En el jardín, los restos de una fiesta
Naufragan a plena luz del día.
Botellas, vasos, copas, cenizas,
Parecen acusarnos de algo malo que hicimos
Con su extraña quietud.
Mas de repente, un cruel soplo de viento
Arrastra alguna servilleta usada
Que, con rumor imperceptible,
Rasga los últimos velos de la noche…
Que ve cómo se aleja, irremisiblemente,
La fugitiva nave del placer.
ORIGINAL EN CATALÁN
Al jardí, reste de d´una festa
Naufraguen en plena llum del dia
Botelles, gots, copes, cendres,
Tot sembla acusarnos d´algun delicte
Des de la seva estranya immobilitat.
Ude soble, però, on vent cruel
S´endú algun trovalló de paper rebregat
Que amb imperceptible fressa
Esquinça els últims vels de la nit…
i poster, també, els del nostre cor,
que veu com s´allunya, irremissiblement,
la fugaç nau del plaer.
Que un poeta alcance cargo de gestor cultural de cosa (o casa) social alguna es una hazaña o un privilegio o un malentendido. Tal vez, las tres cosas. La afición quiere que el poeta sea un tipo más bien misántropo, como mínimo desengañado, a ser posible libre de cualquier aspiración de ascenso en el escalafón social. Poetas que vivan vida de poetas. Sobran ejemplos (ejemplo uno; ejemplo dos; ejemplo tres; ejemplo cuatro; ejemplo cinco…).
Alex Susanna desde luego no pertenece a aquellos. Profesor universitario, fundador del Festival Internacional de Poesía de Barcelona, director de Cultura de la Obra Social de Caixa Catalunya… Susanna parece desenvolverse con suavidad en el agitado campo de la industria cultural.
Falta, para terminar de dibujar el perfil del personaje (hablar de personas es mentir, nunca se llega tan al fondo), conseguir creerse los adjetivos de dandi desenfadado y gozoso cosmopolita que le suelen adjudicar. Y ya está. Susanna, el mesurado. El de nada en exceso; ni siquiera la poesía.
IMAGEN: estambul.cervantes.es
Nacho S. (En Twitter: @nemosegu)