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“Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia…” Roy (Rutger Hauer) ante Deckard (Harrison Ford) en Blade Runner.

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Los dineros de nuestro cine

El análisis de la taquilla del cine español, ahora que nos encontramos en esas fechas en las que parece que hay que hacer balance obligado de todo, se parece al día siguiente de unas elecciones, cada partido cuenta la guerra según le haya ido en ella. Ayer mismo, titular de El español: “El cine español sigue en racha: arrasa en taquilla por cuarto año consecutivo”. Con una visión algo más que optimista, eufórico al modo lisérgico, añadía: “…al final nuestra industria ha demostrado otra vez que se ha reconciliado con ese público que durante años le dio la espalda. Por cuarta vez consecutiva -y cuarta vez en toda la historia desde que se recopilan los datos de taquilla- nuestras películas superarán los 100 millones de euros de recaudación”. Es lo que se dice ver la botella llena habiéndose tomado ocho copas de ella. Después de respirar hondo el redactor aflojaba la hiperventilación: «se ha superado esa cantidad que ya es una barrera moral que separa el éxito de la decepción”. O sea que alcanzar por los pelos esa cantidad de recaudación que nos salva de la decepción ¿significa arrasar en taquilla? Percibo un divorcio flagrante entre el titular y el cuerpo de la noticia.

Colas ante las taquillas de un multicine. EFE

En las antípodas de su colega y lamentando el escaso contenido de la botella, un día antes Gregorio Belinchón en El País titulaba: “El cine español registra su peor taquilla desde 2013”. Según el periódico global, como pomposamente presume en su cabecera,  la industria respira aliviada con una cuota de pantalla del 17% y la caja señalada de los cien kilos casi redondos pese a ser la más baja en cinco años, desde que en 2013 se quedara en 70 millones. ABC, en un ejercicio de contención admirable –por sorprendente, en asuntos políticos ya sabemos que  acostumbra a disparar con bala- prefería ayer limitarse a constatar sin valoraciones: “El cine español se acerca a los 100 millones de recaudación en 2017”. Y subrayaba que la cifra es la más baja de los últimos cuatro años. No me cuadran bien las cuentas en esto de si son los cuatro o los cinco últimos años, pero no nos detengamos en menudeces.

Tanto si nuestras películas arrasan como si registran su peor taquilla en el último lustro a mí no me gusta nada la letra pequeña del listado que el Ministerio de Cultura, Educación y Deporte hace público en su sitio web, en donde por cierto no exhibe sus propios datos oficiales sino los de Comscore, a la que define como “una compañía de medición cross-media que analiza de forma precisa los datos diarios sobre el comportamiento de la audiencia y de la taquilla”. Lo de cross-media tengo que mirarlo en otro momento, cuando me ponga la armadura de combatir neologismos.

A lo que iba: según el acumulado de cine español a 24 de diciembre del presente, una comedia mediocre de padres carcas preocupados por los tipos con quienes se acuestan sus hijas, Es por tu bien, dirigida por Carlos Therón, con José Coronado, Roberto Álamo y Javier Cámara, un típico producto de la factoría Telecinco, o sea el colmo de la sutileza, en el que los actores participan para hacer caja aunque sea tapándose la nariz, es la tercera de este año, con nueve millones y medio de euros en el bolsillo sustraídos a millón y medio de espectadores.

Roberto Álamo, Javier Cámara y José Coronado en Es por tu bien. Telecinco Cinema

En segundo lugar queda el solvente y eficaz remake de una película italiana, Perfectos desconocidos, inidentificable como obra de Álex de la Iglesia, casi sin sombra del reconocible estilo de toda su filmografía. Bueno, está bien, al menos es una comedia inteligente. Diez millones doscientos mil euros y un puñado de espectadores más que la citada más arriba, son sus números.

Álex de la Iglesia y toda la tropa de Perfectos desconocidos. Telecinco Cinema

Y en primer lugar, otro producto Telecinco pero en el terreno de la animación, Tadeo Jones 2: El secreto del Rey Midas, que sigue la estela taquillera de su antecesora de 2012, Las aventuras de Tadeo Jones, favorecidas ambas por el apoyo de toda la artillería publicitaria de Mediaset. Dieciocho millones de euros recaudados y tres millones y pico de espectadores sentados en la butaca de una sala no son poca cosa, quién hubiera sospechado hace unos años que los dibujos iba a pitar tan fuerte…

