La inteligencia del ser humanoes la capacidad que tiene para adaptarse a la realidad.Xavier Zubiri, filósofo. (San Sebastián, 1889 - Madrid, 1983)

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Hay marroquíes que niegan todo, hasta la evidencia

He conocido a muchos profesores españoles en Marruecos que, a la hora de comentar qué es lo que menos comprenden de su alumnado marroquí, decen: “Que niegan todo; no aceptan la responsabilidad. Niegan hasta la evidencia”. Si coges a uno copiando, explican, —esa chuleta que se le acaba de caer—, lo negará. “Yo no he sido, profesor.” Pero si se le achucha un poco más, empezará a acusar al otro. “Ha sido este”. Y acusará a su compañero sin rubor.

No recuerdo jamás haber oído la palabra “no” en Marruecos. “¿Me ha comprendido usted?”, puedes preguntarle a la persona a la que acabas de encargarle algo… “Sí, sí… Comprendido.” Pero luego descubres que ha hecho todo lo contrario de lo que se le había explicado. ¿Por qué ese negarlo todo, siempre?

Hace unos días contaba un profesor, en una de esas charlas de café, que, ante la pregunta que acababa de plantear a sus alumnos, si mentirían con tal de entrar en una discoteca, todos dijeron “sí”; rotundamente “sí”. Lo que choca es que ni uno dudó.

También ye he pasado por estas experiencias. Contaré como se me negó lo evidente. Hace unos 10 años le encargue a un anticuario —hombre culto y educado, licenciado universitario, que hablaba y entendía perfectamente el español— que me hiciese una mesa como la que tenía expuesta en la tienda. Se la encargué porque me dijo que aquélla estaba hecha (y vendida) con madera conseguida en los derribos de los viejos edificios…

A la vuelta del verano fui a recogerla y, efectivamente, allí estaba la mesa… Pero noté en ella algo raro. No sé; sí tenía el color y las vetas de la madera, pero… En fin, me la llevé a casa, aunque seguí dudando… Hasta que ya por la noche, en la cama, tuve una intuición. Me levanté, me fui a la mesa y le di la vuelta. Allí estaba el engaño: la madera era de pino verde (sin curar) y había sido tratada con nogalina y otros tintes para disimular. Protesté al día siguiente, como es lógico. ¿Alguien puede creer que mi ilustre anticuario reconoció “el engaño”? No, no lo aceptó. Ni pidió disculpas. Para él no había habido tal engaño. El negocio es el negocio, pensé yo.

Hay explicaciones, culturales y sociológicas, para todos los gustos acerca de este tipo de comportamiento. Algunos marroquíes tiene la suya. Por ejemplo, la que da mi amiga Saloua. “Nosotros, desde niños, vivimos la mentira (negar todo) como algo natural… Nuestras madres se pasan la vida mintiendo para justificar lo que hacen ante la obsesiva fiscalización de los maridos. Desde muy pequeños observamos que nuestra madre ha hecho una cosa (salir a la calle, por ejemplo) que luego niega, cueste lo que cueste. Así que, para nosotros, negar, mentir, decir no, cuando haya sido , no tiene el valor que para ustedes. Ni siquiera pensamos que esté mal…”

Así que, no cabe darle importancia a negar todo; al principo molesta, luego menos. Simplemente hay que aceptar que somos diferentes. Como en tantos otros temas, en éste, en cuanto a la verdad y la mentira se refiere, españoles y marroquíes tampoco se entienden…