Como amante de las series de dibujos animados, puedo decir que Kipo y la era de las bestias mágicas es sin duda toda una revelación. Una ficción de Dreamworks digna de ver y amar. Y hasta que aquí podría llegar la crítica, porque no hace falta decir más.
Pero dejando a un lado la subjetividad del primer párrafo, parece necesario hablar un poco más de esta serie de 10 episodios disponible en Netflix desde el 14 de enero.
La protagonista es Kipo, una chica de 13 años que se ve obligada a escapar de la ciudad subterránea en la que vive tras el ataque de un simio gigante de la superficie. Kipo sale al exterior casi sin quererlo e intenta buscar desesperadamente una entrada a su madriguera y, sobre todo, a su padre. Pero tendrá que andar con cuidado, porque fuera vive un sinfín de animales mágicos de todo tipo: pequeños, gigantes, adorables, peligrosos…
Junto a ella van Lobita, Porki, Gaudio y Pupo, personas a cada cual más peculiar. Lobita es una huraña y desconfiada niña que siempre está alerta y preparada para el combate; Gaudio, un amante de la música y habilidoso compañero; Porki, un monísimo cerdo mutante de seis ojos y seis patas; y Pupo, un insecto demasiado pretencioso que no para de mudar la piel y cambiar de cuerpo, aunque nunca se convierte en su versión más fuerte cuando se le necesita.
Con esta mezcla de humanos y bestias mágicas, el grupo intenta, de una forma u otra, ayudar a Kipo, pero son perseguidos por el malvado Vilmagno, quien parece controlar a una gran cantidad de mutantes en el exterior y quiere seguir a la protagonista hasta la entrada a su madriguera para poder capturar y esclavizar a todos los humanos que allí viven.
Sin duda, una historia que plantea un mundo diferente, pero es que la animación no se queda atrás, pues la común excusa de un mundo postapocalíptico sirve para crear unos escenarios muy bellos, con ciudades llenas de flora y, por supuesto, una fauna peculiar compuesta por originales bestias mutantes.
Y además del disfrute visual, esta serie también destaca por su música. No solo porque Kipo toca la guitarra y se ve obligada a hacerlo en alguna ocasión puntual de la serie, sino porque la banda sonora está sumamente cuidada y tiene grandes temas trepidantes y cañeros. ¿Para cuándo el disco con la música de Kipo y la era de las bestias mágicas?
Y cuando creías que la serie no te podía sorprender más, da un golpe sobre la mesa haciendo un alarde de inclusividad al revelar con total normalidad que uno de los personajes es homosexual. Un detalle verdaderamente interesante teniendo en cuenta, por un lado, lo que supone hacer esto en una serie de dibujos animados y, por otro, la forma en la que se revela y la nula importancia que le dan el resto de protagonistas. ¡Bravo por Dreamworks!
Lo cierto es que el tráiler no me llamó demasiado cuando lo vi, pero no me arrepiento de no haberle hecho caso. De hecho, la primera temporada termina por todo lo alto y con una trama muy abierta, así que deseoso estoy de que llegue la segunda.