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‘Las hojas de Hipnos’, de René Char (1907 – 1988)

Prólogo

Estas notas marcan la resistencia de un humanismo consciente de sus tareas, discreto en sus virtudes, deseoso de reservar el inaccesible campo libre a la fantasía de sus soles y resuelto a pagar por ello un precio.

48

No tengo miedo. Sólo me da vértigo. Necesito reducir la distancia entre mi enemigo y yo. Enfrentarme con él horizontalmente.

69

Veo al hombre perdido por perversiones políticas, confundiendo la acción y la expiación, nombrando conquista su anonadamiento.

131

A todas las comidas hechas en común invitamos a la libertad a sentarse. El sitio permanece vacío, pero el cuchillo sigue puesto.

194

Me hago violencia para conservar, a despecho de mi humor, mi voz de tinta. Igualmente es con una pluma pico de carnero, sin cesar extinta, sin cesar vuelta a encender, recogida, tensa y de un tirón, que escribo esto, que olvido aquello. ¿Autómata de la vanidad? Sinceramente, no. Necesidad de controlar la evidencia, de hacerla criatura.

214

No he visto encenderse estrellas en la frente de aquellos que iban a morir, sino el trazo de una persiana que, alzada, permitía entrever un orden de objetos desgarradores o resignados en un vasto local donde circulaban sirvientas felices.

Lo de lo hoy: Las hojas de Hipnos, de René Char. Dedicadas a su leal amigo Albert Camus, estas prosas poéticas, fragmentadas a modo de diario personal, las compuso el poeta durante los años de la ocupación de Francia por los nazis, mientras luchaba fusil en mano en la clandestinidad de la resistencia.

Como a Camus, los años de Vichy le convencieron de que la violencia era inevitable (aunque injustificable su legitimación). Como el autor de El hombre rebelde, Char destacó por ser un faro moral, un humilde servidor de la verdad y un enemigo lúcido e insobornable de aquellos dos totalitarismos simétricos, nazi y comunista.

En 2007, centenario de su nacimiento, la Bibliothèque Nationale de France (BNF) recordó con una monumental exposición su figura humana y artística, en la que confluyeron inteligentemente la práctica totalidad de los senderos recorridos por el arte y la moral del siglo XX.

NOTA: Traducción de Edison Simons.

Seleccionado y comentado por Nacho Segurado.