«El manga y el anime es violento y tiene un alto contenido sexual. No es adecuado para los niños»… Esto se puede oír a menudo entre las personas que no conocen este mundo, además de otra afirmación en la que se relaciona esta afición con las personas frikis, en el sentido más despectivo de la palabra.
Porque, ¿qué es friki? ¿Una persona con una afición? Los futboleros, los amantes más fervientes del cine, los apasionados por la lectura… ¿Qué es friki? ¿Una persona, por así decirlo, extraña? Para eso habría que definir qué es «normal», un término que adoptarlo al pie de la letra me parece más aburrido que otra cosa…
Pero lo cierto es que el desconocimiento es el fundamento más grande para estas afirmaciones, pues el manga y el anime no es sino otro estilo de cómics y series animadas, respectivamente. Igual que hay ficciones románticas, policiacas o con temática política, hay obras japonesas de amor, más infantiles, con una trama adolescente, seria, de fantasía o de acción.
Solo hay que interesarse un poco para descubrir que el manga y el anime acoge bajo su sombra a cualquiera y es un mundo para toda persona que lo quiera conocer, pues puede ofrecer una interesante y apasionante historia que no solo puede sorprender, sino enamorar a sus lectores y espectadores.
De hecho, estamos más que acostumbrados a tener animes en la televisión, casi sin darnos cuenta. Shin Chan, Doraemon o Dragon Ball son series japonesas que todo el mundo conoce, pero también lo son míticas obras como La familia crece, Sailor Moon, Candy Candy, Chicho Terremoto, Heidi o Marco.
El gran arsenal de títulos que existen demuestra que hay mangas y animes para todos los gustos, entre el que destaca también el sinfín de películas de animación como las de Studio Ghibli que también acercan esta cultura a un público más general.
Pero además de la variedad, algo que contiene esta industria que se dirige a un amplio rango de lectores y espectadores son los valores que transmiten muchas de sus obras. Hay series más violentas englobadas dentro del género seinen, contenido erótico y sexual en el ecchi o el hentai, pero también hay animes y mangas más suaves con moralejas tan necesarias como la importancia de la amistad, la autoaceptación y la tolerancia o la representación de la diversidad.
El shonen es una de las categorías más populares, series dirigidas principalmente a adolescentes en su mayoría con peleas, pero también con aventuras y comedia. Y en este género se engloban ficciones como One Piece, una obra que voy a usar para demostrar los valores que pueden transmitir el manga y el anime.
Hay que pelear por lo que es justo
Con casi 500 millones de copias vendidas en el mundo, One Piece tiene el récord Guinness al cómic más editado. No en vano, su autor, Eiichiro Oda, lleva publicándola desde 1997 ininterrumpidamente y va camino de los 1.000 episodios y los 100 volúmenes, por lo que su popularidad es más que demostrable.
Y este éxito no es casualidad, pues esta serie está cargada de elementos que la hacen especial como las aventuras, los personajes carismáticos o la historia épica y bien hilada de principio a fin.
Luffy es un pirata que quiere reunir su propia banda y encontrar el gran tesoro One Piece del fallecido Rey de los Piratas Gol D. Roger, pues quien lo encuentre se convertirá en el hombre más libre del mundo y el nuevo Rey de los Piratas. En su camino, este protagonista, con poderes de goma, se encontrará con amigos y compañeros a los que él llama nakamas, personajes que se unirán a su banda y con los que formará casi una familia, apoyándose los unos en los otros.
Es evidente que la trama rezuma aventuras, pero parte de un planteamiento curioso: son piratas, pero no son ladrones, criminales o saqueadores; son piratas buenos y se enfrentan a ese estereotipo allá donde van. Por ello, isla que pisan, isla en la que no se fían de ellos por su condición de bucaneros, pero Luffy y su banda, los Sombrero de Paja, tardan poco en demostrar que están allí para ayudarlos y salvarlos de los villanos que aterrorizan sus tierras.
Esta tripulación se enfrenta a innumerables peligros, aunque muchos de ellos los podrían evitar, pero no lo hacen porque son incapaces de ignorar las injusticias. El capitán, lejos de visitar islas y seguir su camino, se sumerge en los problemas de la gente y se enfrenta a piratas que dominan tierras con el poder que le ha dado el Gobierno, malvados monarcas que reinan gracias a borrarles la memoria a sus ciudadanos o falsos Dioses que controlan a los habitantes de su territorio.
A Luffy no le tiembla el puño a la hora de impartir justicia. Es un joven delgado y aparentemente estúpido, pero su imagen contrasta con lo poderoso e idealista que es. Pero, eso sí, por muy fuerte que sea, no es de los que se mete en peleas sin razón. Él siempre lucha por una causa: ya sea salvar una isla, proteger a sus nakamas o avanzar en su camino a ser el Rey de los Piratas. De hecho, se le ha visto incluso soportar una paliza por parte de unos matones borrachos que lo único que hacían era el payaso, matones a los que solo venció después de que se metieran con sus amigos.
