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“Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia…” Roy (Rutger Hauer) ante Deckard (Harrison Ford) en Blade Runner.

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¡Más mujeres!

La directora francesa Blandine Lenoir reivindicaba en las entrevistas de promoción de su película 50 primaveras, que se estrena mañana viernes, la presencia de las mujeres en el primer plano de las películas. No sólo es necesario y muy conveniente que las historias reflejen los problemas reales de las mujeres, sino también que sean descritos y analizados según la óptica de las mujeres. Su película es un buen ejemplo, puesto que está escrita y dirigida por ella, interpretada por una gran actriz (y asimismo excelente directora) como es Agnés Jaoui, además de contar con un grupo numeroso de personajes femeninos. Y para que no quepa duda del signo del enfoque el personaje de Jaoui, de nombre Aurore (que es el título original en francés), se encuentra en plena batalla contra los sofocos causados por la menopausia, tabú que un director difícilmente se hubiera atrevido a tocar sin temor a ser juzgado con lupa. ¡Siiii!, gritaba Jaoui desde otro cuarto mientras esperaba su turno cuando le pregunté a Lenoir si era tan duro lo del climaterio.

Agnés Jaoui (arriba en el centro), Sarah Suco, Pascale Arbillot y Lou Roy-Lecollinet en 50 primaveras. Surtsey Films

No es el tema principal, sólo un indicio de por dónde van los tiros de una comedia que a veces aprieta las tuercas de lo risible hasta el borde mismo de la caricatura, aunque se mantiene en un tono general razonable para poner de relieve algunas cosas que a fuerza de silenciarse olvidamos que son evidentes: que hay vida más allá de los 50 para las mujeres, que no todo ha de ser preocuparse por los hijos, que no pueden hundirse en la miseria por la pérdida del trabajo y que incluso a esa edad, y mucho más tarde también, el sexo sigue siendo una fuente viable de placer. Last but not least, pasado el medio siglo de edad el amor puede llamar dos veces a la puerta y una mujer inteligente debe estar dispuesta a abrirla sin esperar a que insista. 50 primaveras es ese tipo de cine que no aspira a erigirse en referencia de nada pero sí a cumplir una misión encomendada por la realizadora, decirle a las mujeres -y los hombres, a los que trata con natural respeto- que se sientan vivas y disfruten, y de paso que echen unas risas en la sala. No es poca cosa.

Parece claro que este filme francés puede proponerse como el reverso de la situación española que denunciaba el mes pasado CIMA (Asociación de mujeres cineastas y medios audiovisuales) en un ciclo (que llevaba por título “Mujeres que no lloran”) organizado en la Academia de Cine, en Madrid en el cual las películas proyectadas tenían en común estar protagonizadas “por personajes femeninos que, siendo muy distintos entre sí, comparten la capacidad de tomar sus propias decisiones e incidir en el desarrollo de la acción”.  Su diagnóstico quedaba resumido en los siguientes datos:

⦁A las mujeres se las borra en la ficción y, cuando aparecen, lo hacen como personajes estereotipados

⦁Solo el 36% de las películas españolas tienen protagonistas femeninas

⦁Solo el 28 % de los personajes que hablan en las películas son mujeres

⦁En las películas, de los personajes que trabajan el 80% son hombres y el 20 %, mujeres

⦁Ellas son 4 veces más propensas que ellos a ser mostradas en ropa interior

Vaya por delante que comparto plenamente las inquietudes de estas cineastas y lo he señalado en repetidas ocasiones lamentando el papel subalterno de los personajes femeninos en la gran mayoría de historias escritas, dirigidas y protagonizadas por hombres. Se me permitirá por tanto que con el debido sentido del humor exprese una objeción sobre el último punto, el de la propensión masculina a mostrar a las mujeres en ropa interior. ¿Acaso no guarda lógica con todo lo señalado en los puntos precedentes? Si los hombres cuentan historias en las que las mujeres son con frecuencia simples acompañantes o meros objetos de deseo, es lógico que sean ellas las que se desvistan más; y si es lógico no habría que rasgarse las vestiduras.

Pongamos como ejemplo el filme de Buñuel en el que tanto Carole Bouquet como Ángela Molina interpretan al mismo personaje, Conchita, por quien pierde los papeles Fernando Rey. A nadie puede sorprender que sean las dos chicas las que se desnuden para el bueno de don Fernando y no al revés. Esta magnífica película, producida en Francia en 1977 (Cet Obscur Objet du Désir, se tituló), pero que a los efectos consideramos como nuestra, hubiera engrosado esas estadísticas negativas desvirtuando un poquito el sentido de la denuncia. A menos que se considere a don Luis Buñuel integrante de las hordas machistas.

