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“Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia…” Roy (Rutger Hauer) ante Deckard (Harrison Ford) en Blade Runner.

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Lo de las series va muy en serio

Poco a poco los premios de la Academia de Televisión norteamericana van alcanzando una repercusión similar a los de la Academia de Cine, los Emmy tratan de situarse en importancia a la altura de los Oscar. Aún les queda un trecho pero vienen lanzados. Cuentan con la ventaja de que los cambios tecnológicos y los de hábitos de consumo audiovisual inflan sus velas y les impulsan porque tienden a homologar los dos productos que son evaluados y premiados, las películas y las series. El debate sobre la pertinencia de premiar o no en festivales de cine películas producidas sin ánimo de ser exhibidas en pantalla grande (las de Netflix, en Cannes, por ejemplo) es un eco de la guerra abierta entre los dos formatos. Antes las armas eran desiguales; ahora, la calidad con que pueden verse en casa, con pantallas grandes y sonido espectacular, está dando la vuelta a la tortilla y acorta las distancias.

Hemos llegado, por todo ello, al punto de que las series son comentadas, analizadas y sometidas a crítica en los medios, revistas, periódicos, programas especializados de televisión, en los que hasta hace poco ni siquiera existían. Y esto se debe a que hoy nadie duda de que el lenguaje cinematográfico en sus más acabadas expresiones de calidad ya no habita sólo en el territorio que antes tenía como soporte el celuloide y hoy el DCP en un disco duro (Digital Cinema Package, o Paquete Digital para Cine). Es un lugar común discutible -pero significativo- que el mejor cine se está haciendo en las series televisivas. Yo no sería tan categórico, pero tampoco me llevo las manos a la cabeza ante semejante afirmación. Las comparaciones son, además de odiosas, en este caso innecesarias.

A estas alturas pocos aficionados al cine desconocen qué series compiten y ganan los Emmy, porque toda la prensa mundial se hace eco profusamente. En su última edición, recién celebrada (ojo, la número 69) las triunfadoras  han sido, como todo el mundo preveía, El cuento de la criada (The Handmaid’s Tale), en el apartado de Mejor Serie Dramática, y Big Little Lies, en el de Mejor Miniserie. Quizás algo haya tenido que ver la no comparecencia de Juego de Tronos, emitida esta temporada fuera de las fechas hábiles.

El que la primera de ellas, basada en la novela homónima de Margaret Atwood escrita en 1985, haya sido producida por Hulu, que no es una cadena que emita por cable ni tampoco a través de las ondas sino en plataforma de Internet, es un detalle, por cierto, que vaticina un nuevo cambio en el paradigma del consumo en el futuro próximo. No sabemos cuánto tardará en producirse pero si hoy una cadena produce películas para televisión y otra produce series para Internet la ecuación es sencilla: en el futuro las películas y las series serán estrenadas en línea, sin perjuicio de que puedan seguir viéndose en salas de pantalla grande. Será la confluencia inevitable y definitiva de los tres conceptos actuales, cine, televisión, ordenador, algo que tecnológicamente ya lleva tiempo en los hogares mediante el denominado “Smart tv”.

La segunda ganadora de la noche fue, como he dicho, Big Little Lies, producida por HBO. Obsérvese cómo las series suelen ser conocidas por la cadena que las produce antes que por los nombres de los directores, a diferencia de sus hermanas de la gran pantalla. Esto probablemente obedezca al hecho de que en la nómina de las series figuran casi siempre muchos directores que se alternan según los capítulos (Reed Morano, Mike Barker, Kate Dennis, Floria Sigismondi y Kari Skogland, en El cuento de la criada).

Sin embargo esto no sucede siempre; en otros casos trasciende también el nombre del creador, o responsable máximo de la idea, como Terence Winter (parte de Los Soprano, Boardwalk Empire), David Simon (The Wire, Treme, The Deuce); y también los nombres del creador y del director, como Nic Pizzolato y Cary Joji Fukunaga (True Detective) o David E. Kelley y Jean-Marc Vallée (Big Little Lies). Un caso especialísimo es el de Twin Peaks, imposible de disociar de David Lynch, que deja en la sombra tanto a su colaborador en la creación de la serie, Mark Frost, como a Showtime, la cadena que la produce.

Como revelan las dos series ganadoras, los Emmy de este año tienen un marcado acento femenino, tanto por los temas tratados como por el protagonismo de sus actrices principales, Elizabeth Moss en la distopía futurista imaginada por Margaret Atwood, y Nicole Kidman y Reese Witherspoon en la miniserie; ambas, además, productoras ejecutivas. Tanto Elizabeth Moss como Nicole Kidman ganaron su correspondiente Emmy. Es más, incluso la ganadora en el apartado de comedia, la sátira política Veep, también ha visto premiada ¡por sexto año consecutivo! a su actriz protagonista, Julia Louis-Dreyfus, que encarna a una senadora de armas tomar muy poco ejemplar; y el Emmy a Mejor episodio le fue otorgado al titulado San Junípero, dentro de la extraordinaria serie futurista, igualmente distópica, Black Mirror, cuyo núcleo argumental se centra en la historia de amor que enlaza a una pareja interracial de mujeres. Estamos en un escenario similar al que vimos en los Oscar respecto a los negros, que parece denotar una sensibilización aguda respecto a la desigualdad entre sexos. Esperemos que no se cumpla el dicho «días de mucho, vísperas de nada».

La carrera de Elizabeth Moss alcanza su cénit con este Emmy a Mejor Actriz de Serie Dramática después de haber estado nominada en numerosas ocasiones, especialmente por su personaje de Peggy Olson, el patito feo pero combativo de Mad Men, y de esta brillante manera se saca la espina de la irrelevancia en el cine, que le había sido muy esquivo hasta el momento. No es el caso de Nicole Kidman, que adorna –supongo- los muebles de su casa con un Oscar (por su Virginia Woolf en Las horas, de Stephen Daldry, 2002), tres Globos de Oro y algunos premios más. Kidman se da el gustazo de apostar por la producción de una ficción y la interpretación de un personaje (bien surtido de desnudos y escenas subidas de tono) que afrontan con atrevimiento asuntos graves de la condición femenina, como la independencia sexual, la maternidad y los malos tratos conyugales. En ese mismo espíritu de lucha se emparenta con su colega Moss, convertida en foco de resistencia frente a un estado clerical y autoritario que desposee a las mujeres de todos los derechos, incluso el de decidir cómo y de quién se queda embarazada.

Por si alguien aún no se había enterado, queda claro que lo de las series va muy en serio.

P.S. Ayer falleció, sin tiempo para recibir la Medalla de Oro de la Academia de Cine que tenía concedida este año, José Salcedo, uno de los más reputados montadores del cine español, por cuyas manos pasaron más de 150 películas dirigidas por un amplísimo grupo de cineastas, desde Buñuel, con el que comenzó de ayudante en Tristana, hasta Pedro Almodóvar. Desde aquí un recuerdo para la gente imprescindible como él.