Ayer un usuario de mi taxi me reconoció por la voz. Hace años que colaboro en diversos programas de la Cadena SER, pero nunca antes me había sucedido algo así. Me habían reconocido por las fotos de mi blog o la edición impresa de 20minutos, o por mis apariciones en la tele, pero nunca por mi voz.
Al confesarle que sí, que era yo, me pidió que volviera la cabeza para verme de frente.
-Te creía mayor- me dijo.
-La tele engorda y la radio suma años- se me ocurrió contestar.
-También te imaginé gordito. Con aire bonachón. Y gafas. No sé por qué, pero te imaginé con gafas.
-¿Y qué más?- pregunté sorprendido.
-Sin barba. Y con menos de pelo. Y camisa de cuadros. Y un reloj Casio en la muñeca.
-No uso reloj.
-Ya veo, ya. La verdad es que no eres el hombre que imaginaba. Eres mucho más delgado, sin duda. En fin… menuda decepción.
Llamó mi atención esto último. Aquel usuario se sentía decepcionado por haber errado en su predicción. Incluso bajó de mi taxi cabizbajo. En su caso le importaba más el poder de la imaginación que la misma realidad. La radio, para él, suponía crearse un mundo de matices alrededor. De hecho, me había descrito con todo lujo de detalles.
Unos metros después de aquello subió a mi taxi otra usuaria. Nada más montarse me dijo:
-¡Uy! Alguien se ha dejado esto en el asiento.
Me lo tendió. Era un reloj Casio.
Quedé pálido.
Volví a repasar lo que me dijo aquel hombre. Que mi voz, en la radio, me hacía más viejo. Y que además me imaginaba con un reloj Casio.
¿Se habría adelantado al futuro a través de mi voz?
También me imaginó con gafas y es cierto que cada vez veo peor; algún día no tendré más remedio que usarlas. Y más gordo. Dijo que me imaginaba más gordo. Mucho más gordo.
……………………………………………………………
Nota: Guardé el reloj. Mañana mismo empiezo la dieta.