Juan Carlos Escudier

Archivo de octubre, 2007

El Mesías de Llodio

“Antes era un tipo encantador, con el que se podía hablar de todo. Si hasta lo quiso fichar Rato… Pero desde que se enfrentó a la pinza que le hicieron Nicolás Redondo y Mayor Oreja, cayó en el mesianismo. Sí, aunque terminó ganando la partida, aquello le afectó. Le pasa a alguna gente”. Es la reflexión de un dirigente del PNV sobre Juan José Ibarretexe. ¿Y qué ocurre con su segundo plan?, pregunto. ¿Habrá referéndum? “Estamos en un callejón sin salida”, dice.

La nueva ‘hoja de ruta’ del lehendakari, la que debería llevar a Euskadi a la tierra prometida de la autodeterminación en 2010, no conduce, en realidad, a ninguna parte, pero sus efectos sobre el debate político han sido indudables. De entrada, ha alterado las leyes de la física y ha producido un salto atrás en el tiempo, cuyos efectos se han dejado ya sentir: las ayudas al alquiler han dejado paso al España se rompe (otra vez); la discusión sobre si somos una nación o veintiuna ha arrollado al ‘babycheque’; y hasta la malograda negociación con ETA resucita sobre las cenizas de los non natos Presupuestos de 2008.

Así que el día 16 de este mes, Ibarretxe se verá con Zapatero en La Moncloa y éste le mandará a hacer puñetas, porque si hay algún perjudicado por la ocurrencia del visionario de Llodio ése es el PSOE. “Están muy preocupados –asegura el político nacionalista antes citado-. Varios socialistas ya me han dicho que si pierden las elecciones será por nuestra culpa”.

El “desafío al Estado” del lehendakari, dicho sea en palabras de Rajoy, obliga al PSOE a mantener el mismo discurso que el PP, y esto es perjudicial para sus expectativas electorales. A Zapatero no le vale ya con explicar que si Ibarretxe lleva adelante su amenaza de convocar un referéndum sobre el derecho a decidir de los vascos, será el Tribunal Constitucional quien le pare los pies. Esta tarde en el Congreso se ha dedicado a recordar que Ibarretxe no se ha vuelto más secesionista desde que él nos gobierna, y que, por el contrario, fue durante la etapa de Aznar cuando parió su primer plan, y fue la mayoría socialista la que lo tumbó en el Congreso.

Al PP –olvidado como estaba el dichoso proceso con ETA- le llueve del cielo una nueva oportunidad de presentar al PSOE como un peligro para España, y a ello se dedicará con renovadas energías hasta las generales de 2008. Es el ideario que le ha mantenido en las encuestas, que ahora puede aderezar con la defensa a ultranza de los símbolos de la unidad de la patria, llámese bandera y monarquía. Como fondo musical, los populares apuestan por el himno, que para eso Rajoy quiere convertir al Congreso en Operación Triunfo y que apruebe una letra que mencione al Rey, que se merece unas coplillas.

En el nacionalismo vasco, lo de Ibarretxe se interpreta como la demostración de que Imaz, en minoría, hizo bien en tomar las de Villadiego. El lehendakari, que ya ha puesto fecha a las autonómicas –finales de 2008- pretende pescar en el caladero de la izquierda abertzale los 136.000 votos que perdió en 2005 y, de paso, cortar el paso a quien pudiera postularse como candidato dentro de sus filas. Busca remendar el descosido del PNV haciendo un roto mayor. Pero hasta él sabe que segundos planes nunca fueron buenos.

El Congreso blanquea el ‘dinero negro’ de Rajoy

Todos los secretos tienen fecha de caducidad, incluso los mejor guardados. Rajoy se ha visto obligado a informar al Congreso de que percibe un sueldo como presidente del PP, un asunto que le incomoda especialmente, tal y como pudo apreciarse hace algunos meses cuando una pensionista le pidió en TVE que declarase cuánto dinero se llevaba cada mes a casa y obtuvo la callada por respuesta.

