No sé cuántas veces me lo recitaría mi madre junto a mi cama. Desconozco si fue por insistencia materna o por querencia propia, pero lo cierto es que éste es el primer recuerdo poético que tengo. El poema me acabó de encandilar cuando, aún niña, pero ya capaz de entender que las letras, juntas, a veces tienen sentido, leí la dedicatoria de Lorca: «A mademoiselle Teresita Guillén tocando un piano de siete notas». ‘El lagarto está llorando’ se publicó en ‘Canciones (1921-1924)’. Ahora son mis hijos los que me piden recitarlo.
Lorca supo comunicar con los niños; tal vez por esa infancia feliz en la serranía granadina que con tanto cariño él recordaba. En sus poemas infantiles transmite emoción, colorido, fantasía; conecta con los niños. Y sin que ellos lo sepan, los va convirtiendo en pequeños futuros lectores y va grabando en ellos un recuerdo que les ayudará a ser mejores adultos.
El lagarto está llorando.
La lagarta está llorando.
El lagarto y la lagarta
con delantalitos blancos.
Han perdido sin querer
su anillo de desposados.
¡Ay, su anillito de plomo,
ay, su anillito plomado!
Un cielo grande y sin gente
monta en su globo a los pájaros.
El sol, capitán redondo,
lleva un chaleco de raso.
¡Miradlos qué viejos son!
¡Qué viejos son los lagartos!
¡Ay, cómo lloran y lloran,
¡ay! ¡ay! cómo están llorando!
Seleccionado y comentado por Virginia P. Alonso.