Por ello, se podría decir que en esta serie, la violencia (no es de las más violentas, de hecho pocos personajes mueren y la sangre no es del todo abundante en sus escenas) no es exagerada y le intentan dar una justificación.
Problemas reales de la sociedad llevados a la fantasía
Además, One Piece es una serie que extrapola el mundo real al universo de la serie con tramas como la esclavitud o el racismo. Hay personas que se dedican al tráfico de personas, y los nobles compran a estos humanos para tenerlos como sirvientes. Estos personajes adinerados y poderosos están en el escalafón más alto de la sociedad, pero eso no le importa nada a Luffy, quien no soporta ver cómo se vapulean por su condición de intocables y, sin importarle provocar una batalla contra la Marina, defiende a su amigo de ellos con un recordado y épico puñetazo.
El concepto de la esclavitud es recurrente en la serie, pues todos los esclavos están marcados con un símbolo en sus cuerpos, algo que incluso han llevado algunos enemigos del protagonista. Estos villanos se avergonzaban de esta marca, ¿pero qué hizo Luffy cuándo vio que sus rivales estaban a punto de mostrar en público esta vergonzosa señal? Dejar de pelear y ayudarles a taparla.
Otra de las razas de One Piece son los gyojin, u hombres pez. Tritones y sirenas de distintos tipos que viven en una ciudad a 10.000 metros de profundidad por la histórica discriminación de los humanos hacia ellos. Pero, a la vez, también son una raza peculiar y muy cotizada como esclavos, por lo que hay una gran cantidad de gyojin con el símbolo en su cuerpo.
Fisher Tiger es un tritón que se dedicó a liberar esclavos y, posteriormente, creó la banda de los Piratas del Sol (luz que a penas pueden ver debido a que no viven en la superficie) e hizo un tatuaje de un sol encima de la señal de esclavo que atormentaba a muchos de los hombres y mujeres pez.
La amistad como protagonista
Pero si hay un valor destacable en esta serie de Eiichiro Oda ese es el de la amistad. Los nakamas son lo más importante, la familia de Luffy. Si el protagonista llama nakama a otro personaje, se puede olvidar de lo demás, es como si hubiera firmado un contrato de amistad irrompible y dará la vida por él si es necesario (y si no, que se lo digan a Vivi, quien sigue formando parte de la tripulación a pesar de no ir a bordo del barco).
Los fans disfrutan de lo lindo con este sistema, pues ha provocado que diferentes personajes se hayan ido uniendo a la banda durante sus más de 900 episodios, casi como si se tratara de un juego de rol al más puro estilo Final Fantasy. Pero además, todos y cada uno de estos miembros de la tripulación tienen su propia historia, personalidad y propósito no solo en la vida, sino en la historia, como si de diferentes piezas de un puzle se tratasen.
Se ha visto a Luffy derrotar a piratas que atormentaban pueblos para liberar a sus nakamas de un terrible peso o declararle la guerra al Gobierno Mundial para impedir que uno de sus miembros se sacrificara por el resto. Y, todo ello, sin nunca obligar a sus amigos a unirse a la banda u obligarles a permanecer en ella.
Además, todos y cada uno tienen su pasado, cosas terribles que han vivido y hecho y que quizá quieran ocultar. Eso al protagonista le da igual, no le importa conocer la historia de sus amigos, él no los juzga, solo los conoce y se fía de ellos ciegamente. Por ello, por mucho que uno de sus nakama parezca que los ha traicionado y sea malvado, él sabe que no es así y va tras él y lo defiende a ultranza, demostrando que tenía razón y su confianza no era infundada.
Además, Luffy hace alarde de no tener prejuicios, pues no le importa si su amigo es un esqueleto, un androide, un tritón o un reno humanoide que no encuentra su lugar en el mundo de los animales ni en el de los humanos, él no discrimina a nadie y sabe darle el sitio que le pertenece a cada uno de ellos.
En ocasiones, la mejor forma de enseñar y educar en valores es con el entretenimiento. Divirtiéndose es como mejor se aprenden las cosas y One Piece conoce esta fórmula a la perfección. Con elementos de fantasía, peleas y personajes extraños muestra situaciones tan reales e históricas como el racismo, la esclavitud, la importancia de tener amigos, la tolerancia o la justicia. Así que, que ahora venga alguien a decir que no es bueno que su hijo abra un manga de One Piece y no solo coja el hábito de la lectura, sino que aprenda todas estas cosas.