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“Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia…” Roy (Rutger Hauer) ante Deckard (Harrison Ford) en Blade Runner.

El Che no ha muerto

Cuando Ernesto Guevara fue vilmente ejecutado por el Ejército boliviano, obediente a las órdenes de la CIA, el 9 de octubre de 1967, estaba lejos de imaginar cuál sería una de sus pesadillas. No el hecho de que la revolución en Latinoamérica, a la que él había entregado la vida, había fracasado; tampoco el que el régimen cubano hubiera tenido que enrocarse para sobrevivir al acoso del enemigo imperialista de tal manera que, en muchos aspectos, resultaran irreconocibles en él los ideales que le alientan. No. Podemos apostar que, si hubiera cedido a la tentación de contemplarse a sí mismo, dejando por un instante de lado la causa, lo más insufrible para él hubiera sido ver su rostro convertido en una efigie -él que tanto despreciaba el culto a la personalidad- y para más inri transformado en uno de los más difundidos y vigorosos iconos del consumismo capitalista. Tal es el poder de la imagen que, a fuerza de reproducirse sin control, muta y se confunde con los valores del canal que la utiliza. El capitalismo todo lo traga. Lo que no le mata le engorda.

La celebérrima fotografía del Che de Alberto Korda

Todo el mundo ha visto esa fotografía en un póster alguna vez. El 5 de marzo de 1960 en la capital cubana, hermoso, triste y  desafiante a sus 31 años, la mirada perdida, el Che posaba frente al objetivo durante apenas unos segundos antes de desvanecerse en la escena tras un nutrido grupo de hombres en el acto de despedida a las víctimas de la explosión del buque La Coubre, que arribaba desde Bélgica a La Habana para proveer de armas y municiones a la recién nacida Revolución. Alberto Díaz Gutiérrez, más conocido por Alberto Korda, tampoco pudo jamás imaginar que una de sus imágenes, encargadas por el diario Revolución, le convertiría en el fotógrafo anónimo más reproducido del mundo y a su “Guerrillero heroico” en lo que es hoy: el retrato más simbólico de la Historia.

Che Guevara, pintura de Gerard Marlange atribuida a Andy Warhol

Pero, ay, a su primigenio significado, el compromiso incondicional con los parias del mundo y la lucha hasta el último suspiro con la justicia social, se le ha añadido una miríada de connotaciones, tantas como variaciones sobre el sujeto, algunas artísticas, las más de ellas bastardas, se han hecho. Que el Che fuera un líder comunista no fue obstáculo para vender con su bella imagen como reclamo la esencia del capitalismo. Desde Andy Warhol (o mejor dicho, Gerard Marlange, un asistente suyo, el verdadero autor de una famosa obra que se le atribuye erróneamente al célebre artista) hasta Mercedes Benz pasando por la Plaza de la Revolución habanera, donde Obama no perdió la ocasión de dejarse retratar para la posteridad en marzo de 2016; y antes, portadas de libros y revistas, camisetas, mochilas, carteles, banderas, gorras, tazas… en cualquier soporte y objeto imaginable; desde un Che gay a otro coronado de espinas que la Iglesia británica utilizó para hacer proselitismo juvenil… El único que no sacó réditos de su trabajo, más allá de su satisfacción o frustración, fue el propio Korda, quien nunca exigió derechos de autor, con una excepción: a la marca de vodka Smirnoff, de la que obtuvo la cantidad de 50.000 dólares de indemnización, que donó a un hospital oncológico infantil de Cuba.

Una campaña publicitaria que Mercedes Benz tuvo que retirar

Obama en La Habana. Alejandro Ernesto (EFE)

El cine ha recibido la visita del revolucionario y le ha dejado colarse hasta el salón en numerosas ocasiones desde el instante mismo en que se convirtió en leyenda. Unas veces para homenajear su figura y otras para denostarla, aunque por lo general poniendo de relieve el inmenso caudal de carisma que sigue atesorando tantos años después de muerto. Apenas unos días después de su captura y linchamiento Santiago Álvarez realizó en 1967 en formato documental, un emotivo mediometraje: Hasta la victoria siempre.

Con el mismo título, treinta años más tarde, el argentino Juan Carlos Desanzo abordaba una biografía, protagonizada por Alfredo Vasco, que cubría el arco que iba desde la infancia del Che hasta la entrada victoriosa en La Habana. Aníbal Di Salvo recogía el guante y llevaba al guerrillero a la selva de Bolivia en donde encontró la muerte. Era la continuación complementaria de ese Hasta la victoria siempre de ficción. Lo llamó, como tantas otras producciones confiadas al influjo del apodo, simplemente El Che (1997). Los dos filmes configuran un díptico en el que pesan más las buenas intenciones que el interés cinematográfico.

