Juan Carlos Escudier

Archivo de noviembre, 2007

ZP a Aznar: «¡A ver si nos vemos un día de éstos!»

Lo siento por el autor, Suso de Toro, pero lo más destacable de la presentación de su libro Madera de Zapatero, un pertinaz elogio del personaje en 235 páginas –“reconozco mi admiración por él y reivindicó el derecho a sentir admiración”-, ha sido la intervención del admirado y la reproducción que ha hecho del diálogo que mantuvo con Aznar tras la cumbre iberoamericana. Singularmente ocurrente, Zapatero ha explicado que, como no hablaba con Aznar desde la noche electoral de 2004, pidió a su ayudante confirmación de que, en efecto, era el ex presidente el que se encontraba al otro lado del teléfono. Aznar le llamaba para agradecerle su réplica a las descalificaciones de Hugo Chávez. “La conversación fue muy distendida”, ha dicho Zapatero. He aquí su trascripción:

Zapatero: ¿Qué tal Aznar?

Aznar: Te llamo porque quiero agradecerte la defensa personal que has hecho. Lo cortés no quita lo valiente..

Z: Lo he hecho porque son esos mis principios y porque era inaceptable (lo de Chavez, se entiende).- Zapatero confiesa que, después de tanto tiempo, se creyó obligado a no cortar así la conversación- Bueno, pues a ver si un día de éstos nos vemos-, añadió.

A: Tú eres el presidente. Llámame cuando quieras.

Hay que reconocer que Zapatero ha estado ocurrente. Ha dicho que lo primero que escuchó al regresar de su viaje fue a su hija mayor que, desayunando, le espetó: “¿Por qué no te callas?”. Y que fue consciente entonces de la trascendencia del episodio que había vivido en la cumbre.

En la narración del incidente diplomático, ha arrimado el ascua a su sardina. Al parecer, fue Zapatero el que le dijo al Rey que tras los exabruptos de Chávez contra Aznar, iba a tomar la palabra “porque no podemos permitir que esto siga así”. Con las mismas, pidió a Trinidad Jiménez que advirtiera a la presidente chilena, Michelle Bachelet, de que deseaba intervenir. “La España democrática no debía seguir impasible”, ha manifestado.

A su juicio, lo que hizo saltar al Rey no fueron los improperios de Chávez contra Aznar sino que no le dejara hablar y le interrumpiera constantemente. . “El Rey lo hizo de manera espontánea. (…) Entendió que debía darme un apoyo para que se pudiera escuchar la voz del presidente de España”. Finalmente, su resumen: «España ha dado respuesta adecuada a una actitud inadecuada».

De Ceuta y Melilla al 11-M

A diferencia de lo que ocurría con Aznar, cuyas relaciones con el Rey siempre fueron entre frías y glaciares, Zarzuela ha encontrado en Zapatero a un cómplice perfecto, atento a satisfacer las necesidades del monarca y de la institución aun a costa del sacrificio personal. Tras los aquelarres de fotos protagonizados por grupos independentistas y la campaña pro-abdicación alentada desde la emisora de los obispos, se imponía un acto de autoafirmación con baño de multitudes incluido, y esto ha sido precisamente lo que el Gobierno ha procurado al Rey en su visita a Ceuta y Melilla.

Del viaje, que ha provocado un grave conflicto bilateral con Marruecos de incierta resolución, los socialistas han sacado un barniz de españolismo militante que lucir frente al PP, pero no han podido evitar que, en parte, distraiga la atención respecto de una de sus grandes bazas electorales: la sentencia del 11-M. Con sus imperfecciones, el fallo ha desarbolado la teoría de la conspiración y ha puesto a los populares en retirada ante el evidente riesgo de que un segundo tropiezo en la misma piedra vuelva a hacerles perder las elecciones.

