Quizás sea el argentino que con sus lecturas e imaginación fatigara los universos más distantes. Pero el maestro de la palabra exacta y el adjetivo inesperado – allí quedará para siempre su “unánime noche” – tuvo como primer amor a su mundo más cercano: Buenos Aires.
Ciudad en la que conviven codo a codo la modernidad de sus altas torres con la plácida existencia ausente de barreras, de secretos, de sus barrios de casas bajas. Y un común denominador, un elemento de cohesión: esas calles empedradas que los colectivos (autobuses), con sus laterales fileteados, recorren dando tumbos al ritmo de los afilados violines y el melancólico bandoneón de Astor Piazzola.
Ciudad literaria como pocas, en la que aún resuenan las palabras perdidas de los artistas que la vivieron y retrataron. Pablo Neruda, Roberto Arlt, Leopoldo Marechal, Carlos Gardel y Luigi Pirandello en las mesas hoy abarrotadas de turistas del café Tortoni. Juan Carlos Onetti y Ramón Gómez de la Serna en el antiguo edificio del periódico La Prensa. Umberto Eco en la multitud de librerías que pueblan la calle Corrientes. Federico García Lorca en el hotel Castelar de la avenida de Mayo. Ernesto Sábato en la iglesia de la Sagrada Concepción del barrio de Belgrano.
Lo dicho, fue el primer amor de Borges. Su primer libro: “Fervor de Buenos”, que a los 24 años ya le ganó elogios. Y su primer poema:
LAS CALLES
Las calles de Buenos Aires
ya son mi entraña.
No las ávidas calles,
incómodas de turba y ajetreo,
sino las calles desganadas del barrio,
casi invisibles de habituales,
enternecidas de penumbra y de ocaso
y aquellas más afuera
ajenas de árboles piadosos
donde austeras casitas apenas se aventuran,
abrumadas por inmortales distancias,
a perderse en la honda visión
de cielo y llanura.
Son para el solitario una promesa
porque millares de almas singulares las pueblan,
únicas ante Dios y en el tiempo
y sin duda preciosas.
Hacia el Oeste, el Norte y el Sur
se han desplegado -y son también la patria- las calles;
ojalá en los versos que trazo
estén esas banderas.
Seleccionado y comentado por Hernán Zin.