Ventana con vistas

Desde mi ventana se ven todas las noches unos destellos en el edificio de enfrente. La luz apunta a un rincón, a un cristal, pasa por mi casa. Otras veces un reflector como un sol de medianoche prende fuego a la azotea y pasa una sombra. Quien sostenga esa linterna seguramente lleva uniforme, el que le haya puesto el banco en el que trabaja. Caza fantasmas a bombillazos y busca ladrones entre las mesas de oficina, ocupadas de día por gente disfrazada de domingo con una soga de corbata al cuello. Le observo casi todas las noches, de pie tras mi ventana, que es una mirilla al mundo. Sigo el rastro de la luz imaginando el chinchin de unas llaves chocando con las esposas (¿por qué se llaman esposas?) colgadas al cinto. Y el aburrimiento de andar solo, y la inquietud de que la sombra del pilar sea un caco y el rumor del viento un intento de atraco.

Abajo, pisando el asfalto en la plaza, casi todas las noches una chica discute a voces con su novio por teléfono. No sé si es la misma o se turnan. Llora a ratos y a gritos. Déjalo, le diría si fuera mi hermana o mi amiga. Al lado duerme en un banco un hombre que habla solo de día y que calla de noche anestesiado por un bendito tetrabrick: la sangre del Señor dándole paz a sus hijos. Los porteros del club de jazz ejercen de semidioses: tú no, tú sí, y aguantan las bromitas de unos chicos que se quieren ahorrar la entrada confundiendo agudez con pesadez. En el bar de al lado, los camareros fichan el final de su jornada con el click de apilar sillas. Pasa el coche de un macarra y un taxi que piensa en verde y tiene sintonizada kiss fm. Una mujer mayor cruza la calle al galope y la linterna de la central bancaria le ilumina la cara un segundo, justo cuando el aforo del club está completo y el mendigo gruñe su último delirio.   

Mirar por la ventana es como mirar al mar: anestesia. Te deja el cerebro y los ojos en standby, los pensamientos discurriendo libres e inconexos, bailando dentro de tu salón suspendido en el tiempo y el espacio. Desde tu cuarto piso eres indemne a los enemigos del guardia, la fiebre del mendigo y al corazón extrahormonado de la chica. Irrelevante vista desde abajo, solo un amago de luz tras una cortina entornada, viendo cómo pasa la vida abajo, cómo es y qué hace la gente que nunca conocerás, si es que existieras.
 

11 comentarios

  1. Dice ser Yankee

    Ventana con vistas a un mar de dudas….

    19 julio 2011 | 01:37

  2. Dice ser Porlajeta

    Jopes que inquietante…

    salu2

    19 julio 2011 | 07:55

  3. Dice ser gato a los mandos

    jo, qué recuerdos.

    Ahora que cambié mi ventana por otra ventana con vistas al campo, donde el mecer de los árboles y el ruido de mochuelos y bichos varios son los que pintan la noche, de vez en cuando echo de menos las ventanas a la calle, al mundo de las personas donde otros ¿Cómo yo? viven sus trocitos de vidas enfrente mío.

    Esas noches de perder un minuto para mirar por el cristal, la gente entrando y saliendo del bar, dando paseos nocturnos hacia o desde la parada del autobus, las otras ventanas encendidas de gente que quizás esté, como tu y como yo, mirando hacía el mar de vidas que pasa por nuestros ojos.

    Ahora entiendo por qué los olivos me susurran con pena cuando los miro. No es por ellos, es por mi.

    19 julio 2011 | 09:14

  4. me quedo con una ventana con vista al mar…

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    19 julio 2011 | 09:34

  5. Dice ser Operación: Libertad duradera

    Creo que que hoy el problema soy yo…

    19 julio 2011 | 11:55

  6. Dice ser Dave

    buen post, aunque mejor es no dejar que la vida pase delante de nuestros ojos como un film. ¿por qué no bajar a por la chica e invitarla a un café irlandés o una copa en el club de jazz? así luego podrías darle algo de calderilla suelta al mendigo, y dejar que los destellos de la linterna del guarda iluminen de pasada el cuerpo desnudo y sudoroso de la chica retozándose en tu cuarto.

    19 julio 2011 | 12:32

  7. Dice ser Eugenio Fouz

    Me ha gustado mucho el post. Lo mejor es que apuesto que lo ha recreado todo en su cabeza. Muy bueno

    20 julio 2011 | 09:24

  8. Dice ser antimoñas

    Es creativo y alucinante inventar vidas ajenas, cuando miras a alguien y pensar cómo te imaginas su vida. Lo hago desde hace años, y seguro que por mucha ciencia ficción que ponga en algunas de ellas, se acercarán más de lo que imagino a la realidad.

    20 julio 2011 | 17:38

  9. Dice ser Enrique

    Hola, Raquel, he llegado a tu blog desde Twitter, olisqueando las cosas de Camps. Sólo he leidos dos de tus post y se me ocurren dos cosas.

    Cosa 1) Escribes como los ángeles. No lo sabía, ni lo imaginaba. Me gusta.

    Cosa 2) Esposas, mmm. A ver: en femenino porque adjetivan a las anillas que aprisionan las muñecas (¿porqué muñecas, me pregunto yo ahora?). Esposa, como esposo, viene de sponsus (prometido, en latín). De ahí también «esponsales», que son promesas de matrimonio. La promesa es un vínculo, las esposas van unidas por eslabones. La lengua está cargada de imágenes a las que el tiempo ha ido quitando el color de la metáfora (pero lo siguen siendo). Ya te contaré cómo lo supe.

    Saludos.

    20 julio 2011 | 19:15

  10. Dice ser Enmascarado

    Muy bueno y muy buenos apuntes de Enrique. Todos aún sin quererlo participamos en el reparto de la pelicula que se monta un observador.

    20 julio 2011 | 20:06

  11. Dice ser Alberto Verdejo

    Muy bueno, solo puedo decir eso, muy bueno. Aun recuerdo las miles de horas que he pasado en la ventana de mi habitacion, observando y pensando, si todo se pudiera vivir igual que se ve desde una ventana, si todo se pudiera empezar y terminar como se abre y se cierra una ventana, que facil seria la vida. A los que la vida nos permite abrir mas que cerrar porque en realizadad es lo dificil, solo nos queda la unica medicina sin contraindicaciones, el amor.

    Gracias, que lindo escribes.

    22 julio 2011 | 09:22

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