La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira, mira.
El niño la está mirando.
En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.
Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.
Niño, déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.
Huye luna, luna, luna,
que ya siento sus caballos.
Niño, déjame, no pises
mi blancor almidonado.
El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño,
tiene los ojos cerrados.
Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.
Cómo canta la zumaya,
¡ay, cómo canta en el árbol!
Por el cielo va la luna
con un niño de la mano.
Dentro de la fragua lloran,
dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela.
El aire la está velando.
La Luna ha cautivado la imaginación científica y literaria del ser humano desde aquella lejana Prehistoria hasta estos cercanos periódicos. Dos compañeros de 20minutos.es han escrito, en el cuarenta aniversario de la llegada del hombre a la Luna, un entretenido artículo en el que se preguntan qué tiene nuestro satélite para que tanto nos fascine.
Literariamente la Luna ha tenido muchos padres, de las epopeyas clásicas a la ciencia ficción moderna. La poesía, faltaría más, ha explotado el simbolismo lunar hasta dejarlo tiritando. Cada época -romanticismo, modernismo- y cada poeta -de Lu Ki a Baudelaire haciendo escala en Ovidio- han interpretado su influjo a su manera: como recuerdo permanente de la ignorancia del ser humano o como un testigo callado de la maldad, la belleza y el paso del tiempo.
En el poema de hoy, uno de los más bellos y celebrados del Romancero Gitano lorquiano, la Luna es al mismo tiempo heraldo de la muerte, frágil encarnación del erotismo y espectadora del ensueño fatal.
El Romance de la Luna, Luna en la voz de Camarón:
Seleccionado y comentado por Nacho Segurado.