Juan Carlos Escudier

El dilema de Batasuna

Cualquiera que haya escuchado con atención los mensajes crípticos sobre el proceso de paz que el Gobierno y Batasuna se han lanzado en las últimas horas podría concluir que una mano negra les ha dado el cambiazo a los discursos. ¿Cómo entender si no que Zapatero anime a la legalización de Batasuna y Otegui y sus muchachos le respondan que el asunto ha dejado de interesarles?

Hay que remontarse al mes de julio para descifrar este cambio de estrategia que se ha interpuesto como una roca en el camino de las negociaciones. Con Otegui citado por la Audiencia Nacional, Batasuna exigió a los socialistas vascos un gesto que la convirtiera en interlocutor. Tras evacuar consultas con Moncloa, el PSE accedió. Fue el 6 de julio. Patxi López y Rodolfo Ares se reunieron con Otegui y Rufi Etxebarría, mientras el PP se lanzaba a la yugular de Zapatero y daba por rotos todos los puentes con el Gobierno.

Batasuna no sólo parecía tener asumida su legalización sino que había dado pasos en ese sentido. Había encargado a Iñigo Iruin la redacción de unos nuevos estatutos y manejaba varios nombres para la nueva formación que tenía que alumbrar. Sorprendentemente, dos días después, el 8 de julio, uno de sus portavoces, Pernando Barrena, sembraba el desconcierto al afirmar que Batasuna no buscaba legalizarse y reclamar la derogación de la Ley de Partidos.

La nueva táctica trataba de presionar al Gobierno para que acelerara la constitución de la mesa de partidos y se empezara a hablar ya de autodeterminación y territorialidad, sus dos reivindicaciones clásicas. Tras el desconcierto inicial provocado por la reanudación de la violencia callejera y los amenazantes pronunciamientos de ETA, el Gobierno se ha mantenido firme. No ha habido ni un solo acercamiento de presos y no se ha cedido un milímetro en el calendario sobre la mesa de partidos.

Seguimos en ese tira y afloja. Batasuna cree que puede concurrir a las elecciones municipales de mayo de 2007 sin pasar por el tamiz de la Ley de Partidos, ya sea con agrupaciones locales y plataformas ciudadanas o con el disfraz del Partido Comunista de las Tierras Vascas. Confían además en un pronunciamiento a su favor del Tribunal de Estrasburgo sobre la ilegalización.

Zapatero lo dejó ayer claro: si Batasuna tiene nuevos estatutos y nuevos objetivos no se verá afectada por la suspensión de actividades que pesa sobre ella desde 2002. Pero si no recorre ese camino “no formará parte de la mesa de diálogo de los partidos vascos”. Ser o no ser otra cosa. He ahí la cuestión.

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