Juan Carlos Escudier

Todos tranquilos: Blanco detecta el problema

Pepe Blanco, que es un tipo muy perspicaz, ha dicho que el PSOE tiene un problema en Madrid, y por una vez, y sin que sirva de precedente, va a llevar razón este hombre. Lo que no aclara Blanco es qué motivos han conducido a los socialistas madrileños al erial en el que habitan, qué justificación encuentra para explicar que a Rafael Simancas le hayan separado 587.000 votos de Esperanza Aguirre o que al probe Miguel le hayan faltado 400.000 votos para echar el guante a Gallardón, por qué, en definitiva, de lo que antes se denominaba cinturón rojo -en referencia a los municipios que rodeaban la capital históricamente gobernados por el PSOE- apenas si queda un cordelito fucsia.

Y no lo explica porque él y su señorito Zapatero nunca han sido ajenos a lo que se cocía en el Partido Socialista de Madrid, antes FSM, donde quisieron colocar ya desde el año 2000 a su propio candidato, el entonces vicerrector de la UNED, José Antonio Díaz, con la colaboración y los enjuagues de José Luis Balbas, el mentor de Eduardo Tamayo, el mismo tránsfuga que viste, calza e hizo de apoderado de la lista de Zapatero en el 35 Congreso que le eligió secretario general. Ganó Simancas pero la contrariedad de Ferraz duró poco.

Zapatero se hizo un gorrito de papel con el procedimiento de primarias para que Trinidad Jiménez fuera en 2003 la candidata al Ayuntamiento por el artículo 33, pasando por encima de Joaquín Leguina, y Simancas miró para otro lado porque se le aseguró el mismo trato. Tras la espantada de Tamayo y Sáez, Simancas aguantó el tirón, incluso cuando Zapatero, que debe apreciarle mucho pero que se la quiso meter doblada, ofreció a Gregorio Peces Barba encabezar la lista cuando se repitieron las elecciones. En el PSM varios clanes vinculados al ladrillo hacían entonces de las suyas, lo mismo que en el PP, que en todos lados cuecen habas y gusta la pasta fácil.

En 2007 se ha repetido la historia, con el agravante de que quien impuso al candidato a la alcaldía no era ya el líder del partido sino el presidente del Gobierno. Del estrambote de Bono se pasó a la designación de Sebastián, un señor al que le ha permitido hacer el ridículo ante Gallardón, no porque fuera un gran economista sino porque era amigo de Zapatero. Y Simancas, que de ridículos también entiende, volvió a tragar, que para eso se lleva un pico también como senador y uno no está para incordiar al jefe

A partir de aquí, no hay que inquietarse. Blanco, o sea Zapatero, ha detectado el problema. Simancas dejará el cargo cuando le digan y será sustituido por quien corresponda. Así funciona la democracia interna. Todo está en manos de las más altas esferas. Los socialistas madrileños pueden dormir tranquilos.

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