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“Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia…” Roy (Rutger Hauer) ante Deckard (Harrison Ford) en Blade Runner.

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Un premio siempre es un alivio

Cuando a uno le han convertido en un apestado, le ha abandonado la mayoría de los amigos y otros ni están ni se les espera porque para qué, una buena noticia, aunque sea pequeña, es una botella de agua fresquita en el desierto. Eso es lo que le ha pasado a Enrique González Macho, que ayer recibió esa alegría de parte de la Federación de empresarios de cine españoles, un «Premio a toda su carrera», lo cual, habida cuenta de los derroteros por los que este hombre pasa en los últimos tiempos, es como hacer gala de un optimismo imbatible.

 

González Macho es uno de los grandes prohombres de nuestro cine, alguien que un día fue arrojado a los infiernos sin que Dante le avisara, al menos para hacerse una idea de qué debía llevarse en la maleta y qué tipo de contraseñas le serían más útiles a las puertas del Averno para minimizar los daños, si reconocerse culpable de haber defendido al cine español contra viento y marea, de haber aceptado algunos reconocimientos de campanillas, como el Premio Nacional de Cinematografía, el de Caballero de las Artes y las Ciencias, otorgado por el gobierno francés en agradecimiento a su apoyo a la cinematografía europea, o incluso la silla eléctrica de la Presidencia de la Academia de Cine, o si por el contrario, agravaría su pena declararse convicto de haber dado la cara y pagado todas las deudas a sus deudores en coyunturas harto difíciles, como cuando tuvo que echar el cierre con dolor de corazón a muchas decenas de salas de cine.

Enrique González Macho. EFE

Hace dos años el diario El País denunciaba como quien descubre el caso Gurtel el “Fraude del taquillazo”, que supuestamente habría conmocionado al cine español. El fraude consistiría en “sobredimensionar las taquillas y entradas de espectadores para aparentar que el filme reúne los requisitos para cobrar la subvención correspondiente”. Según el informador hubo productores que habían “pagado de su bolsillo entradas para alcanzar el mínimo de espectadores necesario para recibir la ayuda (60.000 o 30.000, dependiendo de las películas)”. Esta práctica de “autocompra” de entradas no era en sí mismo un delito con la legislación en ese momento vigente, posteriormente modificada. Sí lo era echarle un poco de imaginación e inventar proyecciones o falsas sesiones matinales que habrían mosqueado a la fiscalía porque veía en este ejercicio creativo un falseamiento de datos con vistas a la obtención de subvenciones.

El País daba cuenta de una larga lista de investigados: “Jaume Solé Viñas, Antonio Solé Viñas, Luna Exhibición y ABS Productions-Barcelona por las películas La zona muerta, Pecador y La última mirada; el director y productor —con su empresa Nickelodeon Dos PC— José Luis Garci, por Holmes & Watson. Madrid days; Enrique Cerezo, como productor de La montaña rusa; el productor Gerardo Herrero, de la empresa Tornasol; Luis Miñarro, a través de su empresa Eddie Saeta; Juan Martínez, Marck Albela, José Gago y José R. Gago Perales, de Gona Centro de Producción, por Los muertos no se tocan, nene, y Edmundo Gil, de Flamenco Films, por Rosa y negro”. También se les había abierto sumario a Canónigo Films, Produzione Straordinaria, Kanzaman y Kaplan.

Enrique González Macho en la Gala de los Goya como Presidente de la Academia. EFE

La imprescindible connivencia con los exhibidores para llevar a cabo este fraude hizo figurar en otros sumarios a empresas como “Luna Exhibición, Séptimo Arte Exhibición (empresa dueña en Madrid del Pequeño Cine Estudio y de los cines Paraíso Mirasierra) y la cadena AbacoCine-Cinebox”. A Enrique González Macho la fiscalía le acusaba de pretextar falsas sesiones matinales de la coproducción francoespañola Rosa y negro en salas de Alta Films para justificar el número de entradas exigidas por un sistema de subvenciones basado en la taquilla que penalizaba a las películas ignoradas por el público.