Dos años desde la caída del revolucionario tardó Hollywood en mover su maquinaria de chapapote ideológico con la intención de neutralizar lo que consideraban con acierto el emblema más universal y limpio del comunismo dejando la responsabilidad de poner cara al Che en el rostro de Omar Sharif y el de Fidel Castro en Jack Palance. El director de 20.000 leguas de viaje submarino (1954), Viaje alucinante (1966) y El estrangulador de Boston (1968) tuvo el desacierto de aceptar el encargo de este producto típico de la guerra fría: Che! (1969). Háganse una idea, el cartel dice: «La verdadera historia del Che Guevara, que persiguió un sueño de justicia y libertad y creó una pesadilla de terror y violencia». Made in CIA.

Más cerca en el tiempo y más a favor de obra, el brasileño Walter Salles, multipremiado en 1998 con Central do Brasil, nos ofreció en 2004 un Che bisoño, al que el mejicano Gael García Bernal se esforzaba por transmitir calor y proximidad sin evitar que perdiera fuerza y garra en el camino viajando sobre dos ruedas a través del continente sudamericano.  Diarios de motocicleta era ideológicamente mullida y desprovista de aristas y su modelo de coproducción internacional, Brasil-Argentina-Chile-Perú se traducía en un Che homologado y apto para todos los públicos que consiguió una buena aceptación en taquilla.

Mucho más comprometido fue el Che que Steven Soderbergh creó con la inestimable ayuda de Benicio del Toro, también implicado como productor. Del Toro es uno de esos actores multiterreno capaces de despintarse de hombre lobo para calzarse unas botas y una boina e irse a hacer la revolución con un fusil y un puro y que nosotros nos olvidemos del verdadero rostro de Ernesto Guevara. Presentada por razones comerciales en dos partes de 140 minutos cada una, Che: el Argentino y Che: Guerrilla (2008) esta soberbia producción –no olvidemos, norteamericana- contiene las suficientes dosis de veracidad y energía para ser considerada como la aproximación definitiva a la legendaria figura.

La primera entrega, Che: el argentino, oscila entre una discreta hagiografía en la mirada y la obligada objetividad o fidelidad histórica en los hechos. El guión de Peter Buchman se basa en los cuadernos del Che y mezcla tres momentos históricos: el encuentro en 1956 de los hermanos Fidel y Raúl Castro con Guevara en México, la lucha guerrillera desde el desembarco del Granma hasta la entrada de los barbudos en La Habana en 1959 -la mayor parte del metraje de la película- y la visita del Che como ministro cubano a la ONU en diciembre de 1964. El retrato que presenta no está lejos del modelo canónico de revolucionario, idealista y de moral intachable, compasivo con el enemigo, pero igualmente sin piedad con los traidores.

La segunda mitad, Che: Guerrilla, está rodada con la misma espartana austeridad con que se desenvuelven en la selva boliviana los guerrilleros; recrea minuciosamente las penurias que soportan pespunteadas con ratos de tensa espera y pequeñas escaramuzas, racionamiento de agua y comida y frustración porque los campesinos no se suman a la lucha, pese a lo cual, El Che se niega a que se les incauten las provisiones. Mucho menos optimista y devoto del personaje que la primera, una suerte de melancolía se combina con la admiración contenida en un relato que quiere ser fiel a los principios que inspiraban al guerrillero.

Sin duda el díptico de Steven Soderbergh es la indagación más completa y compleja en esta figura gigante y Benicio del Toro su representación más creíble en la pantalla, no tanto por su mimetización con el personaje real como por el riguroso planteamiento del filme. Otros actores tuvieron que lidiar en plazas menos lucidas. Entre los españoles tenemos nada menos que a Paco Rabal, estrella de una temprana (de 1968) producción italiana, El Che Guevara, que se centra en los últimos meses de vida y combate y está dirigida por Paolo Heusch. El curriculum del director presenta hombres lobo y espaguetti westerns,  y su título internacional es como para echarse a temblar: Bloody Che Contra. Antonio Banderas se ponía la boina y le cantaba a Madonna, a modo de narrador, en el musical Evita de Alan Parker en 1996.  Por último, Eduardo Noriega, por sorprendente que parezca, también encarnó al Che. Fue en 2005, la película se tituló Che Chevara, la dirigió Josh Evans y en este caso la acción se trasladó a Sierra Maestra, antes de la derrota del dictador cubano Batista y la proclamación de la victoria revolucionaria. Junto a Noriega andaban Sonia Braga, en el papel de madre del Che y Enrico Lo Verso, como Fidel Castro… rodada en inglés ¡Uff! Cuesta digerirlo.

Pero si pensaban que lo que acaban de leer en relación con el personaje era el colmo del exotismo esperen a conocer la figura de Freddy Maymura, un guerrillero boliviano de origen japonés que murió junto al propio Che en Bolivia. Una película cubano-japonesa rodada en Cuba y en español, dirigida por Junji Sakamoto, Ernesto, se estrenará en la isla caribeña y el país andino en noviembre. El punto de anclaje de Japón es la visita de Guevara en 1957 a Hiroshima.  ¿Y quién da vida al Che? El actor japonés Joe Odagiri que tuvo que hacer régimen para rebajar un poquito la cintura al tiempo que aprendía español. Así, de repente… pero no seamos prejuiciosos y esperemos a verla. Si es que llega a nosotros.