La prueba más palpable del deseo del PP de pasar página se vivió este martes durante la comparecencia en el Congreso del ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, para explicar la aplicación de las recomendaciones para combatir el terrorismo islamista emanadas de la comisión parlamentaria del 11-M. No fue tanto lo que los populares dijeron –que también- sino quien fue el encargado de decirlo: el número dos del grupo parlamentario, Jorge Fernández Díaz, un hombre de la estricta confianza de Rajoy. Curiosamente, a la cita no pudo acudir Eduardo Zaplana, “de viaje privado”, ni el secretario general, Ángel Acebes, ni el portavoz de Interior, Ignacio Astarloa, ni el diputado Jaime Ignacio del Brugo, uno de los rostros más representativos de la gran conjura. Clamorosas ausencias todas ellas.

En Génova parecen querer centrarse en la preparación del programa electoral, una de cuyas medidas estrella tendrá que ver con la vivienda. Si lo que cuentan algunos responsables económicos del partido es cierto, el laboratorio de ideas dirigido por Juan Costa ha parido un novedoso leasing entre particulares, esto es, el alquiler de la vivienda con derecho a compra. El sistema en esencia consistiría en lo siguiente: un porcentaje de la renta del inquilino se consideraría a los efectos de una posterior adquisición como parte del pago a descontar del precio final. A cambio, el arrendador se beneficiaria de un conjunto de incentivos fiscales aún por determinar.

Costa, por cierto, ha sufrido un ligero contratiempo tras la declaración por escrito al juzgado de Nules de Jesús Posada, ex ministro de Agricultura con Aznar. Lo que ha dicho Posada es que Carlos Fabra, el cacique castellonense del PP, y Costa, entre otros, le visitaron en su despacho en 1999 para que agilizara la licencia de un producto fitosanitario que acabó siendo comercializado por la empresa de la mujer de Fabra. Costa fue diputado por Castellón porque lo quiso Fabra, y estuvo cerca de convertirse en su yerno.

Entre tanto, el PSOE ultima la factura que se comprometió a pagar a CiU y el PNV por su apoyo a la ley de Memoria Histórica. A propuesta de CiU, pretende reabrir la ley que permitió a los partidos recuperar el patrimonio que les fue incautado por la dictadura. Unió, según parece, anda mal de fondos. Los socialistas han aceptado una enmienda transaccional de los vascos para que puedan reclamarse bienes en el extranjero, o lo que es lo mismo, para que el PNV pueda ser indemnizado por la actual sede del Instituto Cervantes de París, que no era suya (del PNV) sino del Gobierno vasco en el exilio. Los particulares nunca han podido reclamar un céntimo por el atropello que sufrieron. Así es la vida.

El Rey se baja al moro

Lo de bajarse al moro ha estado tan mal visto que el Rey ha tardado más de 30 años en cruzar al Estrecho y plantarse en Ceuta y Melilla, que serán muy españolas y muy católicas, pero que siempre nos parecieron un poco pecaminosas por eso de que el güisqui, los cartones de Marlboro y hasta los canutos estaban tirados de precio. Como el Rey no va de bazares, lo que realmente preocupaba en Zarzuela era la reacción de Marruecos, por si la ofuscación llevaba al comendador de los creyentes a retomar Perejil con tres o cuatro gendarmes. Hasán II sería un hermano y Mohamed VI un primo pequeño, pero de la familia no se puede uno fiar, y para muestra un botón.

Como es sabido, tras los viajes de Don Juan Carlos se halla Moncloa, y por ende Zapatero, que le ha cogido tanto gusto al flamear rojigualda que ha echado un órdago de españolidad al PP, que cuando gobernaba no tuvo arrestos para mandar al monarca al norte de África a darse un baño de multitudes. Se admiten apuestas a que este argumento no tardará en ser utilizado por los socialistas en esta interminable precampaña.

De paso, se combate otro de los desvaríos más tremebundos de los agujerólogos del 11-M, según el cual Zapatero –o Rubalcaba, que tiene más agenda- encargó los atentados a los servicios secretos marroquíes para acabar con el ‘aznarato’ y con su heredero Rajoy, a cambio de rendir Ceuta y Melilla y entregar las llaves de la ciudad a una delegación en chilaba procedente de Rabat.

