“Antes era un tipo encantador, con el que se podía hablar de todo. Si hasta lo quiso fichar Rato… Pero desde que se enfrentó a la pinza que le hicieron Nicolás Redondo y Mayor Oreja, cayó en el mesianismo. Sí, aunque terminó ganando la partida, aquello le afectó. Le pasa a alguna gente”. Es la reflexión de un dirigente del PNV sobre Juan José Ibarretexe. ¿Y qué ocurre con su segundo plan?, pregunto. ¿Habrá referéndum? “Estamos en un callejón sin salida”, dice.
La nueva ‘hoja de ruta’ del lehendakari, la que debería llevar a Euskadi a la tierra prometida de la autodeterminación en 2010, no conduce, en realidad, a ninguna parte, pero sus efectos sobre el debate político han sido indudables. De entrada, ha alterado las leyes de la física y ha producido un salto atrás en el tiempo, cuyos efectos se han dejado ya sentir: las ayudas al alquiler han dejado paso al España se rompe (otra vez); la discusión sobre si somos una nación o veintiuna ha arrollado al ‘babycheque’; y hasta la malograda negociación con ETA resucita sobre las cenizas de los non natos Presupuestos de 2008.
Así que el día 16 de este mes, Ibarretxe se verá con Zapatero en La Moncloa y éste le mandará a hacer puñetas, porque si hay algún perjudicado por la ocurrencia del visionario de Llodio ése es el PSOE. “Están muy preocupados –asegura el político nacionalista antes citado-. Varios socialistas ya me han dicho que si pierden las elecciones será por nuestra culpa”.
El “desafío al Estado” del lehendakari, dicho sea en palabras de Rajoy, obliga al PSOE a mantener el mismo discurso que el PP, y esto es perjudicial para sus expectativas electorales. A Zapatero no le vale ya con explicar que si Ibarretxe lleva adelante su amenaza de convocar un referéndum sobre el derecho a decidir de los vascos, será el Tribunal Constitucional quien le pare los pies. Esta tarde en el Congreso se ha dedicado a recordar que Ibarretxe no se ha vuelto más secesionista desde que él nos gobierna, y que, por el contrario, fue durante la etapa de Aznar cuando parió su primer plan, y fue la mayoría socialista la que lo tumbó en el Congreso.
Al PP –olvidado como estaba el dichoso proceso con ETA- le llueve del cielo una nueva oportunidad de presentar al PSOE como un peligro para España, y a ello se dedicará con renovadas energías hasta las generales de 2008. Es el ideario que le ha mantenido en las encuestas, que ahora puede aderezar con la defensa a ultranza de los símbolos de la unidad de la patria, llámese bandera y monarquía. Como fondo musical, los populares apuestan por el himno, que para eso Rajoy quiere convertir al Congreso en Operación Triunfo y que apruebe una letra que mencione al Rey, que se merece unas coplillas.
En el nacionalismo vasco, lo de Ibarretxe se interpreta como la demostración de que Imaz, en minoría, hizo bien en tomar las de Villadiego. El lehendakari, que ya ha puesto fecha a las autonómicas –finales de 2008- pretende pescar en el caladero de la izquierda abertzale los 136.000 votos que perdió en 2005 y, de paso, cortar el paso a quien pudiera postularse como candidato dentro de sus filas. Busca remendar el descosido del PNV haciendo un roto mayor. Pero hasta él sabe que segundos planes nunca fueron buenos.