Me pregunto qué sabrá la atleta Marta Domínguez de política. O Toni Cantó. O tantos otros actores, actrices, atletas y famosos que acaban de gancho en las listas electorales de los partidos. Ganchos para cuerdas que ahorcan al sistema político, ya agonizante. Son los propios políticos quienes se han devaluado, con cosas como esta, con esas ideas antiguas construidas con discursos mediocres. Han perdido el respeto de la banca y las multinacionales y las petroleras, que son el nuevo estado-nación, así que se reúnen de tú a tú con lo que queda del estado-nación que era España. Y han perdido el respeto de los ciudadanos, atónitos al ver a esa clase política aletargada y acusica. No parece que estén los tiempos para jugar con los escaños ni para competir con listas de estrellas. Lo que necesitamos son gestores pegados al suelo. Políticos profesionales, que sepan economía, inglés, matemáticas, que sepan oratoria y sean solventes y honrados. Chupar rueda (alguna quemada) desde los 15 años en un partido no debería ser un mérito para ser diputado o ministro.
Poner a una atleta en las listas del Senado del PP (antes fueron otros partidos, no es cosa de colores) es, además, una provocación a la inteligencia y la paciencia ciudadana. Seguramente una torpeza política. Es, además, otra muesca en la ya maltrecha percepción que los ciudadanos tienen de sus gobernantes, que no son los que nos merecemos. Por eso, al igual que nos replantean la privatización de algunos servicios públicos para ahorrar y ser eficaces, quizás haya que replantearse la privatización de la política. Que nos gobiernen los mejores, no los mejor colocados en su propio partido.