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“Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia…” Roy (Rutger Hauer) ante Deckard (Harrison Ford) en Blade Runner.

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PricewaterhouseCoopers NO debe disculparse

La habitualmente aburrida Gala de los Oscar de este año acabó de la mejor manera posible, un error prodigioso restituyó la justicia como si una mano divina hubiera intervenido en el último instante para reparar el inminente desaguisado: desposeer de un título que no merecía a la pizpireta La La Land (también titulada en España La ciudad de las estrellas, aunque de esto ni dios quiere saber nada) para entregárselo a la mejor película de las que tenían posibilidades, esa joyita de nombre tan cursi llamada Moonlight.

El momento más glorioso de la noche de los Oscar 2017

Seguramente los guionistas de la ceremonia no sabían que el azar se aliaría con ellos para jugar un papel tan relevante; de haberlo hecho a propósito lo habrían podido llamar deus ex machina en el supuesto de que conozcan algo del teatro clásico griego, a unos individuos de tan estrafalario nombre como Esquilo, Sófocles o Eurípides. Ya saben, la providencia quiso que la empresa auditora PricewaterhouseCoopers, encargada de velar por el correcto funcionamiento del engranaje de entrega de premios tuviera el bendito desacierto por el que ha pedido disculpas. «Pedimos perdón sinceramente a Moonlight, La La Land, Warren Beatty, Faye Dunaway y a los espectadores de los Oscars por el error», han dicho. Si siguen mencionando a todos los supuestos ofendidos agotan la lista de asistentes a la Gala celebrada en el Dolby Theatre de Hollywood, Los Ángeles, California, Estados Unidos de América.

Y yo creo que se equivocan pidiendo perdón. Y sino, ya puestos, ¿por qué no disculparse en primer lugar con el presidente Donald Trump? En fin, no es que yo crea que le importa mucho, pero imagino que tampoco le habrá hecho mucha gracia que un negro, pobre, homosexual y drogadicto sea elevado a los altares y convertido en un héroe cinematográfico. Salvo que este poderoso caballero presidente se parezca al nuestro y no vaya al cine porque está muy ocupado con sus cosas de Twitter, sus muros y sus guerras con la prensa, me da que no le hizo ninguna gracia el desenlace.

No sólo no deben los señores de PricewaterhouseCoopers (no me extraña, Pablo, que te patinara la neurona con el nombre y se lo cambiaras por HouseWaterWatchCooper, que se parecía más a Mad Men) pedir perdón por la confusión en el Premio a la Mejor Película, sino que ellos mismos merecen un Oscar a los mejores efectos especiales y otro al mejor guion. El primero por el truco de los sobres cambiados. El segundo por el salvamento de la dignidad de Hollywood en el último minuto.

¿Quién se hubiera acordado dentro de unos años de que Moonlight ganó su Oscar el mismo día en que triunfó ese redicho homenaje al musical? Si recibir un calvo es la mejor campaña publicitaria, hacerlo de esta manera es la bomba. ¿Y a qué viene ese rasgarse las vestiduras y poner a caldo a la Academia de Hollywood por el ridículo planetario? También en la fiesta anual de nuestros Premios se llegó a dar uno equivocado y no pasó nada.

El glorioso resbalón de los Oscar 2017 me recordó otra ceremonia de los Goya, concretamente en 2009, cuando Javier Gutiérrez entregó el premio a los Mejores Efectos especiales por Mortadelo y Filemón, Misión: salvar a la Tierra, a Raúl Romanillos, Pau Costa, José Quetglas, Eduardo Díaz, Álex Grau y Chema Remacha; aturullado por la responsabilidad tropezó y dejó que el cabezón se hiciera pedazos contra el suelo. ¡Qué momento tan glorioso! ¡La realidad desbaratando mágicamente una celebración tan pomposa!… Lástima que aquello estuviera previsto en el guion. Pero pareció de verdad.

¡Nada comparado con la cara de Warren Beatty al leer la cartulina y pasársela como si le quemara en las manos a Faye Dunaway! ¡Ese sí que ha sido el papelón de su vida!

En fin, que a mí me parece que levantar a la audiencia dormida de medio mundo merece un reconocimiento. Deberíamos copiarlo aquí.