En aquellos días pensaba que tenía que
hacer todo aquello que me daba miedo,
así que me acosté con un hombre.
Era un punto más de una lista
dormir en un cementerio, bajo la luna llena,
no apartar la mirada de la cara golpeada y quemada de la chica,
atarme en la catapulta
de alguna píldora azul y eléctrica.
Eran los setenta, toda nuestra generación
estaba más que dispuesta a cortar con una sierra
la rama sobre la que nos sentábamos
para ver cómo era aquello de caer -bump, bump, bump.
Conocer lo peor de uno mismo
parecía como una auto-mejora entonces,
y el sufrimiento era una aventura.
Así que me acosté con un hombre,
lo cual no recuerdo muy bien
excepto que no fue divertido.
Las cortinas se agitaban en la brisa
proveniente de la parilla de una radio negra. Van Morrison
llenaba la habitación como un aftershave astral.
Acosté mi masa de engaños
al lado de su masa de engaños
en una habitación oscura en la que luchaba
con ese viejo adversario, yo mismo
-con la forma, esta vez, de un cuerpo-
en algún sitio entre el cielo y la tierra,
dos cosas a las que tenía miedo.
En los últimos meses he leído juicios demoledores de más de un historiador sobre los años setenta del siglo XX. Me sorprende porque, hasta hace poco, quienes no vivimos aquella década debíamos conformarnos con interpretar en los posos de las memorias de sus protagonistas; memorias dignamente sinceras y lúcidas algunas, pero también hinchadas, egotistas y condescendientes otras.
Las modas intelectuales, oscuras y espiritualistas, la contracultura, la trasgresión, el rechazo deliberado de lo racional y el culto desmesurado a lo imperfecto gozan todavía de buena fama, más por la nostalgia artificial insuflada desde los medios de comunicación -tan propensos a los homenajes huecos- que por sus contribuciones tangibles.
Tony Judt dice que lo que caracterizó a la «época más desalentadora del siglo» fue un «oscurantismo narcisista» que recurría a «imágenes violentas y a un lenguaje radical para fines con frecuencia vicarios». Michael Burleigh, más lacónico, habla de la «época de las trompetas de juguete«. Parecen ataques viscerales, pero leídos en su contexto, al que no puedo referirme aquí, resultan juicios muy ponderados.
Esta reflexión, superficial y apresurada, tiene relación con el poema que traigo hoy, del neoyorquino Tony Hoagland. He releído Lie down with a man -escrito en 1998- bastantes veces. Hay en él humor (yo es lo primero que percibí). Seca nostalgia (también algo evidente). La tercera o cuarta vez que lo leí me detuve en el último verso de la tercera estrofa: «Para ver cómo era aquello de caer«. Me emocionó la valentía de una confesión tan despiadada y severa. Experimentar el vacío mientras dure la caída. El temor que no se vence con el conocimiento; el conocimiento como un manual de autoayuda con forma de tratado de nigromancia; autoayuda como meta última del hombre satisfecho. Eso fue todo. No sé qué opináis vosotros, pero a mí me parece un poema impagablemente cruel, una «masa de engaños».
NOTA: traducido del inglés por Julio Mas Alcaraz.
NOTA 2: Lie down with a man está extraído de la antología de poesía estadounidense contemporánea La diferencia entre Pepsi y Coca Cola (Ediciones Vitruvio, 2007).
Seleccionado y comentado por Nacho Segurado.
No cuenta nada de si monntó en glob que es una cosa muy intrigante ¿No?
25 noviembre 2009 | 14:12
Repito: Por lo visto se olvidó de una cosa muy intrigante: montar en globo,cosa que antes siempre se mencionaba cuando alguien consideraba que habia tenido todas las experiencias , añadiendo invariablemete . menos que me den por ahí y montar en globo .Clica sobre mi nombre
25 noviembre 2009 | 14:16
Lúcido y honesto, nada autocondescendiente pero sí compasivo, francamente admirable.Gracias, un abrazo!
25 noviembre 2009 | 14:17
Un poema al día, y un libro al mes. http://libros.tel
25 noviembre 2009 | 14:27
1 antonio larrosa eres insoportable, francamente, no te has dado cuenta aún que nadie te quiere tocar ni con un palo? un horror colega2 este relato eatá sin acabar
25 noviembre 2009 | 17:20
YOUTUBE: ZEITGEISTGOOGLE: ZEITGEIST
25 noviembre 2009 | 17:35
@ Marisa. No te metas con larrosa si no quieres que te escriba alguna cosa.Soy un fan con dotes poéticas. ¡Es broma !El que se mete con larrosa consigue poca cosa.Yo clico sobre su nombre y no me pasa nada
25 noviembre 2009 | 18:18
ES MUY IMPORTANTE LEERSE ESTO:(NO ME LO BORRES, PORFI!!)CUIDADO EN LOS PARKINGS DE CARREFOURNueva estafa en el Carrefour¡¡Cuidado !!, que no os pase como a mi.Os aviso de una estafa que están realizando estos días en Madrid yalrededores y en la que está cayendo bastante gente. La hacen en losparkings de Carrefour.Así funciona el timo: dos chicas impresionantes de entre 18 y 20 años seacercan al coche mientras estás colocando en el maletero tus compras delcentro comercial. Entonces empiezan a limpiarte el parabrisas con esponjashaciendo salir disimuládamente un pecho de sus apretadas camisas.Cuando al final -para darles las gracias- intentas darles una propina, ellasrenuncian amablemente y piden a cambio que las lleves al parking de Alcampo(otro centro comercial). Si aceptas, suben y se sientan en los asientosposteriores. Mientras conduces empiezan entre ellas a acariciarse y hacerjuegos lésbicos. Cuando llegas al parking de Alcampo, una de ellas,haciendose la agradecida, se sube en el asiento delantero y te hace unamamada brutal. Claro, esto te pilla de sorpresa y distrae tu atención,mientras la otra aprovechando esta situacion y, sin darte cuenta, te roba labolsa del pan y los yogures.Con este ingenioso sistema me han robado la compra el martes, el miércoles,el jueves dos veces, (el viernes no pude ir) y otra vez el sábado yprobablemente también me roben mañana por la tarde.
25 noviembre 2009 | 18:50
Si, pues no sabes lo mejor, caliente mental. El que te la comia en el parking no era una tía, era el maricón de la foto del artículo que quería provar más nuevas experiencias. Ves con cuidado, no vaya a ser que algun dia te den una puñalada de carne por el cacas.
25 noviembre 2009 | 19:22
Yo tampoco he vivido esa época, Nacho, pero es cierto que les daba por experimentar con todo, sexo, drogas, etc. Lo que nunca he entendido es por qué mucha gente hace justo las cosas que le dan miedo o fobia, en el caso de nuestro poeta parece que ha sido una experiencia que le ha traumatizado un montón (evidentemente no es gay, sólo estaba experimentando).El poema me ha gustado mucho. A parte de retratar a una generación, se te mete en los sentidos, parece que estás viendo y oyendo todo.
26 noviembre 2009 | 10:45
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26 noviembre 2009 | 16:37
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26 noviembre 2009 | 16:45