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“Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia…” Roy (Rutger Hauer) ante Deckard (Harrison Ford) en Blade Runner.

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Despilfarra, que algo queda

A fuerza de respirar tantos virus nacionalistas, de escuchar sin remedio posible tantos debates y sufrir tanta fruición en el ondear de banderas hoy he sucumbido al contagio y me he levantado con el chip patriótico puesto. No, no teman, no me envolveré en ningún pendón, ni en el de la corona, ni en la senyera, ni en ningún otro. Hoy me ha dado por pensar en la riqueza que podríamos generar en nuestro país y tanto tiempo llevamos despilfarrando. Vamos, que deberíamos ser la envidia de Europa y del mundo mundial con tan poquita cosa y no hacemos más que ratificar aquella cita atribuida al fundador del estado alemán moderno, Otto Eduard Leopold von Bismarck-Schönhausen, Otto, para los amigos y von Bismarck, para los demás: “Estoy firmemente convencido de que España es el país más fuerte del mundo. Lleva siglos queriendo destruirse a sí misma y todavía no lo ha conseguido”.

La clave de lo que estoy diciendo se llama sol. Sí, el astro rey, el sol que nos calienta, pero no a todos por igual. Verán. Hace diez años el Real Decreto 661/2007 por el que se regulaba en España la actividad de producción de energía eléctrica en régimen especial llevaba la firma de Juan Carlos R. El Rey. Era política de Estado. El gobierno de Zapatero animaba a todo el mundo a invertir en energías renovables, establecía primas para compensar las inversiones y garantizaba rentabilidades que supondrían amortizaciones en tan sólo diez o doce años. Puesto que teníamos más sol que nadie en Europa, era hora de aprovecharlo. Al trapo entraron miles de familias que diez años después están asfixiadas porque las reglas de juego cambiaron al poco tiempo de haber sido promulgadas mediante unas “medidas urgentes para la corrección del déficit tarifario del sector eléctrico”.  Se recortaron un 45% las ayudas a los huertos solares, el 25% a las instalaciones de placas grandes y un 5% a las placas solares pequeñas y convirtieron los cálculos de los pequeños inversores en papel mojado y les dejaron con deudas bancarias de tamaño olímpico.

Luego llegó el PP al gobierno y se encargó de rematar la faena. 62000 familias que no habían especulado en bolsa ni comprado sellos milagrosos de los que multiplicarían su valor estando guardados en una caja fuerte, 62000 familias que se creyeron lo que habían leído en el BOE y hoy esperan una sentencia en alguna instancia que les saque del agujero negro. Y mientras tanto, España abrasada por un sol de justicia y los precios de la energía por las nubes. ¿Por qué aquí no se aprovecha el sol como en Alemania? Porque nadie, salvo en este país nuestro, es capaz de inventar un concepto tan surrealista como el de “el impuesto al sol”, ese descubrimiento teórico, aprobado por el gobierno en el Real Decreto 900/2015 del 9 de octubre de ese año, que penalizaba el autoconsumo de los ciudadanos particulares para salvaguardar los intereses económicos del sector eléctrico. ¿Se entiende por qué Alemania tiene 38,6 GW de potencia instalada en centrales de energía solar fotovoltaica y España sólo 5 GW?

monsolar.com

Pues oigan, algo parecido nos pasa en el cine. Precisamente debido a las condiciones climáticas que disfrutamos y padecemos en la península, entre otros factores, España es según muchos expertos el mejor plató natural de Europa. Y no lo aprovechamos, no señor, es una potencialidad absolutamente dilapidada. Como explica Belén Atienza en la Revista Academia, número 227, publicada en septiembre de este año: “Si empezamos a ser competitivos con las desgravaciones fiscales, inevitablemente muchas producciones grandes y medianas se sentirán atraídas por España (por delante de otros territorios vecinos como Francia o Reino Unido) y eso sí tendrá un gran impacto en un número importante de técnicos y actores además de otros sectores derivados. Esta es una asignatura pendiente y sin duda han de darse pasos en esa dirección, porque estamos perdiendo el tren…”.

Belén Atienza es una de las productoras más importantes de España, capaz de poner en pie proyectos de 20 millones de dólares, hablados en inglés, con actores internacionales, como, sin ir más lejos Un monstruo viene a verme, de Juan Antonio Bayona, o el taquillazo de Lo imposible, del mismo director, películas de las que no tiene ninguna duda que son cosa nuestra, cine hecho aquí. No tanto puede decirse de lo que ahora tiene entre manos, la secuela del Parque Jurásico auspiciada por Steven Spielberg, pero da la medida de que algo sabe, por tanto, de lo que habla. “Yo ahora vengo de Londres, de los estudios Pinewood, que ahora mismo están duplicando su tamaño porque no caben las producciones que quieren ir allí a rodar. Tienen una desgravación fiscal que funciona de manera automática, inmediata, y un montón de técnicos que se han ido generando a lo largo de los años porque se ha creado este entorno. Esto pasó también con Canadá, que creó una industria de la nada con una política súper agresiva de desgravaciones y de atraer industria allí”.

 

Esto contrasta con lo que ella entiende que es una falta de voluntad política real para diseñar una estrategia a largo plazo que convierta al cine español en una industria cultural potente. “¿Cómo vamos a aspirar a crecer y mejorar la calidad de los proyectos si casi ni nacen, tardan años en financiarse y la mayor parte de los creadores y productores viven en una situación completamente precaria?”, dice Belén Atienza con más razón que la santa de Ávila. Considera, a modo de ejemplo, que la Ciudad de la Luz, a pesar de tener estudios aún mejores que los Pinewood, mejor clima y mejores condiciones generales para los eventuales trabajadores extranjeros (de comida y bebida para qué vamos a presumir), sin embargo la pésima planificación y la falta de incentivos fiscales la conducen a la parálisis, o al derribo, añado yo.

ciudaddelaluz.com

La ciudad de la Luz de Alicante, que abrió las puertas de sus instalaciones en 2005, con un coste inicial de 360 millones de euros, donde Bayona pudo recrear el gigantesco tsunami de Tailandia que causó ocho mil muertos, además de un buen puñado de películas que otros han realizado, lleva cinco años cerrada por una resolución de la Unión Europea que la condenó por competencia desleal, a no realizar ninguna actividad lucrativa durante tres lustros. Sin plan de viabilidad, con un descontrol palmario en el uso de los fondos y gastos millonarios irracionales, la gestión de Eduardo Zaplana, ese prohombre que Rajoy puso como ejemplo de administración, hoy investigado por corrupción en la operación Lezo, ha dejado hecho unos zorros el sueño de Luis García Berlanga.

Pues eso mismo, entre falta de voluntad política para crear tejido industrial y gestión catastrófica, o corrupta, así nos va.

Ay, señor, ¡tanto sol, tanto talento, tan buenas condiciones y cuánto derroche! ¡Pero si el pasado ya nos señaló la senda! ¡Como si Samuel Bronston no hubiera venido nunca a España! ¡A ver si va a tener razón von Bismarck!

Rodaje de El Cid, una de las producciones de Samuel Bronston en España