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“Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia…” Roy (Rutger Hauer) ante Deckard (Harrison Ford) en Blade Runner.

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¿Quién dice que el cine es cultura?

El gobierno español ha decidido bajar el IVA cultural en el proyecto de ley de presupuestos para 2017. Será una rebaja del 21 al 10%. Buena noticia, corrección del despropósito que perpetró en octubre de 2012. Pero, ay, los titiriteros del cine se quedan como están, para ellos esto no rige. Haber elegido muerte cuando se lanzaron como locos a hacerle la oposición al partido de la corrupción, a pronunciarse contra la guerra de Irak, a dar el cante en las galas de los Goya, como en la de 2003. Don Vito no perdona y tiene muy buena memoria cuando quiere.

Gala de los Goya, 2003. Willy toledo y Alberto San Juan

La tauromaquia, ése noble arte de torturar animales a golpe de paso de ballet, el santo y seña de la España cañí, eso hay que protegerlo y estimularlo y por tanto se beneficia de la mayor reducción; antes de la subida tenía un 18% de IVA y ahora tendrá el mismo tipo que, pongamos por caso la ópera o los conciertos en directo. Para el PP y sus acólitos de Ciudadanos con los que lo ha pactado, la música en las corridas de toros eleva el espíritu de los espectadores al mismo nivel que Norma o Turandot, dejando a un lado los chorros de sangre del animal, claro.

Los cines pequeños resisten para no cerrar

Que una entrada de cine sea un artículo de lujo con su 21% de gravamen mientras que un libro soporte un IVA superreducido del 4% demuestra cuál es la mentalidad de nuestros gobernantes respecto a lo que es cultura y lo que no. ¿Buñuel? Un ateo irredento que en el infierno arda. ¿Almodóvar? Mejor que se calle después de la bromita de su aparición en los papeles de Panamá (buen ejemplo goebelsiano de manipulación para mezclarle con la chusma evasora de impuestos). ¿Julio Medem? Ya le dimos lo suyo cuando sacó los pies del tiesto con el documental La pelota vasca, la piel contra la piedra (2003). Recordemos que incluso le montaron una manifestación en la gala de los Goya de 2004 porque estaba nominado. Y así, suma y sigue tú que yo me canso.

¿Acaso vamos a “subvencionar” a rojos bolivarianos como Willy Toledo? Sólo faltaría… La subvención, esa piedra arrojadiza que siempre tienen a mano los que lo odian cuando hablan de nuestro cine, olvidando o en el mejor de los casos desconociendo que es una industria raquítica pero muy rentable para el estado, pues aporta vía impuestos mucho más que lo que recibe en concepto de ayudas.

En septiembre de 2013 Enrique González Macho, presidente a la sazón de la Academia de Cine, afirmaba rotundamente que por cada euro que aportaba el Estado al cine recibía de él 3,5 euros.  Debió de hacer más enemigos de los deseables este hombre. Toda una trayectoria como empresario que apostó por el cine español durante más de tres décadas en los terrenos de la distribución, exhibición y producción, quedó empañada cuando se publicó a principios de marzo de este año que la fiscalía del estado pedía para él dos años de cárcel y una multa de un millón de euros porque le acusaba de haber manipulado el número de espectadores para obtener la correspondiente subvención.

Enrique González Macho en la Seminci. EFE/NACHO

Una de las más significativas anécdotas que figuraría en la inagotable Biblia del cine que González Macho podría escribir, si encuentra fuerzas y ganas algún día, dice que en 1990, cuando contaba con el apoyo ministerial se decidió a alquilar el cine Judogestveni de Moscú, a 800 metros del Kremlin, en el que en 1926 se había estrenado nada menos que El acorazado Potemkin, para que los soviéticos de entonces pudieran paladear productos hispanos como Padre nuestro, Átame, La vaquilla, Remando el viento o El bosque animado, así, a modo de muestra, jamón ibérico y de bellota.

Premio Nacional de Cinematografía en 1998, Caballero de las Artes y las Letras de Francia, ¿por qué me parece a mí que ahora Enrique González Macho está siendo utilizado de cabeza de turco? ¿por qué se le somete sólo a él a escarnio público cuando la situación que sirve de base a las acusaciones, una legislación equivocada que permitía el uso –seguramente también equivocado, pero tal vez forzado- y el abuso generalizados. Para mí que lo de la Fiscalía huele a vendetta, no sé por parte de quién. Esperemos que algún día se aclare todo.

Pero retomo el hilo; la comparación de la situación en España en lo tocante a las ayudas al cine con países de nuestro entorno es para echarse a llorar. Mientras que aquí se reducían durante la crisis hasta un 63% en la Unión Europea aumentaban un 13%. En Francia, donde todo el espectro político considera esto una cuestión de Estado, se aportan más de 1000 millones de euros a su cinematografía y marcan un impuesto cultural del 5,5%. Lo mismo que aquí: se queda en unos boyantes 70 millones más o menos, pese al aumento presupuestario de 10 millones de euros respecto al año pasado (pero 30 millones corresponden a la amortización de largometrajes de 2015) con el reseñado 21% de IVA. Cuando llegó Rajoy al Gobierno el presupuesto público incluía 71 millones para el cine. Ahí seguimos.

El lobo de Wall Street, o las ayudas al cine en EE.UU.

“En Estados Unidos no hay subvenciones y su cine tiene colonizado todo el planeta”. Una de las grandes mentiras que se esgrimen frecuentemente con la pretensión de desacreditar a nuestros cineastas. Los planes de deducciones fiscales que aplican los estados a su industria dejan al nuestro en el miserable lugar que le corresponde. Sólo un ejemplo: El lobo de Wall Street, dirigida en 2013 por Martin Scorsese, que no se caracterizaba precisamente por ser muy condescendiente con las altas esferas,  recibió del Estado 30 millones de dólares por haberse rodado en Nueva York. Tenía un presupuesto de 100 millones.

¿Pero qué estoy haciendo, acaso es necesario demostrar que el cine es parte de nuestra cultura y merece ser tratado como tal?