La inteligencia del ser humanoes la capacidad que tiene para adaptarse a la realidad.Xavier Zubiri, filósofo. (San Sebastián, 1889 - Madrid, 1983)

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Estampas tangerinas

Ayer, viernes. 12,20 de la mañana. Los muecines de la ciudad inundan el aire con su llamada a la oración a través de la megafonía de las mezquitas. Observo desde un banco, en la Plaza del Zoco Grande, como van llegando los fieles a la que mezquita que tengo enfrente, junto a la calle de los Herreros. La inmensa mayoría son hombres. La circulación es a esta hora intensa; y más en esta calle que acaba de ser reformada y ampliada; y que es una de las dos únicas calles que tiene la Medina en esta zona para descongestionarse. Siguen llegando fieles…

En un momento determinado comienzan a extender alfombras en la acera (ya no caben dentro); alfombras que ocupan en silencio, descalzos como mando el ritual, mirando hacia la plaza; luego extienden más alfombras, ya en la calle…

La circulación queda interrumpida de pronto. Los sorprendidos conductores no saben que hacer; son momentos de cierta confusión. Se ven algunos coches extranjeros. Un policía conversa con dos hombres en las inmediaciones, pero sigue ajeno al caos que se está organizando.

Los conductores aturdidos (los extranjeros sobre todo) buscan, como pueden, una salida; dan una nueva vuelta a la plaza y se atascan en la otra calle…

Es la hora del rezo y todo se desarrolla con normalidad, no obstante; nadie protesta. Nadie manifiesta disconformidad con esa interrupción arbitraria del tráfico. Todo el mundo acepta la situación como algo normal; bloquear el tráfico a esa hora, y provocan el caos en la zona… es normal, parece ser. Pero para los ojos de un occidental es, cuando menos, sorprendente…

Porque en Europa también hay procesiones, eventos religiosos de todo tipo, pero lo razonable es que el ayuntamiento avise con antelación a los ciudadanos de que va a cortarles la calle. Y si se repite con frecuencia este hecho, se coloca una señal de tráfico indicando que tal día a tal hora, por asuntos religiosos, se interrumpirá la circulación en ese lugar.

Lo que sorprende en este mundo (aunque tratemos de entenderlo) es cómo la mayoría de la gente ve como normal algo que parece contradictorio: no se puede, por ejemplo, creo yo, aceptar el automóvil con todo lo que implica, por un lado, y por otro interrumpir, continua y arbitrariamente, su circulación.