La inteligencia del ser humanoes la capacidad que tiene para adaptarse a la realidad.Xavier Zubiri, filósofo. (San Sebastián, 1889 - Madrid, 1983)

Entradas etiquetadas como ‘claxon’

La erótica del claxon

¿Es posible que el claxon, en sus componentes o formas (o en su sonido), encierre secretos eróticos? ¿Por qué se perturban tanto los hombres cuando se agarran a un volante? Porque el claxon es, para los hombres machotes, ese arma que le ayuda a enmendar los entuertos, que siempre está dispuesta para insultar con el ruido, que le auxilia en las prisas, o que manda a paseo con sus estridencias al conductor que está al lado o al que va por delante… El claxon, parece ser, erotiza al género masculino con una facilidad pasmosa, hasta tal punto… que son muchos los hombres los que se entusiasman manosearlo…, por lo menos en los semáforos.

De verdad que no entiendo por qué esa obsesión (masculina, por lo general) y ese afán de tocar la bocina continuamente; en los atascos (que, evidentemente, no van a solucionarse por mucho que uno se ponga a aporrear el claxon), o antes, incluso, de que se abra un semáforo. En Marruecos, en Tánger en particular, “los hombres del claxon” nos tienen fritos al resto de la población.

Es una práctica que no alcanzo a entender, ya digo. Máxime cuando el pueblo marroquí es un pueblo tranquilo, que aprecia la calma, que valora el tiempo en una dimensión que nada tiene que ver con las prisas y la urgencia por consumirlo que tienen los occidentales… ¡Ah!, pero eso es en los cafés, en el paseo por la calle, incluso en el trabajo, pero no dentro del coche. ¡En el coche, no! En el coche, un marroquí es tan agresivo como cualquier español o francés, y se excita y pierde los papeles igual que el encolerizado europeo; y se pone a tocar la bocina, de forma tan apasionada a veces, como si estuviese en los brazos de… vete a saber quién.

El tiempo en Marruecos puede gastarse a manos llenas, pero no dentro de un coche; porque ahí, al volante, muerde como ese amor anhelante que no deja de apremiarnos. No sé qué tiene el automóvil que tanto perturba a los conductores tangerinos… ¡Joder, qué agonía en los semáforos! ¿Pero por qué esa obsesión por el pi, pi, pipi, piiiii todo el día? Ya digo, debe de tener algún secreto este asunto del claxon que no conocemos. Y es que perturba a los hombres de tal manera, que les pone, pienso yo, en tal desasosiego, con rabieta infantil incluida, que dan pena… Es que si no, no se entiende esto.