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‘Balada de los ahorcados’, de François Villon (1431 – ?)

Hermanos, los humanos que aún seguís con vida,

no tengáis con nosotros el corazón muy duro,

pues si queréis mostrar piedad con estos pobres,

Dios no lo olvidará y os podrá ser clemente.

Vednos aquí colgados a cinco o seis que somos,

ved aquí nuestros cuerpos, que tanto hemos mimado:

nuestra carne está ya devorada y podrida

y nosotros, los huesos, nos hacemos ceniza.

Nadie de nuestro mal debería burlarse:

más bien rogad a Dios que nos absuelva a todos.

Si hermanos os llamamos, no debéis ofenderos

ni mostrarnos desdén, aunque fuimos matados

por obra de justicia. Antes bien, ya sabéis

que todos los humanos no saben comportarse.

Disculpadnos a todos, pues estamos presentes

ante el buen Jesucristo, el hijo de María;

que no nos sea negada a ninguno su gracia

y que quiera preservarnos del fuego del infierno.

Ya estamos todos muertos, que nadie nos maldiga:

más bien, rogad a Dios que nos absuelva a todos.

La lluvia ya nos tiene mojados y lavados

y el sol nos ha secado y nos ha ennegrecido;

las urracas, los cuervos, nos sacaron los ojos

y arrancaron los pelos de cejas y de barbas.

Nunca, en ningún momento, podemos estar quietos:

hacia un lado, hacia el otro, según varía el viento,

a su antojo nos mueve, sin parar un momento,

por las aves picados lo mismo que dedales.

Así pues, no queráis veros como nos vemos:

más bien, rogad a Dios que nos absuelva a todos.

Señor Jesús, que a todos nos tienes en tus manos,

Evita que caigamos en poder del infierno:

no creo que tengamos mucho que hacer en él.

Hermanos, yo os lo juro, en esto no hago burlas;

más bien, rogad a Dios que nos absuelva a todos.

Nació en 1431, el mismo año que quemaron a Juana de Arco en Rouen. Vivió casi toda su vida en París; para serle justos, en sus tabernas: Trumillières, La piña, La jaula verde. Y se salvó in extremis de la horca en Chatelet, la prisión donde sus huesos dieron a parar en más de una ocasión por camorrista y criminal. En dónde acabó no hay noticia, pero poco importa, como él mismo dejó escrito: «No hay más remedio que emprender la huída».

François Villon, aquel «gran cachondo» que de todos se burló, fue el último goliardo, el primer asesino poeta, un genuino maldito avant la lettre. Sus compinches de correrías, gentes «con mal en el alma y bien en el cuerpo», los eligió entre lo más degenerado del lumpen. Sus amores, nada corteses, de sitios aún peores. Su poesía, irreverente, sincera, clásica en su forma pero radical en su fondo, fue un dardo envenenado contra maeses usureros, eclesiásticos panzudos y escolásticos enrocados en la miopía de la cultura oficial.

Me ha costado decidirme por un solo poema. Por razones de extensión, he descartado su Legado y su Testamento, donde da cuenta de sus enemigos, del hambre, el amor y la (mala) fortuna. De entre sus baladas, dudaba si decantarme por la naturalidad poco complaciente de la Balada de la gorda Margot o por la estoica Balada de las ideas simples. Ni una ni otra. Al final, la de los ahorcados, la más patética y la que más carga biográfica tiene.

Seleccionado y comentado por Nacho Segurado.



‘Las cabezas, horribles, la ciudad’, de Paul Celan (1920 – 1970)

Las cabezas, horribles, la ciudad,

que construyen,

detrás de la alegría.

Si tú, fiel a ti, fueras de nuevo mi dolor

y un labio pasara de largo, por aquí

por el lugar, donde yo desde mí me entrego,

por esta calle

te llevaría

hacia adelante.

ORIGINAL EN ALEMÁN:

Die Köpfe, ungeheuer, die Stadt,

die sie baun,

hinterm Glück.

Wenn du noch einmal mein Schmerz wärst, dir treu,

Und es käm eine Lippe vorbei, diesseitig, am

Ort, wo ich aus mir herausreich,

Ich brächte dich durch

Diese Straβe

Nach vorn.

Antes de acudir a los hermeneutas, en ocasiones igual de crípticos o más que el propio Paul Celan pero privados de su genialidad, es preferible, y mucho más valiente, probar a leerle. Con todas las consecuencias. Incluso con la consecuencia, quizá necesaria, de no entender nada.

Para los celosos defensores del traductor traidor, un poema en castellano de Celan podría ser merecedor de cadena perpetua. En mi caso, pinkeriano que es uno, no creo que exista expresión, por ambigua, inusual o metafórica, que no pueda ser vertida en cualquier otro idioma. Ni siquiera los versos conceptuales y exprimidos de Celan, donde, incluso traducidos, se palpa la agonía del mal, el erotismo, la aniquilación existencial y la disolución del lenguaje.

Celan, “testigo directo del horror”, huyó del nazismo, del que su padre y su madre no lograron escapar, en París. Allí amó, escribió, polemizó, sufrió el severo trato psiquiátrico y se tiró al Sena. Estas bellas (como siempre) palabras de su compatriota Cioran: “Ese hombre encantador e insoportable, feroz y con accesos de dulzura, al que yo estimaba y rehuía, por miedo a herirlo, pues todo le hería”.

Los desguazados tabúes

y el ir y venir entre sus límites

húmedos de mundo,

a la caza de significado,

a la fuga

del significado.

ORIGINAL EN ALEMÁN:

Die abgewrackten Tabus,

und die Grenzgängerei zwiscen ihnen,

weltennaβ, auf

Bedeutungsjagd, auf

Bedeutungs-

flucht.

NOTA: Traducción de Jaime Siles.

Seleccionado y comentado por Nacho Segurado.







‘3.30 de la madrugada’, de Sam Shepard (1943)

Guionista, actor, dramaturgo, novelista, músico… Pero, para lo que aquí nos ocupa, poeta. Sam Shepard es un escritor cero por ciento materia grasa (cien por cien adrenalina), relampagueante, vertical: «Esta es la gran noche del delito. La poli lanzada en feliz persecución. La luna llena está congelada. Los durmientes sueñan balazos. Suenan las sirenas en mil calles».

O también este poema de Crónicas de Motel (esqueleto de la película Paris, Texas, cuyo guión lleva su firma):

3.30 de la madrugada

¿Es un gallo

O una mujer que grita a lo lejos?

¿Está negro el cielo

O a punto de ponerse azul oscuro?

¿Es una habitación de motel

O la casa de alguien?

¿Estoy en Texas

o en Berlín Occidental?

Y de todos modos,

¿Qué hora es?

¿Hay algún pensamiento

Que sea mi aliado?

Rezo pidiendo que se suspenda

Todo pensar

Absoluta suspensión

Espacio en blanco

Quiero ir por la carretera

Sin pensar en nada

Sólo una vez

No estoy suplicando

No me pongo de rodillas.

Seleccionado y comentado por Nacho Segurado.