La inteligencia del ser humanoes la capacidad que tiene para adaptarse a la realidad.Xavier Zubiri, filósofo. (San Sebastián, 1889 - Madrid, 1983)

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Por la calzada romana hasta Cabo Espartel

No todo es revuelta (véase Arde Sidi Ifni…) o batallas lingüísticas como la desencadenada por “miembra” en el post de hace dos días. También hay misterios de los que hablar. Algunos tan evocadores como ese paseo que uno puede darse desde el mismo corazón de la ciudad tangerina hasta la Gruta de Hércules, pasando por Cabo Espartel. Diez kilómetros, más o menos, a recorrer en cuatro horas por el acantilado, junto al mar que une y separa dos mundos, tan cerca y tan diferentes, que darán tiempo para pensar en aquellos inicios de la era cristiana, hace 2.000 años, cuando Tánger (Tingis) era una ciudad floreciente desde la que salían hacia Roma e Hispania “aceite de oliva, aceitunas, dátiles, trigo, madera, animales vivos exóticos y leones… muchos leones para el circo”, cuenta el español/tangerino Tomás Ramírez en su monumental obra Si Tánger le fuese contado…”.

Ni que decir tiene que caminar por esa calzada romana y adentrarse en esos paisajes es penetrarse en el túnel del tiempo. Así que, además del ejercicio físico, siempre loable, uno puede rememorar la historia más antigua de las andanzas de las centurias de Roma por aquí, o acercarse a la más cercana, como la que representa esa mansión misteriosa que se asoma por encima del bosque en una de las fotos, perteneciente al millonario Ion Perdicaris, protagonista de uno de los enredos más afamados en la historia de la diplomacia internacional, al obligar su secuestro, en 1904, por el rebelde o revolucionario, según se mire, Mulay Hamid el Raisuli, a Teodoro Roosevelt, presidente de los EE UU, a enviar varios navíos de guerra a la ciudad para conseguir su rescate creyendo que éste era un ciudadano norteamericano cuando luego resultó que era griego.

Y más adelante, a mitad del camino, ahí quedan los restos del Parque Donabo, un exclusivo club de hípica y esparcimiento dónde las élites tangerinas de los años 20 celebraban sus mejores fiestas. Al final, el sendero desemboca en el majestuoso faro de Cabo Espartel, las playas recoletas, y la Gruta de Hércules en la que quedaron, visibles para siempre, las huellas, esculpidas a golpe de martillo y cincel, de la extracción de ruedas de molino que los esclavos arrancaban a la roca para la industria de la molienda de granos.

En fin, Tánger, Marruecos, tienen también estas y otras maravillas.