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“Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia…” Roy (Rutger Hauer) ante Deckard (Harrison Ford) en Blade Runner.

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El talento no es cosa de sexos

La semana pasada el inolvidable, malencarado y genial John McEnroe, un tenista capaz de concitar la atención, para bien o para mal, tanto de los aficionados como de los ignorantes como el que esto escribe, realizó unas declaraciones que en coherencia con su personaje levantaron ampollas entre las gentes hipersensibilizadas con las cuestiones relativas a la igualdad de sexos. Por si hay algún despistado recordaré que este caballero está entre los más grandes de la historia por haber ganado la bagatela de siete títulos individuales de Grand Slam: el Abierto de Estados Unidos en cuatro ocasiones, y el Campeonato de Wimbledon en tres, entre 1979 y 1984. Algo sabrá de esto. Aunque, desde luego, la sabiduría y el conocimiento en el deporte no garantizan el acierto en cuestiones tan delicadas. Según quien fuera el número uno del mundo, “si Serena Williams compitiera entre hombres estaría en el puesto 700”. Añadía también para explicar su afirmación aparentemente machista: “esto no significa que no considere a Serena como una jugadora increíble, al contrario, y creo que podría vencer a algunos jugadores en un día porque tiene una increíble fuerza mental, pero si ella jugara en el circuito de los hombres todos los días, eso sería otra historia”.

 

La aludida, ganadora de treinta y nueve  títulos de Grand Slam, veintitrés de ellos individuales, y considerada la mejor tenista de todos los tiempos, no tardó en responderle con inteligencia: «Querido John, yo te adoro y te respeto, pero por favor déjame al margen de tus comentarios carentes de datos fácticos». Efectivamente, el único modo de obtener datos que lo confirmaran o desaprobaran sería suprimir los circuitos masculino y femenino y ponerles a todos a competir juntos y esto es algo que no va a suceder porque el resultado sería perjudicial para todos los afectados.

Si en el deporte parecen claras las razones para que la segregación de sexos no se considere un acto de discriminación flagrante, hay quienes piensan que sí lo es a la hora de calificar el trabajo de actores y actrices, y abogan por que se establezcan unas distinciones neutras de interpretación, tal como sucedió en los MTV Movie & TV Awards (hasta 2016 conocidos como los MTV Movie Awards), en cuya última gala Emma Watson recibió el galardón unificado por su papel en La bella y la bestia, dirigida por Bill Condon. Convertida desde hace un tiempo en icono del feminismo actual, Watson lo recogió orgullosísima:

Emma Watson recoge el Premio MTV Movie & TV Awards

«El primer premio a la interpretación en la historia que no separa nominados según sus sexos dice algo de cómo percibimos la experiencia humana. Pero para mí, indica que la actuación es sobre la habilidad de ponerte en los zapatos de otro. Y eso no es necesario separarlo en dos categorías diferentes. La empatía y la habilidad para usar tu imaginación no deberían tener límites«. Coincido plenamente en el razonamiento de Emma Watson pero me gustaría indicar que no veo la necesidad ni la ventaja de suprimir las categorías para unificarlas en una sola. Tampoco creo que la separación sea un insulto a las mujeres, como afirmaba la columnista y aguerrida militante de la equiparación de The New York Times, Kim Elsesser, porque obviamente los mejores trabajos de las mejores actrices son tan geniales como los de sus homólogos masculinos. Y sobre eso no creo que nadie tenga dudas, salvo en algunos círculos antediluvianos. Pero ¿ayudaría a la causa de la igualdad entre hombres y mujeres que todas las instituciones imitaran a la Academia de Cine de Aragón, que el pasado mes de mayo  otorgó (para minimizar el número de premios y acabar con cierto sexismo, según se explicó) el premio Simón a la Mejor Interpretación a Laura Contreras por Luz de Soledad, de Pablo Moreno?

En un escenario ideal tendría sentido, pero habría que tener en cuenta para responder a ello que la gran mayoría de las historias tienen a hombres por protagonista. Eso quiere decir que los mejores papeles, en términos cuantitativos, los acaparan los hombres y por tanto las posibilidades de ellas se reducen en la misma proporción. Cuando se premia a un actor no se tienen sólo en cuenta sus habilidades sino que pesa mucho la brillantez del personaje. Las posibilidades de lucimiento de actores y actrices aumentan o disminuyen en función de la magnitud de lo que tienen que crear. En esa hipotética carrera las actrices disponen de muchos menos caballos y perderían mucha visibilidad si tuvieran que competir por un unificado Premio a la Mejor interpretación. ¿Cuántos Goya recibirían? Con toda seguridad, muchos menos que sus colegas, y no por tener menos talento.

Cuando se objeta que lo mismo podrían exigir los miembros de otras profesiones, directores, directores de fotografía, o cualquier otro, evidentemente se está llevando el argumento al absurdo porque duplicarlo todo sería sencillamente ridículo e inviable. Solo con pensar en la retahíla de agradecimientos a los padres, familiares y amigos de los premiados me pongo a temblar. Queda aceptado de entrada que la homologación estaría dentro de una lógica impecable salvo que simplemente se traduciría en un retroceso en el terreno conquistado. Por una vez y hasta nueva orden, la incongruencia de distinguir entre premios masculinos y femeninos debe ser considerada un acierto, el renglón torcido con el que se escribe derecho en el camino hacia la igualdad. Sintiéndolo mucho por el discurso entusiasta y bien intencionado de Emma Watson, será mejor que por ahora no cunda su ejemplo.