Milla Jovovich la afortunada y, en la primera, allá en 1980, era Brooke Shields quien, por cierto, tenía quince añines de nada.
Muchas veces se tiene el de Emmeline Lestrange como el primer referente de la carrera interpretativa de Brooke Shields. Sin embargo, ese hito del cine donde aparece tan convenientemente despelotada casi es la culminación de algo que empezó a volverse turbio poco antes, si prestamos atención a Tú y yo solos, niña, en la que es Kate, una «loca adolescente fugitiva perseguida por unos traficantes de droga» a quien rescata George Burns. O a Wanda Nevada, del 78 y con con Peter Fonda, en la que Wanda (Shields) es «una huérfana de extraordinaria belleza» que el protagonista gana como premio en una partida de póker y se lleva a por ahí a buscar oro.

Imagen de ‘Wanda Nevada’
El caso es que el papel en El lago azul hizo su trabajo: Shields se convirtió definitivamente en un icono sexual adolescente… Y no adolescente.
Durante el resto de los ’80 hizo mucho cine y algo de serie B, pero llama la atención cómo, en cuanto su rostro de niña se convirtió en el de una mujer (hablamos de la primera mitad de los ’90, con una Brooke que contaba 25-30 años), quedó prácticamente descartada del cine y «relegada» a la televisión.
De ahí que, en el ’96 (referente temporal: Friends estaba en su segunda temporada), volviera a aparecer «triunfal» al protagonizar su propia serie: De repente Susan.
De repente Susan emitió casi un centenar de episodios entre el 99 y el 2000, tiempo durante el cual nuestra protagonista de hoy volvió a asomar la nariz por la gran pantalla, en alguna producción como El soltero o Casi todas las mujeres son iguales. Metidos ya en el nuevo milenio, tras terminar Susan, quedó claro que a Shields el futuro le esperaba en las series.
Tuvo algunos episódicos en series de tirón como Aquellos maravillosos 70, Nip/Tuck o Dos hombres y medio, y se hace necesario decir que aparecía como la madre de Miley en Hannah Montana, pero sin duda su siguiente papel a medida fue el de Wendy Healy en Mujeres de Manhattan (Lipstick Jungle), de la misma creadora de Sexo en Nueva York.
Mujeres de Manhattan cerró tras dos temporadas de solo 10 episodios cada una en 2009, y desde entonces lo cierto es que cuesta encontrar cosas reseñables en su trayectoria.
Ha bailado de una a otra serie, consiguiendo reunir siempre menos de una docena de capítulos, a una velocidad y frecuencia que casi da vértigo. Desde Army Wives hasta Ley y orden pasando por El show de Michael J. Fox, cuesta mucho encontrar a una Brooke protagonista. Se ha metido a ser la voz de algunos personajes animados, en Mr. Pickles, por ejemplo, o en Galaxia creativa, pero incluso ahí sus personajes son poco recurrentes.
En definitiva, que parece que a le pasa un poco lo que a los Ramones: su nombre es -mucho- más grande que su obra. Pero, ¿queréis saber mi opinión? Que bastante es que se mantiene cuerda, porque había juguetes abandonados de Hollywood y, después, estaba Brooke Shields.

Brooke Shields en Southampton, New York, en 2020 (GTRES)
Brooke, que se define como actriz y escritora (ha publicado algunos cuentos infantiles y un par de libros de narrativa, entre ellos el Bestseller del NY Times There Was a Little Girl, una autobiografía donde cuenta la relación con su madre) y reúne más de un millón de seguidores en instagram, ha contado hace poco que se ha roto el fémur en un accidente (del que no ha querido dar detalles) y que ahora mismo se encuentra recuperándose «poco a poco».