Hasta el número 20 de la lista hay que descender para bajar de la cifra de un millón ingresado y es Verano 1993 la que marca esa frontera con sus cerca de ciento sesenta y dos mil espectadores pendientes de que la niña Laia Artigas rompa a llorar, pobrecita, para desahogarse de la pena. Hay que decir que su presentación como candidata a los Oscar, finalmente frustrada, habrá ayudado mucho a soplar las velas de este humilde barquito, pequeñito por fuera y grande por dentro; de no haber sido así lo hubiera tenido muy pero que muy difícil. Por encima de ella van quedando títulos mucho más potentes financiera y mediáticamente como Oro, El Dorado según Agustín Díaz Yanes, que no ha ido mal en mes y medio, en el puesto 15, redondeando, con un millón trescientos mil euros; Abracadabra, la comedia marciana de Pablo Berger, en el 14, con un millón setecientos mil recolectados en casi cinco meses; La librería, de la vindicativa Isabel Coixet, en el 13, con dos millones doscientos cincuenta mil también en poco más de un mes; o El bar, dos en el mismo año de Álex de la Iglesia, estrenada allá por marzo, con dos millones ochocientos ochenta mil euros.

Por encima de la raya del medio millón de euros llegamos hasta el número 28 de la lista y encontramos títulos que serán llamados en la ceremonia de los Goya a recoger algún cabezón, como la aventura del gigantón de Altzo, la muy notable fábula de Handía;  la amarga y tenebrosa adaptación por Agustí Villaronga de la novela de Joan Sales, Incierta gloria; la a mi entender sobrevalorada versión de una novela de Javier Cercas realizada por mi admirado Manuel Martín Cuenca, El autor; o la muy interesante aunque irregular sátira política de Santiago Mitre, La cordillera.

Hasta cien mil euros ha conseguido embolsarse en dos semanas Gustavo Salmerón con su familiar y desopilante documental Muchos hijos, un mono y un castillo y ello le sitúa en el puesto 44; uno por debajo de Nacho Vigalondo que debe el hombre de estar muy decepcionado con sus ciento ocho mil  en seis meses de andadura: ni Anne Hathaway tuvo tirón para vender Colossal. Selfie, el inteligente, divertido y corrosivo  falso documental que nos permitió descubrir al actor Santiago Alverú en su descacharrante pseudo autorretrato como hijo pijo de un ministro pepero, tampoco obtuvo la respuesta que merecía por parte del público: ciento noventa mil euros en el puesto 35. La transgresora, verbal y visualmente, pero en el fondo elemental opera prima del provocador Eduardo Casanova, Pieles, tampoco puede tirar muchos cohetes con sus ochenta y cinco mil euros y baja al peldaño 46.

Lo que sí que me irrita es que las dos más acojonantes películas realizadas con capital español este año, dos obras redondas, intensas, profundas, Una mujer fantástica y No sé decir adiós se tengan que conformar con ciento cincuenta y setenta y dos mil euros respectivamente. El filme de Sebastián Lelio aborda la transexualidad con tanto respeto y valentía que mereció la nominación a los Globos de Oro, además de ganar en Berlín el premio al mejor guion. El de Lino Escalera es mi debilidad de 2017, la obra perfecta, la demostración de que en España se hace muy buen cine, cine serio, adulto, grande, como grande es un reparto mayúsculo encabezado por Natalie Poza, Juan Diego y Lola Dueñas. ¿He dicho ya que es escandaloso que Juan Diego no esté nominado a los Goya? Pues lo repito: ¡increíble! Cosecha premios allá por dónde pasa, pero la gente no la ha visto; ¡una pena! Abordando el mismo tema de fondo, la enfermedad terminal y cómo la afrontan el enfermo y sus más próximos, Fernando Franco contó con la pareja en la realidad y en la ficción de excelentes actores: Marián Álvarez y Andrés Gertrudix, pero su doloroso y potente trabajo no dejaba ni un resquicio de luz al espectador en Morir (comenzando por el título) y ello seguramente ha hundido la promoción de este drama, traducida en unos escasísimos treinta y cinco mil euros.

Que Fe de etarras sólo la hayan visto en salas mil quinientas personas se explica porque su productora, Netflix, se hace la competencia a sí misma con el cable, es comprensible. Aún así, les recomiendo a ustedes –yo me partí de risa- que la vean por el sistema que sea. Y que la muy interesante indagación en la pulsión del “voyeur” y en la irresistible atracción por la carne prohibida, el incesto, de Pedro Aguilera, Demonios tus ojos, no haya alcanzado los nueve mil euros me parece verdaderamente lamentable.

Por último apuntaré algo obvio sobre un dato no muy conocido: cuando se estrenan en un mercado tan rácano como el nuestro 177 películas en una año, no es extraño que doce de ellas no lleguen ni a recuperar cien euros de lo invertido. O que nueve de ellas no consigan convocar a veinte espectadores. O que la última de la lista, cuyo título pudorosamente ocultaré, recibiera catorce euros de sus dos espectadores. Y aún así y todo, con este panorama, hay quien toca alborozado las campanas.