(Canciones de el alma que se goza de aver llegado al alto estado de la perfectión, que es la unión con Dios, por el camino de la negación espiritual)
En una noche escura
con ansias en amores inflamada
¡o dichosa ventura!
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada.
ascuras y segura
por la secreta escala, disfraçada,
¡o dichosa ventura!
a escuras y en celada
estando ya mi casa sosegada.
En la noche dichosa
en secreto que naide me veýa,
ni yo mirava cosa
sin otra luz y guía
sino la que en el coraçón ardía.
Aquésta me guiava
más cierto que la luz de mediodía
adonde me esperava
quien yo bien me savía
en parte donde naide parecía.
¡O noche, que guiaste!
¡O noche amable más que la alborada!
¡oh noche que juntaste
amado con amada,
amada en el amado transformada!
En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba
allí quedó dormido
y yo le regalaba
y el ventalle de cedros ayre daba.
El ayre de la almena
quando yo sus cavellos esparcía
con su mano serena
en mi cuello hería
y todos mis sentidos suspendía.
Quedéme y olbidéme
el rostro recliné sobre el amado;
cessó todo, y dexéme
dexando mi cuydado
entre las açucenas olbidado.
Dichosa ventura la de quien pueda leer y memorizar este poema del más profundo místico de la lengua castellana. En mi opinión, no hay poema que se le iguale.
El máximo éxtasis:
“¡oh noche que juntaste
amado con amada,
amada en el amado transformada!”
Otra vez me encuentro con “Melibeo soy”.
Es tan exquisito, potente y delicado que no tiene desperdicio. Vale para todo: para el amado y la amada, para el espíritu y la materia, para el alma y el cuerpo, para el cielo y la tierra.
Recuerdo el comentario de uno de mis frailes de La Salle (aquel que me hizo amar la Literatura) a leer estos dos versos:
“salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada”
El alma (en amores inflamada) abandona el cuerpo ya muerto (su casa sosegada).
Cada verso, cada palabra, cada punzada merecen un comentario reposado. Y no tengo el sosiego necesario.
Cada vez que repaso este poema (ya voy olvidando algunas estrofas) me impresiona más y de distinta manera. Jamás encontré nada parecido en cuanto a profundidad mística, a éxtasis lirico, a orgasmo espiritual. Sólo se le acerca alguna prosa sufí andalusí (Abulabas Ibn Alarif, por ejemplo) en la que tanto San Juan de la Cruz como Santa Teresa de Jesús tanto bebieron.
¡Jo! Vuelvo a la tierra. Tengo que mirar la cuenta de resultados…
Seleccionado y comentado por José A. Martínez Soler