El lunes pasado se cumplieron cincuenta años de la ejecución sumaria de Ernesto Guevara. Su desaparición dejó a la Humanidad un ejemplo mayúsculo de honestidad, coherencia e idealismo. Fue uno de esos hombres en los que pensaba Bertold Brecht cuando escribía sus versos:

Hay hombres que luchan un día y son buenos.

Hay otros que luchan un año y son mejores.

Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos.

Pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles.

8 comentarios · Escribe aquí tu comentario

  1. Dice ser pregunton

    Buenos días,
    El que a hierro mata a hierro muere.
    https://www.youtube.com/watch?v=VC8fW1xu0Ks
    Hoy en día, ese individuo sería candidato a la Corte Penal Internacional.

    11 octubre 2017 | 09:11

  2. Dice ser David

    Aquí se queda la clara,
    la entrañable transparencia
    de tu querida presencia,
    Comandante Che Guevara.

    11 octubre 2017 | 10:26

  3. Dice ser hubiera sido más lindo un mundo sin bombas

    A veces me pregunto que si el ser humano hubiera sido una especie racional y evolucionada desde el principio, tal vez no shabríamo sahorrado muchos «héroes», «heroínas», víctimas y verdugos, violencias y abusos, perversiones por abusos de poder y represión maldita. A veces me pregunto si es estrictamente necesario aceptar la Historia como único camino sin querer crear otro más lindo y no mantener amores y odios hacia los pasados protagonistas aún en el presente.

    11 octubre 2017 | 11:10

  4. Dice ser SINFRENO

    Siempre es lo mismo. Los hijos de las revoluciones se comen a sus padres. O los asesinan que es lo mismo.

    11 octubre 2017 | 11:10

  5. Dice ser jose ramon gonzález

    El «Che» Guevara, no fue ningún héroe solo fue un asesino masivo, que disfrutaba de sus asesinatos contra persones inocentes e indefensas. Comenzó la revolución con los gran matones de Cuba los hermanos Castro, que tampoco escatimaban en cometer asesinatos masivos para crear terror entre los cubanos que reprochaban su actitud dictatorial y criminal peor que la de Fulgencio Batista, que fue un dictador represivo, pero al lado de los Castro fue un verdadero santo varón. El «Che» era un sanguinario asesino, que sentía un placer infinito cada vez que derramaba sangre de hombres humildes que querían ser libres. Ernesto Guevara se convirtió en un terrorista malvado y cruel. No le bastaba el infinito daño que le causó al pueblo cubano, con sus crímenes infames, por tal motivo se dirigió a Bolivia uno de los países más atrasados del Continente Latinoamericano, con el fin de seguir la danza de la muerte sembrando discordia entre los bolivianos, llevando la miseria y el hambre a los países hermanos del Cono Sur. Hoy los portadores del virus cubano del hambre la miseria y la muerte nos quieren vender este fiasco o fiambre de la revolución de la muerte como un héroe. El Che Guevara recibió la muerte que se merecía por todos los crímenes que cometió se equipara a los grandes asesinos del siglo XX

    11 octubre 2017 | 14:23

  6. Dice ser rafa

    Amigo, antes de idolatrar a este sanguinario te recomiendo que leas «El canalla, la verdadera historia del Che» de Nicolás Márquez. Y si no te basta con ese libro, puedes leer la fuente primaria de ese libro, que no son más que las propias memorias, diarios personales y obras completas del Che Guevara. Este tipo no era ningún héroe, era un saguinario racista y asesino que disfrutaba matando personas. Él mismo en sus memorias cuenta los detalles de cada todos los fusilamientos que él mismo llevo a cabo y también escribe lo arrogante y altanero que era con toda s las personas que no compartían su ideología. El tipo tuvo la muerte que se merecía, y el márketing actual es el que lo ha elevado al rango de héroe trágico.

    11 octubre 2017 | 21:10

  7. Dice ser pibelo

    El mayor error que a cometido !!, fue sacrificarse y luchar por una quimera de igualdad y justicia para el pueblo trabajador e insuficiente..(una quimera y en contra del capitalismo mas atroz))
    Ernesto Guevara fue vilmente ejecutado por el Ejército boliviano, obediente a las órdenes de la CIA, el 9 de octubre de 1967

    «Hasta la victoria siempre» mi comandante

    11 octubre 2017 | 21:39

  8. Dice ser a Pibelo

    Los hijos de tu «maravilloso» comandante viven como buenos burgueses, sí esa «lacra» que su padre odiaba tanto. jajajajajajaja y si tanto te gusta su legado vete a Cuba a vivir como un ciudadano de ahí, con libreta de racionamiento, y ganando 20 dólares al mes que no te da ni para comer tres días, mientras la élite vive a todo tren. Sigan creyendo en el comunismo.

    12 octubre 2017 | 08:55

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