Pasé la vida entre vampiros y ángeles,

libando con paciencia los unos mi energía,

los otros trasvolando mis días más sentidos.

Todos los trances de luz fueron suyos:

al ángel los del cuerpo, los del alma al vampiro.

Al sol como en la sombra estuve ciego

y en el tránsito hacia el cenit, perdido.

Confundí las alas blancas con las capas negras.

Gusté, besando al ángel, los labios del vampiro.

Siempre acudí a la cita con lo eterno.

Cada vez que llamó, me encontraba.

Unas veces hermoso y otras veces oscuro,

el timbre de su voz me subyugaba,

la miel de su sonrisa me encendía,

y bailábamos juntos, el ángel o el vampiro

y yo que nunca supe muy bien con quién bailaba.

En los últimos años antes del último, 2008, Leopoldo Alas se había apartado de la literatura y de sus círculos. Se dedicaba, principalmente, a escribir artículos para El Mundo y a presentar un programa en Radio 5 cuyo título lo es todo salvo ambiguo, Entiendas o no entiendas. Abanderado de la visibilidad gay (condición sexual que sin presumir nunca ocultó), animador del periodismo de trinchera, hombre alegre y lúcido al decir de los que le conocieron, Leopoldo Alas falleció en agosto del año pasado a los 46 años. Neumonía.

En su muerte, y para la poesía, que es la faceta de su amplio abanico creador que aquí nos importa más, dejó un puñado de poemas excepcionales, recogidos hace poco por Visor en Concierto del desorden. Poesía reunida (1981 – 2008). Su amigo y también poeta Luis Antonio de Villena le ha dedicado un puñado de adjetivos que sintetizan con mucha finura su obra: «Calidad, sencillez, hondura, tensión lírica, mucho biografismo, y esa continua apelación al miedo (signo del hombre) y a lo que mejor puede cobijarnos contra él, la ternura».

NOTA: El ángel y el demonio pertenece al libro La posesión del miedo, de 1996.

Seleccionado y comentado por Nacho Segurado.