En marzo de este año El País tiraba de su hilo directo con la Fiscalía de Madrid revelando que había pedido dos años de prisión y una multa de un millón de euros (que podría “cómodamente” canjear por otros seis meses si no los pagaba) para él y para el productor de cine Juan Romero Iglesias. Les acusaba de haber implementado el mecanismo que he explicado más arriba. Yo ya dije en su día que, sin entrar en el fondo de la cuestión sobre si son delitos o son faltas, qué gravedad tienen y qué consecuencias penales acarrean, cosa que deberán sustanciar los tribunales cuando dios les dé a entender (más tarde que pronto, ya se sabe), me llama poderosamente la atención que el único estigmatizado por este asunto fuera González Macho (convendrán conmigo que del señor Romero Iglesias ni habían oído o leído nada antes ni lo han vuelto a leer o escuchar).

Muy pocos salieron en su defensa. Entre las excepciones, el periodista Oti Marchante no dudaba en calificar de auténtica canallada lo que se le estaba haciendo; Ramón Colóm, presidente de la Confederación de los Productores Audiovisuales (FAPAE), a la pregunta de ¿cree que González Macho es inocente? respondía: “creo que es inocente. Se le ha crucificado y no sabemos si al final saldrá por la puerta grande”. El Presidente de la Federación de Cines (FECE), Juan Ramón Gómez Fabra, calificaba de “sangrante” lo que le estaba ocurriendo al expresidente de la Academia. Se hacían cargo de que la situación anímica por la que atravesaba era de las que uno no le desea a los peores enemigos y se la reserva a esa clase de amigos de los que es mejor cuidarse las espaldas.

Enrique González Macho recoge su Premio FECE. Twitter

No me constan los nombres de otros colaboradores profesionales, colegas o compañeros del planeta cine español que le ofrecieran palabras de aliento, salvo el de alguna persona que habiendo trabajado con él sigue manteniéndole una estima y cariño como las que uno necesita en los malos momentos. En general, ya sabemos cómo son estas cosas, cuando un gigante cae la muchedumbre se aparta por el qué dirán y si te he visto no me acuerdo. Por eso me he alegrado de que la FECE (Federación de Cines de España) le haya regalado un instante de alivio, un pequeño homenaje en forma de “Premio a toda su carrera”, al que humildemente me sumo de pensamiento. Porque yo tuve y sigo teniendo la sospecha de que González Macho fue víctima de una encerrona para convertirle en cabeza de turco. Tengo pendiente una conversación con él para que me explique los intríngulis del asunto, a lo que él se ofreció de inmediato cuando escribí aquel post que he mencionado más arriba. Ojalá la Justicia haga honor a su nombre y lo haga pronto. Estoy seguro de que es un hombre honrado.

¿Quién dice que el cine es cultura?

El gobierno español ha decidido bajar el IVA cultural en el proyecto de ley de presupuestos para 2017. Será una rebaja del 21 al 10%. Buena noticia, corrección del despropósito que perpetró en octubre de 2012. Pero, ay, los titiriteros del cine se quedan como están, para ellos esto no rige. Haber elegido muerte cuando se lanzaron como locos a hacerle la oposición al partido de la corrupción, a pronunciarse contra la guerra de Irak, a dar el cante en las galas de los Goya, como en la de 2003. Don Vito no perdona y tiene muy buena memoria cuando quiere.

Gala de los Goya, 2003. Willy toledo y Alberto San Juan

La tauromaquia, ése noble arte de torturar animales a golpe de paso de ballet, el santo y seña de la España cañí, eso hay que protegerlo y estimularlo y por tanto se beneficia de la mayor reducción; antes de la subida tenía un 18% de IVA y ahora tendrá el mismo tipo que, pongamos por caso la ópera o los conciertos en directo. Para el PP y sus acólitos de Ciudadanos con los que lo ha pactado, la música en las corridas de toros eleva el espíritu de los espectadores al mismo nivel que Norma o Turandot, dejando a un lado los chorros de sangre del animal, claro.

Los cines pequeños resisten para no cerrar

Que una entrada de cine sea un artículo de lujo con su 21% de gravamen mientras que un libro soporte un IVA superreducido del 4% demuestra cuál es la mentalidad de nuestros gobernantes respecto a lo que es cultura y lo que no. ¿Buñuel? Un ateo irredento que en el infierno arda. ¿Almodóvar? Mejor que se calle después de la bromita de su aparición en los papeles de Panamá (buen ejemplo goebelsiano de manipulación para mezclarle con la chusma evasora de impuestos). ¿Julio Medem? Ya le dimos lo suyo cuando sacó los pies del tiesto con el documental La pelota vasca, la piel contra la piedra (2003). Recordemos que incluso le montaron una manifestación en la gala de los Goya de 2004 porque estaba nominado. Y así, suma y sigue tú que yo me canso.

