Dejé al sueño ser sueño.
El bosque quedaba atrás.
El lago no reflejaba ni un árbol.
En la estación del año contraria
se cerró una puerta de coche.
Me había subido
antes de haber oído el sonido
y en el camino de vuelta bajo el puente
la luna colgaba como una pieza de la máquina
que mis sentidos habían ensamblado
cuando ellos no podía llegar a mí.
La escarcha cubría la hierba.
Mi amada me esperaba en la cabaña.
Y el tiempo apenas había podido pasar
porque yo todavía no había llegado.
Henrik Nordbrandt es un danés que hace muchos años que le cogió el gusto a vivir a lo Braudel. Turquía, Grecia, Italia y España. En cualquiera de estos hitos geográficos y morales pudo haber tenido el sueño “de una casa blanca junto al mar / con mi amada y la noche de verano”.
Nordbrandt es un poeta muy traducido al castellano, la avanzadilla nórdica en poesía (¿un Stieg Larsson del género, quizá?), que cultiva un estilo antiretórico y paradójico, con el gusto por las dislocaciones temporales, la indagación lingüística y la reflexión sobre las situaciones cotidianas alteradas por los vaivenes del sueño. De su último libro, Puentes de sueños, también me gusta mucho este breve Tres poemas de flores:
La lluvia de luz de las flores del manzano
se solidificó como estaño
y el jardín se aplanó.
Después de los años lentos
llegaron los rápidos.
Abrí un cajón
y me sentí triste.
Seleccionado y comentado por Nacho Segurado