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“Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia…” Roy (Rutger Hauer) ante Deckard (Harrison Ford) en Blade Runner.

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Las estrellas pujan por ir al cielo

Brad Pitt pujó en una subasta benéfica y ofreció hasta 120.000 dólares de vellón por disfrutar de la compañía de Emilia Clarke y ver juntos un capítulo de la serie de HBO Juego de Tronos. Así lo ha recogido toda la prensa mundial y, por supuesto, también este periódico.

Emilia Clarke y Kit Harington en los Globos de Oro 2018. | Jordan Strauss / GTRES

La noticia me recuerda aquel sindiós de película que con el título de Una proposición indecente perpetró Adrian Lyne en 1993. Les refresco la memoria: Demi Moore, que tres años despues vendería muy cara en otro artefacto fílmico la exposición de su piel (Striptease), era una agente inmobiliaria casada con un arquitecto, interpretado por Woody Harrelson, que no quedaba en posición muy lucida porque a su mujer se le ocurre salir del atolladero económico en que se encontraban aceptando una de esas ofertas que pocos pueden permitirse el lujo de rechazar: un patético millonetis, con la máscara apergaminada de Robert Redford, les ofrece nada menos que un millón de dólares por pasar la noche con ella.

Como digo, la película sería perfectamente olvidable de no ser porque semejante punto de partida me parece a mí escandaloso. No por lo que las personas conservadoras puedan pensar, sino por lo contrario: pienso yo que ni el polvo del siglo puede cotizarse tanto porque no podría garantizarse que la velada culminara en un orgasmo que igualara esas proporciones estratosféricas. Aunque claro, los súpermillonarios, que tienen el dinero por castigo, como diría De la Morena, son así de rumbosos. ¿En qué otra cosa más glamourosa podrían derrochar los beneficios de sus acciones? En España, desde luego, hemos visto alternativas bastante más cutres con los de las tarjetas black y eso… Pero no nos desviemos…

Decía que la noticia me recordó aquel despropósito pero debo admitir que no admite comparación. Porque vamos a ver: ¿qué pretendía el ex de Angelina con esa apuesta? ¿Se trataba de comentar el trabajo de Emilia en el mencionado episodio mientras hacía manitas con ella o pensaban ambos estar muy atentos a la pantalla y sólo a la pantalla? ¿El tema era desmenuzar los intríngulis de Daenerys con sus fieles súbditos o contemplar de cerca los ojitos de la Targaryen?

Porque hay un detalle de la noticia que no se aclara y es qué pasó con la insuficiente cantidad que Brad puso sobre la mesa, habida cuenta de que el ganador de la subasta subió hasta la bonita cifra de 160.000 dólares. ¿Dijo Pitt, “ah, pues si no gano me lo ahorro” o de todos modos los donó para la bella causa a la que iban destinados los billetes verdes? Porque recordemos que la iniciativa en auxilio de los pobres más pobres del mundo, los haitianos, a los que todo se les vuelven pulgas, había sido idea de Sean Penn, que además de actor genial e interesantísimo director, es un tipo muy comprometido con estas cosas. Pero digo yo que qué falta hacía ese tejemaneje de subasta. Mejor hubiera estado que todos apoquinaran el parné directamente sin tantas ceremonias, ¿no?

Nota: un terremoto provocó 316.000 muertos en Haití en 2010. Y no contentos con ello los dioses enviaron a darse un paseo por allí a los huracanes Matthew e Irma en 2016 y 2017 para asegurarse de que los supervivientes no cayeran en la molicie y se dieran a la mala vida.

Devastación provocada por el terremoto en Haiti en 2010. EFE

Esta gente de la farándula es muy dada a estos saraos, sobre todo por aquellos lares, me dirá mi pepito grillo personal. No hay tampoco necesidad de andar metiéndose con ellos cuando deciden hacer algo positivo. Y no le faltaría algo de razón, no lo niego. Lo que pasa es que me cuesta un poquito digerir el espectáculo montado en torno a la miseria de los miserables, aunque sea para su propio bien. Da la impresión de que los ricos necesitan divertirse aunque sea con el pretexto de sacar brillo a su conciencia y entregarse al papel de buen samaritano. Hay un punto de exhibicionismo en todo esto, no me negarán. Pero, ¡ojo! ¡Que sigan haciéndolo, eh! Que menos da una piedra y no seré yo quien proteste.

A la movida de Emilia se sumó Kit Harington, que venía de pasar una noche calentita en un bar de Nueva York, empeñado en golpear las bolas de una mesa billar con su espada de Jon Snow, o Jon Nieve, sin percatarse de que él no era uno de los jugadores y de que quienes sí lo eran no caían rendidos a sus encantos, como parece que debe de estar acostumbrado a observar. Los famosos es lo que tienen, con unas copitas de más no distinguen entre fans y simples ciudadanos. Bueno, debería decir algunos famosos. Así es que queda dicho. Superada la cogorza, o vaya usted a saber si por efecto de la resaca, Kit decidió sumar generosamente su agradable compañía a la de Emilia, para que el ganador disfrutara de un lote de dos estrellas por el precio de una, aunque en la crónica no consta si eso entusiasmó al afortunado o provocó su profunda decepción.

Luego la subasta continuó con apuestas cruzadas entre la exultante Emilia (así me la imagino al comprobar el nivel de fogosidad que levantan sus huesitos) y Leonardo di Caprio, otro actor de quien sólo caben alabanzas, tanto en su desenvolvimiento profesional (¡quién lo hubiera dicho cuando se hundía con el Titanic!) como en su compromiso a prueba de maledicencias en la lucha por la preservación del medio ambiente y contra el cambio climático (subrayo que estas líneas no llevan ni pizca de ironía). Entre la khaleesi y Di Caprio intercambiaron unos envites por hacerse con unas pinturas y cada uno se llevó la suya. Mira qué bien. Una buena acción y un lienzo para las paredes, o para regalar, que así queda uno dos veces bien. Que no se diga que las estrellas no son generosas.