¿Acaso vamos a “subvencionar” a rojos bolivarianos como Willy Toledo? Sólo faltaría… La subvención, esa piedra arrojadiza que siempre tienen a mano los que lo odian cuando hablan de nuestro cine, olvidando o en el mejor de los casos desconociendo que es una industria raquítica pero muy rentable para el estado, pues aporta vía impuestos mucho más que lo que recibe en concepto de ayudas.

En septiembre de 2013 Enrique González Macho, presidente a la sazón de la Academia de Cine, afirmaba rotundamente que por cada euro que aportaba el Estado al cine recibía de él 3,5 euros.  Debió de hacer más enemigos de los deseables este hombre. Toda una trayectoria como empresario que apostó por el cine español durante más de tres décadas en los terrenos de la distribución, exhibición y producción, quedó empañada cuando se publicó a principios de marzo de este año que la fiscalía del estado pedía para él dos años de cárcel y una multa de un millón de euros porque le acusaba de haber manipulado el número de espectadores para obtener la correspondiente subvención.

Enrique González Macho en la Seminci. EFE/NACHO

Una de las más significativas anécdotas que figuraría en la inagotable Biblia del cine que González Macho podría escribir, si encuentra fuerzas y ganas algún día, dice que en 1990, cuando contaba con el apoyo ministerial se decidió a alquilar el cine Judogestveni de Moscú, a 800 metros del Kremlin, en el que en 1926 se había estrenado nada menos que El acorazado Potemkin, para que los soviéticos de entonces pudieran paladear productos hispanos como Padre nuestro, Átame, La vaquilla, Remando el viento o El bosque animado, así, a modo de muestra, jamón ibérico y de bellota.

Premio Nacional de Cinematografía en 1998, Caballero de las Artes y las Letras de Francia, ¿por qué me parece a mí que ahora Enrique González Macho está siendo utilizado de cabeza de turco? ¿por qué se le somete sólo a él a escarnio público cuando la situación que sirve de base a las acusaciones, una legislación equivocada que permitía el uso –seguramente también equivocado, pero tal vez forzado- y el abuso generalizados. Para mí que lo de la Fiscalía huele a vendetta, no sé por parte de quién. Esperemos que algún día se aclare todo.

Pero retomo el hilo; la comparación de la situación en España en lo tocante a las ayudas al cine con países de nuestro entorno es para echarse a llorar. Mientras que aquí se reducían durante la crisis hasta un 63% en la Unión Europea aumentaban un 13%. En Francia, donde todo el espectro político considera esto una cuestión de Estado, se aportan más de 1000 millones de euros a su cinematografía y marcan un impuesto cultural del 5,5%. Lo mismo que aquí: se queda en unos boyantes 70 millones más o menos, pese al aumento presupuestario de 10 millones de euros respecto al año pasado (pero 30 millones corresponden a la amortización de largometrajes de 2015) con el reseñado 21% de IVA. Cuando llegó Rajoy al Gobierno el presupuesto público incluía 71 millones para el cine. Ahí seguimos.

El lobo de Wall Street, o las ayudas al cine en EE.UU.

“En Estados Unidos no hay subvenciones y su cine tiene colonizado todo el planeta”. Una de las grandes mentiras que se esgrimen frecuentemente con la pretensión de desacreditar a nuestros cineastas. Los planes de deducciones fiscales que aplican los estados a su industria dejan al nuestro en el miserable lugar que le corresponde. Sólo un ejemplo: El lobo de Wall Street, dirigida en 2013 por Martin Scorsese, que no se caracterizaba precisamente por ser muy condescendiente con las altas esferas,  recibió del Estado 30 millones de dólares por haberse rodado en Nueva York. Tenía un presupuesto de 100 millones.

¿Pero qué estoy haciendo, acaso es necesario demostrar que el cine es parte de nuestra cultura y merece ser tratado como tal?