La inteligencia del ser humanoes la capacidad que tiene para adaptarse a la realidad.Xavier Zubiri, filósofo. (San Sebastián, 1889 - Madrid, 1983)

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Una multinacional francesa deja sin colegio a 500 alumnos en Tánger

El Centro Cultural de la Fundación Lerchundi, en Tánger, al que acuden cada tarde / noche casi 500 alumnos diarios a estudiar español y 80 discapacitados a su Centro de Día, lleva desde el viernes pasado sin poder impartir clase, ni los discapacitados ducharse, porque no tiene luz.

¿Razones? La multinacional francesa Amendis, administradora en régimen de monopolio del agua y la luz en Tánger, ha respondido a las primera indagación del director del Centro Cultural, el señor X (llamémosle así), que “la luz había sido cortada por falta de pago”. Y se quedaron tan frescos. Pero como esto ya había ocurrido alguna otra vez, el señor X se fue hasta el banco con su abogado y su rabia —a pesar de que tienen domiciliados los recibos—, dispuesto a deshacer el entuerto. Más el banco, esta vez sí, había descontado los correspondientes recibos en plazo.

Entonces el señor X, su abogado y la rabia dirigieron sus pasos a las oficinas centrales de Amendis. Pero allí le recibieron con cajas destempladas y les remitieron a sus oficinas del Drade, barrio al que pertenece la Fundación. Después de no poca charla, tensión y alguna que otra palabra gruesa, el señor X consiguió hablar con el director que comprobó ipso facto que, efectivamente, la Fundación Lerchundi estaba al corriente en sus pagos.

Entonces, ¿por qué no había luz? ¡Ah, ah…! ¿Quién lo sabe? Esto es lo que les dijo el director, según cuenta X, y lo que trataría de averiguar personalmente de forma inmediata. A partir de ese momento, —“váyanse tranquilos”, les dijo— cualquier novedad se la comunicaría personalmente… Esto sucedía el lunes a las 10 de la mañana… Y ayer, martes, al mediodía, el señor X aún no sabía nada del tal director, ni, por supuesto, tenían luz en Lerchundi. Así que encaminó de nuevos sus pasos a primera hora de la tarde hasta la sucursal de Amendis… ¡Sorpresa! Ahora quien le recibía era una directora, que, lógicamente, no sabía nada del problema del señor X que, rojo de ira trataba de explicarse y explicarle… Más, como observara el señor X que la señora directora no, no… “Como que no le daba mucha importancia al problema”, cuenta X, pues… apareció el dragón de la cólera y el abogado y la rabia, ya sin poder contenerse, anunciaron que se iban a buscar a la policía. Entonces la directora llamó a un empleado (se supone que electricista), que acompañó a los damnificados, decidido a averiguar ya, ¡esta vez sí!, cuál era el problema. Por qué no tenían luz eléctrica en la Fundación… Miraron por dentro y por fuera, escrutaron el edificio… Hasta que uno de los mendigos que tienen su hábitat en la zona les dijo que había visto salir humo de “aquel cable» el viernes por la tarde…

Parece ser que el cable que atraviesa la calle está demasiado bajo y los camiones que pasan suelen rozarse con él.

—Bien, ya está localizado el problema”, respiró aliviado el señor X. Ahora sólo falta arreglar la avería. Aunque esta es otra batalla… Y hoy ya es martes por la noche.

La multinacional Amendis —la pesadilla más grande que tienen los tangerinos, según dicen—, es tristemente conocida en la ciudad por sus abusos y arbitrariedades. Ahora, además, parece que le importa un pimiento que más de 500 estudiantes se queden sin clase.

Manual para coger un taxi

Antes de nada, quien vaya a coger un taxi en el zoco de Tánger ha de saber que aquí no caben dudas ni tener vergüenza; ni ese orden occidental… sirve tampoco aquí; ni, por supuesto, los escrúpulos. Aquí cada uno va a lo suyo y se las apaña como puede. ¡Hay que ser valiente y decidido para coger un taxi en el zoco! Si el cliente tiene miedo a los empollones, a recibir o a dar algún que otro codazo, o no acepta que le birlen el taxi delante de sus narices, que se olvide…; ya puede irse andando a casa. Tampoco ha de avergonzarse del ridículo que hará corriendo como un tonto por la plaza de un lado para otro, con dos bolsas negras de plástico en la mano, mientras los nativos le levantan un taxi tras otro.

A la plaza que hay delante de la medina de Tánger (El Zoco Grande), desembocan taxis por tres calles. Pero no guardan un orden, no; ni hay señal alguna que indique la parada, ni tienen disciplina los taxistas para ponerse uno tras otro y hacer cola. Cada cual va aquí a lo suyo, por donde quiere; campo a través, como se suele decir.

Y el cliente se ubica donde le parece —da lo mismo que sea una mujer con niños o un anciano— y empieza a otear y a mirar por el rabillo del ojo a ver por dónde llega el próximo taxi. A veces aparecen tres o cuatro de golpe… Pero ya hay unos cuantos listos, más ágiles que tú, que los abordan antes… Así puedes tirarte media hora, una hora si hace falta. “Tranquilo, hombre, tranquilo, tú sigue esperando…”, te dice el consejero/gracioso de turno que siempre aparece por allí. Eso sí, nadie se enfada.

El colmo del despropósito es cuando acude algún intermediario dispuesto a resolver cualquier conflicto. Entonces se acerca a los taxistas y trata de convencerles de que te lleven a ti. Luego, claro está, te pide la propina. Mientras tanto el guardia toca el pito para avisar de que está allí, se pasea, y ¡tan feliz! ¡Así de hermoso es Tánger!

Y otra cosa buena que tiene este sistema de Marruecos es que los taxis se comparten y, por el mismo precio —además de llevarte a tu destino—, puede darte un paseo por la ciudad. En fin, también tiene sus ventajas coger un taxi así.