Al otro lado podríamos colocar a La novia, vibrante y brillante, apasionada y poética adaptación de Bodas de sangre, de Federico García Lorca, texto de incuestionable sensibilidad femenina. La audaz directora Paula Ortiz echa el resto y decide que Leonardo (Álex García) esté desnudo retozando junto a un árbol con la novia, que porta todavía su traje blanco. Cuando aparece el novio (Asier Etxeandía) enfurecido como un toro, en una arriesgadísima y potente secuencia de lucha cuerpo a cuerpo entre los dos hombres, Leonardo viste sólo la camisa que apenas llega, con la ayuda de un fino trabajo de montaje, para semiocultar recatadamente sus partes pudendas. El combate se organiza al ritmo de la canción de Leonad Cohen Pequeño vals vienés (que como es sabido pone música a versos de Lorca) interpretado por Pachi García y constituye el momento cumbre de la obra, de gran altura estética y dramática.

Es evidente que Paula Ortiz, que quería representar toda la potencia y atracción de la belleza masculina opuesta a las convenciones sociales, hubiera podido concebir la secuencia con una puesta en escena muy distinta, como sin duda hubiera sucedido de haber sido un hombre quien la orquestara. Pero ¿a alguien se le ocurre reprocharle la desnudez de Leonardo? Por cierto, la camisa que viste fue imposición de los coproductores turcos. Propongo por tanto que eliminemos ese punto débil de la argumentación.

Asier Etxeandia y Álex García en la escena de la lucha en La novia

Por lo que atañe al meollo de la cuestión, tenemos que felicitarnos de que cada vez más se pueda escuchar la voz de las mujeres en el cine, aunque sin lanzar demasiados cohetes porque en España la cosa avanza con cuentagotas. Aun así tenemos un número en aumento de directoras que han estrenado en los últimos meses. A bote pronto: Elena Martín (Julia ist), Roser Aguilar (Brava), Carla Simón (Verano de 1993)… Por delante quedan nombres nuevos y consagrados y títulos rodados y por rodar que se irán abriendo paso: Andrea Jaurrieta (Ana de Día), Carmen Blanco (El último unicornio), Patricia Ferreira (Thi Mai), Elena Trapé (Las distancias), Mar Targarona (El fotógrafo de Mauthausen) Paula Ortiz (Barba azul), Ana Murugarren (La higuera de los bastardos), Celia Rico Clavellino (Viaje alrededor de una madre), Isabel Coixet (La librería). La lista no es ni pretende ser exahustiva.

Al escribir estas líneas recordé que existió un Festival Mujeres en dirección que se celebraba en Cuenca y dejó de celebrarse en 2012 por falta de financiación, retirada por  la Junta de Castilla La Mancha, la Diputación y el Consorcio Ciudad de Cuenca. Lamentable.

Icíar Bollaín, Marta Belaustegui, Gracia Querejeta y Chus Gutiérrez. Foto Emilio Naranjo EFE

De todos modos, me parece muy interesante recordar las palabras de Nely Reguera en el festival de San Sebastián rodeada de jóvenes directores como Jonás Trueba, Rodrigo Sorogoyen o Alberto Rodríguez: “Comparto la emoción de ver cada vez más mujeres directoras, si bien no suelo diferenciar entre cine hecho por mujeres y hombres. Lo que no me gusta es que se piense que hay un cine para hombres y otro para mujeres. Creo que mi película María (y los demás) es igualmente disfrutable independientemente del género de quien la vea”. Independientemente del sexo de quien la vea, precisaría yo.

P.S. Unas horas después de colgar este post, un tuit publicado por la SEMINCI indica que la 62 edición “incorpora a su programación un nuevo ciclo que, bajo la denominación “Supernovas”, ofrecerá los trabajos de destacadas jóvenes directoras, con los que han conseguido situarse en el primer plano de la cinematografía actual. Fundamentalmente se trata de directoras que han dirigido su primer largometraje el pasado año, con la excepción de algunos realizadoras que cuentan con una breve trayectoria. ¡Vaya! ¡Qué coincidencia temporal con mi lamento por la desaparición del Festival Mujeres en dirección! Pues me alegro mucho.