En Marruecos nos dejamos un dineral –España es el segundo inversor tras Francia- aunque nos sirva de bastante poco. La diplomacia marroquí es tan insaciable como inteligente. Exige tributos por las supuestas afrentas. Ya ha logrado moldear la posición española ante Sáhara, toda una traición a un pueblo indomable al que abandonamos a su suerte hace ahora 32 años. Cuando regrese el embajador nos pasará otra factura al cobro, cuyo importe quiere uno pensar que ya está apalabrado porque para eso “nuestras relaciones son excelentes”, que dice Moratinos. El ministro, por cierto, se ha pasado tres días en Marruecos después de tragarse un recital de El Lebrijano en Tánger. ¡Lo que hay que hacer!

Aznar, Santiago y cierra España

Algo y muy gordo hemos tenido que hacerle a este señor del bigote para que, con periodicidad suiza, nos martirice sin piedad. Aznar acaba de presentar sus Cartas a un joven español, un título que no engaña. Es, en efecto, lo que parece. El hombre que a los 14 años se declaraba “falangista auténtico” se define ahora como un liberal confeso que resume el legado cultural español en lo siguiente: el castellano, el Escorial, la Sagrada Familia, Las Meninas y el Guernica. Como no podía ser de otra forma, las cartas componen una correspondencia imaginaria con un joven llamado Santiago, que es capaz de cerrar España sin caballo blanco.

Lo de Aznar tiene mucho mérito porque llegó a La Moncloa invocando el derecho de los mediocres a aspirar a la presidencia y se fue como un estadista que ahora cita a Churchill, Thatcher y Reagan como los dirigentes con más principios y valores del mundo mundial. “No me gustan los políticos que sólo intentan caer simpáticos”, ha dicho a los fans que ha reunido en el hotel Continental de Madrid, entre ellos a la plana mayor del PP con Rajoy y un durmiente Fraga a la cabeza. Y con razón.

Del ex presidente hay cosas que no se entienden. Además de lo de siempre, hoy ha precisado cuál es el mandamiento que cualquiera ha de cumplir antes de dedicarse a la política. “Es bueno –ha dicho- que un político pueda decir: me voy y no tengo problema porque profesionalmente tengo donde ir”. Y ha contado un sucedido con un estudiante chino al que le explicó que antes de dedicarse a los asuntos públicos se preocupó «de buscarme un sustento profesional”. ¿Quiere esto decir que Aznar sabía de antemano que sería un empleado de Murdoch? ¿O que intuía que el PP le montaría FAES para pagarle una pasta? ¿O que haría bolos y daría clases en Georgetown a la sombra de Bush? A eso se le llama clarividencia.

Ha dicho Aznar que, a diferencia de los “de la cintura” – o sea, Zapatero y los que no tienen principios- el firmó acuerdos con el Gobierno socialista de González que cumplió a rajatabla. Ha sido una pena que no haya especificado a qué acuerdos se refería porque la memoria es frágil y no se recuerdan.

Este apóstol del patriotismo –lo de nacionalista español no le gusta- sobrevuela el horizonte y nos marca el camino. A él no le hace falta mencionar al PSOE ni la sentencia del 11-M. Le basta con decir que el terrorismo islámico y el de ETA tienen una misma “vocación totalitaria” y que en ambos casos “alguien también planifica y decide cuándo, dónde y cómo hacer el mayor daño posible para alcanzar su objetivo de derrocar regímenes democráticos”. ¿Hay forma más elegante de referirse a esa autoría intelectual que no estaba en montañas ni en desiertos lejanos?

Para que no faltara de nada se ha referido a los nacionalismos, ese engendro que se caracteriza por arrinconar la libertad de la persona. ¿Que cuándo sucede esto? Según Aznar, “cuando se priva a los ciudadanos de derechos tan fundamentales como recibir educación en su lengua materna, siendo ésta oficial en toda la nación”. Es obvio que el ex presidente tiene lagunas de memoria. ¿Quién pactó con su aliado Pujol la normalización lingüística en Cataluña? ¿Quién no recurrió al Constitucional la ley catalana sobre la lengua? Uno lo siente por Santiago, que es joven y al final no se enterará de qué va la película.