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Haikus de Herman Van Rompuy


CABELLO

El viento agita el cabello. Pasan los años, sigue el viento. Pena que no haya ya cabello.

TIEMPO

La vida es navegar en el mar del tiempo, pero sólo el mar queda.

VERANO

Un verano de ensueño es almorzar lentamente bajo un sol repleto.

TRIO PRESIDENCIAL DE LA UE

Tres olas arriban al unísono al puerto. El trío está en casa.

Que hayan comparado, soez y sobre todo precipitadamente, el carisma de Herman Van Rompuy con un trapo mojado, dice muy poco a favor del horizonte intelectual y político de algunos eurodiputados. Del proceso de construcción europea puede aislarse una feliz constante: actores políticos que entraron en escena con la etiqueta de secundarios, han acabado por ser reconocidos como piezas clave de la historia comunitaria.

Paul-Henri Spaak o Javier Solana fueron dos buenos ejemplos; Van Rompuy, primer presidente estable del Consejo, va camino de parecérseles. No es el caso, en cambio, de la británica Catherine Ashton, que en apenas dos meses ha concitado profundas animadversiones, hasta el punto de que su elección ha llegado a ser considerada «un tremendo error de casting«.

Amén de por sus cualidades de estadista, su flema, su aura de intelectual maquiavélico y su sólida formación académica, confieso que Van Rompuy me cae simpático por razones puramente sensibles. Su sonrisa es lo contrario de la sonrisa áspera de la burocracia. Sus intervenciones son correctas, flemáticas pero sin un ápice de aridez. Y, además de todo esto, el belga -y por eso lo traigo aquí- es aficionado a escribir haikus.

Los que he elegido son una pequeña selección de los publicados en periódicos como El País en estos dos meses. Un pequeño aperitivo. En abril el político sacará al mercado un compendio de su colección de poemillas japoneses en cuatro idiomas, neerlandés, francés, inglés y latín (ya puestos, falta el esperanto, digo yo). Su estilo es vagamente espiritual e impresionista; sus temas, variados y triviales: el mar, las moscas, los meses del año, las cumbres (políticas), las nubes…

Nacho S. (en Twitter: @nemosegu)

‘As de corazones’, de Juan Van-Halen (1944)

El recuerdo es la torpe certidumbre

de que somos olvido,

de que lo nuestro es más de ayer

y apenas queda tiempo.

Si llamamos

al miedo por su nombre,

si convocamos luego a la memoria

y escanciamos el riesgo de su látigo,

de su gélida lezna,

una noria de ciegas agonías nos inundará el pecho:

actos que un día deshojamos

y otro, fielmente, destruyó el olvido.

Regresarán promesas no cumplidas,

palabras que quisiéramos no haber salvado nunca,

besos no deseados

o hermosos rostros idos cuyo retorno quema.

Estoy aquí ante el tiempo,

ante el niño que un día alertó mi estatura:

frente a frente los dos

como un milagro del espejo. Nadie

ha abierto los cajones hondos de la tristeza,

mas los años se han hecho resurrección y espina.

Y bien sé que el retorno

es duelo y destemplanza.

En este niño

hay acusación, el viejo eco

de preguntas abiertas como heridas.

Pues la memoria siempre

es la terca enemiga que nos niega el silencio.

Las antologías poéticas son cómodas y eficaces, pero tienen dos problemas. Uno, el más comentado habitualmente, es el de tener que sucumbir a los caprichos del antólogo. El otro, que al lector se lo dan casi todo hecho. Toma, ahí tienes, un producto perfecto, sin fallas ni altibajos; si tu tiempo es oro, no lo malgastes en leer los versos fallidos. Pero las buenas poesías saben mejor rodeadas de mediocres poesías. La brillantez sin solución de continuidad puede llegar a saturar tanto o más que el genio poético de cartón piedra.

Digo esto porque acabo de leer La piel del agua, la antología del madrileño Juan Van-Halen -poeta y político del PP de apellido eufónico y heavymetalero- seleccionada y prolongada por Luis Alberto de Cuenca. 23 años en 100 páginas. Una trayectoria vital e intelectual en 54 poemas.

La guerra de Pakistán, el hambre de la India, los atardeceres del Retiro, El Macao de Camoens, las maravillas del jardín botánico, Jovellanos, Ibn Zaydun, el amor, un mundo aparte. Hay pocos poemas que no pesen. Cometiendo una antología de la antología, me he quedado con As de corazones, y con estos dos versos:

La ciudad cambia como cambia el hombre,

y a veces no es posible dar fe de la nostalgia.

NOTA: Juan Van-Halen fue presidente de la Asamblea de Madrid, de ahí este retrato un tanto decimonónico.

Seleccionado y comentado por Nacho Segurado.