Se suele decir que un buen juego es aquel que no necesita tutorial, como Super Mario. Un fontanero a la izquierda de la pantalla con una aventura que vivir hacia la derecha. No hay más misterio. Y ahí lo tienes, más de 30 años y no ha envejecido ni un ápice.
Pues este blog es parecido, mueve hacia arriba la rueda del ratón y comienza a leer. Es sencillo… Aunque bueno, ya he tenido que explicarlo y, en realidad, hay alguna cosa más que contar. Porque, aunque Press Start sea lo que te dice el videojuego para empezar la partida, este blog es un cúmulo de muchas más cosas.
Quizá los artículos que haya aquí sean de lo más friki que vayas a leer: manga, anime, videojuegos, dibujos animados y demás películas y series de las que, por un motivo u otro, voy a hablar. Y es que, afortunadamente, he crecido pegado al mundo del entretenimiento y se podría decir que he mantenido las mismas aficiones toda mi vida.
El niño más friki
La NES fue mi primera consola, aunque en realidad era mi hermano porque yo era muy muy pequeño. Siempre he vivido relegado a ser el Player 2, pero yo era inmensamente feliz. De ahí pasamos a la Super Nintendo, donde conseguí hacerme con el mando y echarle horas a juegos como Super Mario AllStars, Goof Troop, Battletoads in Battlemaniacs, Street Fighter II, Tortugas Ninja IV: Turtles in Time o Mighty Morphin Power Rangers, entre otros. Sí, quizá he nombrado un catálogo un poco extraño, pero son los títulos más nostálgicos para mí y de los que guardo un mayor recuerdo.
La PlayStation y sus tres Crash Bandicoot (y el Team Racing) hicieron romper mi conexión con Nintendo, momentáneamente, porque lo mejor de ir haciéndome mayor fue poder comprarme mis propias cosas con mi paga. Largo pero efectivo, pues era el propietario de mis consolas y mis juegos, yo, todo un capitalista. Aunque algún que otro regalo videojueguil caía también. Y mi historia con los videojuegos se remonta hasta ayer, cuando apagué la PS4 para hacerme la cena. La Nintendo Switch, el ordenador y, por qué no decirlo, las consolas antiguas que aún conservo (que son casi todas) siguen siendo mis mandos habituales y una extensión de mí casi a diario.
Lo mismo sucede un poco con el anime, pues cualquiera ha visto de pequeño Heidi, Marco, Doraemon o Shin Chan, pero apenas notaba diferencia entre esas series y otras de dibujos de la tele. Hasta que llegó One Piece y sus escasos capítulos (aunque ya eran más de 100, que no está nada mal) comenzaron a repetirse en Telecinco. ¡No puede ser! ¿Podrá esta cosa desconocida llamada internet que hace un ruido horrible en el teléfono ayudarme a saber cómo sigue la serie? Y ahí estaba todo: aparecía con los protagonistas una tal Nico Robin (gran arqueóloga, mejor persona), humanos con alas, un Luffy con el pelo afro… «¿¡Qué leches me he perdido!? Tengo mucho trabajo que hacer».
Puede parecer incomprensible, pero mi yo de poco más de 10 años descubrió lo que se podría llamar «profundidad» en la series de dibujos animados y, a mayor escala, lo que es el anime. Entonces me di cuenta de que muchas series que había visto hasta ahora venían de Japón y no lo sabía. ¡Digimon era una de ellas! ¿Cómo he podido estar tan ciego? Una serie que me marcó tanto ahora resultaba que tenía muchas más temporadas, películas e incluso más videojuegos de los que había probado. O Slayers, algo que veía con unos 8 años y que es probable que apenas lo comprendiera. Y, además, todas o la mayoría de ellas estaban basadas en cómics llamados manga. ¡Que viva la lectura! Gracias por tanto, internet.
Bueno, ya me estoy enrollando mucho, pero conforme pasan los años veo que eso ha marcado más mis gustos y mi personalidad y, ahora, también mi profesión. ¿Sigo jugando a videojuegos como cuando era pequeño? Sí. ¿Sigo viendo anime y leyendo manga? Es más, ¿aún continúo One Piece? Pues sí. ¿También veo películas y series que un público mayoritario consideraría que no son para mi edad? Efectivamente.
Eso es algo que quiero demostrar en Press Start, que la palabra «normal» es solo eso, una palabra y un concepto que habría que dejar atrás. ¿Por qué lo mío es menos normal que lo tuyo? ¿Porque soy minoría? Quizá hay que detenerse y mirar con otras gafas para descubrir que es más fácil ampliar la mira de lo que se cree. Y es que, que una serie o película sea de animación no tiene nada que ver con que sea solo para niños. Dibujos como El asombroso mundo de Gumball, Teen Titans Go! o Gravity Falls se dirigen, aunque no lo parezca, a un público con un rango de edad muy variado. No en vano, la película Phineas y Ferb: a través de la 2ª dimensión llenó las salas en 2011 tanto con niños como con personas más mayores, y no solo eran los padres, también eran grupos de adultos que iban solos. ¡Me declaro culpable de ir a ver este filme dos veces al cine!
Poco más que añadir. Soy NikoJ, o Julio Plaza, como prefieras, y tengo unos gustos bastante variados (o no, depende de quién lo lea). Solo espero que con mis entradas en el blog dé a conocer ciertas obras interesantes a muchos de vosotros. O que compartáis alguna opinión de mis críticas. O que, simplemente, os planteéis darle una oportunidad a un tipo de obra a la que antes nunca le habíais echado el ojo. Y es que si mi padre, a sus más de 60 años, disfruta de animes, series de dibujos, algún que otro videojuego y ve semanalmente sus capítulos de One Piece subtitulados al japonés, ¿por qué el resto no?