El tema se ha tratado esta mañana en la Comisión del Estatuto del Diputado, el órgano al que sus señorías tienen que dar cuenta de sus actividades y que, en última instancia, decide si éstas son compatibles con la condición de parlamentario.

Lo que estaba escrito en el guión era que la Comisión debía pronunciarse sobre la presidencia que el diputado socialista Victorino Mayoral -uno de los principales promotores de la Educación para la Ciudadanía- ostenta en la Liga Española de la Educación y la Cultura Popular, una ONG que ha comercializado libros de texto de la dichosa asignatura. Y la Comisión se pronunció a favor. Mayoral no sólo puede ser diputado y presidente de la Liga, sino que ha pecado de exceso de celo al plantear la compatibilidad entre ambas actividades, entre otras razones porque no ve un euro como presidente.

Aprovechando que la atención estaba centrada en el diputado del PSOE, Rajoy ha querido colar su ‘legalización’ de tapadillo, porque aunque todo el mundo sabía que el PP le pagaba una nómina complementaria a la de diputado, era su obligación haberlo puesto en conocimiento de la Cámara hace tres años. Al considerar legal la percepción de ambos haberes, la Comisión ha ‘blanqueado’ el ‘dinero negro’ que el líder del PP recibe de su partido. Más vale tarde que nunca.

Una ley para exhumadores de cadáveres

Supimos luego que tenía el corazón delicado, pero cuando se convirtió en secretario general de los comunistas y en coordinador de IU Julio Anguita lo disimulaba con lajas de granito. Al califa le exasperó, por ejemplo, la larga agonía de Dolores Ibárruri, a quien hacía tiempo que el partido había abandonado a su suerte, hasta el punto de que sus allegados tuvieron que dirigirse a Matilde Fernández, entonces ministra de Asuntos Sociales, para que la consiguiera una cama articulada.

Pasionaria se consumía lentamente y Anguita desesperaba. En una de sus visitas a la moribunda dedicó a su nieta una frase demoledora: “El último servicio que puede prestar tu abuela al partido es morirse”. Y lo prestó. Todo el mundo recordará después aquel entierro multitudinario, comparable al de Tierno Galván, y el discurso del camarada Anguita: “Dicen que has muerto, Dolores, qué tontería…”.

A la Ley de la Memoria Histórica que el PSOE perpetra en el Congreso le ocurre un poco lo mismo. Lo mejor que podría hacer es morirse y no culminar su trámite parlamentario. Lo desean los socialistas, que temen que las discusiones con sus socios den al PP nuevos argumentos de ‘guerracivilismo’; y lo quieren los populares, que se apuntarían así el éxito de su fracaso, valga la paradoja.

Pero la moribunda, cuyo proyecto parecía más una ley de punto y final que una reparación histórica a quienes sufrieron la guerra y la dictadura, se resiste a expirar. De hecho, si se mantiene viva es por Izquierda Unida, que trata por todos los medios de sacarla adelante, aun sabiendo que es un puro desatino.

La ley de la Memoria debería haber servido, de entrada, para declarar ilegales e ilegítimos todos los juicios de los golpistas y los tribunales de la dictadura, pero hasta ahí, según el PSOE, no se podía llegar porque nuestra consolidada democracia hunde sus raíces en el franquismo, empezando por la propia Jefatura del Estado.

Así las cosas, la supuesta reparación que ofrece es una farsa. Para no molestar, hay que compensar a todos, incluso a los que holgadamente fueron retribuidos moral y pecuniariamente durante los 40 años de dictadura. IU, especialmente Gaspar Llamazares, se resiste a desconectar el oxígeno al proyecto de ley porque algunas de sus disposiciones insuflarán algo de vida a las arcas del PCE que, al parecer, quiere sobrevivir con las subvenciones que se otorgan a aquellas organizaciones dedicadas a extraer de las cunetas los huesos de los asesinados por Franco.

Resumiendo, la ley que debía servir para hacer justicia y limpiar la memoria de quienes combatieron contra el fascismo sólo es buena para ciertos exhumadores de cadáveres. Es bastante triste.