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“Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia…” Roy (Rutger Hauer) ante Deckard (Harrison Ford) en Blade Runner.

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Locos por Monica Bellucci

Conozco a un escritor de excelentes novelas y mordaz columnista habitual de un diario digital que está literalmente “colado” por Mónica Bellucci. ¿Quién podría reprochárselo? A nadie puede extrañar. Somos legión quienes pensamos lo que dice de ella, que su exuberante belleza opaca sus grandes virtudes como actriz. Y menos mal que no es rubia, porque de lo contrario el menosprecio, o la desconsideración en el mejor de los casos, de muchos críticos y, no nos engañemos, también de parte del público hubiera encontrado un pretexto más –banal y absurdo- para ensañarse con esta gran actriz italiana.

Monica Bellucci en el Festival de San Sebastián, 2017. EFE

Cuando emergía de entre las sábanas como serpiente venenosa junto a otras dos vampiresas para hacer perder el norte a Keanu Reeves, en Drácula de Bram Stoker (1992), la adaptación del mito romántica hasta la muerte del gran Francis Ford Coppola, yo no la conocía todavía. Volví a repasar aquella secuencia bien pertrechado con el mando de play/pausa cuatro años después, en 1996, cuando el azar y las labores profesionales me llevaron a los cines Princesa de Madrid a hacer unas entrevistas con el equipo de Flash-back (El apartamento), una producción francesa dirigida por Gilles Mimouni, en la que Monica Bellucci se encontró a Vincent Cassel para reeditar la sociedad de la Bella y la Bestia que luego duró 14 años en forma de matrimonio.

Monica Belluci en una escena de Drácula de Bram Stoker

El equipo de cámara y sonido de Televisión Española no pudo llegar a la cita por imponderables que no vienen al caso y allí me encontré yo esperando durante una hora, sin conocer el motivo del retraso, y tratando de entretener a Mimouni, a Cassel y a otros presuntos implicados con una improvisada conversación que amenazaba con agotar mis argumentos para las entrevistas. De repente apareció ella sobre unos tacones altos que estiraban su figura imposible embutida en una mini-mini falda; sus ojos refugiados tras unos cristales oscuros realzaban con naturalidad el misterio que emanaba de aquella fuerza de la naturaleza, para mí completamente desconocida. Ustedes me permitirán que les diga: ¡no se hacen una idea de lo obnubilado que me dejó!

Por entonces, Monica Bellucci era una actriz sobre la que pesaba todavía la mochila de modelo con la que había intentado pagarse los estudios de derecho que, por supuesto, abandonó para volcarse en el cine. ¿Puede uno imaginarse a esta mujer defendiendo pleitos o ataviada con una toga? Por supuesto que sí, pero ¡qué decepcionante es la imagen! Difícil sospechar adónde llegaría en una larga trayectoria, oscilante entre papeles arriesgadísimos y títulos más comerciales, que le ha traído estos días a San Sebastián para recoger el Premio Donostia.

Monica Bellucci en el Festival de San Sebastián

Entre los primeros, Irreversible (2002), de Gaspar Noé, el que más; una secuencia en la que sufre una prolongada violación de una crudeza apabullante, demuestra, si no estaba claro, que la actriz se entregaba a su oficio en cuerpo y alma. Y para ello es necesario estar hecho de una pasta muy noble. Antes había sido protagonista de otra secuencia que probaba claramente esas virtudes; en Malena, de Giuseppe Tornatore (2000) una multitud de envidiosos y resentidos en un pequeño pueblo siciliano, años 40, se abalanzaba sobre ella y la emprendía a golpes sin ningún miramiento arrancándole la ropa y dejándola hecha unos zorros. Valor y carácter de actriz de raza, para pasar por una situación tan humillante y exigente, aunque sea bajo el paraguas de la ficción.

Tuve el privilegio de entrevistarle en Barcelona durante la promoción de Malena y sobre el rodaje de esta escena me decía lo siguiente: “Esta escena fue muy dura para mí tanto física como psicológicamente. La situación era muy difícil porque tenía que estar casi desnuda en una plaza rodeada de mucha gente. Pero lo cierto es que yo me atrevo a hacer esas cosas porque me siento protegida por los personajes que tengo que interpretar. Es como si fueran un escudo que me protege de todo. Pero también es verdad que me resultó muy dura la escena en que tenía que encontrar en mí la fuerza para perdonar a todas esas mujeres que casi me matan; y eso es algo muy difícil de conseguir como mujer de hoy en día”. Ahí queda eso.

Desde Matrix a Spectre, una de las movidas del agente secreto con licencia para matar –de aburrimiento- pasando por una Isabel Coixet romántica (A los que aman) ha llegado a la última sana locura de Emir Kusturica (En la Vía Láctea) y entre medias comedias y dramas de todos los colores y sabores, dejando en cada una de sus películas una forma de gozar y de sufrir, de hacerse amar y desear, que sólo arquitecturas como la suya y un imprescindible saber hacer de actriz son capaces de desplegar. Así lo han sabido ver conspicuos directores como los citados F.F.Coppola, Gaspar Noé, Giuseppe Tornatore, Isabel Coixet, Emir Kusturica y otros como Marco Tulio Giordana, Terry Gilliam, David Lynch e incluso el inefable Mel Gibson, que atinadamente dibujó con su rostro y cuerpo los de la pecadora María Magdalena en la sangrienta Pasión de Cristo con que escandalizó en 2004 a tantos meapilas que andan sueltos por el mundo.

Monica Bellucci entrevista por Malena para Cartelera, TVE

Y todo esto de la creatividad artística, de la grandeza en el oficio, del sacrificio y de los premios –que han sido unos cuantos- como el Donostia, que es un reconocimiento a toda su carrera, serían cuestiones menores, si no fuera porque su discurso durante las entrevistas y ruedas de prensa es inapelablemente inteligente, minimizando en todo momento sin falsa modestia la importancia de la belleza: “Me han preguntado muchas veces sobre la belleza y siempre respondo lo mismo: el impacto dura cinco minutos. Puede que sientas curiosidad por mí si soy guapa, pero si no hay nada detrás no sucederá nada. Estoy a punto de cumplir 53 años y sigo trabajando, así que confío en que lo mío no se trate solo de belleza” (…) “En 25 años he hecho cine comercial y películas que no ha visto nadie, pero todas han sido experiencias que me han hecho crecer”. En San Sebastián se ha comprobado: a sus 53 años, Bellucci sigue dejando a todos boquiabiertos al verla, pero aún es más gozoso escucharla. Que sí, créanme.